El incidente del «globo chino», un pequeño episodio en una rivalidad de escala histórica

El incidente reafirma que, más allá de distensiones circunstanciales en las relaciones entre China y Estados Unidos, en escala histórica la cuestión sólo tenderá a tensionarse más.

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Luego de varias horas de incertidumbre, finalmente el gobierno de Biden derribó el «globo espía chino» sobre aguas estadounidenses. Cuando parecía que las relaciones entre China y Estados Unidos iban a -muy circunstancialmente- relajarse, la cuestión vuelve a tensionarse.

El llamativo incidente se llevó los titulares de las noticias internacionales la última semana, incluso opacando la escalada de la guerra en Ucrania por varios días.

El episodio puede parecer menor, y hasta tiene algún rasgo cómico por la rusticidad y tosquedad de cómo se dieron los hechos entre dos grandes potencias. Lo cierto es que el incidente reafirma que, más allá de distensiones circunstanciales en las relaciones entre China y Estados Unidos, en escala histórica la cuestión sólo tenderá a tensionarse más. Por lo que este tipo de episodios van a ser cada vez más comunes.

Como es usual de uno y otro lado, ambos bandos se acusan mutuamente de «dañar las relaciones» y negar cualquier intento de escalada. China afirma que se trataba de un aparato civil con fines de investigación meteorológica, y que se desvío hacia el espacio aéreo estadounidense por accidente.

Obviamente, los norteamericanos no le dan crédito a la versión, y ya preparan una sesión especial del Senado para la semana que viene donde el Pentágono brindará detalles de las características y función del globo, así como de la información que pudo haber recolectado. Las suspicacias no pararon de crecer cuando se supo que el globo atravesó el estado de Montana, donde EE.UU. posee silos que albergan gran parte de sus misiles intercontinentales.

De las especulaciones a las certezas

Las versiones cruzadas de uno y otro lado han disparado todo tipo de especulaciones de las que sólo se puede tomar nota sin mucha esperanza de que alguna vez sepamos qué fue lo que realmente ocurrió.

Lo que sí sabemos es que la versión que dan en público ambos bandos seguramente no sea la verdadera. Ni es creíble que China haya tenido el «descuido» de que un aparato meteorológico atraviese casi todo el espacio aéreo estadounidense, ni tampoco es plausible la exageración estadounidense (sobre todo entre los Republicanos) de un enorme operativo de espionaje frente al cual el gobierno demócrata observa impávido, como si China no tuviera métodos de inteligencia mucho más sofisticados.

De hecho, sectores del aparato de Estado yanqui han venido advirtiendo sobre el avance de operaciones de inteligencia china en el país. En 2020, el FBI informó que tenía más de 2000 investigaciones abiertas contra el gobierno chino por robo de información y espionaje. En aquel entonces, el director del organismo calificó a China como «la mayor amenaza a largo plazo para la información y la propiedad intelectual de nuestra nación y para nuestra vitalidad económica». Sí es verdad que ya se habían detectado incursiones de estos globos de vigilancia chinos en espacio aéreo de EE.UU, aunque por mucho menos tiempo y de menor envergadura.

Lo cierto es que la utilización de tan tosco aparato -del tamaño de tres autobuses- por momentos parece hecha precisamente para ser descubierta, como una especie de mensaje casi en tono de mofa, una provocación de poca monta. Como si China le hubiera querido mostrar a EE.UU. que su país es fácilmente vulnerable.

Todo esto, como dijimos, está en el terreno de las especulaciones. Sin embargo el episodio no deja de ser una buena oportunidad para reafirmar algunas certezas. La principal: que la relación entre Washington y Pekín puede tener distensiones circunstanciales -como la que de hecho había hasta antes del incidente del globo- pero en términos estratégicos se trata de una rivalidad que tiene alcances históricos. Por lo tanto, más allá de las idas y venidas, la tendencia es a que las tensiones vayan en aumento.

Esto, incluso, por momentos contra la voluntad del gobierno de Biden, que al menos formalmente le gustaría tener una política menos agresiva que su antecesor Trump. Pero la rivalidad objetiva y la presión del poder económico y político lo empuja a tomar medidas de escalada, como las sanciones a las exportaciones de tecnología de semiconductores o incluso la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, el año pasado.

China no va a quedarse de brazos cruzados frente a estas medidas, ni va a conformarse con el discurso más «conciliador» de Biden, que no se verifica en los hechos. El incidente del globo debe leerse en este contexto, justo cuando estaba pautada una visita oficial del secretario de Estado Blinken a Pekín y mientras el líder de la bancada republicana en la Cámara de Representantes y aspirante a candidato presidencial, Kevin McCarthy, amenaza hace semanas con imitar a Pelosi y viajar a Taiwán, como para no ser menos.

China no está para nada interesada en convertirse en el escenario del show electoral entre demócratas y republicanos, menos en un tema que le es extremadamente caro como Taiwán. El «globo espía», aun siendo que realmente haya realizado ciertas tareas de inteligencia, reenvía el show devuelta a EE.UU. Y de paso, si se permite la expresión coloquial, moja las orejas del establishment.

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