Estados Unidos: Donald Trump despide a John Bolton, su principal estratega militar

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Por Ale Kur

Esta semana, el presidente norteamericano anunció (a través de un tweet[1], como siempre) un nuevo cambio en su gobierno. Esta vez, decidió despedir a John Bolton, consejero de Seguridad Nacional. En años anteriores ya había despedido a otros funcionarios que se desempeñaban en ese puesto, como el general H.R. McMaster y previamente el teniente general Michael Flynn.[2]

Antes de adentrarnos en la cuestión de Bolton, queremos señalar una cuestión más general: la incapacidad del gobierno de Trump de sostener un equipo estable de dirección de los asuntos militares es síntoma de un problema muy profundo, tanto del gobierno actual como del conjunto del imperialismo norteamericano.

Al ser Estados Unidos la principal potencia económica y militar del planeta en los últimos 80 años, la dirección de sus Fuerzas Armadas no se trata de un asunto meramente “técnico”, sino que en última instancia remite a la cuestión de cómo encarar el rol de Estados Unidos en el mundo. Es decir, de qué manera ejercer (y conservar) su posición como potencia imperialista dominante.

EEUU posee un larguísimo historial de intervenciones militares en diferentes lugares del mundo. Actualmente, por ejemplo, posee tropas en Afganistán, es parte de operaciones y entrenamiento en gran parte de Medio Oriente, cuenta con bases militares en los cinco continentes, etc.  A través de esta poderosa presencia militar, Estados Unidos garantiza que sus intereses sean respetados en las diferentes regiones, que ningún país del mundo vaya demasiado lejos en desestabilizar los equilibrios políticos globales, y más en general hace sentir su peso disuadiendo a los gobiernos de adoptar cualquier actitud “rebelde”.

Pero en las últimas décadas, EEUU enfrenta un profundo problema: tanto su hegemonía económica como política y militar se encuentran fuertemente cuestionadas. En el terreno económico, por el ascenso de China y de todo un conjunto de competidores (incluida la Unión Europea). En el terreno militar, por el empantanamiento que sufrió con sus guerras en Medio Oriente (especialmente en Afganistán e Irak), y por el ascenso de competidores a la ofensiva como Rusia, Irán y la propia China. Y en el terreno político, por una fuerte pérdida de legitimidad, con un rechazo masivo en gran parte del mundo a sus aventuras militares, a su política de impulsar “cambios de régimen”, etc.

Al interior de la clase dominante norteamericana, estos problemas de fondo se reflejan bajo la forma de una profunda división acerca de cómo debe EEUU encarar su nueva situación en el mundo. Mientras algunos sectores quieren “fugar hacia adelante” multiplicando la ofensiva militarista y guerrerista sobre el globo (como por ejemplo, el recientemente caído en desgracia John Bolton), otros sectores plantean un enfoque más cauteloso, que priorice concentrar fuerzas en rodear a los enemigos estratégicos centrales (como China) y evitar todo lo posible las intervenciones que distraigan recursos y energía de ellos (y que generan además problemas de imposible resolución y altos costos políticos, financieros y en bajas humanas). En este sentido, algunos sectores buscan acuerdos con fuerzas inclusive tradicionalmente enfrentadas a EEUU pero que podrían ser incluidas en algún tipo de esquema de seguridad colectiva en las regiones más candentes del globo[3].

Si esta división es transversal a todos los sectores políticos de EEUU (es decir, a las diferentes variantes tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata), adquiere una forma particularmente aguda al interior de la administración Trump. Aquí se combinan los problemas de fondo del país con las características particulares del presidente: éste se caracteriza por mantener una incertidumbre política permanente, con zig-zags cotidianos en su orientación y contradicciones imposibles de descifrar para cualquier observador. Esto a su vez remite a las características atípicas del gobierno Trump: antes de gobernar era un relativo “outsider” del mundo de la política, se apoyó inicialmente en sectores de la “derecha dura” que luego cayeron en desgracia (como su primer gran asesor político, el nacionalista Steve Bannon), y sostiene un estilo de gobierno más basado en la demagogia y las bravuconadas mediáticas para su propia base social (muy atrasada y de bajísimo nivel) que en un plan coherente de gobierno (sea del tipo que sea).

Ahora sí, volvamos a la cuestión de Bolton. Como dijimos antes, este es un “halcón”, como se llama en Estados Unidos a los sectores más militaristas y ofensivos en las cuestiones bélicas. Como parte de su prontuario, se encuentra el haber sido uno de los principales defensores de la invasión a Irak en 2003, como parte de la administración de Bush.

Bajo el gobierno Trump, Bolton se caracterizó, por ejemplo, por intentar arrastrar a EEUU a una ofensiva contra Venezuela, reconociendo al “gobierno” autoproclamado de Guaidó e intentando provocar una caída del “régimen” de Nicolás Maduro y el chavismo. También adoptó una postura discursivamente agresiva hacia Corea del Norte, que entraba en contradicción con los intentos de Trump de llegar a algún tipo de “reconciliación” con Kim Jong-Un[4].

Al parecer, Trump terminó muy disgustado con varios de los “consejos” de Bolton. Entre otras cosas, porque éste le había prometido que Maduro “caería rápidamente” una vez lanzado el plan golpista de Guaidó. Por otra parte, en los últimos meses Trump viene intentando llegar a algún tipo de acuerdo con los talibanes en Afganistán que le permita retirar de allí las tropas norteamericanas, lo cual no sería del agrado de los sectores más conservadores del Pentágono[5]. Lo mismo ocurre con algunas tentativas por parte del gobierno de retomar el diálogo con Irán. Estos factores serían determinantes en el despido del consejero de Seguridad Nacional.

Al momento de escribir esta nota, todavía no está claro a quién elegirá Trump para reemplazar a Bolton. Cuando esa cuestión esté resuelta, será más sencillo comprender hacia dónde intenta avanzar el gobierno norteamericano en la etapa actual. Pero en cualquier caso, está claro que el gobierno de Trump se apoya en bases políticas muy pantanosas, que su orientación se modifica constantemente y de forma imprevisible, y que todo ello es a la vez un síntoma y un agravante de los graves problemas de fondo que atraviesa el imperialismo norteamericano, y que aparecen como muy difíciles de resolver.


[1]https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1171452880055746560

[2] Sobre el primero de estos giros, habíamos escrito en la nota “Estados Unidos – Los giros de Trump en relación a Rusia: ¿volviendo a lo de antes?”, Ale Kur, SoB 421, 13/4/17. http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=9549

[3] Por ejemplo, esto era lo que había intentado Obama con el acuerdo nuclear con Irán: pacificar las relaciones con el régimen iraní para “contenerlo” dentro de un esquema de seguridad en Medio Oriente donde nadie toque los intereses estratégicos de EEUU, Israel y Arabia Saudita.

[4] “Trump critica que el cesado Bolton “se pasaba de la raya” sobre Venezuela”. Amanda Mars, El País, 11/9/19. https://elpais.com/internacional/2019/09/11/estados_unidos/1568223622_700924.html

[5] “Trump destituye al halcón Bolton mientras busca el diálogo con Irán”.  Amanda Mars, El País, 11/9/19. https://elpais.com/internacional/2019/09/10/actualidad/1568131500_324699.html

 

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