La crisis de productividad

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  • El capitalismo encuentra cada vez más difícil expandir las “fuerzas productivas”. Está fallando en su “misión histórica”, ​​en la que Keynes confiaba tanto hace 90 años.

Michael Roberts

La misión histórica del modo de producción capitalista ha sido desarrollar las “fuerzas productivas” (es decir, la tecnología y el trabajo necesarios para aumentar la producción de bienes y servicios que la sociedad humana necesita o desea). De hecho, la principal afirmación de los partidarios del capitalismo es que es el mejor (incluso el único) sistema de organización social capaz de desarrollar conocimiento científico, tecnología y “capital” humano, a través del “mercado”.

El desarrollo de las fuerzas productivas en la historia de la humanidad se mide mejor por el nivel y el ritmo de cambio en la productividad del trabajo. Y no hay duda, como Marx y Engels argumentaron por primera vez en el Manifiesto Comunista, que el capitalismo ha sido el sistema que ha tenido más éxito hasta ahora en aumentar la productividad del trabajo para producir más bienes y servicios para la humanidad (ver mi reciente artículo). En el siguiente gráfico, podemos ver el aumento acelerado de la productividad del trabajo desde el siglo XIX.

El aumento de la productividad bajo el capitalismo en Inglaterra

Pero Marx también argumentó que la contradicción subyacente al modo de producción capitalista es entre beneficio y productividad. El aumento de la productividad del trabajo debería conducir a un mejor nivel de vida de la humanidad, incluida la reducción de horas, semanas y años de trabajo para producir bienes y servicios para todos. Pero bajo el capitalismo, incluso con el aumento de la productividad del trabajo, la pobreza mundial persiste, las desigualdades de ingresos y riqueza están aumentando y la mayor parte de la humanidad no se ha liberado del trabajo diario.

En 1930, John Maynard Keynes era un defensor respetado de los beneficios del capitalismo. Argumentó que si la economía capitalista se ‘administraba’ bien (por hombres sabios como él), entonces el capitalismo podría eventualmente ofrecer, a través de la ciencia y la tecnología, un mundo de ocio para la mayoría y el fin del trabajo.   Esto es lo que dijo a una audiencia de sus estudiantes de la Universidad de Cambridge en una conferencia en las profundidades de la Gran Depresión de la década de 1930. Dijo: sí, las cosas pintan mal para el capitalismo ahora en esta depresión, pero no se dejen seducir por el socialismo o el comunismo (como muchos estudiantes de entonces), porque en época de sus nietos, gracias a la tecnología y el consecuente aumento de la productividad del trabajo, todo el mundo trabajará 15 horas a la semana y el problema económico no será el trabajo, sino el ocio. (“Las posibilidades económicas de nuestros nietos”, en sus Ensayos de persuasión)

Keynes concluye: “Llego a la conclusión de que, suponiendo que no haya guerras importantes ni un aumento importante de la población, el ‘problema económico’ puede resolverse, o al menos tener una solución a la vista, dentro de cien años. Esto significa que el problema económico no es, si miramos hacia el futuro, el problema permanente de la raza humana”.  Solo con esta cita, es posible percibir el fracaso del pronóstico de Keynes: ¿sin guerras? (hablando apenas diez años antes de la Segunda Guerra Mundial). Y nunca se refiere al mundo colonial en su pronóstico, solo a las economías capitalistas avanzadas; ni a las desigualdades de ingresos y riqueza que se han disparado desde los años treinta. Y a medida que nos acercamos a los 100 años de referencia para Keynes, hay pocas señales de que el “problema económico” se haya resuelto.

Keynes continúa: “por primera vez desde su creación, el hombre se enfrentará a su problema real y permanente: cómo usar su libertad de preocupaciones económicas apremiantes, cómo ocupar su ocio, qué la ciencia y el interés compuesto (MR¡!) le habrán conseguido, para vivir sabia, bien y agradablemente”. Keynes predijo la superabundancia y una jornada de tres horas: el sueño socialista, pero bajo el capitalismo. Bueno, la semana laboral promedio en los EEUU en 1930, si se tenía un trabajo, era de aproximadamente 50 horas. Todavía está por encima de las 40 horas (incluidas las horas extraordinarias) en un empleo permanente a tiempo completo. De hecho, en 1980, el promedio de horas trabajadas en un año era de alrededor de 1.800 en las economías avanzadas. Actualmente, todavía son alrededor de 1.800 horas, así que nuevamente, no ha habido cambios.

Pero aún más desastroso para la misión apologética del capitalismo y los pronósticos de Keynes es que en los últimos 50 años, desde aproximadamente la década de 1970 hasta ahora, el crecimiento de la productividad del trabajo se ha desacelerado en todas las principales economías capitalistas. El capitalismo no está a la altura de su único motivo de fama: expandir las fuerzas productivas. En cambio, muestra serios signos de agotamiento. De hecho, a medida que aumenta la desigualdad, disminuye el crecimiento de la productividad.

El crecimiento económico depende de dos factores: 1) el tamaño de la fuerza de trabajo empleada y 2) la productividad de esa fuerza de trabajo.  En cuanto al primer factor, las economías capitalistas avanzadas se están quedando sin fuerza de trabajo humana adicional. Pero concentrémonos en el segundo factor en este artículo: la productividad del trabajo. El crecimiento de la productividad del trabajo a nivel mundial se ha ralentizado en los últimos 50 años y parece que seguirá haciéndolo.

Para las once principales economías (esto excluye a China), el crecimiento de la productividad ha caído a una tasa tendencial anual de solo 0,7%.

¿Por qué está cayendo el crecimiento de la productividad en las principales economías? El ‘rompecabezas de la productividad’ (como les gusta a los economistas convencionales llamarlo) se ha debatido desde hace algún tiempo. La explicación keynesiana del ‘tirón de la demanda’ argumenta que el capitalismo se encuentra en un estancamiento secular debido a la falta de demanda efectiva necesaria para alentar a los capitalistas a invertir en tecnología que mejore la productividad. Luego está el argumento por el lado de la oferta de otros economistas de que no hay suficientes tecnologías efectivas para mejorar la productividad en las que invertir de todos modos: los días de la computadora, el Internet, etc., casi se han terminado y no hay nada nuevo que tenga el mismo impacto.

Obsérvese las tasas de crecimiento medio de la productividad del trabajo en las economías capitalistas más importantes desde la década de 1890. Tengase en cuenta que en todos los casos, la tasa de crecimiento entre 1890-1910 fue mayor que la de 2006-18. En términos generales, el crecimiento de la productividad de trabajo alcanzó su punto máximo en la década de 1950 y retrocedió en las décadas siguientes para alcanzar los mínimos que vemos en los últimos 20 años. La llamada Edad de Oro de los años 50-60 marcó el pico del desarrollo de las “fuerzas productivas” bajo el capital global. Desde entonces, ha ido cuesta abajo a un ritmo acelerado. El crecimiento medio anual de la productividad en Francia se ha reducido en un 87% desde la década de 1960; en Alemania lo mismo; en Japón ha bajado un 90%; el Reino Unido bajó un 80% y solo EEUU está un poco mejor, solo ha caído un 60%.

Hay tres factores detrás del crecimiento de la productividad : la cantidad de mano de obra empleada; el monto invertido en maquinaria y tecnología; y el factor X de la calidad y habilidad innovadora de la mano de obra. La contabilidad del crecimiento convencional llama a este último factor, la productividad total de los factores (PTF), medida como la contribución ‘no contabilizada’ al crecimiento de la productividad después del capital invertido y la mano de obra empleada. Este último factor está en declive secular.

Corresponde a esta desaceleración de la productividad laboral la caída secular de la inversión en activos fijos en relación al PIB en las economías avanzadas en los últimos 50 años, es decir, a partir de la década de 1970.

La inversión en relación al PIB ha disminuido en todas las principales economías desde 2007 (con excepción de China). En 1980, tanto las economías capitalistas avanzadas como las capitalistas “emergentes” (sin China) tenían tasas de inversión de alrededor del 25% del PIB. Ahora la tasa promedia es alrededor del 22%, una disminución de más del 10%. La tasa cayó por debajo del 20% para las economías avanzadas durante la Gran Recesión.

La desaceleración del crecimiento, tanto de la inversión como de la productividad comenzó en la década de 1970. Y esto no es casualidad. La desaceleración secular del crecimiento de la productividad está claramente vinculada a la desaceleración secular de una mayor inversión en activos productivos que crean valor. Hay nueva evidencia para demostrar esto.  En un estudio exhaustivo, cuatro economistas de la corriente principal han descompuesto los componentes causales de la caída en el crecimiento de la productividad.

En el caso de EEUU, encuentran que, de una desaceleración total de 1.6% pts en el crecimiento de la productividad promedio anual desde la década de 1970, 70 pb, o alrededor del 45%, se debió a una desaceleración de la inversión, ya fuese causada por crisis recurrentes o por factores estructurales. Otros 20 pb, del 13%, se debieron a una ‘mala medición’ ( este es un argumento reciente que intenta defender que no ha habido una caída en el crecimiento de la productividad ). Otro 17% se debió al aumento de ‘intangibles’ (inversión en ‘plusvalía’) que no muestra un incremento en los activos fijos ( esto plantea la pregunta de si tanto los ‘intangibles’ como la ‘plusvalía’ ‘realmente crean valor). Aproximadamente el 9% se debe a la disminución del crecimiento del comercio mundial desde principios de la década de 2000; y finalmente cerca del 25% se debe a la inversión de los capitalistas en sectores improductivos, como la propiedad y las finanzas. Los cuatro economistas resumen sus conclusiones: “Comparando el período posterior a 2005 con la década anterior para cinco economías avanzadas, buscamos explicar una desaceleración de 0.8 a 1.8 pp. La mayor parte se debe a las contribuciones más bajas de la PTF y caida del capital, mientras que la manufactura representa la mayor parte sectorial de la desaceleración “.

En otras palabras, si excluimos los ‘intangibles’, la mala medición y la inversión improductiva, la causa del menor crecimiento de la productividad es un menor crecimiento de la inversión en activos productivos. El documento también señala que no ha habido una reducción en la investigación y el desarrollo científicos, al contrario. Pero los capitalistas no están aplicando los nuevos avances técnicos mediante la inversión. Ahora, tal vez, el auge de los robots y la inteligencia artificial dará un impulso a la productividad en las principales economías en el mundo post-COVID. Pero no cuenten con ello. Como dijo el gran teórico de la productividad de la década de 1980, Robert Solow, en una famosa broma, “se puede ver la era de las computadoras en todas partes menos en las estadísticas de productividad” (Solow 1987).

Si la inversión es clave para el crecimiento de la productividad, la siguiente pregunta es inevitable: ¿por qué la inversión comenzó a disminuir a partir de la década de 1970? ¿Es realmente debido a una ‘falta de demanda efectiva’ o a una falta de tecnologías generadoras de productividad, como ha argumentado la teoría económica convencional? Lo más probable es que tenga razón la explicación marxista. Desde la década de 1960, las empresas de las principales economías han experimentado una caída secular en la rentabilidad del capital y, por lo tanto, encuentran cada vez menos rentable invertir mucho en nuevas tecnologías para reemplazar la mano de obra.

Y cuando se comparan los cambios en la productividad del trabajo y la rentabilidad del capital en Estados Unidos, se percibe una correlación cercana.

Fuente: Penn World Tables 10.0 (serie IRR), producción de TED Conference Board por serie de empleados

También encuentro una correlación positiva de 0,74 entre los cambios en la inversión y la productividad del trabajo en los EEUU de 1968 a 2014 (según Extended Penn World Tables ). Y la correlación entre los cambios en la tasa de ganancia y la inversión también es muy positiva, 0,47, mientras que la correlación entre los cambios en la rentabilidad y la productividad del trabajo es incluso mayor: 0,67.

Y como también concluye el nuevo estudio desde la teoría económica convencional, hay otro factor clave que ha llevado a una disminución en la inversión en trabajo productivo: el giro de los capitalistas a la especulación en ‘capital ficticio’, con la expectativa de que las ganancias en la compra y venta de acciones y bonos ofrecerán mejores rendimientos que la inversión en tecnología para fabricar bienes o prestar servicios. A medida que la rentabilidad de la inversión productiva cayó, la inversión en activos financieros se volvió cada vez más atractiva y, por lo tanto, se produjo una caída en lo que el nuevo estudio llama la “eficiencia asignada” de la inversión. Esto se ha acelerado durante la crisis del COVID.

Existe una contradicción básica en la producción capitalista. La producción tiene fines de lucro, no satisfacer una necesidad social. Y una mayor inversión en tecnología que reemplace la mano de obra creadora de valor conduce a una tendencia a la caída de la rentabilidad. Y la rentabilidad decreciente de la acumulación de capital eventualmente entra en conflicto con el desarrollo de las fuerzas productivas. La disminución a largo plazo de la rentabilidad del capital a nivel mundial ha reducido el crecimiento de la inversión productiva y, por lo tanto, el crecimiento de la productividad del trabajo. El capitalismo encuentra cada vez más difícil expandir las “fuerzas productivas”. Está fallando en su “misión histórica”, ​​en la que Keynes confiaba tanto hace 90 años.

 

Traducción sinpermiso

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