EEUU: La votación para sindicalizar Amazon en Alabama, un hecho histórico

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  • Amazon es el segundo empleador privado más grande de EEUU, con 800 mil empleados en todo el país. De lograr los trabajadores su sindicalización, representaría un hecho de proporciones históricas para la clase obrera norteamericana.

Ale Kur

El 29 de marzo, alrededor de 5.800 trabajadores de la empresa Amazon de Bessemer, Alabama terminaron de votar en las elecciones para definir si adherir o no al sindicato Retail, Wholesale and Department Store Union (RWDSU). Actualmente la empresa Amazon no cuenta con ningún sindicato en todo Estados Unidos, por lo cual se trata de un hecho muy novedoso. Esta elección tiene una gran importancia, y en el caso de que gane el “sí” se trataría de un hecho histórico de impacto en todo EEUU. Al momento de escribir este artículo todavía no se conocen los resultados, aunque seguramente estén disponibles los próximos días.

Este portal viene cubriendo la campaña por la sindicalización en los artículos “Trabajadores de Amazon luchan por formar su primer sindicato” y “Continúa la lucha por la sindicalización de las y los trabajadores de Amazon en Bessemer”. En esta nota queremos profundizar en algunas de las cuestiones de fondo sobre el significado de esta elección.

1) El modelo sindical en EEUU

Antes de continuar es necesario explicar cómo funciona el modelo sindical en EEUU para que se comprenda qué significa “votar si adherir o no a un sindicato”.

Los lectores de Argentina conocen un modelo sindical muy diferente al norteamericano: en nuestro país -como producto de una importante tradición de lucha y organización obrera- en las grandes empresas los trabajadores están por defecto encuadrados en convenios colectivos de trabajo por rama de actividad. Los sindicatos re-negocian anualmente (con el conjunto de las patronales del rubro en cuestión) las condiciones laborales y el salario, y los acuerdos alcanzados son obligatorios para toda la rama de actividad. Por otra parte, los trabajadores individualmente pueden elegir si afiliarse o no al sindicato para formar parte de su vida política, pero nunca dejan de estar cubiertos por el convenio.

En EEUU el modelo es completamente distinto. 1) No existen convenios colectivos por rama de actividad, sino que los convenios de trabajo que existen (contracts) se negocian empresa por empresa, y tienen habitualmente tres años de duración antes de poder volver a negociarse; 2) Pero lo anterior tampoco es necesariamente lo que ocurre: las empresas sólo tienen convenios colectivos si sus trabajadores se “unionizan”. Si no lo hacen, la empresa no tiene convenio de trabajo, y las condiciones laborales se rigen solamente por las pautas mínimas establecidas en las leyes federales y estatales 3) Para “unionizarse” los trabajadores de una empresa tienen que votar mayoritariamente adherir a un sindicato (union). Si en esa votación la moción de adherir al sindicato no consigue la mayoría de los votos, esa empresa sigue funcionando sin convenios colectivos, y los trabajadores continúan sin estar representados sindicalmente. Por eso la votación de “unionizarse” tiene un carácter absolutamente decisivo para las condiciones laborales y la vida política en las empresas.

2) La persecución sindical en EEUU

Desde la ofensiva neoliberal de fines de los ‘70, en EEUU se instaló un modelo esencialmente anti-sindical, que por un lado dio la señal de largada para una ofensiva antiobrera en todo el mundo, pero por otro lado también dejó a EEUU en cierta forma “demasiado a la derecha” en relación a otras regiones (Europa occidental o hasta países como Argentina), que son más “tolerantes” con los sindicatos.

La herramienta principal de este modelo fue el traslado de buena parte del “centro de gravedad” de las industrias y los servicios, desde su histórico bastión en el norte de EEUU (donde estaban bien arraigadas las organizaciones obreras y la población tenía una conciencia política más progresista) hacia los estados del Sur del país, región de tradición histórica esclavista, de una composición más rural y donde la población blanca posee una mentalidad mucho más conservadora (y con elementos racistas). Los estados del sur, habitualmente gobernados por políticos especialmente derechistas, poseen también legislaciones mucho más duras contra los sindicatos (y contra los derechos obreros y populares en general). Alabama es uno de los estados tradicionales del Sur del país, y por lo tanto, un emblema de estos centros de trabajo “libres de sindicatos” de las últimas décadas.

Este “giro hacia el sur” se combinó con oleadas de despidos en el norte y con un clima conservador en general, haciendo caer los niveles de sindicalización en todo EEUU hasta un piso muy bajo: en la actualidad en el sector privado solo están sindicalizados el 6,5% de los trabajadores.

3) El auge del “sector servicios”

Otra cuestión necesaria para comprender la importancia de la batalla por la sindicalización de Amazon es el auge mundial de un nuevo tipo de empresas dinámicas del “sector servicios”, habitualmente relacionadas con el comercio, la distribución, el software y las redes socialesSe trata de grandes centros de acumulación capitalista en el siglo XXI: Jeff Bezos, el fundador y principal directivo de Amazon, es desde 2017 la persona más rica del mundo, con una fortuna mayor a 100.000 millones de dólares. Combinado con otros magnates del mismo rubro como Bill Gates, Elon Musk, Mark Zuckerberg o el difunto Steve Jobs, están no solo entre los capitalistas con mayores riquezas, sino sobre todo entre las personalidades empresarias más conocidas mundialmente: son la nueva “cara visible” de la clase capitalista mundial.

El elemento “ideológico” juega también aquí un rol muy importante: estos empresarios son presentados como “modelos a seguir”: como “innovadores”, como “genios” que amasaron fortunas gracias a sus ideas, su talento y su esfuerzo. De esta forma, el sistema capitalista presenta a la riqueza de estos empresarios como si fueran fruto de virtudes individuales, como algo que sería accesible a cualquiera (dándole al sistema una apariencia “democrática” e “igualitaria”).

Pero pese a su apariencia “inmaterial”, estas grandes empresas poseen oficinas y almacenes que emplean y explotan a cientos de miles de trabajadores (ver al respecto la nota “Silicon Valley y la explotación capitalista”). Mientras que en EEUU desde la década del ‘70 la cantidad de trabajadores empleados en la industria cayó tanto en términos relativos como absolutos, la cantidad de empleados del “sector servicios” aumentó fuertemente dando lugar prácticamente al surgimiento de una nueva clase trabajadora.

Amazon es en este sentido una empresa paradigmática: según un artículo publicado en The Guardian, se trata del segundo empleador privado más grande de EEUU, con 800 mil empleados en todo el país (el empleador n°1, por otra parte, es la cadena de supermercados Walmart). El depósito de Bessemer, Alabama (donde ocurre el intento de sindicalizarse) cuenta con casi 6 mil trabajadores, una cantidad mayor de empleados que la que poseen la enorme mayoría de las fábricas del país («The Alabama Amazon Union Drive Could Be the Most Important Labor Fight in the South in Decades» AN INTERVIEW WITH MICHAEL GOLDFIELD INTERVIEW BY Alex N. Press, Jacobin, 19/2/21). Su funcionamiento interno también hace acordar mucho a las plantas fabriles, con estrictas cuotas de productividad, tareas repetitivas y alienantes, condiciones extenuantes y riesgo de accidentes laborales. En cierta forma, estos nuevos centros laborales del “sector servicios” se asemejan a fábricas de nuevo tipo.

Durante la pandemia, las empresas como Amazon no solo no se vieron perjudicadas sino que aumentaron sus actividades: precisamente por el aislamiento de buena parte de la población, los servicios de distribución se vieron utilizados más que nunca, llevando a un incremento en la cantidad de trabajadores empleados por la empresa. Esta cuestión – sumada al carácter esencial de estos trabajadores en la pandemia – fortalece su posición objetiva para la pelea por el sindicato, y al mismo tiempo aguijonea la necesidad de ponerlo en pie, ya que se vuelve central la lucha por condiciones más seguras para protegerse de la exposición al virus (Jacobin).

Por último, en cuanto a las condiciones laborales, las patronales de las empresas del “sector servicios” no son bajo ningún punto de vista más “benignas” que las viejas patronales fabriles. Por el contrario, son profundamente explotadoras y fervientemente anti-sindicales. Amazon, por ejemplo, no se encuentra sindicalizada en ningún punto de Estados Unidos. De esta forma, el capitalismo norteamericano desarrolla sus nuevas ramas dinámicas pasando por encima de cualquier intento de organización obrera.

Tanto Amazon como las otras empresas (de los nuevos y viejos rubros) realizan fuertes campañas (además de aprietes y despidos directos) para que sus trabajadores no adhieran a los sindicatos: el argumento es que éstos bajan la rentabilidad y eventualmente “obligan” a las empresas a cerrar e irse a otras regiones o países donde no existan esas “restricciones”. Una gran extorsión que el capitalismo globalizado viene usando hace décadas para reventar la organización obrera, agitando el pánico al desempleo o a los empleos aún peor pagos y más precarizados.

Esto en EEUU es particularmente efectivo, además, porque el salario mínimo legal establecido a nivel federal es muy bajo: $7,25 dólares la hora, un número que considerando el costo de vida obliga a gran cantidad de trabajadores a tener varios trabajos a la vez (es decir, jornadas laborales interminables) para poder llegar al piso mínimo de subsistencia. Por ello el movimiento obrero y los sectores progresistas vienen (hace por lo menos una década) exigiendo la duplicación del salario mínimo federal 15 dólares por hora de trabajo.

En el caso particular de Amazon, el salario se encuentra justo en ese nivel de 15 dólares por hora, lo cual también es utilizado por la empresa como extorsión antisindical: ante esta situación de super-explotación generalizada, muchos trabajadores temen que en caso de cierre de la empresa, en el mejor de los casos sólo conseguirían nuevos empleos por la mitad del salario.

4) El movimiento negro y la organización obrera

Otro aspecto de interés es la composición de las filas de los trabajadores de Amazon de Bessemer: según The Guardian, el 85% son afroamericanos. Esto no se trata de una excepción: los trabajadores negros componen una importante porción de la clase trabajadora de las principales empresas de EEUU, tanto en los servicios como en la industria.

Durante la pandemia, precisamente por jugar un rol esencial en la producción y distribución, dichos trabajadores continuaron realizando sus tareas, exponiéndose intensamente al virus (ante la ausencia de cualquier medida de cuidado por parte de las patronales), lo que explica una incidencia particularmente alta de muertes por COVID entre los sectores negros.

De esta forma, las demandas sindicales de los trabajadores de Amazon se ven potenciadas por la problemática de la desigualdad y la opresión a las personas negras. Un cóctel de malestar socio-económico y violencia policial que a mediados de 2020 llevó al estallido de masivas protestas anti-racistas en todo EEUU, detonadas por el asesinato de George Floyd. La rebelión negra es por lo tanto uno de los componentes del impulso de la lucha por la sindicalización en Amazon, y puede impactar también de la misma forma en cualquier empresa donde haya trabajadores negros.

La clase trabajadora negra de EEUU tiene una importantísima tradición de lucha y organización, tanto en el movimiento de los derechos civiles como en el movimiento obrero. Su activación sindical y política es un importante punto de apoyo tanto para la organización del conjunto de la clase trabajadora, como para la potenciación del movimiento antirracista y antifascista en general.

5) La importancia de poner en pie un sindicato en Amazon

Con lo desarrollado hasta aquí se puede entender qué está en juego con el intento de poner en pie un sindicato en Amazon. Se trata de nada ni nada menos que dar el ejemplo al conjunto de los trabajadores del sector servicios de EEUU para poner en pie sus propias organizaciones obreras: es decir, de una batalla para organizar al nuevo sector dinámico de la clase trabajadora norteamericana, golpeando precisamente sobre uno de los principales centros de acumulación y pilares ideológico del capitalismo yanqui (construido precisamente sobre la no-existencia de esas organizaciones). Como sostiene un dirigente sindical en el artículo de The Guardian: “Amazon está transformando industria tras industria. Va a determinar el futuro del trabajo. No podemos permitirnos que Amazon cree un entorno de trabajo que es deshumanizador y que impide que los trabajadores hagan valer su derecho a tener un lugar de trabajo seguro «. Un hecho así tendría un impacto no solo nacional sino mundial.

Por otra parte, un triunfo del “sí” jugaría además un importante rol de ejemplo para sindicalizar a los trabajadores industriales del sur de EEUU, donde recientemente fracasaron intentos similares en las fábricas Volkswagen en Chattanooga y Nissan en Mississippi. Sería un duro golpe a toda la estrategia anti-sindical de la clase capitalista norteamericana y ayudaría a recomponer al conjunto de la clase trabajadora en la primera potencia mundial.

Sin embargo, esto no quiere decir que sea una batalla fácil. La campaña antisindical de la empresa, sumada a la difícil situación objetiva y subjetiva de la clase trabajadora norteamericana, hace que una gran parte de los trabajadores (especialmente en el sur del país) prefieran no arriesgarse a emprender el camino de la organización sindical. Por ello el resultado de la votación es todavía incierto. En cualquier caso, que se haya llegado hasta este punto es un síntoma de que algo comienza a moverse entre los trabajadores de EEUU, y difícilmente las cosas vuelvan a ser como antes.

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