Nuevo Gobierno de coalición en el Estado español

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Por Socialismo o Barbarie Barcelona

Tras 250 días de gobierno en funciones, con previo pacto para un gobierno “progresista de coalición” con UP, un acuerdo de investidura con el independentismo catalán de ERC y dos virulentas sesiones de debate de por medio, Pedro Sánchez fue investido presidente con la mayoría más ajustada desde la vuelta de la “democracia”: 167 votos a favor, 165 en contra 18 abstenciones. Nunca estas últimas, de ERC y Bildu, tuvieron más valor, pues sin ellas, la investidura no habría salido adelante. La coalición del PSOE con Unidas Podemos quedó entonces rubricada con el apoyo de otras seis formaciones y las necesarias e imprescindibles abstenciones de los catalanes y vascos.

No hubo cambios en el sentido de voto, todos los diputados, de uno y otro signo, se mantuvieron en su línea y como estaba previsto Sánchez fue envestido en segunda vuelta(donde solo requería dela mayoría simple) consiguiendo el respaldo de los diputados del PSOE(120 escaños), Unidas Podemos(35), PNV(6), BNG (1), Nueva Canarias (1), Más País de Errejón (2), Compromis (1) y Teruel Existe (1).

En el bloque del NO se ubicaron el PP (88), Vox (52), Ciudadanos (10), JxCat de Puigdemont y Torra (8), UPN Unión del Pueblo Navarro (2), CUP (2), PRC, Partido Regionalista Cántabro (1), Foro Asturias (1) y Coalición Canaria (1).

Por su parte ERC (13) y EH Bildu (5) se abstuvieron.

Lo que si queda claro es que la legislatura que arranca será reñida y tensa. Es al menos, la sensación que dejan el tono bronco y el clima denso del debate, el estrecho margen existente entre apoyos y detractores y con Catalunya y el acuerdo con ERC como ejes de la tensión.

A la vez que las posibilidades que permitan una gobernabilidad fácil para el nuevo gobierno con los apoyos que obtuvo quedan ampliamente condicionadas por los que necesitará, en un Parlamento muy fragmentado y dividido como el que ha quedado conformado donde será muy difícil encontrar una mayoría cómoda u holgada dando lugar a un escenario político que se vislumbra altamente polarizado e inestable para los próximos cuatro años.

Al mismo tiempo, la elección de Sánchez en coalición con UP, da inicio al primer y novedoso ensayo de un Gobierno de coalición en España desde 1939 con la caída de la II República a manos del franquismo.

Lo que el debate refleja

Si de algo ha servido el debate de investidura ha sido para poner sobre la mesa, una vez más y  a la fuerza de los hechos, las contradicciones de fondo de la España heredada de Franco y la Transición.

El ya electo presidente arrancaba su discurso de investidura con  la siguiente frase: «Buenos días. No se va a romper España. No se va a romper la Constitución. Se va a romper el bloqueo al Gobierno democráticamente elegido por los españoles». Sánchez, ha subrayado que el diálogo es «la única vía posible» para resolver el «conflicto» catalán y ha señalado que dicho diálogo debe estar «amparado» por la Constitución.

Asimismo subrayó que su Gobierno es «progresista e inédito, la única opción posible», y el resto es una «coalición variopinta que sólo bloquea y únicamente propone el no». La suya es «la opción que obtuvo la victoria el pasado 10-N» y es «la expresión de la voluntad popular», «Pueden seguir en el berrinche o aceptar el resultado».

Lo que sí tendrá que llevarse a cabo en un plazo máximo de 15 días es la conformación de la mesa de negociación entre el Gobierno central y el catalán que comprometió el PSOE con ERC para conseguir la abstención de estos.

No cabe duda de que obligado por las circunstancias dentro y fuera del Congreso el discurso de Sánchez fue una clara apelación a la cohesión social y territorial. Y es que verdaderamente,el Régimen del  78 ha sido y está siendo cuestionado en sus pilares más fundamentales como el bipartidismo y las Autonomías, por eso Sánchez ha salido a calmar las cosas anteponiendo la Carta Magna a contradicciones históricas, políticas y materiales de fondo que exigen resoluciones de fondo también.

En el contexto de un bipartidismo desecho, con la unidad territorial en debate y un parlamento dividido se suman la continuidad en prisión de las ex autoridades catalanas y la reciente inhabilitación del presidente de la Generalitat. Frente a esto el mensaje de Sánchez fue claro;España no se va a romper. Es decir, ha manifestado su total encuadre en la defensa del Régimen. Porque antes que nada es un mensaje para calmar  y aclarar las cosas ante los empresarios y la UE, a fin de cuentas, para quienes siempre ha gobernado el PSOE.

Porque no hay que olvidar lo que el PSOE como tal es. En primer lugar es el artífice y garante del Régimen del 78 que  gobernó en alternancia con el PP durante 40 años. No hay que olvidar que es el partido de la reforma laboral de Zapatero, es el partido que pactó con el PP el Art 135, el partido que apoyó y aceptó la austeridad y los recortes, el partido de los EREs y el que votó el 155 de intervención en Catalunya.

Habrá que ver entonces qué significa esto concretamente de cara al futuro en relación a Catalunya y a la propuesta de mesa de negociación acordada entre el PSOE y ERC cuando el mensaje es que España no se romperá por más diálogo y negociación que haya.  Alguna vez alguien dijo que “para matar una cuestión política no hay nada mejor que crear una comisión”, de antemano y por lo dicho anteriormente, alertamos sobre este peligro.

La derecha pone el grito en el cielo

Los discursos más destacados,  que sintetizan el sentir y el pesar de la derecha y que la retratan en su esencia, fueron el de Pablo Casado del PP  y el de Abascal de Vox.

Casado abrió su discurso elogiando al Monarca y recordando a las víctimas del “terrorismo”. «La democracia española ha tenido dos grandes enemigos: los terroristas, los golpistas y usted que pone hoy el Gobierno en sus manos».

Casado ha puesto de manifiesto que el Ejecutivo que ahora se conformará «Desbordará el régimen del 78«, ése es, según el líder popular, el precio que el socialista ha pagado para ser presidente. «Ultra es usted», ha dicho condenándolo, «porque ha superado todo los límites». «Su única patria es usted».

El dilema al que se enfrenta el nuevo Gobierno es, ha vaticinado, «o aceptar romper España o que le echen». “En definitiva, o asumir las demandas del independentismo o caer”. Casado finalizó citando a Azaña: «Yo les tolero que ataquen la república, pero no que ataquen a España».

Por su lado, Santiago Abascal ha acusado a Sánchez de «querer presidir un Gobierno ilegítimo» que ha «utilizado las instituciones para ganar las elecciones»,que estará integrado por «comunistas con vínculos con teocracias y narco dictaduras y que cuenta con el beneplácito de ETA». También culpó a los socialistas de estar dando «un golpe institucional» y finalizó en voz alta con el clásico slogan fascista de  «Viva el Rey, Viva España».

El tono y el contenido de los discursos revelan que la derecha está que trina. Porque lo que más les molesta y le quita el sueño es el nuevo gobierno de coalición que ha surgido como el apocalipsis ante sus ojos.

Si ya el acuerdo de gobierno de coalición con Unidas Podemos al que consideran un partido “radical” y “rojo” les retorció las tripas, el acuerdo de investidura con ERC para que apoyase con su abstención la investidura de Sánchez a cambio de una “mesa de diálogo”, les hizo vomitar veneno.

A la rancia derecha le cuesta asumir el nuevo escenario multipartidista y la crisis político institucional del Régimen, por eso más allá de Sánchez y el PSOE, le duele ver a Iglesias en la Moncloa y a los independentistas y sus reivindicaciones con alto protagonismo en el Congreso. Efectivamente, se les desbarata todo y por eso no acepta ceder ni un ápice y no tiene ningún empacho en defender a grito pelado a las nefastas y podridas instituciones como la monarquía ni mucho menos tiene escrúpulos para negar la cuestión catalana  territorial y prohibir el derecho a decidir  a costa de represión, persecución y cárcel.

Merece una mención aparte el fortalecimiento de Vox que se sitúa como tercera fuerza y 52 diputados y que ahora tiene luz verde y legitimidad no solo para imponer debates retrógrados y humillantes contra las mujeres, los inmigrantes y las identidades sexuales y raciales, sino también para ser uno de los principales guionistas de la próxima legislatura en el Congreso, gracias al blanqueo que le han significado estas elecciones debido a la tibia y nefasta política de no enfrentamiento hacia sus postulados por parte del resto de los líderes políticos, y sobre todo, su crecimiento y fortalecimiento se explican como reflejo en espejo invertido de la situación de Catalunya en el resto del país.

Su discurso de una lisa y  llana intervención en Catalunya y su propuesta de campaña de encarcelar al president de la Generalitat para acabar con los disturbios en Catalunya tras la sentencia han tenido gran calado en amplios sectores conservadores que ven en Vox una propuesta seria y terminante para acabar con los planes del “separatismo” catalán y la amenaza a la unidad territorial de España.

Podemos y el cielo sin asalto

En el 2014 la formación liderada por Pablo Iglesias obtenía 1,2 millones de votos y cinco eurodiputados en las elecciones europeas de mayo.

Desde su nacimiento al calor del 15 M “Podemos” había recogido en su discurso y en su programa mucho del  espíritu combativo y transformador de aquella enorme movilización que expresaba el cuestionamiento a los pilares fundamentales de la España de la transición, el enfrentamiento en las calles contra las consecuencias de los recortes y el deseo de que algo cambie y de hecho lo refrendó en las propuestas con las que conseguía los 5 eurodiputados.

Meses después  la nueva fuera política que nacía en el Estado español realizaba su Asamblea Ciudadana, acto fundacional tras el cual Podemos se constituyó en “partido”y Pablo Iglesias en su Secretario general. Era el pistoletazo de salida de la carrera (electoral) hacia la Moncloa con un programa reformista. 

A partir de su consolidación como fuerza política se fue constatando, un curso de adaptación y un claro giro hacia el centro en sus propuestas programáticas, en su discurso y en su política, que fueron definiendo una estrategia (puramente electoral) y encarnando un proyecto que (engañosamente) pretende cambiar las condiciones de vida de los españoles desde el parlamento mediante la aplicación de tibias reformas a nivel del régimen.

“¡Estamos aquí para ganar!, no para ser una fuerza testimonial. Un país entero nos está mirando. ¡Cuánta preocupación tienen los de la casta! ¿Verdad? Nosotros no tenemos miedo a discutir porque nos estamos jugando un país”. Estas fueron las palabras con las que Pablo Iglesias abrió la asamblea. Y entre gritos de “Sí se puede” y “A por ellos”,  insistió en la posibilidad real de conquistar el poder frente a los partidos de “la casta”.

Asimismo agregaba que Podemos quería ocupar “la centralidad del tablero político” español: el espacio de “una mayoría social que apuesta por la decencia” y por que “los ricos paguen impuestos, porque democraticemos la economía y no la dejemos en manos de mangantes”. Aseguró que los que ahora mandan “no tienen más patria que sus cuentas bancarias en Suiza o Andorra”,  “Patria es sentirte orgulloso de contar con los mejores hospitales y las mejores escuelas. Porque “no es la casta la que hace funcionar el país, es la gente”, dijo, y exclamó: “¡Esa es nuestra patria, la gente!”.  Y concluyó: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”.

Efectivamente, el cielo se toma por asalto, pero dicho asalto no podrá ocurrir con una política como la que propone ahora Iglesias.

Se trata de una clara definición de corrimiento hacia el centro y el abandono del programa original, que deja de lado las grandes demandas estructurales y perfila un programa reformista. Es decir: un programa de reformas superficiales, de cambios cosméticos a nivel de régimen sin tocar demasiado la estructura capitalista sobre la que se basa el estado español heredero del 78. Y es que si no se atenta contra el sistema, el planteo estratégico de Podemos de conquistar lugares en el gobierno y aplicar reformas, se reducen a un fin en sí mismo; a lo sumo, a una administración reformista del país

Su política de mano tendida al PSOE, junto al abandono y moderación de sus aspiraciones originarias con el consiguiente corrimiento al centro de su programa y estrategia, ha rendido sus frutos. Pablo Iglesias ya no habla de la “casta”, ya no plantea el no pago de la deuda externa, ya no cuestiona las instituciones heredadas del franquismo como la monarquía, ya no critica la Europa fortaleza, ya no denuncia las políticas de austeridad de Bruselas y ya no postula “hacer saltar el candado del Régimen del 78”. Pablo Iglesias ha pasado del activismo en las calles a la oposición parlamentaria. Podemos se ha confirmado como un Partido pequeñoburgués reformista. Pablo Iglesias y su partido Podemos han alcanzado el cielo, ya es vicepresidente, ya son parte del gobierno de España. Y ya han tomado posesión de sus cargos jurando sobre la Constitución y “con lealtad al rey”.

Un gobierno de contención más progresista que de izquierda que no tomará medidas de fondo

Como señaláramos más arriba, este nuevo gobierno de coalición entre PSOE y UP, aunque por arriba y de manera institucional, no deja de significar un ensayo novedoso que espanta y horroriza a la derecha y ultraderecha. Se trata de un Gobierno burgués de coalición con elementos más a la izquierda de lo tradicional. Un gobierno burgués pero en la versión más “izquierdista” que se pueda hacer de un gobierno hoy en España y Europa.

Seguramente el nuevo gobierno despierte expectativas entre sectores de los trabajadores y la juventud por considerarlo de izquierda y la única alternativa posible a las derechas. Pero hay que decir, por lo que es el PSOE y por lo que el acuerdo implica, que es más que seguro que el nuevo gobierno no vaya a enfrentarse a las imposiciones de la UE, a los intereses de la burguesía del estado español o garantice los derechos democráticos del pueblo catalán.

En este sentido son ilustrativas las palabras de la nueva vicepresidenta primera del PSOE Isabel Celaa, en comparecencia de prensa junto a Pablo Iglesias luego de la toma de posesión de sus respectivos cargos. “Seremos prudentes en la valentía  firmes en la defensa de la democracia”, “Queremos ser un gobierno que no eluda las dificultades, y esas dificultades tienen que ver con los equilibrios de una España que tiene que defender su unidad no sólo en lo territorial sino en la convivencia que es lo más importante para seguir mejorando nuestro sistema político”, “Llegaremos a todos los acuerdos posibles, no solamente para asumir los retos que en el seno de nuestro propio país tenemos, sino porque somos un gobierno reformista y con una gran apuesta por Europa”.

Parece clara la orientación del nuevo gobierno: ninguna ruptura por parte de Sánchez con la “estabilidad” presupuestaria impuesta por la UE que solo supone más recortes y precarización ni ruptura con el Régimen del 78. Al mismo tiempo esto también supone el lavado de cara de dicha política por parte Iglesias (vicepresidente segundo del Gobierno) y Alberto Garzónde IU (nuevo Ministro de Consumo).

Un gobierno de contención frente a las políticas antisociales y de recortes, en última instancia, supuestos “gobiernos de izquierdas” que acaban aplicando políticas de derechas.Y cuando un supuesto gobierno progresista aplica políticas de derechas sin movilizaciones en la calle ni alternativas a su izquierda sólo puede traer más crisis, desmoralización, más ataques a los trabajadores, las mujeres, la juventud y el avance de la extrema derecha. Un gobierno de contención que junto a las direcciones sindicales y de la izquierda institucional y tradicional a la izquierda del PSOE estará encaminado a la desmovilización con el discurso del mal menor y el argumento del posibilismo.

Ninguna confianza en el nuevo gobierno. La clase trabajadora debe entrar en escena

En  este contexto de nuevo gobierno burgués de coalición ya en marcha y apocalíptico para la derecha, que no acepta que se desbarate el Régimen y pero que por eso mismo redoblará sus fuerzas, con un parlamento dividido que es reflejo de la polarización política y social y una crisis económica que no cesa de preocupar y golpear, la clase trabajadora debe entrar en escena y hacer valer sus intereses. Con sus métodos, sus luchas, sus organizaciones  y un programa independiente  que alerte, sobre los márgenes, límites y maniobras que vengan del nuevo gobierno y  resista y  enfrente sus embates con la movilización en las calles.

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