Chile: Una intensa jornada de protestas marca la cuenta pública presidencial

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  • Días intensos se viven en este momento en el país sur-andino. Intensas jornadas de movilizaciones y protestas por la cuenta pública que el presidente debía rendir ante el Congreso Nacional.

Nicolás Mestre

“Un pilar fundamental de nuestra democracia es el respeto a la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho. (…) En los últimos tiempos estos pilares se han debilitado, lo que constituye una grave amenaza para el futuro de nuestra República”.

-Sebastián Piñera, 31 de Julio de 2020, Congreso Nacional, Valparaíso.

Y así fue. La semana arrancó por el sur del país, donde se vienen dando intensas movilizaciones por la liberación de los presos políticos mapuches en huelga de hambre. En la zona de la Araucanía, el día lunes 27 de julio, las comunidades movilizadas se tomaron siete municipios, en las localidades de Traiguén, Victoria, Curacautín, Ercilla, Collipulli, Lonquimay y Galvarino. Mientras se preparaba una jornada de protestas en las principales ciudades del sur en solidaridad con el machi Celestino Córdova. Así, en Temuco, Concepción y Valdivia se registraron concentraciones de un centenar de personas en las plazas.

Mientras, en el centro político del país, las organizaciones que adherían a la causa mapuche sumaban a su adhesión, la demanda por la liberación de los presos políticos de la rebelión de Octubre, a quienes se les ha aplicado la “Ley de Seguridad Interior del Estado”. Se trata de una antidemocrática ley impuesta en dictadura, que tiene hoy en prisión a miles de personas, en su mayoría jóvenes, incluso por haber roto un torniquete en el metro de Santiago.

De este modo, con cambios por arriba y movilizaciones por abajo, se desarrolló una intensa jornada de protestas en las principales ciudades del país ante la cuenta pública presidencial. Cacerolazos, concentraciones en plazas e intervenciones de diversa índole, dieron cuenta que los ecos de la rebelión de Octubre siguen presentes, en un nuevo ciclo político.

Particularmente significativas fueron tanto la masividad de la protesta en la ciudad que alberga al Congreso Nacional, donde desde los cerros de Valparaíso hasta los de Viña del Mar se escucharon las cacerolas del pueblo, como la “cuenta pública del pueblo” que se desarrolló en la capital del país, Santiago, donde se proyectó en un céntrico edificio las cifras de muertos que deja la criminal política sanitaria de Piñera ante la pandemia de covid-19 (9.377), las víctimas de la represión política (8.510) y los presos políticos (2.500) de la rebelión de Octubre, así como las principales demandas del pueblo: Salud Digna, Asamblea Constituyente Plurinacional, Fuera Piñera, Aborto Seguro, Legal y Gratuito, entre otras.

En ese contexto se dio el discurso que el presidente da ante la nación. Un acto político administrativo, donde la primera autoridad política del país debe dar cuenta del estado de la administración del Estado, así como de los lineamientos que tendrá su gobierno. Habitualmente, este tipo de actos tiene mucho de rutinario y de retórica, y pocas veces logra captar la atención de la mayoría. Sin embargo, este año se esperaba un balance del mandatario sobre la rebelión de Octubre, y el consecuente proceso constituyente que espera su postergado plebiscito de inicio en los próximos meses, un balance de la estrategia sanitaria ante la pandemia de coronavirus, y del manejo de la crisis económica y social que tiene a millones de personas ante la angustia que genera el hambre y el desempleo, entre otros temas.

Más allá de la habitual retórica que suele acompañar este tipo de actos de Estado, y que generalmente se traduce en mucho ruido y pocas nueces, el discurso estuvo signado por el problema de la gobernabilidad de la clase dominante chilena, seriamente cuestionada desde Octubre pasado. Así, Piñera le habló a esa clase dominante, instando a parlamentarios y dirigentes de la oposición del régimen a regirse por la constitución y las leyes, pues tras la “derrota del 10%” diversos analistas hablan de un “parlamentarismo de facto”. Esto en un régimen con un fuerte presidencialismo, en el que el poder ejecutivo tiene la facultad exclusiva de presentar proyectos de ley, y en el que solo fue posible llegar a la aprobación del retiro de fondos sin hacer ejercicio de esa facultad, por la vía de una reforma constitucional. Era algo difícil de lograr con la actual constitución herencia de la dictadura, pero que fue posible por la enorme presión popular que hubo.

Por otra parte, y fiel a su mirada empresarial de la sociedad, Piñera anunció ante la mayor crisis sanitaria que ha vivido el país en décadas, las características de su plan “Paso a paso” que busca el desconfinamiento progresivo de aquellas comunas y regiones que se encuentran en cuarentena. Una peligrosa estrategia sanitaria que prioriza la reactivación económica por sobre la salud de la población, es decir, donde lo principal sigue siendo la ganancia capitalista de unos pocos, arriesgando la vida de las mayorías trabajadoras.

Destaca finalmente, entre una serie de anuncios que probablemente pasen al olvido, la estrategia de gobernabilidad que intenta impulsar el mandatario, haciendo pequeñas concesiones en áreas sensibles y reforzando la represión a las mayorías que han comenzado a entrar en la vida política manifestándose en las plazas y calles del país. Así, Piñera anunció la política del gobierno en materia de pensiones, donde se ha impuesto un serio cuestionamiento al sistema de capitalización individual del sistema previsional (NO + AFP) que entrega pensiones miserables a quienes se retiran de la vida laboral activa, y que viene de una dura derrota, señalando que está a favor de un sistema mixto, para que continúe el lucro con las pensiones. Mientras, en materia de “orden público” anunciaba un recrudecimiento de la represión, con una nueva ley de inteligencia, que otorga más financiamiento y nuevas facultades a las fuerzas represivas del Estado (Carabineros, Policía de Investigaciones), que han sido ampliamente denunciadas por la violación de derechos humanos durante la rebelión de Octubre.

Nada podemos esperar de quienes actualmente nos gobiernan, ni de ninguno de los actores del actual régimen político. Para lograr tener una vida digna, donde la salud, educación, pensiones, trabajo y vivienda, sean un derecho, es necesario seguir en las calles y plazas, manifestándonos y exigiendo un cambio al actual sistema, organizándonos de forma independiente de los actuales partidos del régimen que han sido quienes históricamente han administrado el capitalismo chileno. En ese camino abierto por la rebelión de Octubre, cuyos ecos aún se escuchan y anuncian un posible retorno.

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