La pandemia y la anarquía capitalista en respuesta

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  • Es necesaria más que nunca la intervención de las y los trabajadores para que la salud deje de ser una mercancía y se transforme en un bien público.

Por Marcelo Buitrago

El 11 de marzo la OMS declaraba que el Covid-19 pasaba de ser una epidemia a una pandemia y alertaba que “El coronavirus no es sólo una crisis de la salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores” y que se debe “localizar, aislar y diagnosticar cada caso de coronavirus Covid-19 siguiendo su contacto”, la inmensa mayoría de los gobiernos no ha podido llevar adelante la recomendación debido al inmenso volumen de recursos necesarios para ello, y a la lógica de considerar todo lo relacionado a la salud como una mercancía, y no un bien social.

El ejemplo más extremo quizás sean los Estados Unidos, con su personal sanitario sobrepasado, física y emocionalmente (una jefa de urgencias de Nueva York se suicidó por la impotencia), mientras hubo en el último mes casi 3 millones y medio de despidos en el área de cuidado de la salud y servicios sociales, en atención ambulatoria.

Fecha

Países

Infectados

Muertos

11 de marzo

114

118.000

4.291

30 de abril

187

3.271.500

232.800

En ese momento (11 de marzo) el 90% de los casos se concentraban en cuatro países y en dos de ellos (China y Corea) la epidemia se encontraba en claro declive, pero en las dos semanas anteriores el número de casos fuera de China se había multiplicado por 13, y el número de países infectados se había triplicado.

Al momento de escribir esta nota, el 30 de abril, el panorama es desolador: 10 países han superado a China en contagios y muertos (salvo Turquía y Rusia en muertos).

Población

Infectados

Muertos

Estados Unidos

331.000.000

1.067.000

63.700

España

47.000.000

239.500

24.500

Italia

60.500.000

205.500

28.000

Francia

65.200.000

166.500

24.500

Alemania

83.800.000

162.500

6.500

Reino Unido

68.000.000

172.500

26.700

Turquía

84.500.000

120.000

3.200

Irán

84.000.000

94.500

6.000

Rusia

146.000.000

106.500

1.100

Brasil

212.560.000

85.500

5.900

China

1.440.000.000

84.000

4.600

subtotal

2.662.500.000

2.504.000

194.700

Resto del mundo

5.037.500.000

767.500

38.100

Total

7.700.000.000

3.271.500

232.800

Universidad Johns Hopkins 30/04/2020

El pico de nuevos casos diarios a nivel mundial había sido el 12 de abril (99.000 nuevos casos) y desde entonces han oscilado entre los 70.000 y 90.000 nuevos casos, para subir a un nuevo pico el 24 de abril con 104.000, y si bien la pandemia no progresa con la espectacularidad de fines de marzo, sigue creciendo: le llevó 7 días duplicarse de 500.000 casos a 1 millón, 12 días duplicarse nuevamente de 1 millón a 2 millones de casos y en los 12 días siguientes no se duplicó a 4 millones sino “sólo” llegó a tres.

El Informe semanal del 27/4 del Imperial College de Londres preveía una probable disminución de la pandemia en 4 países (Francia, Italia, España) estabilización o crecimiento lento en 23 países, (Alemania, Reino Unido, Turquía, Irán, Estados Unidos) y probable crecimiento en 15 países (Brasil, Rusia, India, México, Pakistán) y una tendencia incierta en 12 países (donde incluyen a Argentina). En base a su esquema se espera que el número de muertes de la próxima semana sea:

Tamaño Semanal Países
Relativamente pequeño Menos de 100 muertos

22

Relativamente Grande 100 a 1.000 muertos

14

India, Indonesia, Turquía, Rusia, Irán, Pakistán
Grande De 1.000 a 5.000

10

Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, España, México, Reino Unido, Suecia
Muy grande Más de 5.000

2

Estados Unidos, Brasil

 

Podemos concluir que la pandemia crece muy rápido, pero su descenso en el mejor de los casos es muy lento: si bien Italia, España y Francia se encuentran dentro del grupo en probable disminución, su número de muertos sigue siendo “grande”, mientras que Reino Unido, Alemania, Turquía, Rusia e Irán, en estabilización, están entre los grupos o “grandes” o “relativamente grandes” en muertos.

Hasta ahora la pandemia se concentraba en 6 países con más de 150.000 casos, pero lamentablemente parece estarse dando como un relevo en los países afectados, con el crecimiento en países muy poblados (Brasil, Rusia, India, México, Pakistán) destacándose la irrupción de Brasil y Rusia que el 30/3 declaraban sólo 4.600 y 1.800 casos respectivamente. Y decimos parece porque los científicos no tienen ninguna explicación porque la pandemia ha golpeado a grandes capitales (Nueva York, Londres, Milán, Madrid) mientras otras como Bangkok, Lagos, Nueva Delhi o Tokio no han sido atacadas con esa virulencia. Tampoco encuentran explicación a que en países cercanos como Irán-Irak o Indonesia-Malasia el impacto sea tan disímil, ni al ritmo de su propagación; Rusia y Turquía parecían estar bajo control hasta que de repente dejaron de estarlo.

África e India: 2.650 millones en peligro

El continente africano presenta hasta el momento sólo 27.000 casos y 1.300 muertes, concentrados en sólo 5 países: Sudáfrica (4.000), Egipto (3.700), Marruecos (3.500), Argelia (3.000) y Camerún (1. 400).

Pero con una población de 1.300 millones de personas, una casi inexistente infraestructura sanitaria, y el castigo de otras enfermadas endémicas además del Covid-19, las proyecciones son alarmantes. La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud advirtió que, según un modelo de proyección preliminar, los 20.000 positivos actuales (en ese momento) podrían multiplicarse hasta los 10 millones en un período de tres a seis meses. Aunque el jefe de operaciones de emergencia de la OMS, Michel Yao, subrayó que la proyección podría no cumplirse debido al contexto cambiante, desde otra agencia de la ONU, la Comisión Económica para África, reforzaron el viernes el mismo panorama. Según la CEPA, la pandemia colapsará los frágiles sistemas sanitarios de varios países y matará al menos a 300.000 africanos y empujará a la extrema pobreza a 29 millones de personas.

Pese a la gravedad de las cifras, desde África se observan con incredulidad estas proyecciones y se recuerda que la OMS ya falló en sus predicciones sobre la epidemia de ébola del 2014, cuando vaticinó decenas de miles de muertes —fueron 11.300— porque no tuvo en cuenta el cambio de comportamiento de la población.

Pero no hay mucho en África que se interponga en el camino del Covid-19: según la OMS hay menos de 2.000 respiradores en el continente para más de mil millones de personas, en comparación con el Reino Unido, que tenía 5.000 respiradores cuando comenzó la pandemia. Además, algunas de las medidas más efectivas contra la transmisión del Covid-19 son, en África, mucho más difíciles de poner en práctica: el lavado regular de manos se ve obstaculizado por el hecho de que el 40% de los africanos subsaharianos no tienen acceso a agua limpia. El distanciamiento social y el bloqueo son limitados en su efecto, porque las dificultades económicas para las personas de muchos países significan que viven día a día y requieren trabajo para sobrevivir, y porque, en promedio, los hogares contienen un mayor número de personas, a menudo con varias generaciones de la misma familia.

Un equipo de investigadores del Imperial College encontró que si la atención de la malaria hubiera cesado como resultado de los sistemas de salud abrumados durante la epidemia de ébola en 2014, entonces habría producido 2.6 – 4.9 millones de casos de malaria no tratados adicionales y entre 5,700 – 21,400 muertes más atribuidas a la malaria sólo en Guinea, Sierra Leona y Liberia.

La OMS estima que sólo en 2017 hubo 200 millones de casos de malaria en África, el 92% del total mundial en ese año.

Gran parte de África Occidental se encuentra actualmente en su estación seca. En la estación húmeda, los mosquitos se vuelven más abundantes y aumentan los casos de malaria. Para muchos países de África Occidental, la estación húmeda comenzará en las próximas semanas, y para cuando termine, alrededor de septiembre, se verán millones de casos de malaria y cientos de miles de hospitalizaciones como resultado. La esperanza para los africanos es que este período no coincida con un brote significativo de Covid-19. Según el Imperial College, es probable que la pandemia interrumpa severamente los sistemas de salud en África Subsahariana en las próximas semanas y meses y si las actividades de control de malaria se suspenden por el Covid-19 la carga de malaria podría duplicarse con respecto al año pasado. La única esperanza del continente es su juventud, con un 60% de su población con menos de 25 años; demasiado poco frente a tantas incertidumbres con respecto a la pandemia.

India por su parte, con 450 personas por kilómetro cuadrado, es uno de los países más densamente poblados del planeta. Caótico y semi-continental, fue atacado devastadoramente por la pandemia de la gripe española un siglo atrás. Según The Economist “se cree que murieron unos 18 millones de personas, un 6% de la población en ese momento” y que “décadas de desinversión en salud pública han llevado a un sistema raquítico: el gasto por persona en salud es 70 veces menor que en Alemania u 8 veces menor que en Tailandia. No hay suficientes doctores, camas ni equipamiento, aun en tiempos normales; además están desigualmente distribuidos en ciudades razonablemente servidas y regiones del interior sin recursos. Además cerca de 160 millones de personas no tienen acceso a agua limpia”.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al menos el 90% de la fuerza laboral en India trabaja en el sector informal, y la mayoría no tiene acceso a pensiones, licencias por enfermedad, y no cuentan con un seguro médico. Una gran parte de la población  depende del dinero en efectivo para satisfacer sus necesidades diarias. Los hogares suelen tener unas 5 personas por familia, con tres generaciones viviendo juntas, lo que implica alta probabilidad de propagación. Por otro lado, hay factores culturales adversos: la práctica de la religión es un ejercicio comunitario a través de congregaciones y funciones musicales religiosas.

Además, recientemente el gobierno debió modificar la legislación, tratando de frenar las agresiones a médicos y personal sanitario, con penas de hasta 7 años. “Los ataques a médicos no son nuevos, y se han reportado cientos de casos de agresión a médicos y (…) exigimos una ley de protección central para nuestra seguridad», había manifestado el Dr. Pratap Singh, presidente de la Asociación de Médicos de la India.

A principios de este mes, los trabajadores sanitarios que habían visitado una zona para examinar a los residentes en busca de signos de coronavirus, fueron atacados por una turba en el estado de Madhya Pradesh, en el centro de la India y otro ataque tuvo lugar en Uttar Pradesh, cuando una turba trató de impedir que un equipo médico llevara a un hombre infectado por coronavirus al aislamiento; cinco personas que fueron acusadas más tarde, dieron positivo de Covid-19.

India impuso la cuarentena a fines de marzo, cuando tenía 5 muertes por semana; el modelo del Imperial College pronosticaba más de 300.000 muertes si la hubiera impuesto al llegar a los 2.700 muertos semanales. Hasta ahora ha mantenido la cuarentena y pareciera que la catástrofe no la ha golpeado: tiene “sólo” 1.400 muertes y 43.000 casos cuando hace un mes tenía 2.500, pero se encuentra en una situación de pleno crecimiento de su curva de contagio, y su nivel de testeo es bajísimo.

Según los epidemiólogos: “No tenemos ninguna razón para pensar que el SARS-Cov-2 se propague de manera diferente en los países menos desarrollados. Sabemos que los virus de la influenza se transmiten en áreas muy rurales del África subsahariana y el virus SARS-Cov-2 es más contagioso.”

Vacunas: “2021 sería una hazaña increíble”

Eso dice la asistente científica Jessica Atwell, del Centro de Investigación de Inmunizaciones de EE.UU. Para S. Munshaw , de la Escuela de Negocios Johns Hopkins Carey, que ha monitoreado las noticias del proceso de desarrollo de vacunas durante la pandemia del Covid-19, “un año a 18 meses es muy optimista. Por lo general, una vacuna segura y efectiva tarda entre 10 y 15 años en desarrollarse si se comienza desde cero, pero como los coronavirus no son novedosos, hay grupos que ya han estado trabajando en tales virus durante un tiempo, especialmente desde las epidemias MERS-CoV y SARS-CoV. Pero dado que las vacunas se administran a individuos sanos, los requisitos de seguridad son bastante altos, para determinar que no empeora la enfermedad.

El desarrollo de la vacuna pasa por distintas fases, hasta su aprobación, pero “uno debe recordar que hay una alta tasa de fallas en cada etapa, por lo que sólo porque encontramos un antígeno en la fase exploratoria no significa que terminará siendo una vacuna.”

Otro aspecto importante es la fabricación. La aprobación regulatoria no significa que se puedan fabricar suficientes vacunas lo suficientemente rápido y luego estar disponibles para toda la población. A menudo tenemos escasez de vacunas contra la gripe, incluso después de planificar esas vacunas por adelantado.

Además, “no está claro cuántas dosis se necesitarán para combatir una enfermedad que ya se habrá expandido a la mayoría de la población humana. La cantidad de personas que hayan desarrollado inmunidad natural para cuando lleguen las vacunas determinará si necesitamos millones o miles de millones de dosis.” La producción rápida de miles de millones de dosis excede ampliamente la capacidad actual de producción de vacunas y probablemente requeriría la costosa reutilización de otras instalaciones o la construcción de nuevas plantas de fabricación aún más caras. Sin embargo, la incertidumbre sobre la demanda puede dificultar asegurar una inversión suficiente a un precio justo por dosis. En cambio, es posible que tengamos como antivirales u otros medicamentos que pueden disminuir los efectos negativos de Covid-19 más rápidamente. Por muchas razones, son más fáciles de desarrollar y probar que las vacunas. Si bien éstos no evitarán la infección, pueden ayudar a reducir enfermedades graves y la muerte.

La anarquía capitalista en respuesta a la pandemia. La vacuna como mercancía

Las cuarentenas de distinta intensidad han tenido como respuesta patronal millones de despidos en todo el mundo y una caída el producto bruto global. A pesar de no ser la solución de fondo, es la única medida que ha evitado una catástrofe mayor, pero la mayoría de los gobiernos de los países más afectados de Europa y algunos estados y ciudades yanquis empiezan a ensayar medidas para levantarla. Una de las variantes es la “cuarentena administrada” a través de una mayor flexibilización; otra fue tratar de aplicar un “pasaporte de inmunidad”, rápidamente desaconsejado por la OMS: “No se ha demostrado que una recuperación exitosa de Covid-19 significa que está protegido de una segunda infección”, ya que tanto Corea como China reportan que pacientes recuperados tuvieron que volver al aislamiento al dar positivo nuevamente: si bien se supone que los infectados tienen cierta inmunidad, no está claro tampoco en qué medida y por cuánto tiempo la poseen.

Hemos dado cuenta del robo literal de insumos médicos y respiradores entre los países imperialistas. Aquí queremos centrarnos en la imposibilidad de la coordinación internacional en la búsqueda de vacunas o antivirales, que es la única solución eficaz. A pesar de los rezos del Papa “para que la ciencia se una para hallar una vacuna” a través de “una colaboración internacional científica transparente y desinteresada», el capitalismo supone también la competencia entre capitales y Estados; la empresa que desarrolle una vacuna antes que las otras tendrá al mundo como cliente, mientras que cada Estado ve al otro como rival en la lucha. Así AstraZeneca se unió a la Universidad de Oxford anunciando un “acuerdo histórico”, Pfizer con BioNTech, Johnson and Johnson con Emergent Bio Solutions, Glaxo con Sanofi, Merck con el Institute for Systems Biology mientras que Roche y Novartis por ahora corren solas: todas anuncian prontas respuestas con la esperanza de llegar primero y llevarse el botín: es una carrera por la ganancia, no por la vida.

Pero no hay ni siquiera coordinación dentro de cada país; para ello cada gobierno debería poner bajo su dirección y control las empresas farmacéuticas como un único ente en coordinación con Universidades e instituciones científicas. Encima los negacionistas como Trump o Johnson, ni siquiera coordinan la información disponible. Este vacío en Estados Unidos quiere ser llenado por la Universidad Hopkins: “Las pruebas virales para detectar la presencia de infección por Covid-19, así como las pruebas serológicas para anticuerpos y la inmunidad potencial serán críticas para medir la propagación de la enfermedad. Pero los datos de las pruebas locales no están disponibles públicamente en la actualidad, y un conjunto completo de estos datos, junto con análisis y orientación de expertos, no existe en un solo lugar. Esta iniciativa busca llenar ese vacío.”

Hasta ahora se han prometido cientos de millones de dólares para el desarrollo de vacunas a través de los esfuerzos combinados de la Coalición para la Innovación en la Preparación de Epidemias (CEPI)  y de  GAVI, la Alianza de Vacunas creada en 2000 por sus socios, la Organización Mundial de la Salud, Banco Mundial, UNICEF y la Fundación Bill y Melinda Gates.

CEPI fue fundada en Davos por los gobiernos de Noruega e India, la Fundación Bill y Melinda Gates, el Wellcome Trust y el Foro Económico Mundial. Su esquema es recibir donaciones para desarrollar vacunas asociándose con Universidades y las empresas del “Big Pharma”; antes lo hicieron con Themis Bioscience e Inovio Pharmaceuticals, y ahora para la pandemia con Moderna, la Universidad de Queensland e Inovio.

GAVI apoya básicamente países de África y Asia y según exponen “hay un desafío crítico: cómo garantizar que una vez que una vacuna esté disponible, sea accesible para todos los que la necesiten”. El razonamiento es que pueden ocurrir «fallas en el mercado» cuando se desarrollan las vacunas, cuando no son adecuadas o son demasiado caras. Entonces a la atracción del negocio, habría que sumarle un «impulso», con fondos públicos “para invertir en capacidad de fabricación, asegurar materias primas vitales y comenzar a permitir la transferencia de tecnología del laboratorio a una red distribuida de fabricantes globales”.

En resumen, toda la coordinación internacional existente es a través de dos fundaciones: una para financiar la creación de la vacuna, otra para su fabricación y distribución. Nos permitimos ser escépticos ante tantas buenas intenciones y filantropía.

El propio GAVI asume que “Vacunar al mundo entero costaría decenas de miles de millones de dólares”. Sin embargo, tienen una receta más barata: “Una inversión inicial de US$2 mil millones permitiría la vacunación de 20 millones de trabajadores de la salud, crearía una reserva necesaria para enfrentar brotes de emergencia y comenzaría a establecer la capacidad de producción para vacunar a grupos adicionales de alta prioridad.” ¿Y el resto?

Esta nota está ilustrada con un artículo de setiembre de 2019 relativa a las acciones urgentes a implementar para detectar y controlar los peligros de epidemias y pandemias. Nada de ello han hecho los gobiernos capitalistas y dejar en sus manos la solución de la pandemia nos enfrentará a más sufrimientos. Es necesaria más que nunca la intervención de las y los trabajadores para que la salud deje de ser una mercancía y se transforme en un bien público.

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