Lula anuncia a sus nuevos ministros

El nuevo gobierno estará compuesto por casi todos los partidos del capitalismo brasilero, incluidos bolsonaristas y la "izquierda" del PSOL. Un gobierno de conciliación de clases para "normalizar" Brasil.

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El anuncio final del ministerio acaba de reafirmar el carácter de gobierno burgués de conciliación de clases que tendrá el tercer gobierno de Lula. A diferencia de los dos primeros gobiernos de Lula y los gobiernos de Dilma Rousseff, está compuesto por una supercoalición de clases para intentar, después de 4 años de destrucción neofascista, normalizar las instituciones, las relaciones y el funcionamiento de la política burguesa en Brasil. Lo que significa: gobernar con la burguesía para mantener su dominio político y explotación económica, tratando de garantizar alguna política de compensación social, como fue la reciente aprobación del Auxílio Brasil para el próximo año. Políticas con las que, ante cualquier crisis económica grave -como la de 2008-, se retrocede para que entren en escena nuevas oleadas de ajustes y contrarreformas. Por eso es necesario construir una oposición de izquierda antifascista, independiente y organizada desde abajo, y también recomponer la organización política de la izquierda socialista revolucionaria. Esta es la única forma efectiva de defender nuestros intereses inmediatos e históricos.

Este jueves, 29/12, Lula anunció en un acto en el Centro Cultural Banco do Brasil (lugar que alberga el gobierno de transición) los 16 nombres que faltaban para componer los 37 ministerios (15 más que en el gobierno de Bolsonaro) de su gobierno, que comienza el 1 de enero de 2023.

El gobierno de Lula 3 estará integrado por representantes de todas las oligarquías políticas del país, reaccionarios de todo tipo e incluso bolsonaristas. Del total de 23 partidos representados en el Congreso Nacional, contará con el apoyo de 8 partidos en su composición: PSB, Rede, PC do B, PSOL, PDT, MDB, PSD y União Brasil.

El PT tendrá 10 ministros, entre ellos, una parte significativa de los más importantes, como son: Casa Civil, Economía y Educación. MDB y PSD tendrán 3 ministerios cada uno y União Brasil 2 ministerios, sin embargo, Davi Alcolumbre (Senador de la República y uno de los jefes de União Brasil) indicó desde Waldez Góes que dejará el PDT para componer el gobierno, que garantizará , en la práctica, a União Brasil 3 ministerios.

Cambiando un poco las cosas, tendremos a los compinches de Gilberto Kassab (jefe nacional del PSD que tendrá un papel central en el gobierno electo en São Paulo del bolsonarista Tarcísio de Freitas, de Republicanos) de herederos de los oligarquías regionales del MDB – Renan Filho (Ministerio de Transporte), Jader Barbalho Filho (Ministerio de las Ciudades) y Simone Tebet (candidata a la Presidencia que apoyó a Lula en la segunda vuelta y que asumirá el Ministerio de Planificación). También a los jefes de União Brasil (surgido de la fusión de PSL y DEM, que siempre tuvo posiciones reaccionarias y que hoy alberga a Sergio Moro) como el diputado Juscelino Filho (Ministerio de Comunicaciones), que votó a favor del juicio político a Rousseff y que es abiertamente bolsonarista.

Además de la importante presencia del “Centrão” (ese bloque de partidos fisiológicos de derecha que siempre forman parte de coaliciones de gobierno, independientemente del partido en el poder) en el gobierno que tendrá 9 ministerios, el próximo gobierno también tendrá figuras como Marina Silva (Rede). Fue ministra de Lula, rompió con el PT y dejó el segundo gobierno de Lula en 2008 para pasarse con armas y bagajes al neoliberalismo.

Sin embargo, aún con la composición de este gobierno burgués de supercoalición y normalización nacional, por la fisura sociopolítica que vivimos y que está lejos de resolverse, no hay garantía de que estos partidos le sean fieles a Lula en las votaciones del Congreso. Luciano Bivar, por ejemplo, jefe nacional de União Brasil, disconforme con las indicaciones hechas a los ministerios, afirmó que el partido será independiente del gobierno.

Un gobierno de conciliación y normalización política

En el acto político, en el que estuvieron presentes los 37 nombres señalados para componer el futuro gobierno, Lula reafirmó las ideas que viene propagando. Van en el sentido de que el próximo ministerio hará historia, porque “tuvimos el coraje de enfrentar a Brasil en una situación sumamente delicada”, que ve al país “con muchas de las cosas que hicimos destrozadas, casi todo en lo social”. Dijo que no teme nombrar políticos en los ministerios “porque soy de los que piensan que, fuera de la política, no podemos encontrar solución a casi nada en este planeta” y que está convencido de que “tenemos establecer el mejor ministerio que podamos hacer para que todos trabajen”.

Como ya había prometido en la campaña electoral, Lula y su frente electoral trabajaron para armar un gobierno burgués de unidad nacional. Este no es solo un gobierno burgués de conciliación de clases, como lo fue en 2002, cuando el vicepresidente era el fallecido José Alencar (un empresario de la industria textil), sino un gobierno burgués que tiene una base amplia de partidos que tienen representación en el Congreso – de la izquierda (del orden) a la extrema derecha.

Lula y su séquito negocian posiciones con todo el espectro de la política nacional con el objetivo de conformar una base parlamentaria que le permita, de antemano, una amplia mayoría en el Congreso para que pueda aprobar proyectos de ley y de reforma constitucional.

Hay una apuesta de la mayor parte de la clase dominante, las oligarquías políticas, el PT y sus aliados del centro y la izquierda del orden (PSOL) de que el próximo gobierno, después del gobierno neofascista de Bolsonaro, podrá normalizar la situación del país de forma conservadora. Pero, como ya apuntábamos más arriba, aún con esta supercoalición que montó Lula, debido a la profunda división sociopolítica en la que está inmerso el país, no podemos olvidar que la importante victoria electoral contra Bolsonaro fue estrecha y que la extrema derecha y el neofascismo solo pueden ser derrotados en las calles. No hay garantías de que al nombrar representantes de los principales partidos burgueses, incluidos los que apoyaron directamente a Bolsonaro, el próximo gobierno tenga mayoría en el Congreso.

En cualquier caso, como todo gobierno burgués de conciliación, el carácter de clase (clase dominante, en este caso) del próximo gobierno es claro: será burgués. No puede formarse un gobierno de diferente naturaleza cuando se apoya en toda la estructura institucional del Estado capitalista y en la participación activa de representantes de prácticamente todas las fracciones de la burguesía, mientras que los trabajadores sólo dan el consentimiento pasivo.

Es decir, como en todos los gobiernos del PT, no hay ninguna fuerza política activa de las masas desde sus organizaciones autónomas. El carácter profundamente conciliador de los gobiernos de Lula y PT hace que siempre traten de cooptar las organizaciones del movimiento al gobierno y sus instituciones al interior del Estado. Cuando no lo logran, oprimen a los movimientos, sus luchas y sus organizaciones, como lo fue en toda la experiencia de 2013 y más allá. Así, este tipo de gobierno, en medio de un intento de aprobar una u otra política de compensación social, da pleno apoyo a la explotación capitalista y a las futuras contrarreformas – que, en medio de un escenario económico con tendencias recesivas, se manifestará aún más intensamente.

La capitulación del PSOL ante el próximo gobierno es una traición

Una cosa es pedir un voto crítico para que Lula derrote al neofascista Bolsonaro para que no pueda tener otra administración encaminada a destruir los derechos democráticos, defender la asunción de Lula frente a las amenazas -muy minoritarias- golpistas y luchar contra el ataques que vendrán de la extrema derecha a la soberanía popular, otra cosa muy distinta es la presencia orgánica de los llamados partidos de izquierda en la alianza electoral Lula-Alckmin y, ahora, en este gobierno.

El PSOL y otros partidos llamados de izquierda ya están ocupando posiciones en el primer, segundo y tercer nivel de gobierno. Esto ya es una traición histórica a los intereses de los trabajadores y oprimidos y pone en evidencia la necesidad estratégica de construir una alternativa política partidaria independiente del lulismo y la conciliación de clases. Para colmo, las corrientes del PSOL que se dicen revolucionarias son cómplices de esta política de conciliación de clases.

Afirman falsamente a su base que el PSOL mantiene la independencia del gobierno, a pesar de que estas corrientes han participado activamente en la aprobación de una Resolución política que afirma la “autonomía” en relación al gobierno mientras aprueba abiertamente la participación de Sônia Guajajara en el Ministerio de los Pueblos Indígenas, la participación de todos los afiliados en el gobierno, siempre que renuncien a los cargos de dirección y formen la base del gobierno en el Congreso. Aun así, afirman descaradamente que esa Resolución política fue una victoria y que el PSOL no forma parte del gobierno de Lula.

Contrariamente al mito contado por el PSOL y sus corrientes que abandonaron la estrategia revolucionaria (como el MES, Resistencia e Insurgencia) – aún quedan algunas corrientes revolucionarias en el PSOL, pero si no rompen con ese esquema reformista, conciliador partido y cómplice de un gobierno burgués, perderán ese carácter-, frente a cualquier gobierno democrático burgués, de conciliación de clases, de salvación/normalización nacional (naturaleza del actual gobierno de Lula), democrático burgués, de extrema derecha o fascista, la obligación de cualquier corriente revolucionaria comprometida con los intereses inmediatos e históricos de los trabajadores es establecer una posición independiente de facto, lo que significa construir una oposición de izquierda.

La justificación de que es necesario apoyar y participar en este gobierno porque el neofascismo bolsonarista lo atacará no tiene el más mínimo fundamento. Como ya hemos visto en varios momentos de la historia y, recientemente, en gobiernos del propio PT, no pudieron dar un giro a izquierda y apelar a la movilización de masas: la única forma de resistir con eficacia y eficiencia los ataques reaccionarios es a través de la lucha y la organización independiente. Estar dentro del gobierno y no construir una oposición de izquierda a la altura de los desafíos es una táctica desastrosa que va completamente en contra de la lucha antifascista.

De esta forma, nos enfrentamos a varios desafíos que se sintetizan en la necesidad de organizarnos, en todos los niveles y ámbitos, de manera independiente. Dos de estos desafíos los consideramos urgentes y debemos señalarlos para finalizar esta nota: 1) Es necesario construir una oposición de izquierda, antibolsonarista y defensora de los derechos democráticos, lo que significa no sucumbir a la conciliación de clases y el no abandono de la lucha y de la organización independiente; 2) ante el fracaso del proyecto original del PSOL, por ser parte orgánica de un gobierno burgués, es necesario abrir de inmediato un amplio debate sobre la necesidad de lanzar un movimiento de reunificación de la izquierda revolucionaria, un proceso que se realice a partir de un profundo balance de las experiencias políticas de las últimas décadas y rompiendo con toda inercia política, teórica, organizativa y de aparato.

¡Que el 2023 sea un año de radicalización de la lucha de los explotados y oprimidos y el inicio de la recomposición de la izquierda revolucionaria en Brasil!

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