• Falleció por complicaciones relacionadas al Covid 19 Colin Powell, ex Secretario de Estado durante la presidencia de Bush hijo. Fue el encargado del lobby diplomático que preparó (y legitimó) la invasión a Irak en la ONU.

Agustín Sena

Powell nació y se crió en Harlem, uno de los barrios populares de Nueva York. Hijo de jamaiquinos y escoceses, ingresó durante su juventud a Cuerpo de Oficiales de Reserva del Ejército yanqui. Desde allí fue escalando posiciones durante casi 5 décadas. Sería recordado el primer afroamericano en acceder al puesto de Secretario de Estado (el equivalente estadounidense al Ministro de Relaciones Exteriores).

Un curioso (y perverso) avatar de la meritocracia yanqui: la consagración política de un hombre criado en los barrios populares negros vino de la mano del guerrerismo imperialista descarnado. Powell dedicó toda su vida a poner las botas del Ejército estadounidense sobre la cabeza de la población de países periféricos.

Una larga carrera al servicio del imperialismo

Participó en la Guerra de Vietnam con el rango de Capitán. A contramano del enorme movimiento anti – guerra que movilizaba a la juventud en EEUU, Powell no se espantó. Luego se diría que su experiencia en Vietnam comenzó a forjar lo que se conoció como «doctrina Powell». Esta plantea, básicamente, que cuando EEUU pisa (invade) territorio extranjero, debe pisar fuerte. Powell dedicaría sus años como funcionario a garantizar que no se repitiera una derrota del imperialismo como la de Vietnam.

Después de la guerra, Powell trabajó como asesor becado en la Casa Blanca durante la presidencia de Nixon, y llegó a ser Asesor de Seguridad de Ronald Reagan. Durante la presidencia de George Bush (padre) tomó el control del Estado Mayor Conjunto y dirigió la acción yanqui en la Guerra del Golfo Pérsico. En el ’93 abandonó los cargos militares y comenzó su carrera política.

En el año 2000, George Bush (hijo) lo nombró Secretario de Estado. Los analistas políticos lo tildaron de «paloma» en contraposición a los «halcones» del Pentágono, el sector más duro del aparato político – militar yanqui, por la importancia que le otorgó a las relaciones diplomáticas como parte de la política exterior yanqui. No hay más que imaginar la clase de monstruos que engrosaban la fila de los «halcones», si un hombre como Powell era tildado de «moderado».

Desde la Secretaría de Estado lideró el lobby diplomático que impulsó la invasión a Irak. En el Consejo de Seguridad de la ONU presentó documentación falsa e implantó una de las mentiras políticas más importantes de las últimas décadas: la tenencia de armas de destrucción masiva por parte del gobierno de Sadam Hussein. Tiempo después se demostraría que esto era mentira y Bush lo dimitió de su cargo. Pero la invasión a Irak ya estaba en curso, y no se detuvo.

En las últimas dos décadas, ya lejos de los cargos públicos, sorprendió el apoyo de Powell a Obama y luego a otros candidatos demócratas (los Clinton), así como sus críticas a los «nuevos» republicanos como Trump. En realidad, no debería generar mucha sorpresa. Powell fue un exponente del imperialismo yanqui «clásico» tal como se desarrolló en la última mitad del siglo XX, época de ofensiva neoliberal y de la globalización. Su política se basó en la supremacía indiscutible de los EEUU a nivel mundial, previa a la aparición del imperialismo chino en la disputa geopolítica. No le gustaron los gestos disruptivos, institucionalmente desordenados del trumpismo. Pero, con republicanos o demócratas, su lealtad estuvo siempre al servicio del imperialismo estadounidense.