Los conservadores quieren cerrarle el camino a Sanders

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Por Ale Kur y Marcelo Yunes

El martes 3 se llevó adelante en EEUU el famoso “supermartes”, así llamado porque tienen lugar elecciones primarias simultáneas en 14 estados para elegir el candidato presidencial del Partido Demócrata. Se trata de la jornada individual más importante del proceso de primarias, ya que asigna alrededor de un tercio de los delegados totales.

Las primarias seguirán durante varios meses hasta que se reúna en julio el conjunto de los delegados en una Convención Nacional que determinará quién será el candidato presidencial para competir en las elecciones de noviembre de 2020 contra el republicano Donald Trump.

 

Dos bajas sorpresivas

La previa del “supermartes” estuvo caracterizada por la retirada de dos candidatos de la carrera: Pete Buttigieg y Amy Klobuchar. Ambos llamaron a votaron a Joe Biden, ex vicepresidente de Obama, figura del “establishment” neoliberal del Partido Demócrata (PD) y la “esperanza de centro” para el ala moderada del partido. Buttigieg había obtenido (inesperadamente) muy buenos resultados en las primarias que se realizaron las semanas anteriores, especialmente en la primera, Iowa, donde le ganó ajustadamente a Sanders, y la segunda, New Hampshire, donde quedó segundo muy cerca del candidato “demócrata socialista”.

Esa performance ponía a Buttigieg, en principio, en buena ubicación para pelear por el espacio de centro del PD, y de hecho había pasado a ser uno de los favoritos de la carrera en su conjunto, especialmente dada la muy deslucida votación de Biden, que había sembrado profundas dudas sobre sus posibilidades. Además, en los debates televisados Biden había bordeado el papelón, mostrándose lento, dubitativo y hasta distraído.

De allí que causara sorpresa la retirada de la carrera de Buttigieg, sobre todo a apenas días del supermartes, lo que descolocó a muchos de sus votantes. Debe haber pocos antecedentes de que un candidato ganador en uno de las cuatro primarias previas al supermartes se baje de la contienda no después de una eventual derrota en esa instancia sino incluso antes de competir. Sin ánimo de caer en teorías conspirativas, es difícil evitar la conclusión de que hubo una poderosa presión del establishment demócrata contra todos los candidatos que competían con Biden por el espacio a fin de concentrar el voto de los sectores “moderados” del Partido Demócrata en un solo candidato para frenar el ascenso de Bernie Sanders.

Sucede que Sanders (figura opuesta al establishment demócrata y al neoliberalismo, que plantea un programa de reformas favorables a los sectores populares que para el contexto político de EEUU suenan “radicales”) venía de obtener el triunfo en dos de las cuatro primarias y de salir muy cerca en una tercera, y encabezaba las encuestas de intención de voto para el supermartes en nueve o diez de los 14 estados donde se votaba. Si bien esto se debía a su alta popularidad entre la base demócrata –y entre sectores independientes e inclusive republicanos–, también se explicaba en parte por la fragmentación del campo electoral demócrata con una gran cantidad de precandidatos (en algún momento llegaron a ser más de 20).

Por su parte, Joe Biden había obtenido muy malos resultados en los primeros tres estados y había quedado al borde de la catástrofe, pero consiguió remontar en el cuarto, Carolina del Sur, donde obtuvo un fuerte respaldo de los sectores afroamericanos.[1] De esta manera volvió a aparecer como un candidato “elegible”.

En estas condiciones, el supermartes aparecía como la última chance de la derecha del PD para frenar a Sanders. Si, aprovechando la dispersión del “voto moderado”, Sanders se hacía con una cosecha decisiva, la ola iba a instalarse como imparable y las primarias del PD iban a ser prácticamente cosa juzgada. La única manera de evitarlo era anular esa dispersión bajando los candidatos que podían competir con Biden de modo de reducir la contienda a dos espacios y a sus respectivos candidatos: Biden y Sanders.

 

Los resultados del “Supermartes”

De los 14 estados en juego, Biden ganó en 10 y Sanders en 4. Sin embargo, aunque parezca una diferencia abrumadora a favor del primero, debe recordarse que los estados no tienen la misma cantidad de población y por ende no asignan la misma cantidad de delegados. En este rubro, la diferencia es bastante más ajustada: Biden obtuvo un total de 512 delegados mientras que Sanders obtuvo 441. El resto de los candidatos (Elizabeth Warren y Mike Bloomberg) obtuvieron resultados mucho menores, con alrededor de 50 delegados cada uno. De hecho, esto llevó a Bloomberg a retirarse de la contienda, y no está claro qué rumbo seguirá Warren.

Lo de Bloomberg merece párrafo aparte. Se trata de un hipermillonario, mucho más que Trump, y con pasado (reciente) republicano. Es la 12º persona más rica del planeta, y su nivel de autoenamoramiento corre parejo con su fortuna: se ríe de los inmensos esfuerzos que deben hacer todos los demás candidatos para recaudar dinero –en las primarias yanquis, las elecciones más caras del mundo, cada candidato está obligado a gastar centenares de millones de dólares; la mayoría de las “caras nuevas” terminan bajándose por esa razón– y hasta se dio el lujo de despreciar las primeras cuatro primarias para concentrarse en el supermartes. Sucede que Bloomberg probablemente especulaba con que la campaña de Biden iba al desastre y aspiraba a quedarse como el indiscutido candidato “moderado”. Sólo en publicidad y conformación de equipo de campaña Bloomberg gastó 500 millones de dólares de su propio bolsillo. El fracaso rotundo de esa estrategia se reveló apenas días antes del martes 3, cuando quedaba cada vez más claro que el establishment demócrata se jugaba con todo a salvar a Biden y a hundir a cualquiera que le hiciera sombra. De allí que lo de Bloomberg debe ser otro récord: gastar una fortuna para una sola jornada de primaria y retirarse de la contienda inmediatamente después. Caprichitos que se pueden dar los hipermillonarios…

Uno de los datos centrales de la jornada (y que explica que la diferencia en delegados sea menor de la esperable) es que Sanders triunfó en el estado de California. Se trata del estado más poblado del país, con 37 millones de habitantes, asignando un total de 415 delegados (en comparación, Vermont, el estado de Sanders, reparte apenas 16). California tiene además la economía más importante de EEUU, y si fuera un país separado, alcanzaría por sí solo a ser la quinta economía del mundo. En California se concentra una buena parte de la industria tecnológica e informática, con muchas de las empresas más dinámicas del país (y de los capitalistas más multimillonarios). Es, además, la sede de la industria cinematográfica y del famoso Hollywood. El triunfo de Sanders en este estado, por lo tanto, tiene una enorme importancia política, aunque por sí solo no llegue a compensar el resultado global de la jornada.

Tomado en su conjunto, se proyecta que Sanders obtuvo en el “supermartes” alrededor de cinco millones de votos en todo el país. Un dato nada despreciable considerando que se enfrenta al candidato unificado de todo el establishment partidario, y que sus propuestas resultan muy disruptivas en relación al statu quo neoliberal imperante. Pero está claro que se ha puesto en marcha un operativo de aislamiento de su candidatura y de sostén del ala “moderada” (en realidad, Biden era, con la excepción de Bloomberg, claramente el candidato más conservador de las primarias).

 

Cómo quedan las primarias

Según los datos publicados en www.politico.com, al momento actual Joe Biden cuenta con un total acumulado (sumando el supermartes con los resultados anteriores) de 566 delegados, mientras que Sanders cuenta con 501. Se trata de una diferencia relativamente pequeña, especialmente considerando que ambos necesitan un total de por lo menos 1991 delegados en la Convención Nacional de julio para asegurarse la nominación en primera vuelta. Si ninguno de ambos llegara a esta cantidad, la Convención recurriría a una segunda vuelta donde intervienen los “superdelegados”, figuras partidarias no electas que responden al “establishment” del Partido Demócrata.

Por lo tanto, la diferencia actualmente existente de 65 delegados resulta mínima en relación al total que cada uno debe alcanzar. Considerando que todavía quedan por asignarse más de 2.600 delegados hasta que termine el proceso de las primarias, el panorama está abierto.

Aunque el resultado del “supermartes” resultó una decepción para los seguidores de Sanders, que esperaban afianzar la ventaja previa, no se trató en absoluto de una derrota categórica. Sanders continúa en muy buena posición para disputar la nominación. Pero conseguirla no va a ser nada fácil, y uno de los resultados de la primaria es que Sanders pasó de ser el favorito (y potencialmente un candidato casi ungido) a volver a la posición de “retador” de la candidatura principal del establishment partidario, tal como ocurrió en 2016.

Biden tiene a su favor que el “sentido común” de esta época supone que sólo los candidatos “moderados” y “centristas” son elegibles por una mayoría social, y que por lo tanto elegir a un candidato demasiado a la izquierda en las primarias sería desperdiciar el voto, ya que no podría vencer en las presidenciales de noviembre. Este argumento no considera múltiples encuestas que señalan que Sanders está muy bien ubicado para vencer a Trump en un eventual “mano a mano” en noviembre. Sin embargo, este dato puede no ser suficiente para convencer, por el momento, a una mayoría de la base demócrata, que por otra parte se verá sometida de ahora en adelante a un brutal bombardeo publicitario y de los grandes medios (incluidos los supuestamente “progres”, que se suben al carro del posibilismo).

Por su parte, los partidarios del “voto útil” suelen señalar el ejemplo del Reino Unido, donde el Partido Laborista encabezado por Jeremy Corbyn (a quien en muchos puntos se compara con Sanders) sufrió hace poco tiempo una importante derrota a manos de Boris Johnson (equivalente en muchos aspectos a Donald Trump).

Pero esta analogía pierde de vista varios elementos. Por lo pronto, aunque en EEUU estamos lejos de poder hablar de un ascenso obrero, no son comparables los niveles de derrota de la clase trabajadora con los del Reino Unido; son sociedades con una trayectoria política y de la lucha de clases muy distintas; tampoco existe en EEUU el factor Brexit, que distorsionó mucho los términos del debate británico. Por otro lado, hay una gran popularidad de muchas de las propuestas de Sanders, como el “Medicare for All” –sistema de cobertura pública, universal y gratuita de salud que elimine el sistema de seguros privados actualmente existente–, la eliminación de la deuda de los estudiantes universitarios, la suba del salario mínimo, etc. No sólo sus votantes apoyan estas medidas, sino que también lo hacen sectores que el “supermartes” votaron por Biden. Si Sanders lograra convencer a esos sectores de que lo voten, podría volver a remontar en las primarias de los próximos estados. Por otra parte, Biden sufrirá un desgaste natural como candidato en la medida en que concentre todas las miradas del país y sea el blanco de las críticas de diversos sectores del espectro político, tanto dentro como fuera del Partido Demócrata.

La gran incógnita es que ocurrirá con la campaña de Elizabeth Warren: se especula con la posibilidad de que termine bajándose de la carrera, al no lograr perforar su (escaso) techo de votos. Sin embargo, inclusive en ese caso no está del todo claro a quién beneficiaría su retirada: si bien comparte con Sanders el perfil de candidata “progresista” a la izquierda de Biden, una gran parte de sus seguidores se sienten más cómodos dentro del “establishment” partidario y no desean ir tan lejos como Sanders. En todo caso, es significativo que mientras las candidaturas conservadoras hicieron inmediatamente causa común con Biden en el momento en que éste más lo necesitaba, el supermartes, Warren no insinuó ni remotamente un gesto parecido, que en este caso probablemente hubiera beneficiado más a Sanders que a Biden.

En síntesis, es muy difícil establecer todavía un pronóstico de hacia dónde se definirá la primaria demócrata. Lo que resulta indiscutible es que una parte muy importante de la base demócrata e independiente está mucho más a la izquierda que los candidatos del “establishment” neoliberal partidario. Como señala una columnista de The Guardian –diario “progre” que, por supuesto, critica furiosamente a Sanders por “radical” y llama a unir fuerzas con Biden contra Trump–, el “socialismo” no es un espantapájaros tan evidente, al menos entre los votantes demócratas. De hecho, cita una encuesta de la CBS News/YouGov –perfectamente respetable– según la cual entre los votantes demócratas en un estado el 56% tiene una opinión favorable del socialismo, contra sólo un 37% que ve con buenos ojos al capitalismo. ¿Se trata del pequeño estado de Vermont, de donde Sanders es senador? ¿De algún otro estado “progre” del noreste, en Nueva Inglaterra? Pues no: esas cifras corresponden a Texas. Sí, el segundo estado más poblado de EEUU e ícono tradicional de todos los símbolos de derecha (“Why are Americans warming to socialism? Because capitalism has failed them”, Arwa Mahdawi, The Guardian, 3-3-20).

Es verdad que Biden –precisamente por estos enjuagues del PD para concentrar el voto “útil” en alguien que “puede ganar”– se terminó imponiendo, quebrando la tendencia previa que indicaba ventaja para Sanders. Pero este tipo de señales no pueden ignorarse. Por supuesto, buena parte de las chances de Sanders también dependerán de si se agita un poco el escenario de luchas sociales; si todo el proceso de las primarias va a pasar por los debates televisados y los spots publicitarios, las chances de Biden crecerán; es su terreno. Pero el “fenómeno Sanders” está lejos de haberse agotado, y salga como salga la elección, una cosa está muy clara: EEUU no es el bastión inexpugnable del capitalismo neoliberal, ni en su vida social ni en su vida política. Hay profundos movimientos subterráneos y no tanto que cuando terminen de emerger, más pronto que tarde, darán sorpresas muy desagradables a la orgullosa primera potencia imperialista. Lo que ocurre con Sanders es expresión, en el plano más desfavorable posible, de esos procesos.


[1] Este dato se repitió en las elecciones del “supermartes”: los afroamericanos del sur del país se inclinaron mayoritariamente por Biden, a diferencia de lo que ocurre en el Norte, donde, al igual que los latinos, lo hicieron mayoritariamente por Sanders.

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