El tercer mandato de Lula: hacia un gobierno de «normalización» capitalista

Este domingo, Lula asumió su tercer mandato como presidente de Brasil. Tras la derrota de Bolsonaro, el dirigente petista habló de "reconstruir el país" y presentó un gabinete que pone en duda el plan económico bajo su mandato.

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La salida de Bolsonaro del gobierno brasileño estuvo cruzada por fuertes tensiones. Las amenazas golpistas fueron derrotadas por el hartazgo popular con las políticas antipopulares del bolsonarismo. Bastó con una noche de movilizaciones masivas en la Avenida Paulista para que los cortes de ruta golpistas fueran desplazados del centro de la escena y el ex presidente se viera obligado a reconocer la derrota.

De ahí en adelante, Bolsonaro mudó su rebeldía derechista al ámbito de los símbolos y los gestos. Pocos días antes de la asunción de Lula, el ex mandatario salió del país con destino a Estados Unidos y declaró su negativa a investir personalmente a Da Silva. Es la segunda vez que esto sucede en la historia política brasileña. La anterior había sido durante la dictadura militar.

En todo caso, la historia del bolsonarismo en Brasil no ha terminado. El dirigente neofascista conquistó 51 millones de votos en la última elección y movilizó a decenas de miles de personas durante los últimos meses. Su derrota definitiva dependerá principalmente de lo que haga el lulismo durante los próximos cuatro años. El PT deberá demostrar su capacidad para sacar a millones de brasileños de la pobreza (la que fuera su principal promesa de campaña) si pretende barrer al neofascismo de Brasil.

¿Reconciliación?

Frente a las 40.000 personas congregadas en el Palacio del Planalto, Lula da Silva declaró su voluntad de «gobernar para los 215 millones» de brasileños. «A nadie le interesa un país en pié de guerra» dijo, en referencia a la fuerte polarización que recorrió las últimas elecciones y que Bolsonaro condimentó con amenazas de un golpe de Estado en caso de perder los comicios.

Parece que la estrategia del lulismo «3.0», como lo denominaron los medios, es dejar en el pasado la polarización y dar por olvidados los cuestionamientos del régimen democrático que iniciara Bolsonaro. Pero el hecho de que el dirigente derechista no esté presente en el país no niega la presencia de miles de seguidores bolsonaristas dispuestos a llevar los discursos de odio a los hechos.

Desafíos

Lula dijo que espera «reconstruir el país» tras la presidencia de Bolsonaro y habló de la política sanitaria del bolsonarismo durante la pandemia, que calificó como «genocida». Durante lo peor del Covid, fallecieron alrededor de 700.000 brasileños. Bolsonaro había negado públicamente la gravedad de la enfermedad, a la que llamó una «gripecinha».

Pero el recién asumido hizo especial énfasis en la cuestión económica. «El avance de la miseria y el retorno del hambre que habíamos superado son el síntoma más grave de la devastación que se impuso al país en los últimos años». Hacia 2021, había más de 62 millones de pobres en Brasil.

La pregunta es cómo logrará hacerlo Lula. Ya en la época de Dilma Roussef, el viraje del PT hacia políticas de corte neoliberal minó su popularidad y terminó facilitando la maniobra del impeachment. Hoy el contexto internacional es bastante más difícil que en aquel momento, con un encarecimiento de la energía y una inflación internacional que se resiste a las recetas ortodoxas.

Como si fuera poco, Lula viene de ganar las elecciones en el marco de una alianza con sectores conservadores por fuera del PT. Es el caso de Gerardo Alckmin, referente del PSDB con una larga trayectoria neoliberal y de buenas relaciones con el Opus Dei. Lula le acaba de ceder el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, clave para la gestión económica del país.

A Simone Tebet le corresponderá el Ministerio de Planificación. Tebet apoyó al lulismo tras la primera vuelta y es la cara pública del PMDB, el partido de Michel Temer. Es decir, de quienes llegaran al poder de forma antidemocrática tras el impeachment a Roussef.

En todo caso, las contradicciones del Gabinete son las mismas que atraviesan al «lulismo 3.0»: las de un gobierno con discurso progresista en tiempos de escasez, que asume tras años de desgaste del PT y con socios neoliberales dentro del gobierno.

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