EEUU: protestas, crisis económica y crisis política

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  • Una situación cruzada por la movilización, la represión, la crisis sanitaria y económica.

Ayelén Obladi

Si hace un año atrás nos hubieran dicho que todas estas dimensiones de crisis recién mencionadas pertenecen a variables de algún país, pocos o casi nadie hubiese apostado que se trataría de Estados Unidos. Sin embargo, la crisis económica y sanitaria a nivel mundial como impacto de la pandemia del COVID-19, rápidamente se convirtió en una crisis también social.

El movimiento Black Lives Matter, que copó la escena tras el asesinato de Georg Floyd, no sólo puso sobre la mesa y agudiza un conjunto de contradicciones profundas con consecuencias desconocidas para el futuro de EE.UU, sino que su persistencia radicalizada puede tener consecuencias importantes en el corto período.

Nueva ola de protestas: el movimiento Black Lives Matter más vivo que nunca

La lucha anti-racista y contra la policía no es ni puede ser en Estados Unidos un simple estallido que pase sin pena ni gloria y que sea fácil de sofocar. Expresa un problema estructural recrudecido en esta coyuntura de tal modo, que al día de hoy las protestas no fueron en absoluto sofocadas. Las fotos que recorren el mundo de movilizaciones, de represiones, de comisarías prendidas fuego, etc. ya no se saben de qué fecha datan; y es que si bien la movilización lógicamente después de unas semanas ha mermado, hay Estados donde las protestas forman ya un paisaje cotidiano. Ese es el caso de Portland, ciudad de Oregón que viene siendo noticia desde hace ya varios días. Allí, al oeste de Estados Unidos, la movilización no sólo que jamás cesó, sino que en los últimos días se ha visto recrudecida.

Esto se da como producto de que Trump al no poder aplastar las movilizaciones, tomó una medida muy peligrosa: la de enviar fuerzas militares federales a los Estados para sofocar las protestas, una política que traspasa las típicas atribuciones del gobierno nacional, penetrando en los Estados sin ningún tipo de reparo y con consecuencias a nivel social-represivo, obvias: el Estado para-militar-policial se recrudece y su accionar en Portland es más que escandaloso. Se pudo ver la presencia de oficiales federales enmascarados y sin identificación, disparando gases lacrimógenos y balas de goma contra las multitudes, deteniendo por la fuerza a manifestantes en las calles y metiéndolos en vehículos sin identificación alguna. Sin embargo, ese accionar del gobierno y su policía, muy lejos de lograr calmar la rebelión en el seno de Oregón, no hizo más que avivar un fuego nunca apagado. Aparecieron en este sentido luchadores de todas las edades, género y color con métodos de todo tipo. Desde quienes empiezan a aprender de los métodos históricos de la clase obrera como las barricadas y la construcción escudos, hasta la utilización de rayos láser para distraer a la policía como en Hong Kong y Chile, e incluso una movilización de “las madres” que con margaritas en las manos marcharon como primera línea intentando detener la represión contra “sus hijos que salen a luchar contra el racismo y la violencia represiva”, pero quienes acabaron igualmente brutalmente reprimidas.

Ahora bien, no se trata sólo de la persistente Portland, sino también de otros tantos estados. Esta semana nuevamente Seattle en Washington fue noticia. Como respuesta a la fuerte represión en Portland el fin de semana pasado, Seattle tomó las calles masivamente, con importantes movilizaciones contra el racismo y la policía. Se produjeron también fuertes choques entre los manifestantes y la policía que usó gases lacrimógenos y gas pimienta, en un “enfrentamiento” que se desarrolló en los alrededores de una prisión para jóvenes, donde se prendió fuego varios remolques estacionados en las calles. Según registra la policía de Seattle a través de su cuenta de Twitter, 45 manifestantes fueron detenidos y 21 agentes de policía fueron heridos “golpeados con ladrillos, piedras y otros materiales”, lo cual nos da una muestra de la radicalidad de las protestas.

Por otro lado, las imágenes y videos transmitidos de lo ocurrido en otra ciudad, Kentucky (Louisville), también recorrieron el mundo y dan muestra de la radicalidad del movimiento y las protestas. Allí se pudo ver como desde los años 60 no se veía, a decenas y decenas de manifestantes negros, vestidos con uniformes seudo militares de color negro, marchar por las calles armados para combatir el racismo y a la policía, exigiendo justicia por Breona Tylor, una técnica de emergencias médicas de 26 años que murió bajo una lluvia de disparos cuando los investigadores de drogas entraron a su casa de Louisville hace ya cuatro meses. La movilización fue protagonizada por la milicia afroamericana armada denominada NFAC, que forma parte del movimiento Black Lives Matter. Allí el combate ocurrió en el parque Jefferson Square de Kentucky, donde la milicia terminó enfrentándose a un puñado de manifestantes fascistoides armados que salieron como contra-manifestación, y el saldo fue un muerto y un herido.

Fisuras en la arena política, crisis económica y sanitaria

Todo lo que parecía hace un tiempo fácil de pasar, se vuelve hoy tremendamente dificultoso y la continuidad de Trump en el gobierno corre serio peligro. Así lo expresan las diversas encuestas que circulan y que le dan a Joe Biden (el candidato Demócrata) una ventaja de entre 10 y 15 puntos en cantidad de votos respecto a Trump.

Como consecuencia de la realidad cada vez más inapelable de lo que reflejan las encuestas, el jueves vía Twitter el líder republicano salió a amenazar con la posibilidad de postergar las elecciones, suspendiendo la fecha del 3 de noviembre. ¿Su argumento? ¡que la votación corre el riesgo de ser fraudulenta! Expresó: “Con la votación universal por correo (no la votación en ausencia, que es buena), 2020 será la elección más imprecisa Y fraudulenta de la historia. Será un gran bochorno para Estados Unidos».

Sin embargo, esta acción parece poco probable, ya que implicaría necesariamente pasar la iniciativa por el parlamento, donde tienen mayoría los demócratas. Pero así y todo hay que reparar en dos cosas: por un lado, que su tentativa ya nos marca la crisis que está sufriendo su gobierno y la probabilidad real de su derrota en las elecciones; por otro lado, que aunque la postergación de la elecciones sea poco probable por cuestiones de la democracia parlamentaria norteamericana, cuando hablamos de Trump, todo puede ser posible… de hecho, cada vez más parece mostrar su gobierno la prepotencia llevada a los hechos y la presencia de elementos de tipo bonapartistas que cuestionan el “normal funcionamiento” de la “democracia” yankee. pueden empezar a entrar cada vez más en escena. Un ejemplo de ello, lo podemos ver con el envío de militares federales a los Estados, muchos de ellos gobernados por demócratas quienes no fueron en muchos casos ni consultados, en un país de fuerte tradición federalista con alta autonomía de los Estados.

Ahora bien… ¿qué expresan las encuestas de las elecciones? Principalmente el trastocamiento que genera la rebelión popular, pero ésta no es la única variable ni es una variable que tenga que ver exclusivamente con el problema histórico del racismo y el odio policial. Varias cosas aquí, entran en juego y es necesario mencionar: el PBI de EE.UU sufre hoy la mayor caída de su historia; esta semana se informó de que el segundo trimestre se saldó con una caída del 9,5%. Según los datos recientes del Departamento de Comercio, cayó a un ritmo anual del 32,9 % en el segundo trimestre de 2020, en gran parte como producto de la fuerte caída del consumo interno, que supone dos tercios de la actividad económica de EE.UU y que se contrajo en un 34,6%.

Mientras el gobierno se preparaba para una recuperación luego de la contracción del 5% anual en los primeros tres meses, la ralentización parece ser la norma, y a eso se le suma los datos del desempleo persistente e incluso creciente, contando al día de hoy, 17 millones de desocupados; mientras la pobreza comienza a ser una variable alarmante para el país “paradójicamente” más rico del mundo.

Todo esto, pese a la política de Trump de “privilegiar” la economía por sobre la “salud”, que si en el terreno de la economía hace agua en el de la salud, no basta ya con nombrar los escalofriantes números de contagiados y muertos sino que incluso, al día de hoy, como las movilizaciones, los contagios parecen tampoco mermar, con un repunte considerable de contagios en estados del sur y oeste del país como California, Texas y Florida, que obligaron a dar marcha atrás en esos estados en algunas de las medidas de apertura para “repuntar la economía”.

Si a todo esto les sumamos la persistencia de la rebelión negra y de los oprimidos (que expresa a nivel político-social lo que sucede en la estructura del sistema), el cóctel es explosivo; porque por supuesto que todas estas variables: la crisis económica, sanitaria y la social, forman parte de un todo indivisible y aunque por ahora lo que se disputa en las calles parece ser llevado a la resolución en el campo institucional siendo capitalizado por el para nada progresista demócrata Biden, de seguir así la cosa (y todo parece que sí), la situación podría terminar de “incendiarse”. La peligrosidad real y concreta de la derrota de Trump como subproducto de la movilización y la crisis general, puede llevar la situación a más polarización y radicalización en el terreno de las calles y a manotazos de ahogado de parte del fascistoide presidente, en una profundización de la crisis en el corto plazo, justo en el centro del capitalismo mundial.

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