Israel: Netanyahu retrocede frente a las masivas protestas y pone en suspenso la Reforma Judicial

Con cada giro reaccionario del régimen israelí, las primeras y principales víctimas siempre son los palestinos. La suspensión temporal de la reforma sólo busca ganar tiempo y descomprimir el ánimo social antes de que el novel gobierno de coalición se convierta en un cadáver político. Claves para comprender la ola de movilizaciones que recorre Israel.

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«Responsabilidad nacional» y «evitar una guerra civil» fueron las razones acusadas por Benjamin Netanyahu este lunes, cuando comunicó la decisión de suspender el tratamiento en el Parlamento del paquete de Reforma Judicial hasta finales de abril.

Pero la preocupación de Netanyahu es en realidad mucho menos altruista. La suspensión temporal de la reforma sólo busca ganar tiempo y descomprimir el ánimo social antes de que el novel gobierno de coalición se convierta en un cadáver político. El paquete de reformas impulsado por el nuevo gobierno, que busca establecer un mayor tutelaje del Ejecutivo sobre el Poder Judicial, despertó masivas movilizaciones durante los últimos dos meses.

Un giro a la ultraderecha

Netanyahu es una de las figuras más influyentes de la historia política israelí y lider de la formación de centroderecha neoliberal Likud. Viene de ganar las elecciones legislativas luego de 4 años durante los cuales ningún partido pudo formar un gobierno estable.

Pero las proporciones lo obligaron a buscar un gobierno de coalición. Y sus aliados fueron los sectores más reaccionarios del arco político israelí: Sionismo Religioso (derecha nacionalista, que pidió el control del Ministerio de Defensa y de Seguridad Nacional, la cartera a cargo de la policía) y los agrupamientos Shas Judaísmo Unido de la Torá (los representantes de la ultraortodoxia anti – secularización).

Estos últimos partidos aportaron 19 de los 65 escaños del nuevo gobierno. Todos ellos ocupados por varones, ya que no aceptan mujeres en sus listas. Ben Gvir, vocero de los ultraortodoxos, se convirtió en sensación mediática durante la campaña. Sus 3 propuestas principales: pena de muerte para los «terroristas» (cualquier persona que lance un cóctel molotov), deportar a los «ciudadanos desleales» (aquellos que lancen piedras) y otorgar inmunidad a soldados y policías. Este paladín del antiterrorismo reivindica la figura de Baruj Goldstein, un colono sionista que asesinó a 29 palestinos dentro de una mezquina de Hebrón en 1994.

La Reforma Judicial surgió justamente del ingreso al gobierno de Sionismo Religioso y los sectores ultraortodoxos. La ortodoxia es enemigo declarado del Tribunal Supremo desde hace años. La razón es simple: el Poder Judicial tiene hoy la potestad de suprimir o bloquear nombramientos y medidas que juzgue inadecuados a las «leyes esenciales» del Estado de Israel (que carece de una Constitución propiamente dicha).

La reforma

En concreto, la reforma elimina la capacidad de veto de candidatos a jueces por parte del Poder Judicial. Los asesores legales del gobierno, hoy cargos profesionales, pasarían a ser cargos políticos elegidos a dedo. A la vez se intenta eliminar la figura judicial de la «irrazonabilidad», según la cual el Tribunal Supremo puede vetar el nombramiento de ministros si lo juzga «irrazonable».

En líneas generales, la reforma judicial del nuevo gobierno le provee al Ejecutivo una potestad absoluta sobre el manejo de todos los asuntos del Estado. La capacidad del gobierno para nombrar a los jueces prácticamente «a dedo» somete a todo el aparato judicial a la arbitrariedad del partido en el poder. En manos de los sectores ultraortodoxos y nacionalistas, estos superpoderes son un arma criminal contra los sectores oprimidos del Estado de Israel. Nos referimos a los trabajadores israelíes, a las mujeres y la comunidad LGBT, pero fundamentalmente a los «ciudadanos de segunda»: las principales víctimas del Estado de Israel son siempre los palestinos. 

Resistencia

Las movilizaciones que recorren Israel desde hace dos meses se caracterizan por su masividad y tienen centro en Tel Aviv. Dicha ciudad fue y es al día de hoy el centro del Israel secular, donde residen las pocas pero reales tendencias progresistas presentes en un país fundado sobre la ocupación y el genocidio palestino.

En los últimos días las protestas alcanzaron un nuevo pico de intensidad con la convocatoria de una huelga general por parte de la Histradut, la central sindical israelí. Al anegamiento de las calles de Tel Aviv se sumó el bloqueo de los puertos y el caos en los principales aeropuertos, con decenas de vuelos cancelados. La huelga general fue el golpe que obligó a Netanyahu a buscar descomprimir la situación. Tras el anuncio de suspensión temporal de la reforma, las centrales sindicales se llamaron a la obediencia y decidieron suspender también el calendario de movilizaciones.

Además de los miles de trabajadores que fueron a la huelga, las movilizaciones se nutrieron de sectores diversos. Un sector especialmente descontento es el de los reservistas militares. El Ejército israelí cumplió históricamente una función fundamental en la fundación de dicho Estado. Aplanó la tierra para despojar a los palestinos de todo derecho y dio unidad a una sociedad con fuertes contradicciones internas (recordemos que la población israelí está dividida entre ortodoxos y seculares, pero también entre asquenazíes y mizrajíes, entre otras etnias). Al día de hoy parece estar creciendo el descontento entre los reservistas, que ya no están dispuestos a participar en todas las «misiones» que les son asignadas. Una reforma del poder judicial podría traer menos margen de maniobra para negarse a ellas.

El movimiento de mujeres, los jóvenes y la comunidad LGBT fueron una proporción importante de las protestas. En muchas imágenes pueden verse banderas de los 7 colores junto a las banderas israelíes que se vienen siendo la escarapela de las movilizaciones.

El elefante en la sala

Pero hubo una ausencia sintomática. Sólo dos sectores de la sociedad israelí parecen no participar de las movilizaciones. En primer lugar, y por obvias razones, la ortodoxia. Pero el otro sector en cuestión es la población árabe. Los palestinos en Israel, que viven en los hechos como «ciudadanos de segunda», serían el sector más perjudicado de aprobarse la reforma.

¿Por qué no están participando del proceso? Las razones son obvias. «En su gran mayoría permanecen al margen de la protesta porque les parece una lucha ajena entre judíos y judíos, llena de banderas israelíes y de lemas que no les representan. A esto se suma que, aunque el Supremo ha frenado leyes que les perjudicaban, también ha dado luz verde a otras que confirman su estatus de ciudadanos de segunda (como la que en 2018 retiró la cooficialidad a la lengua árabe y declaró Israel el ‘Estado nación del pueblo judío’) o empeoran la situación de los palestinos en Jerusalén Este, Gaza y Cisjordania» (El País, 27/3).

En última instancia, la reforma judicial está íntimamente ligada al carácter racista, genocida y ocupacionista del Estado de IsraelLos ortodoxos y nacionalistas religiosos, defensores a ultranza del genocidio palestino, son sus principales impulsores. Y, de llegar a la implementación, la reforma será inevitablemente utilizada para multiplicar la opresión y la brutalidad sobre los palestinos.

Pero dentro de los sectores que se manifiestan contra la reforma parecen ser pocos quiénes ven alguna relación entre ambos hechos. El último sábado, unos 300 manifestantes se reunieron con banderas palestinas en el centro de Tel Aviv. No eran árabes sino judíos. Se trata de los sectores, muy minoritarios, de activistas pro – palestinos que se movilizan periódicamente en rechazo a la política genocida del Estado de Israel.

«Los activistas tratan de aprovechar la multitudinaria protesta para poner el incómodo foco en la ocupación militar israelí de Palestina. Es, argumentan, el elefante en la habitación y no se puede desconectar de la lucha contra una reforma judicial que ―de salir adelante― debilitaría la división de poderes» (El País, 27 – 3)

«Dicen que se manifiestan por la democracia [quienes marchan contra la reforma], pero aquí nunca ha habido democracia» dice una de ellas. «Un 20% de la población no existe en los elementos del país, desde el himno hasta la bandera».

Su presencia no fue bien recibida por la mayor parte de quienes se encontraban manifestándose contra la reforma. Muchos de ellos se acercaron a increpar a los activistas pro – palestinos e incluso a atacarlos físicamente. Pero la minoría explícita de este grupo no los hace tener menos razón.

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