El legado de una lucha en las entrañas del imperialismo

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  • Vietnam, la lucha por los Derechos Civiles y las movilizaciones de la década del 60′ que pusieron contra las cuerdas al imperialismo yanqui. La vigencia de una generación.

Por Ana Vázquez

Una nación que sigue gastando año tras año más dinero en defensa militar que en programas de movilidad social se acerca a la muerte espiritual”

4/4/67, Riverside Church, párrafo discurso pronunciado por Martin Luther King titulado: Más allá de Vietnam: el momento de romper el silencio

Una mecha no sólo puede encender una hoguera. También, y no menos importante (o más), es que enciende nuestros pensamientos. Nada va a ser igual en nuestras cabezas. Porque te pone contra la pared para que pienses, reflexiones, profundices tus conocimientos (o falta de ellos) sobre cuestiones que nunca antes lo habíamos hecho. Porque no eran parte de la vida cotidiana. Y en ese momento histórico sí lo son.

Y esas reflexiones nuevas, cuando se hacen masivas, pueden mover montañas. Montañas de opresión, falsas creencias, obstáculos de mil y un colores con los que el capitalismo y sus instituciones nos taladran la cabeza desde que nacemos.

Los grandes tembladerales económicos y sociales, como esta pandemia del siglo XXI y sus consecuencias inmediatas, están haciendo lo suyo. En el siglo XX, uno de los sucesos que cumplió ese rol a rajatabla fue la intervención imperialista en Vietnam y su guerra de dominio colonial.

 

Crear dos, tres, muchos Vietnam” (1)

La resistencia a la intervención imperialista se entrelazó, como carne y uña, con el movimiento por los derechos civiles de la población afroamericana y con la lucha por los derechos de las mujeres. Se encendió en 1964, en los escarceos de lo que luego se convertiría en la gran guerra de intervención imperialista, que desafió al mundo. Y que concluyó con un repudio internacional y masivo de los explotados y oprimidos.

“…David Miller, un obrero católico, decidió quemar su cartilla militar en lugar de pronunciar un discurso. El acto recibió una publicidad tremenda, ya que era la primera cartilla que se quemaba tras la promulgación ese verano de una ley del Congreso que equiparaba la destrucción de una cartilla militar al grave delito de no ir a filas”. (Wikipedia)

Una acción “individual” cuando refleja un sentimiento de masas, se puede transformar en un punto de inflexión para sumar a otros, para lograr apoyos que comparten muchos más de rechazo e indignación comunes. Así fue: le siguieron a este trabajador 12 jóvenes en Nueva York que quemaron sus cartillas, luego en diciembre de ese año una movilización de 1.500 en esta ciudad y de centenares en otras importantes, ya le dio otro “color” al repudio a la intervención yanky. La cantante Joan Báez dijo su presente en la marcha en la ciudad de San Francisco.

1965 será el año del estallido total de las protestas, marchas, inmolaciones de activistas, quema de carteles con figuras emblemáticas de la guerra. También fuera del territorio estadounidense. Europa y América latina se sumaron, con masividad en algunos casos, con duros contingentes de vanguardia en otros, pero con un reclamo inequívoco: ¡Fuera yankys de Vietnam!

Después de las palabras de Guevara, se incorporó el ícono universal: ¡Por uno, dos, tres Vietnam!

El dirigente del movimiento por los derechos de la población negra, con cuyas palabras encabezamos esta nota, protagonizó una marcha en Chicago de 5.000 manifestantes, el 25 de marzo de 1967.

Y ahí,… ya se sumaron de a decenas y cientos de miles, nada pudo parar al movimiento contra la guerra en Vietnam que trascendió hasta la derrota imperialista.

 

Cuando la movilización en las calles manda, hasta los avances militares fracasan

El presidente Lyndon Johnson (1963-1969) había sumado miles de nuevos combatientes a las trincheras, así como material de guerra mortífero como el tristemente conocido napalm, que aniquilaba las poblaciones vietnamitas y dejaba daños irreversibles. La ofensiva del Tet, llevada adelante por el Vietcong con el apoyo del gobierno de Vietnam del Norte el 31 de enero de 1968, de 9 meses de cruentos combates, provocó un salto en el repudio dentro del interior de EEUU, que provocó una fuerte crisis. Los números no le daban al comandante supremo de las tropas invasoras, el general William Westmoreland. Las muertes del ejército vietnamita superaban a las bajas del estadounidense. Pero no había caso. Los millones en las calles, de los que también eran parte los que repudiaron el asesinato de Martin Luther King en abril de ese año, definían más en contra del general que sus grandes dotes de guerrero imperialista.

La suerte estaba echada y esta vez corrió a favor de la juventud, la minoría afrodescendiente oprimida, las mujeres, los trabajadores. Una derrota del inexpugnable imperialismo floreciente no se había visto hasta el momento. Las profundas crisis en las alturas entre el espectro político de los partidos Demócrata y Republicano eran consecuencia de esta derrota que les cayó en la cabeza. Un triunfo de la movilización de la población yanky e internacional. Envalentonó, dio confianza y permitió provocar una dura derrota al imperialismo dominante, no sólo en una de sus colonias, sino en su propio territorio.

Esta derrota imperialista fue un paso inmenso. Las masas explotadas y oprimidas del mundo le escupimos en la cara. Pero no basta con escupirle. Aunque no es poca cosa.

En estos tiempos de feroz pandemia capitalista, las movilizaciones antirracistas en EEUU, de jóvenes afrodescendientes, mestizos o blancos; las similares en Gran Bretaña y otros países de Europa; las marchas de los Sin Papeles en Francia, de jóvenes inmigrantes y no inmigrantes; la resistencia juvenil chilena que continúa, las marchas antiBolsonaro en Brasil, la salida a la calle por sus derechos de los trabajadores precarizados, el movimiento de mujeres, son contundentes acontecimientos de la lucha que están presentes en este siglo XXI. Compartiendo el contenido antimperialista de la consigna del comandante Guevara, están provocando algunos dolores de cabeza a los gobiernos más reaccionarios de la región y del mundo.

Para que avancen hacia un fortalecimiento de la unidad de los de abajo, en los países centrales y en los dependientes, debemos organizarnos en forma independiente para destruir al capitalismo. Porque no sólo le tenemos que escupirle en la cara, sino que tenemos que ponerlo patas para arriba.

No hay otra posibilidad para derrotar a las consecuencias de esta pandemia del siglo XXI, que ya las estamos pagando nosotros y los amos del mundo (con fachadas ultrarreaccionarias algunos y progres otros) quieren que siga siendo así hasta las últimas consecuencias.


  1. Consigna lanzada por Ernesto “Che” Guevara en la Conferencia Tricontinental de 1966.

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