El regreso del movimiento democrático en Tailandia

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  • Desde agosto, una serie de grandes protestas a favor de la democracia, lideradas por jóvenes, han sacudido a la junta militar tailandesa y se han atrevido a criticar la monarquía del país.

Giles Ji Ungpakorn

Los manifestantes tailandeses se han sumado a las filas de los jóvenes rebeldes que se levantan contra la injusticia y el autoritarismo en diferentes partes del mundo, desde Hong Kong a Chile, de Nigeria al Líbano, de Bielorrusia a Estados Unidos. Desde agosto, una serie de grandes protestas a favor de la democracia, lideradas por jóvenes, han sacudido a la junta militar tailandesa y se han atrevido a criticar la monarquía del país.

El 19 de septiembre de 2020, aniversario del golpe militar contra el gobierno electo en 2006, la manifestación en Bangkok sumó a más de 100.000 personas. El 14 de octubre, el cuadragésimo séptimo aniversario de un levantamiento masivo contra la dictadura militar de la década de 1970, una masa de manifestantes similar, marcharon a la Casa de Gobierno para exigir la renuncia del dictador Prayut Chan-ocha. También exigieron una nueva constitución y la reforma de la monarquía.

Tras una gran concentración el 17 de noviembre pasado ante los cuarteles centrales de la policía en Bangkok, que fue disuelta con cañones de agua y gras lacrimógeno, la última de estas grandes manifestaciones en Bangkog tuvo lugar el miércoles 25 de noviembre. Unos días antes, la policía había llamado a declarar a Parit Chiwarak, uno de los principales dirigentes del movimiento, acusado de violar el famoso artículo 112, que establece duras condena de cárcel para las críticas a la monarquía. Parit se presentó vestido de amarillo, el color del pato de plástico que se ha convertido en el símbolo de las protestas.

Cuando la reina tuvo que atravesar las multitudes que protestaban en octubre, se encontró con el saludo de tres dedos a favor de la democracia (e incluso algunos gestos con el dedo medio). La multitud le gritó “¡mis impuestos!” . En noviembre, los manifestantes dieron la espalda a una caravana real y volvieron a levantar el saludo de tres dedos.

Aunque el gobierno tailandés invocó poderes de emergencia para prohibir las manifestaciones y su fuerza policial utilizó cañones de agua en dos ocasiones, las protestas han continuado. Cuando la policía roció a los manifestantes con agua que contenía un irritante químico, simplemente provocó una mayor indignación y aumentó el número de manifestantes.

Una encrucijada para el movimiento de protesta

Hasta ahora, la reacción del gobierno militar ha sido leve en comparación con episodios anteriores cuando desplegó al ejercito para disolver a tiros las manifestaciones pacíficas. Aun así, ha habido arrestos de muchos activistas destacados y algunos se enfrentan a múltiples acusaciones judiciales. La respuesta del movimiento ha sido declarar que “todo el mundo es un líder” y los activistas de base han seguido organizando protestas.

Sin embargo, Prayut y su pandilla de matones uniformados no van a irse fácilmente. Han pasado estos años, desde el golpe de estado de 2014, adoptando medidas para mantener su poder: una nueva constitución, un nuevo Senado, la elaboración de una “Estrategia Nacional” para dos décadas y manipulando las elecciones del año pasado.

Prayut ya tiene las manos manchadas de sangre: en 2010, cuando era comandante en jefe del ejército, él y el gobierno designado por los militares ordenaron la disolución de las concentraciones de los Camisas Rojas pro-democracia que estaban desarmados. El ejército tailandés también ha utilizado escuadrones de la muerte contra los disidentes que se refugian en los países vecinos.

El movimiento se encuentra en una encrucijada. Organizar saltos y concentraciones sorpresa una y otra vez corre el riesgo de agotar a los manifestantes, y tales acciones no son suficientes para hacer ingobernable el país, que es una condición necesaria para la victoria. Hay indicios de que la junta está tratando de presionar al movimiento para llegar a un falso compromiso con la ayuda de los partidos políticos.

El objetivo de esta táctica sería simplemente enmendar algunas partes de la constitución a través de un proceso parlamentario. El gobierno también ha tratado de dividir a los manifestantes manteniendo conversaciones con algunos estudiantes de secundaria sobre la situación de los colegios.
Anatomía de las protestas

Los manifestantes están formados por estudiantes y trabajadores, organizados por un grupo de activistas mayoritariamente jóvenes, que inicialmente se autodenominaron la organización “Pueblo Libre”. Ahora han creado una coalición que se llama a sí misma el “Partido del Pueblo” en honor al movimiento que lideró la revolución de 1932 que derrocó a la monarquía absoluta. Las mujeres jóvenes ocupan roles de liderazgo en el movimiento.

Lo que distingue a este último del movimiento Camisa Roja por la democracia de hace diez años es que sus activistas son independientes de cualquier partido político. De hecho, los principales partidos de oposición no han podido seguir al movimiento, a diferencia de los vendedores ambulantes de albóndigas que se sitúan en los lugares de protesta justo cuando la gente comienza a llegar.
Los estudiantes de secundaria son una parte importante del movimiento y han realizado protestas con el saludo de tres dedos durante la ceremonia obligatoria de izamiento de la bandera antes del inicio de la jornada escolar. Desafían y discuten con sus maestros y, a menudo, son las mujeres jóvenes las voces más militantes.

En una ocasión, un grupo de escolares abandonó sus clases para protestar frente al Ministerio de Educación. Mientras el ministro trató en vano de dirigirse a los estudiantes, exigieron su dimisión con gritos de “lacayo de la dictadura”. Incluso hay noticias de un estudiante de primaria que habló en un mitin.

El saludo de tres dedos fue tomado de la serie de películas Los Juegos del Hambre. Se convirtió en un símbolo de oposición a la dictadura militar durante las protestas contra el golpe de Estado en 2014. Las manifestaciones tailandesas siempre están llenas de simbolismo. Los organizadores de la movilización masiva a favor de la democracia hace diez años eran conocidos como Camisas Rojas, mientras que los partidarios realistas de las fuerzas armadas vestían camisas amarillas.

Estos reaccionarios de clase media más tarde intentaron fingir su independencia vistiendo camisas de diferentes colores. Sus oponentes inmediatamente los tildaron de “Salim”, en referencia a un postre de fideos multicolor. “Salim” se ha convertido en un término despectivo ampliamente utilizado por el lado prodemocrático para describir a sus enemigos conservadores.

Una nueva generación

Los estudiantes han logrado animar y expandir las protestas a favor de la democracia, que se han producido esporádicamente desde el último golpe militar en 2014, porque los miembros de esta nueva generación han visto la inutilidad de impulsar reformas dentro del sistema parlamentario controlado por los militares. Están hartos del fuerte conservadurismo arraigado en la sociedad tailandesa, especialmente en el sistema educativo.

La economía del país está en crisis debido a la pandemia de COVID-19, y los jóvenes tailandeses ven pocas razones para tener esperanzas en el futuro. Comparten estos sentimientos de indignación y frustración con gran parte de la población adulta: más de la mitad votó en contra del partido militar en 2019. Una encuesta reciente realizada por la Universidad de Bangkok encontró que más del 40 por ciento de la población lucha por llegar a fin de mes.

La diferencia generacional es que los jóvenes no sienten el mismo miedo común entre los activistas mayores que han experimentado brutales represiones militares en el pasado, una característica que las protestas tailandesas comparten con movimientos similares en otros países. Como ocurre con todas las protestas masivas, las demandas del movimiento se están expandiendo. Los activistas LGBT y a favor del derecho al aborto se han unido, junto con activistas que hacen campaña por la autodeterminación en la región musulmana malaya de Patani. Los activistas Camisa Roja pro-democracia de mayor edad también han participado por primera vez desde que el ejército reprimió brutalmente su movimiento en 2010.

El énfasis del movimiento juvenil en un liderazgo delegado, sin estructuras organizativas claras, es tanto una fortaleza como una debilidad. Por un lado, ha permitido que las protestas continúen a pesar de las detenciones periódicas de activistas clave. Por otro lado, significa que la estrategia está determinada en la práctica por un grupo de activistas no electos sin muchas oportunidades para el debate cara a cara en el seno del movimiento más amplio.

Orígenes de la crisis política tailandesa

Las raíces de la crisis actual se encuentran en los acontecimientos que llevaron al golpe de 2006 contra el gobierno electo del empresario convertido en político Taksin Shinawat. Aunque muchos comentaristas intentan explicar el conflicto en el seno de la clase dominante entre Taksin y los realistas en términos de “el viejo orden feudal” luchando contra “la clase capitalista moderna”, ese no es realmente el conflicto.

Tanto Taksin como sus oponentes conservadores son realistas. Los conservadores no son pro-feudales en un sentido real, sino que son neoliberales autoritarios. Al apoyar la monarquía, también apoyan a una de las corporaciones capitalistas más grandes de Tailandia.

La orden de arresto de Taksin Shinawat, emitida por la Policía Real de Tailandia el 13 de agosto de 2008, luego de su huida a Londres y no comparecer ante el tribunal. (Wikimedia Commons)
La actual junta militar es la facción más fuerte entre estos conservadores. Han utilizado la fuerza para tomar el poder en interés del capital, enriqueciéndose personalmente en el proceso. El ejército tailandés también posee un gran banco y varios medios de comunicación y tiene su propia red de empresas.

Taksin es un rico capitalista que comenzó en el negocio de las tecnologías de la información y se convirtió en propietario de una de las principales redes de comunicaciones y telefonía móvil de Tailandia. Sin embargo, Taksin estaba dispuesto a utilizar una especie de keynesianismo de base mezclado con políticas de libre mercado a nivel nacional para modernizar el país mientras ocupó el gobierno. Llamó a esto el enfoque de “doble vía”. En los primeros años de su gobierno, llegó al poder en 2001, recibió un amplio apoyo de todos los sectores de la élite tailandesa tras su éxito en sacar a la economía del país de la crisis financiera asiática.

Los conservadores se volvieron gradualmente contra Taksin por temor a perder sus privilegios como resultado de su amplio programa de modernización, que incluía proyectos de infraestructura a gran escala y políticas gubernamentales que beneficiaban a los pobres. La máquinaria política de Taksin, Thai Rak Thai, se ganó los corazones y las mentes del electorado a través de esas políticas. Su gobierno introdujo el primer plan de atención médica universal de Tailandia, estableció fondos para la creación de empleo en las zonas rurales y organizó el alivio de la deuda de los agricultores.

El fuerte apoyo popular a Taksin asustó a sus oponentes conservadores. Sus propias ideas políticas no pudieron desafiar su base en las urnas, razón por la cual los conservadores finalmente recurrieron a un golpe militar en 2006.

Después de Taksin

Taksin no era un socialista en ningún caso. Tampoco era un demócrata de principios ni un defensor de los derechos humanos. Su visión era la de una sociedad tailandesa modernizada donde el estado y las grandes empresas pudieran incorporar a la mayoría de la población en el desarrollo económico, buscando inspiración en países como Singapur. Desde 2008, ha vivido en un exilio forzoso permanente y no tiene intención de apoyar un levantamiento masivo.

El vacío de liderazgo que resultó de la inactividad de Taksin y la negativa del nuevo Partido Move Forward de la oposición a construir un movimiento de masas ayuda a explicar por qué la actual movilización ha ido más allá de la política dominante. El movimiento contra la junta de Prayut es ahora totalmente independiente del aparato político de Taksin y aspira a la igualdad, la libertad y la justicia social.

Desde el golpe de 2006, el ejército tailandés ha estado al mando, con un breve interludio cuando la hermana de Taksin, Yingluck, formó un gobierno entre 2011 y 2014. Tras la violenta represión del movimiento democrático Camisa Roja en 2010, las elecciones libres en 2011 llevaron al gobierno una administración respaldada por los Camisa Roja con Yingluck como la primera jefa de gobierno de Tailandia mujer. El ejército y el poder judicial controlado por los conservadores socavaron repetidamente su gobierno, que finalmente fue derrocado por el golpe de Prayut en 2014, con elementos de clase media “Salim” apoyando la destitución de Yingluck.

Después de que Prayut tomase el poder, las elecciones finalmente se llevaron a cabo en 2019, pero con reglas antidemocráticas y una constitución reaccionaria redactada por los militares. El partido pro-junta Palang Pracharat, dirigido por el propio Prayut, ganó menos de una cuarta parte del voto popular, pero el senado designado por los militares permitió la vuelta de la junta militar al gobierno, con Prayut como primer ministro. Los dóciles tribunales militares también disolvieron dos partidos de oposición. Incluso la llamada Comisión Nacional de Derechos Humanos está repleta de soldados y policías.

Una monarquía decadente

Los tailandeses están hartos del comportamiento del nuevo rey, Wachiralongkorn, que sucedió a su padre Pumipon después de su muerte en 2016. La indignación subyacente hacia este monarca matón y bastante tonto ha salido a la luz. La gente no puede soportar las leyes que protegen al rey de las críticas y su falta de responsabilidad.

Wachiralongkorn pasa gran parte de su tiempo con su harén en Alemania, después de haber cambiado la constitución para permitirle vivir en el extranjero, y su trato a las mujeres es una causa importante de su impopularidad: cuando las consortes caen en desgracia, a menudo pueden terminar en la cárcel. Wachiralongkorn presionó para que se adoptase una enmienda constitucional para poner toda la riqueza asociada con la monarquía bajo su control personal centralizado.

La familia real tailandesa, 1966. Wachiralongkorn está en el extremo derecho. (Wikimedia Commons)
Las exigencias de reformar la monarquía tailandesa reflejan un sentimiento generalizado de que su influencia y privilegios deben reducirse. A medida que pasa el tiempo, más personas encuentran atractiva la idea de una república. Es la primera vez en décadas que los tailandeses han tenido la confianza para criticar al rey en público, desafiando las draconianas leyes.

Los poderosos militares han utilizado tradicionalmente a la débil monarquía como una herramienta para justificar un gobierno autoritario. Muchos activistas en Tailandia creen erróneamente que hay un monarca absoluto gobernando el país. Pero la monarquía ha tenido muy poco poder por derecho propio desde 1932: su función es servir voluntariamente como instrumento de los militares y los conservadores.

Aunque la muy bienvenida crítica pública a la monarquía puede ayudar a debilitar a la junta y acelerar el día, ya tarde, en que Tailandia se convierta en una república, la dictadura militar sigue siendo el principal enemigo de la democracia y el poder popular.

Una mera fachada del gobierno

La monarquía absoluta que fue derrocada en 1932 era una monarquía capitalista, surgida de la revolución en Tailandia que puso fin al feudalismo en la década de 1870. El régimen absolutista había demostrado ser inestable, lo que condujo a la revolución de 1932 y al establecimiento de una monarquía constitucional bajo el control de la clase capitalista de Tailandia.

Durante décadas, las élites del país han gobernado Tailandia a través de una red realista conservadora que crea una imagen del rey como un dios todopoderoso (el término “monarquía en red” proviene de Duncan McCargo, aunque creo que su análisis exagera el poder del monarca). Sin embargo, el rey anterior, Pumipon, siempre fue débil: no tenía “carácter” y su poder era una ficción.

La élite tailandesa reproducía los discursos laberínticos y opacos de Pumipon como si fueran textos sagrados, pero sus palabras tenían poca sustancia hasta que los miembros conservadores de la clase dominante las interpretaron de acuerdo con sus propios intereses. A su hijo a menudo le resulta difícil encadenar una oración coherente, lo que crea dificultades a los diplomáticos extranjeros que intentan mantener una conversación cortés con el rey.

Los sectores realmente importantes entre las élites tailandesas son el ejército, los funcionarios estatales de alto rango y los líderes empresariales. Se postran en el suelo y rinden homenaje al rey en televisión, mientras ejercen un poder real detrás de esta fachada y se enriquecen. Es una construcción ideológica, representada para engañar al público. En todo el mundo moderno, las monarquías desempeñan un papel ideológico en el refuerzo del status quo. Tailandia no es una excepción a esta regla.

Tailandia fue un aliado cercano de Estados Unidos durante la Guerra Fría, pero el estado tailandés se ha ido alejando gradualmente de esta alianza desde la retirada de Estados Unidos de Vietnam.

Actualmente, el gobierno tailandés intenta equilibrar su relación entre las dos principales potencias imperialistas de la región: China y Estados Unidos. El ejército tailandés suele comprar su armamento a proveedores chinos.

Por su parte, Washington se ha mostrado reacio a criticar seriamente al gobierno tailandés, ya sea bajo Obama o Trump. Los ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos y Tailandia han continuado durante todo el período del gobierno militar. Las teorías de la conspiración que sugieren que Estados Unidos debe estar detrás del movimiento de protesta son infundadas y conllevan la insultante implicación de que la gente común no puede organizarse sin que los extranjeros muevan los hilos.

El eslabón perdido

Hay dos escenarios para el futuro cercano. O el movimiento de protesta avanza para organizar acciones más poderosas y militantes, como huelgas, o se perderá el impulso. Dado el nivel de apoyo público a las protestas, es importante que los activistas intenten organizar paros en los lugares de trabajo, lo que sumaria poder al movimiento.

Muchos activistas sindicales tailandeses quieren luchar de manera politizada. Estos militantes, principalmente en lugares de trabajo del sector privado, se oponen a los militares y los Camisas Amarillas. En los últimos meses se han sumado y apoyado las manifestaciones a favor de la democracia lideradas por jóvenes, tanto a nivel individual como en grupos sindicales.

En la costa este, donde hay plantas de ensamblaje de automóviles, de componentes de vehículos y de maquinaria eléctrica, una organización sindical de base que se llama a sí misma Grupo de Relaciones Laborales del Este ha organizado manifestaciones contra la junta. Los trabajadores textiles en Sarabury, al norte de Bangkok, también han organizado una manifestación. Sin embargo, la influencia de estos sindicalistas sigue siendo limitada y no tenemos información sobre posibles discusiones sobre una huelga.

Además de los trabajadores de las fábricas de las industrias automotriz y textil, la clase trabajadora tailandesa incluye trabajadores de cuello blanco en las oficinas, bancos y universidades del país; trabajadores del transporte; y personas que trabajan en los hospitales tailandeses. Para organizar una huelga contra la junta, los jóvenes activistas deben vincularse a los militantes obreros y visitar los lugares de trabajo para discutir cómo deshacerse de la dictadura.

Las lecciones de la década de 1970 y de la derrota de las protestas de los Camisas Rojas de hace una década son claras en este punto: es vital expandir el movimiento a las filas de la clase trabajadora organizada. La debilidad de los grupos de izquierda en Tailandia, que han carecido de una presencia significativa en la vida política del país desde el declive del movimiento comunista tailandés en la década de 1980, hará que esta tarea sea más difícil de lograr. Pero debemos confiar en que la nueva generación de militantes comience a dar los pasos necesarios en este camino.

 

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