Reunión del G20: una cumbre marcada por la guerra en Ucrania y la tensión China-Estados Unidos

La reunión llega en un contexto marcado por una fuerte confrontación por la guerra en Ucrania y por la escalada de tensiones entre China y Estados Unidos.

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Este martes y miércoles se llevará adelante la cumbre anual del G20 en Bali, Indonesia. De la cumbre participarán los principales líderes mundiales, desde Joe Biden hasta Xi Jinping. Pero contará con dos grandes ausencias: Vladimir Putin y Jair Bolsonaro.

La reunión llega en un contexto global marcado por una fuerte confrontación, no sólo por la guerra en Ucrania, sino fundamentalmente por la escalada de tensiones entre China y Estados Unidos.

Aunque la agenda oficial indica tópicos de carácter más global-humanitarios, como la prevención de futuras pandemias y el cambio climático, las disputas geopolíticas entre potencias son las que marcan la agenda, no sólo de la cumbre como tal, sino de todas las reuniones bilaterales satelitales a ella.

Guerras frías…

La más importante de estas bilaterales se realizó este lunes, cuando se reunieron el presidente de EE.UU., Joe Biden, y su par chino, Xi Jinping. Las expectativas sobre la reunión ya eran bajas desde la previa. La Casa Blanca indicó que, lejos de esperar algún tipo de acuerdo de cooperación, la reunión apuntaba a abordar la cuestión de las «líneas rojas», clarificando las posiciones de cada uno y tratando de darse mecanismos para evitar nuevas y mayores escaladas.

Es decir que se trató de una reunión en la que intentaron apenas clarificar las reglas de juego de una relación cada vez más tensa. Este año, las disputas fueron de todo tipo. En continuidad con la anterior gestión de Trump, el gobierno de Biden aplicó nuevas y duras medidas de guerra comercial, estableciendo duras condiciones para las empresas estadounidenses que exportan a China.

Pero lo que más alarmas despertó a nivel global fue sin duda las tensiones alrededor de Taiwán. La intempestiva visita de Nancy Pelosi a la isla fue respondida por China con una fuerte militarización del mar de Taiwán, en medio de rumores crecientes de que una invasión china a la isla es cada vez más plausible. Al respecto, Biden ha declarado en varias oportunidades que, llegado el caso, EE.UU. no dudará en intervenir.

Tanto Biden como Xi llegan fortalecidos en la política interna. El presidente demócrata, que mantiene bajos niveles de popularidad, ha celebrado sin embargo una más que digna elección de su partido en las elecciones intermedias, lo que les permitió mantener el control del Senado. El mandatario chino, por su parte, acaba de ser reelegido para un tercer mandato, siendo el primero en conseguirlo.

…y guerras calientes

El otro gran tema que atravesará forzosamente la reunión será la guerra en Ucrania. El conflicto, además de ser un cimbronazo para la estabilidad política y económica mundial, obligó a que todo el mundo deba ordenarse alrededor de su posición en el conflicto, dejando muy poco margen para la neutralidad.

En ese sentido, la cumbre llega en una situación extremadamente complicada para Rusia. Primero, en el ámbito militar: la contraofensiva ucraniana lanzada en septiembre no sólo ha obligado a las fuerzas rusas a retroceder, sino que viene de lograr una victoria estratégica al recuperar la ciudad portuaria de Jersón este último fin de semana.

Todos estos éxitos ucranianos, sin embargo, se sostienen bajo condición de que las fuerzas de la OTAN continúen con su nutrida ayuda militar y financiera, algo que las propias fuerzas occidentales comienzan a cuestionar, temiendo cuales serían las consecuencias de una derrota catastrófica para Rusia. Las amenazas rusas sobre una posible respuesta nuclear son tomadas muy en serio en sectores del establishment imperialista, que preferiría una salida negociada antes que una desestabilización aún mayor. Por ahora, la ayuda de occidente a Ucrania se mantiene constante.

La segunda complicación para Rusia es en el plano político. La guerra lo ha dejado gravemente aislado en el plano internacional. Incluso sus más cercanos aliados -China e India- apenas «colaboran» aumentando sus compras de petróleo ruso, pero están muy lejos de brindarle apoyo a su aventura en Ucrania, ni material ni verbalmente.

No por nada Putin es el gran ausente de la cumbre, lo que expresa su aislamiento político. Para empeorar aún más las cosas, a Putin ni siquiera se le ha cumplido la expectativa de que los republicanos que responden a Trump (simpatizantes velados del líder ruso y promotores de disminuir la ayuda militar de la OTAN hacia Ucrania) hicieran una gran elección en EE.UU. Por el contrario, el desempeño de los candidatos más ferozmente trumpistas fue en muchos casos decepcionante.

Se espera que Estados Unidos y sus aliados traten de imponer algún tipo de declaración formal condenando la invasión rusa, lo cual es obviamente imposible que se logre de manera consensuada. Otros países más incómodos por la posición en la que los pone la guerra desatada por Rusia -como China e India- abogarán por un llamado a una «mesa de diálogo» entre las partes.

Nada escapa a la polarización

Incluso los temas más «humanitarios» que se tratarán en esta cumbre del G20 no escapan a la polarización política. Como muestra basta el botón de Jair Bolsonaro, el otro gran ausente de la cumbre. Y una de las principales caras del negacionismo tanto en materia de cambio climático como de políticas de salud frente al riesgo de nuevas pandemias. Son los dos grandes temas que se proponen en la agenda oficial del evento.

No es esa la razón por la que se ausenta el presidente de Brasil sino, obviamente, su derrota electoral, pero que representa políticamente un retroceso de esa agenda reaccionaria. Desde que se confirmó el triunfo en segunda vuelta de Lula da Silva, Bolsonaro sólo ha hecho una aparición pública en la cual aceptó de mala gana los resultados. La derrota fue otro golpe para el eje Trump/Putin: al minuto de conocerse los resultados, Biden felicitó a Lula por el triunfo. Frente a semejante espaldarazo internacional sumado a la fuerte presión popular interna que repudió las movilizaciones golpistas, dejaron sepultadas las chances de que el líder nacionalista brasileño desconozca los resultados.

Con todo, como demuestran las recientes elecciones en Brasil y Estados Unidos, marcadas por una extrema crispación política, la polarización se proyecta también sobre el escenario internacional. La cumbre del G20 hará poco más que remarcar las líneas que separan los casilleros de un tablero cada vez más partido.

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