Rusia suspende el suministro de gas a Europa «por tiempo indefinido»

Gazprom, la empresa gasífera del Estado ruso, anunció el viernes la suspensión del suministro de gas a través del gasoducto Nord Stream. Mientras se endurece la guerra de sanciones cruzadas entre el Kremlin y Occidente, la crisis energética podría hacer del invierno boreal un verdadero infierno para millones de europeos.

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El gasoducto Nord Stream, que va de Rusia a Alemania por debajo del mar Báltico, es la principal puerta de entrada del gas ruso a Europa. Transporta normalmente el 40% de las exportaciones de gas ruso hacia el viejo continente. Pero desde julio estaba funcionando a tan sólo el 20% de su capacidad. Durante la última semana de agosto, Gazprom bombeó tan sólo 856 millones de metros cúbicos de gas a la Unión Europea, un tercio de la cantidad enviada durante el mismo período del 2021 y casi 5 veces menos que su máximo histórico (3.811 millones).

Ahora, con el cierre del Nord Stream, sólo quedan dos vías de entrada del gas ruso a Europa. Se trata de los gasoductos que cruzan Ucrania y Turquía. El segundo está enviando 100 millones de metros cúbicos más que hace un año, pero el primero está funcionando a menos del 50% de su capacidad (278 millones este año frente a 736 el año pasado). Además, el gasoducto Yamal, que cruza Polonia, está completamente cerrado desde mayo.

«Fallas técnicas» y sanciones cruzadas

Según Gazprom, «el suministro será suspendido por completo hasta que sean eliminados los problemas remarcados en el funcionamiento» de una turbina que alimenta el Nord Stream desde las estaciones de bombeo de Portovaya, al noroeste de San Petersburgo. Según la empresa monopólica rusa, una fuga de aceite impide el funcionamiento seguro de la turbina.

Pero para reparar la fuga Gazprom depende de la planta que la firma alemana Siemens posee en Ottawa, Canadá. Esta empresa ya se negó a realizar trabajos de mantenimiento para Gazprom hace algunos meses como «sanción» frente a la invasión de Ucrania. Pero, ya en esa ocasión, la sanción había rebotado contra la Unión Europea. Siemens debió acceder a realizar el trabajo para no entorpecer el suministro gasífero a Europa.

Ahora, Rusia se niega a restablecer el suministro del Nord Stream hasta que dicha fuga sea reparada por Siemens. Pero la firma alemana declaró públicamente que la «falla técnica» señalada por Gazprom no compromete el normal funcionamiento del gasoducto.

Hay algo de provocación y algo de ironía en la maniobra que Rusia le está jugando a la Unión Europea. En todo caso, demuestra que no es tan simple marginar a una potencia del comercio internacional. La economía internacional sigue siendo globalizada, y en cualquier momento las sanciones pueden volverse contra quien las dictó.

El corte del suministro anunciado por Gazprom se difundió casi inmediatamente después de que el G-7 promoviera establecer límites en los precios para la importación de petróleo ruso. La medida, aprobada bajo patrocinio estadounidense, fue bien recibida por la Comisión Europea, que intentará ampliarla hacia los 27 países de la UE.

La idea del G-7 (es decir, de EEUU y la OTAN) es golpear la principal fuente de divisas de la economía rusa y, al mismo tiempo, desacelerar la tendencia alcista de los precios energéticos. Pero para que la medida sea exitosa el G-7 deberá conseguir el consenso de un círculo más amplio de países. A priori, esto no será nada fácil en momentos en que la energía escasea a nivel internacional.

Europa en la encrucijada

Lo cierto es que «plan» de sanciones del G-7 es todavía una declaración de intenciones. A la Unión Europea le encantaría limitar el monopolio energético ruso, pero no está claro que pueda lograrlo. Mientras tanto, el peligro es bien real para la eurozona. La crisis energética desencadenada por la guerra en Ucrania ya está teniendo consecuencias nefastas sobre la economía. La transferencia del alza energética a los precios creó la inflación más alta en al menos tres décadas y una caída del poder adquisitivo que muchos comparan con la de la Gran Depresión de los años ’30.

A la escasez energética y la inflación se suman las crecientes alarmas de recesión. Por el momento, Alemania es el primer país de la UE en registrar una recesión técnica, con un crecimiento del 0% del PBI en el segundo trimestre. Pero los últimos movimientos de las principales empresas europeas anticipan una recesión en las dos principales economías europeas (Alemania y Francia).

Algunas ramas de la industria ya se están resintiendo. La siderúrgica Arcelor Mittal anunció el viernes el cierre de dos plantas de producción de acero en Alemania por los altos precios de la energía. Muchas consultoras anticipan una caída del PBI de la eurozona entre el 2% y el 4% para el próximo período. Como mínimo, esto alcanzaría para disolver el crecimiento proyectado para este año.

Y todos estos problemas se profundizan por la incapacidad de la Unión Europea de controlar las variables en juego. La política de altas tasas de interés encarada por el Tesoro estadounidense está devaluando lentamente el euro, aumentando la presión inflacionaria y encareciendo todavía más la energía, cuyos precios están fijados en dólares. Un reflejo económico de la pérdida de protagonismo de las potencias europeas en el escenario geopolítico.

El temor a las respuestas sociales

En estos días, todo el establishment europeo coincide en que el panorama es sombrío. Como mínimo, se anticipan varios meses de estancamiento económico sin que la inflación desaparezca rápidamente.

Pero lo peor todavía no ha comenzado. La llegada del invierno boreal podría encontrar a Europa con millones de hogares faltos de gas para calefaccionarse y con tarifas impagables. Sumado esto a la caída del poder adquisitivo, millones de trabajadores europeos podrían pasar frío. Y, en ese marco, las gélidas temperaturas del viejo continente podrían incluso generar muertes.

Si bien las reservas europeas de gas vienen subiendo lentamente, el cierre del gasoducto Nord Stream podría detener esa acumulación más temprano que tarde. Y la reciente sequía que aqueja a Europa hace todavía más difíciles los intentos de reemplazar el gas por energías renovables.

Obviamente, los gobiernos europeos intentarán justificar la escasez energética a través de la «defensa» de Ucrania frente a la invasión rusa. Algo así hizo recientemente Macron, que pidió «sacrificios» al pueblo francés frente al final de «la era de la abundancia».

Es cierto que el cierre del suministro de gas ruso es una jugada política por parte de Putin. De hecho, Gazprom está quemando 10 millones de euros en gas al día con tal de no enviarlos a Europa. Pero el descontento popular está creciendo masivamente en todo el viejo continente. Así lo atestiguan la ola de huelgas que recorrió la Unión Europea durante los últimos meses y el «verano del descontento» que se vive en el Reino Unido.

Los gobiernos europeos deberán buscar soluciones concretas o, al menos, argumentos más convincentes si esperan contener los ánimos de millones de trabajadores que ven cómo sus salarios se pulverizan día a día. Si a la llegada del invierno no hay gas para los hogares, el descontento ya podría ser imparable.

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