Diez días de protestas en Ecuador: ecos de rebelión

Movimientos indígenas se movilizan masivamente en Quito y otras regiones del país. Reclaman contra el aumento desmedido de los combustibles, que en algunos casos alcanza el 90% en menos de un año.

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Más de 10.000 manifestantes indígenas llegaron esta tarde al centro de Quito como parte de la serie de protestas que encabeza la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie).

El país cursa ya el noveno día consecutivo de protestas. Dirigiéndose desde el interior hacia la capital, las movilizaciones reclaman en primer lugar una reducción del precio de los combustibles.

El gobierno de Guillermo Lasso responde a las protestas con represión. Ya se han confirmado dos manifestantes muertos tras enfrentamientos con la policía. Seis de las veinticuatro provincias ecuatorianas se encuentran bajo estado de excepción, incluida la capital.

Los choques y las protestas vuelven a las calles de las principales calles de Ecuador como una suerte de «coletazo» del estallido social que vivió el país en octubre de 2019. En ese momento todavía bajo el gobierno de Lenín Moreno.

Al igual que ahora, en aquel entonces el disparador de las protestas también estuvo relacionado al precio de los combustibles.

En un país cuya principal exportación es el petróleo, en sólo un año el precio del diésel se disparó un 90% (a U$S 1,9) y el de la gasolina común un 46% (U$S 2,5). La Conaie reclama bajarlos a 1,5 y 2,1 dólares respectivamente.

Además, reclaman controles en los precios de los alimentos y los productos agrícolas frente a la amenaza de la inflación. Así como mayor presupuesto para salud y educación.

Frente al llamado a una «mesa de diálogo» propuesta por el gobierno, los dirigentes de la Conaie han puesto como condición que se levante el estado de excepción en todas las regiones donde rige, lo que está derivando en una militarización del país y en violentos episodios de represión a la protesta.

Por ahora, el gobierno de Lasso pretende mantenerse firme y asegura que no levantará la medida. Mientras tanto, las Fuerzas Armadas tensionan la soga con amenazas golpistas. En un comunicado, ayer declararon que las manifestaciones conformaban un «serio riesgo para la democracia», con el objetivo de legitimar un mayor y más brutal despliegue represivo.

¿De regreso a octubre?

Esta nueva oleada de protestas comparte algunos rasgos similares con las que estallaron en octubre de 2019, aunque las dimensiones son todavía menores.

El precio de los combustibles y la golpeada situación económica de la población indígena vuelve a ser el principal disparador de las manifestaciones.

Sin embargo, existen varias diferencias. En primer lugar, las movilizaciones parecen por ahora bastante circunscritas al movimiento indígena. En 2019, logró ganar el apoyo y la participación de sectores urbanos, tanto de la clase trabajadora como una parte de las clases medias golpeadas económicamente. Claro que sería apresurado descartar que esto pueda repetirse. Además, la población indígena no es precisamente una «minoría» en Ecuador. Se trata de un continente de 1.1 millones de personas, en un país con 17 millones de habitantes.

Pero la situación política ecuatoriana no es la misma que hace casi tres años. En primer lugar por la obvia razón de que cambió el gobierno, y con él, ciertas determinaciones de la realidad política del país.

En 2019 gobernaba Lenín Moreno, un ex-correísta devenido en neoliberal puro y duro. Aunque contaba con el apoyo de la burguesía y de las clases medias reaccionarias, su base de sustentación era mucho más limitada. Su legitimidad política de cara a la sociedad era más endeble, sobre todo por ser la cara de la «traición» al correísmo y el principal impulsor del lawfare contra su predecesor.

Esto sumado a que el aumento de combustibles era parte de todo un paquete económico patrocinado por el FMI, que afectaba también a las clases trabajadoras urbanas, lo que colaboró en hacer que la chispa de la rebelión se extendiera rápidamente del campo a la ciudad.

Es cierto que entre el gobierno de Moreno y el actual gobierno de Lasso existe continuidad política. Su plan económico neoliberal es similar en lo fundamental. Pero Lasso viene de un reciente triunfo electoral y no carga con el desgaste político que acarreaba el correísmo (y su «traición»). Esto puede agregar dificultades para que las protestas indígenas ganen apoyo en otros sectores sociales. Cabe recordar que la Conaie tuvo candidato presidencial propio en las últimas elecciones.

Todo esto no es suficiente para descartar que las protestas continúen, se radicalicen e incluso se masifiquen todavía más. El movimiento indígena es de masas, y ha mostrado voluntad de lucha en el pasado reciente. La situación económica de las mayorías populares se deteriora día a día. No sólo por las políticas de ajuste de Lasso, sino también por la inflación que amenaza a volverse global después de la invasión de Rusia a Ucrania. Problemas que pueden maximizarse en un país dolarizado que no cuenta con mecanismos monetarios elementales de cualquier Estado soberano para tomar medidas proteccionistas contra los shocks externos.

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