Brasil: séptimo Congreso del PSOL

0
11

 

  • La lucha por la independencia de clase del partido sigue abierta.

Antonio Soler

Es preciso dar pasos para construir un frente de izquierda socialista inmediatamente

En los días 25 y 26 de septiembre fue la etapa nacional del séptimo Congreso del PSOL. Pese a haberse dado de manera remota (lo que alejó a buena parte de la base partidaria), que las fuerzas políticas de la mayoría hayan usado ampliamente de los aparatos de los gabinetes y otros para transportar afiliados para votar sus tesis, las votaciones de este congreso no significaron una imposición de una mayoría absoluta que acallase la voz de la izquierda partidaria como pretendía hacer la dirección. Al contrario, las concepciones, tesis y fuerzas de la izquierda se mantienen vivas y en plena lucha por la refundación del partido. Artículo escrito con la corrección y colaboración de Renato Assad.

La mayoría de la dirección no logra acallar la voz de la base

En nuestra opinión, la realización del congreso del PSOL debería ser en todas sus etapas de manera presencial si las condiciones sanitarias lo permitiesen, cosa que tiende a ocurrir desde octubre de este año.

El enfrentamiento a Bolsonaro, las estrategias y tácticas para la movilización, la presentación de un perfil del partido y la superación de los desafíos organizativos son asuntos que exigen de la participación de la base del partido más amplia posible. Pero, con el afán del bloque del «PSOL  de todas las luchas» (PTL) de imponer una mayoría artificial al partido, se aprobó la realización de un Congreso a distancia que va a contramano de esa necesidad de un rearme profundo y amplio de la base partidaria.

En un país en el que el 70% no dispone de banda ancha de internet, los plenarios virtuales por aplicaciones realizados en las fases municipales, estaduales y nacional del séptimo congreso, además de no garantizar la calidad de los debates, acabaron por excluir a millares de afiliados y militantes de las presentaciones de tesis, debates y diálogos sobre los desafíos de la lucha de clases y la construcción del partido.

En la votación de las tesis en la etapa municipal asistimos a un verdadero circo que recuerda a las «Peds» (Proceso de Elecciones Directas) petistas. En ellas, los afiliados son llamados a votar sin haber tenido participación orgánica en las discusiones, que quedan relegadas a la burocracia partidarias. Es como parte de esa práctica que vimos en varios lugares el uso de esas prácticas por parte de las tendencias ligadas al PTl, usando el método burocrático de transportar a los afiliados en ómnibus, vans y autos bancados por los aparatos parlamentarios, sindicatos y movimientos.

Este método petista burocrático de «consulta a las bases» ciertamente no estuvo al servicio de la mayor participación de los afiliados o de la democratización del partido. Lo estuvo de crear una distorsión en la representación de las instancias de dirección en todos los niveles para imponer al partido una mayoría absoluta que pudiese excluir a la oposición de puestos claves en la dirección para callar sus voces que, a pesar de las distorsiones del aparato, venía encontrando cada vez más eco en la base partidaria.

La polarización de la lucha de clases, fuera del radar de la dirección mayoritaria

Una vez apuntado el problema metodológico, organizativo y político de realizar el Congreso en la pandemia y usar los métodos petistas para la votación interna, es importante realizar una breve apreciación de las resoluciones centrales para que podamos señalar la lucha contra el frentepopulismo que debemos encarar de aquí en adelante.

Comencemos por la resolución de la coyuntura internacional. A pesar de tener puntos que se pueden acatar, hay una serie de problemas en la línea internacional (análisis, estrategia y tácticas) que surgen y precisan ser puntualizados para que nuestra lucha por un rearme político correcto sea dada.

La resolución parte de la crisis económica del 2008, a la que caracteriza como el «estallido de una burbuja especulativa construida en la esfera financiera de la acumulación, (que) precipita un conjunto de revueltas populares». Cabe destacar que cuando se coloca de esta manera acaba por dejar afuera que la crisis del 2008 tiene como base la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, de sobreproducción y de bajas tasas de acumulación. Se torna, así, en una caracterización superficial, localizada y coyuntural del proceso; es decir, de que la crisis podría ser algo más puntual. Esto es, de que fue fruto de decisiones económicas equivocadas, maquillando así la esencia autodestructiva del metabolismo del sistema capitalista y la necesidad de superarlo.

Es una crisis de reproducción capitalista compleja y de carácter estructural que, aún con el avance de las contrarreformas (aquello a lo que Michael Roberts llama contratendencias que dialécticamente sirven para retrasar, desacelerar y revertir la tendencia a la baja de la tasa de ganancia), el aumento de la explotación por el uso de nuevas tecnologías y la destrucción de fuerzas productivas no logra una recuperación sustentable y en todo el planeta.

La crisis de las políticas anticíclicas que hicieron surgir movimientos mundiales a partir del 2011 dieron base para «cuestionar a los partidos tradicionales tanto de la derecha como de la centroizquierda, una nueva generación de activistas surgió al calor de ese ascenso, dando base para el desarrollo de formaciones de izquierda radical y anticapitalista». Sin embargo, la resolución votada en ningún momento hace crítica alguna o interpreta los límites, los desvíos y las tradiciones de las viejas formaciones reformistas-burocráticas (al frente o no de los gobiernos) provocaron a pesar de la enormidad que significó el proceso de rebelión popular que tuvo su centralidad inicialmente en Europa y el norte de África, pero acabó abarcando al mundo todo.

La crisis económica y las políticas burguesas de destrucción de fuerzas productivas encuentran en varios países a gobiernos de coalición de clases que aplicaron las mismas medidas para recomponer la valorización del capital y/o mantener estructuras políticas opresivas, haciendo que esas viejas o nuevas formaciones políticas reformistas o neoreformistas fuesen probadas.

En ese proceso de fracaso de la estrategia de conciliación de clases es que predominó en todo el mundo, destacadamente América Latina, «surgió una extrema derecha anti-establishment que pasó a cuestionar las instituciones y organismos políticos, financieros y militares multilaterales internacionales, así como a la democracia liberal como régimen de dominación». Ese es un hecho innegable y típico de los momentos de mayor tensión en la lucha de clases.

Lo que la resolución no dice es que el avance de esas formaciones reaccionarias solo pudo ocurrir en el vacío de las fuerzas de izquierda debido al fracaso de la estrategia de conciliación de clases en los momentos decisivos de la lucha de clases. Eso es lo que permitió el avance de las fuerzas burguesas reaccionarias y el giro internacional a la derecha. Por eso, por la resolución estructural de la crisis económica y por las potencialidades de las luchas de la clase trabajadora, de la juventud, de las mujeres y de los oprimidos a nivel mundial, junto al giro a la derecha, a la polarización y a la inestabilidad se mantuvieron también como telón de fondo de la situación política. En cierta medida como cosa permanente, de alternancia entre avance y retroceso de las rebeliones populares, condición que evidencia la encerrona del ciclo de estas rebeliones en este siglo y que deja claros sus límites políticos por una serie de razones.

La experiencia con los gobiernos de derecha y extrema derecha por el mundo, que actuaron ferozmente para imponer una explotación y opresión más profunda sobre nuestra clase hizo que una nueva ola de luchas surgiese. Así se puede ver en las luchas de las mujeres, de las juventudes, de los negros, de la comunidad LGBT, de los pueblos originarios y de los trabajadores precarizados contra la ofensiva de la extrema derecha. Ese proceso de ascenso terminó siendo interrumpido por la pandemia del Covid. Además, la pandemia terminó siendo un factor que hizo explotar una depresión mundial en una economía que ya estaba dando señales de que su crecimiento económico iba a ser interrumpido a pesar de los años de crecimiento que le antecedieron, principalmente por el super endeudamiento de las empresas privadas.

En la resolución podemos leer que «la economía en un mundo que giraba en alta rotación fue frenado bruscamente produciendo una caída del 4,3% del PBI mundial». Pese a que la pandemia creó una barrera/mediación momentánea para la lucha de las masas debido a la necesidad del aislamiento social, impactó a fondo en el planeta, con millares de contagios y de muertes, profundización de la desigualdad social, desempleo y aumento de la pobreza y la miseria en todo el mundo. Es un fenómeno revelador de las contradicciones antes maquilladas en la antigua normalidad. Lo que contradictoriamente también sirve para retroalimentar luchas decisivas para que el péndulo político gire nuevamente a la izquierda – a pesar de no cristalizar gobiernos y programas de izquierda. Por eso hay también importantes derrotas de la extrema derecha, como fue el caso de la movilización de la juventud negra estadounidense en 2020, fundamental para la derrota de Trump.

La resolución cita la importancia de las luchas de masas para derrotar a la derecha extrema (EE UU), en los avances de los derechos de las mujeres (Argentina) y los derechos democráticos (Chile). Pero pasa de largo en identificar que estamos en un ciclo político marcado por la polarización y la inestabilidad. Es una ruptura con la normalidad de la democracia burguesa, una transposición de choques antes limitados por la institucionalidad). Su base es la crisis estructural del capitalismo, que solo puede ser superada retomando la ofensiva de los explotados y oprimidos: para eso hay que superar la estrategia de la conciliación de clases. Pero a contramano de eso, la resolución afirma que «la crisis del neoliberalismo [debería decir crisis del capitalismo como un todo], sea éste administrado por la derecha más dura, sea por administraciones con algunas preocupaciones sociales -en ambos casos con una profundización de la desigualdad y la desesperación- no se resuelve sin una profunda alteración de la correlación de fuerzas que dispute la apropiación de las ganancias y la productividad del avance tecnológico a favor de las clases trabajadoras».

Es evidente el límite de la resolución que dice que bastaría con establecer una correlación de fuerzas que permita apropiar ganancias y productividad en favor de la clase trabajadora, sin poder político de los de abajo, sin medidas anticapitalistas y sin expropiar a la burguesía. Ese es el horizonte de la fracasada e inviable tarea de domesticar al capital, de humanizar el capitalismo y de conciliar los intereses antagónicos. La conciliación de clases apenas si recrea las condiciones para un giro a la derecha, para el fortalecimiento de las formaciones de extrema derecha.

La tarea de apropiación de los aumentos de la productividad por los trabajadores pasa por tareas históricas de lucha anticapitalista, no apenas de lucha antineoliberal como pretende la resolución. Como la eliminación de todas las contrarreformas, reducción de la jornada de trabajo sin reducción de salario, el control de los trabajadores en la producción, por el no pago de la deuda pública y la reestatización de las empresas bajo control de los trabajadores… Son tareas que requieren de un profundo rearme política de la lucha de masas, la superación (cosa nunca planteada por la mayoría) del reformismo y neorreformismo. A pesar de la radicalización de la lucha de clases, son éstas expresiones política que siguen predominando, desarmando la cada vez más necesaria lucha por el socialismo.

La gran conclusión estratégica de la resolución es que «ni China ni Estados Unidos representan un modelo a ser seguido». Pero es incapaz de colocar como perspectiva a partir de las luchas de resistencia, la lucha desde abajo para retomar la ofensiva y para la construcción de una sociedad nueva a partir de la movilización auto-emancipadora de los trabajadores y oprimidos.

Como no tiene como perspectiva esa estrategia, la tarea puesta en la resolución es la de «hacer crecer su articulación con otras fuerzas políticas anticapitalistas del mundo, en particular en América Latina, como forma de compartir experiencias, unificar los diagnósticos y las propuestas de acción». O sea, esa propuesta de articulación quiere incorporar «fuerzas políticas anticapitalistas», pero deja afuera a lo más avanzado de la experiencia de los últimos tiempos, que le ha dado una impronta de radicalización a la lucha de clases, que es la representación directa de los movimientos radicalizados de la juventud.

La resolución cierra con broche de oro. No le atribuye a los gobiernos de conciliación de clases la responsabilidad que tuvieron en la crisis del capital, lo que termina por revelar el límite de la estrategia del partido. Dice que «reconocemos la necesidad de denunciar las maniobras golpistas de los últimos años, que tuvieron como propósito desalojar del poder proyectos progresistas que buscaron dar respuesta alternativa, aunque limitada, a la crisis del capital».

En primer lugar, no se trata apenas de «denunciar las maniobras golpistas» sino de luchar contra ellas con total independencia política de los gobiernos de conciliación de clases. Y decir que éstos constituían una «respuesta alternativa a la crisis del capital» es un descalabro total. Fueron gobiernos que implementaron como máximo algunas medidas contra los capitalistas, como fue el caso de Venezuela en un momento dado, pero que en general estuvieron limitados a los marcos del social-liberalismo.

La estrategia de la resolución aprobada desconoce totalmente la composición burguesa de esos gobiernos de conciliación de clases, los estrechos horizontes de la política de compensación social, de desmovilización de las masas que provocaron intencionalmente, y las capitulaciones a las contrarreformas burguesas, línea política que llevó al no enfrentamiento de los movimientos golpistas.

Así, toda la estrategia política pasa por la «necesidad de un nuevo ciclo de luchas por otro modelo económico, político, social y ambiental» sin decir con qué objetivos, tácticas y fines. Todo el análisis y la política de la resolución indica claramente que se trata de llevar una lucha no para armar al partido y los movimientos sociales en una estrategia de lucha para disputar el poder a partir de la lucha directa de los trabajadores y oprimidos. Busca ser parte de la reconstrucción de los gobiernos de conciliación de clases que fracasaron ante la ofensiva del capital sobre el trabajo en el último período, a través de formaciones de extrema derecha en todo el mundo.

Ninguna crítica a la conciliación de clases

Los efectos de la crisis sobre las economías de América Latina (agro exportadoras) a partir de 2012, la ofensiva del Impeachment a Dilma en 2016 y la elección de Bolsonaro en 2018 acabaron por constituir una situación política abiertamente reaccionaria en Brasil. Esa ofensiva en los últimos cinco años fue responsable de una serie de medidas regresivas en todos los campos de la vida. Dilma fue removida del gobierno porque la clase dominante precisaba de gobiernos ultraliberales (pura sangre) para desenvolver las contrarreformas de juzgaba necesarias. Estos ataques comenzaron con el petismo todavía en el gobierno con la estafa electoral en 2014, reconocida por el propio Lula, y con el movimiento en el Ministerio de Hacienda que puso a Joaquim Levy «manos de tijera» al frente de la pasta. Pero fue ciertamente en el gobierno de Temer que las contrarreformas fueron profundizadas y con Bolsonaro que se colocó finalmente la correlación de fuerzas necesaria para el avance de medidas más regresivas.

El hecho es que «el gobierno de Jair Bolsonaro es resultado del golpe jurídico parlamentario de 2016, cuando la reacción de toda la derecha, de las grandes corporaciones y del capital financiero promovieron el Impeachment a Dilma Rousseff con el propósito de profundizar la agenda neoliberal del país». Pero no se puede dejar de tener en cuenta el papel que tuvo el PT y sus gobiernos en la elección de Bolsonaro en 2018 y la consecuente consolidación de la situación reaccionaria en el país.

La postura del PT y sus gobiernos fue de enfrentamiento y represión del movimiento de 2014. Luego, cuando Dilma es reelecta, a contramano de sus promesas de campaña, pasa a recortar derechos. Durante los actos de la derecha en 2015/2016 y de la apertura del proceso de Impeachment, el gobierno federal, además de un hacer gesto alguno para movilizar sectores de masas, acaba aprobando la ley antiterrorista para intentar establecer un acuerdo con la clase dominante e intentar evitar su derrocamiento. El resultado todo el mundo lo conoce, Dilma es destituida el día 31 de agosto de 2016.

En continuidad con el papel que la burocracia lulista tuvo en ese proceso, al final de 2016 el PT y la CUT no quisieron luchar contra la ley de techo a los gastos públicos y en 2017 terminaron haciendo maniobras para desmovilizar la pelea contra la reforma laboral y en 2018 Lula, después de ser juzgado sin pruebas, se entrega con un discurso de confianza en la justicia, lo que terminó por crear las condiciones para la elección de Bolsonaro en 2018.

El hecho es que «la victoria de Bolsonaro en 2018 se inserta en un contexto de avance de la extrema derecha en todo el mundo, materializándose en una serie de gobiernos de ultra derecha reaccionarios, violentos y xenófobos en diversos países. Producto de la crisis estructural del sistema del capital y de la opción por salidas autoritarias, este fenómeno unificó franjas del capital, de las clases medias propietarias, iglesias fundamentalistas, sectores ligados a los aparatos militares  y con el apoyo de una base de masas precarizada, especialmente entre sectores de los más victimizados por la globalización neoliberal».

Obviamente que ese bloque de poder es el que impuso todas las maniobras reaccionarias de la clase dominante a través de sus agentes en los partidos burgueses, el Congreso, la justicia y las fuerzas armadas para desalojar al PT del gobierno en 2016 e impedir que volviese en 2018. Fueron una serie de maniobras reaccionarias como golpes parlamentarios, mediáticos, jurídicos con el apoyo y la presión de la clase dominante y las fuerzas armadas. Mientras tanto, en su análisis de la realidad, para después justificarla política frentepopulista (alianza, participación o apoyo a gobiernos de colaboración de clases) la operación ideológica que hace la mayoría de la dirección en su resolución nacional se limita exclusivamente al proceso que llevó al ascenso del neofascista al poder y así desentenderse de la responsabilidad política de la burocracia en este enredo. Esto es, la desmovilización y la aceptación de los «golpes» sin resistencia. Lo que acabó de colocar las condiciones para la instalación de Bolsonaro en el poder, de la situación reaccionaria y una correlación de fuerzas muy desfavorable. Es una lectura deliberadamente unilateral para justificar el frente populismo.

No afirmamos que se habría derrotado sí o sí esa ofensiva reaccionaria con otra política de las direcciones mayoritarias, pero ciertamente podemos decir con toda certeza que el enfrentamiento a los «golpes» sufridos con una estrategia de resistencia habría armado a la clase trabajadora y al conjunto de los oprimidos para enfrentar al golpismo en estos últimos años y, claro, el resultado en la correlación de fuerzas hubiera sido otro. Así, no poner la estrategia quietista y entreguista del lulismo como componente de la ecuación que nos hizo llegar hasta aquí es parte fundamental del desarme político que quiere imponer la mayoría de al dirección del PSOL para llevar al partido a una alianza electoral con el PT y aniquilar así su independencia política.

Bolsonaro no pudo hasta ahora consolidar la ofensiva reaccionaria, pero sí puede avanzar en contrarreformas ultraliberales importantes, como la de la Seguridad Social, la privatización de Eletrobras, la autonomía del Banco Central y otras que están en curso. Ese panorama se suma a su política genocida durante la pandemia, la destrucción del medio ambiente, el armamento de su base social y medidas directamente autoritarias y antiobreras. Bolsonaro es un neofascista en toda la línea, un enemigo declarado de la clase obrera y las masas oprimidas, de su organización y de sus luchas que hay que derrotar antes de las elecciones del próximo año.

Es que pese a haber prestado importantes servicios a la clase dominante, el negacionismo y la política de devastación ambiental, las pretensiones bonapartistas dividen a la clase dominante, aísla al gobierno internacionalmente y lleva a la caída de su popularidad.

La política genocida, el ecocidio, los ataques a los derechos democráticos e instituciones del régimen llevan a importantes derrotas del gobierno frente al STF, el Congreso y las amenazas de casación de su mandato y su cargo. Con la división en las alturas, «desde el punto de vista institucional, desde mediados de 2020 Bolsonaro enfrenta sucesivas derrotas frente al STF (…) Cada día más fracciones de las clases dominantes comienzan a saltar del barco del apoyo al gobierno por la parálisis de la política económica y de las amenazas que agravan la inestabilidad».

Mientras tanto, Bolsonaro trató de blindarse de un proceso de impeachment entregando parte del gobierno al Centrão, por un lado, y por el otro todavía tiene el apoyo de una fracción de la burguesía, un sector de la pequeña burguesía, de los precarizados, de las iglesias neopentecostales, de las fuerzas armadas y de las policías estaduales. O sea, lo que la resolución de la mayoría no dice, y que es fundamental que sea dicho, es que apenas los movimientos en la superestructura sin que haya un movimiento de masas en las calles no parecen ser suficientes para que Bolsonaro caiga. En ese sentido, los actos del 7 de septiembre fueron al mismo tiempo pruebas golpistas, demostración de fuerzas y chantajes para que las instituciones no avancen en medidas que posibiliten su desalojo del poder.

Los ataques que hace al STF y las amenazas golpistas generaron cierta disconformidad y un movimiento por el impeachment en algunos partidos, pero bastó el retroceso táctico de Bolsonaro a través de la carta redactada por Temer para que todo se recomponga. Más allá de todo eso, las condiciones para que Bolsonaro pueda recuperarse y llegar a octubre de 2022 en condiciones de reelegirse están siendo creadas por el Congreso y por el STF, el primero aprobando el proyecto de ley de responsabilidad fiscal para que el gobierno federal pueda gastar más el próximo año y por el otro negociando la posibilidad de dividir los pagos de los judiciales. O sea, creando las condiciones para que el gobierno pueda hacer su «Auxilio Brasil» y realinearse electoralmente con los sectores más empobrecidos de la clase trabajadora y, por consiguiente, sostenerse en el poder ganando o no las elecciones de octubre próximo.

Respecto de la tarea central de construir un movimiento de masas radicalizado en las calles como condición decisiva para derrotar a Bolsonaro, la resolución de la mayoría afirma correctamente que «en líneas generales podemos definir la evolución de la oposición de izquierda al gobierno de Bolsonaro y la resistencia social en tres momentos». En síntesis podemos decir que fueron en el momento de prepandemia en mayo de 2019 con el foco en el movimiento contra los recortes en educación, los de mayo/junio del año pasado con las movilizaciones antifascistas y por el movimiento negro y la iniciada el 13 de mayo de este año, también impulsada por el movimiento negro.

Es cierto que los varios actos contra Bolsonaro de este año están impactando en el conjunto del movimiento de trabajadores y oprimidos, destacadamente el movimiento negro e indígena, que estamos en una mejor coyuntura para luchar por la caída del gobierno. Por eso, en un ejercicio sin par de capitulación, la mayoría no traza una línea sobre el papel desmovilizador que la burocracia lulista viene cumpliendo en cada una de las fases de la lucha contra el gobierno. Como ejemplo más reciente y concreto tenemos el último 2 de octubre.

La direcciones mayoritarias, con el apoyo de la dirección del PSOL en algunos momentos, desautorizó las manifestaciones de mayo del año pasado, las retardó cuanto pudo y no fue diferente cuando interrumpió la convocatoria a los actos del mes de mayo. Sin mencionar que el método de construcción de los actos por el Frente Fora Bolsonaro pasa totalmente por la superestructura, sin ninguna participación activa de las bases. Esa absoluta falta de crítica a la burocracia lulista tiene razón de ser. No está al servicio de encontrar mejores tácticas para movilizar de forma autónoma a las masas y para construir una alternativa superadora al lulismo, pero sí a cualquier costo de establecer una alianza electoral con el PT que le permita ser parte del gobierno y elegir más parlamentarios.

En relación a las tareas centrales del partido, la resolución afirma: «La primera es de naturaleza coyuntural: luchar por la unidad para viabilizar el impeachment a Bolsonaro, sin dejar de presentar un programa de emergencia de medidas para defender la vida, el empleo, el derecho a la comida, a la defensa de las reivindicaciones de los derechos de todos los sectores sociales atacados. La segunda tarea es de naturaleza más estratégica, a saber, presentar un proyecto de reconstrucción del país, capaz de aglutinar fuerzas populares, reorganizar a la izquierda y disputar el imaginario por un nuevo proyecto de cambio y de esperanza».

Embuten en estos dos ejes amalgamas, distorsiones y desvíos de la línea de la mayoría. En primer lugar proponen tácticas de unidad de acción y de frente único sin ninguna diferenciación con la burocracia lulista, ninguna exigencia pública o denuncia. O sea, la táctica de diferenciación (denuncias o exigencias) tan importantes para poner a la burocracia contra la pared para presentar una alternativa de dirección son totalmente descartadas. En segundo lugar, confunden totalmente la táctica de frente único (defensiva u ofensiva) con la del frente político de izquierda.

La táctica de frente para luchar tiene que estar al servicio de organizar a las masas desde la base para combatir al neofascismo, política y físicamente. Ya con el frente de izquierda se propone una alianza para disputar el poder (por vías legales o no) político, construir un gobierno obrero, por eso no puede ser hecho en alianza con un partido de conciliación de clases como el PT, mal llamado de izquierda. Ser parte de una alianza política o participar de un gobierno con ese partido en cualquier nivel significa romper con los intereses inmediatos e históricos de la clase trabajadora; o sea, liquidar el proyecto de superación del lulismo por izquierda.

Para finalizar nuestros apuntes sobre la resolución, vamos a la concepción programática aprobada por la mayoría, que se limita totalmente al campo del diálogo con la clase trabajadora de manera atomizada y la no reversión de las contrarreformas de los últimos dos gobiernos. Una política que propone apenas algunas medidas antineoliberales y no avanza hacia medidas anticapitalistas decisivas para resolver los problemas más sentidos de la clase trabajadora y abrir el camino al socialismo.

A pesar de hablar de «superar el neoliberalismo, construir una nueva hegemonía de las clases populares y promover las bases para un socialismo democrático y libertario. Ese es nuestro compromiso» la propuesta de ejes programáticos no menciona temas centrales para que las bases del socialismo sean creadas, tales como: no pagar la deuda externa, impuestos a las grandes fortunas y al capital financiero, estatizar el sistema bancario, reducir la jornada laboral sin reducir salarios, realizar la reforma agraria de manera radical y con control de las organizaciones de trabajadores. O sea, a pesar de decir lo contrario, para abrir camino a una alianza y participación en un gobierno federal del PT, quieren convencer a la militancia del PSOL de que se puede avanzar políticamente hacia el socialismo con un programa desarrollista con pizcas de compensación y consulta popular.

Táctica electoral para capitular al petismo

El centro de la lucha de clases pasa hoy por la derrota del neofascista en las calles. La cuestión es con qué línea estrategia y tácticas vamos a imponer el impeachment y abrir el camino para una ofensiva de los explotados y oprimidos.

Como hemos dicho más arriba, para nosotros es necesario combinar la más amplia unidad de acción, frente de lucha y de izquierda sin amalgamas, con total libertad de crítica contra la burocracia, al servicio de la movilización y la autoorganización de los trabajadores y oprimidos y la construcción de partidos revolucionarios – condiciones decisivas para que podamos avanzar en la tarea estratégica central que es construir el socialismo. Cualquier táctica que vaya contra ese camino tiene que se rechazada por toda la base partidaria.

En su resolución sobre la elección, la mayoría afirma que no quiere «simplemente un gobierno de ‘salvación nacional’: queremos un gobierno de izquierda, comprometido con los derechos sociales, el medio ambiente, la soberanía nacional y la superación de los preconceptos y la violencia del Estado. Un gobierno al servicio de la igualdad y la justicia social». Obviamente que esos objetivos no pueden ser conquistados con gobiernos de conciliación de clases, como fueron los del PT. Esos gobiernos serán la repetición, claro que en condiciones económicas más difíciles, de la estrategia de conciliación de clases, participando de él partidos burgueses o no.

La táctica electoral del PSOL debe estar al servicio del fortalecimiento de nuestra bancada parlamentaria y de cargos ejecutivos, del movimiento social y de la construcción del partido, pero eso no puede ser hecho a costa de perder la independencia de clase. La resolución electoral más de una vez confunde los términos de la cuestión al decir que la prioridad en el actual momento es «la construcción de la unidad entre los sectores populares para asegurar la derrota de la extrema derecha». «Ese proceso de diálogo debe incluir elementos programáticos, un arco de alianzas y no puede ser un camino de una sola mano». Como ya fue dicho, las tácticas privilegiadas para luchar contra Bolsonaro son la unidad de acción y de frentes para luchar contra Bolsonaro son a la unidad de acción y de frentes para luchar y no la alianza política o la participación en gobiernos que estarán necesariamente al servicio de la clase dominante. Si eso ocurriera, sería el fin del PSOL como partido que pretende superar por izquierda al lulopetismo.

Para nosotros y para el 44% del partido representado en el séptimo Congreso, en una coyuntura en la que el debate electoral ya está puesto en la opinión pública en su amplia mayoría, la mejor táctica hoy es lanzar una precandidatura independiente. Eso porque, al contrario de lo que vocifera el lulismo, y la mayoría de la dirección, una precandidatura del PSOL cumpliría dos papeles fundamentales hoy.

En primer lugar, ante la ausencia de una precandidatura que convoque a luchar, viendo que Lula no convoca ni llama a los actos, la nuestra jugaría una tarea central hoy que es la organización del «Fuera Bolsonaro». Después, una precandidatura tendría el papel de cumplir al interior de la izquierda (de hecho) un frente político a partir de una amplia discusión programática para la lucha de clases y para las elecciones de 2022.

La resolución electoral aprobó «autorizar a la Ejecutiva Nacional del PSOL a iniciar diálogos formales para la construcción de un frente electoral de las izquierdas con vistas a la unidad en el plano nacional, como a autorizar a las Ejecutivas Estaduales a hacer lo mismo en el plano local cuando fuera posible, teniendo en consideración la necesidad de derrotar a la extrema derecha y a los gobiernos reaccionarios que tienen la agenda alineada al gobierno de Bolsonaro».

Sin asumirlo abiertamente, este ítem de la resolución en la práctica le abre las puertas a la táctica electoral de alianza con el PT en 2022. En contra, casi la mitad del partido entiende que amalgamar la táctica de frente para luchar y frente de izquierda sería un desastre para el partido, principalmente cuando se quiere encuadrar partidos de conciliación de clases, caracterizando al PT como de «izquierda». Apoyar esas alianzas o participar de estos gobiernos significa gobernar de acuerdo con los intereses de los patrones, atacar derechos de los trabajadores, desmovilizar a las organizaciones de masas y reprimirlas cuando se salgan de control.

Otro ítem de la resolución aprobada decide «convocar una Conferencia Electoral Extraordinaria, formada por los miembros del Directorio Nacional del PSOL, para el primer semestre de 2022 con la finalidad de tomar definiciones conclusivas sobre la táctica electoral, distribución de los recursos del fondo electoral, política de alianzas, reglamentar las candidaturas colectivas y temas afines».

Atrasar la decisión de tener una precandidatura para negociar un acuerdo con el PT es apartarse de la independencia política del partido. Antes las dificultades de movilizar ampliamente, la escena política  hoy exige una precandidatura socialista para discutir salidas estratégicas, construir el PSOL y recorrer todo el país organizando la lucha contra el gobierno. Así, la votación impuesta por la mayoría nos debilita como partido, nos deja sin una herramienta oficial y fundamental para hacer política hoy.

Otra cosa, totalmente diferente, es si fuera abierta una coyuntura en la que Bolsonaro pudiera ganar en el primero o segundo turno de las elecciones. En ese caso, para evitar que el neofascista gane las elecciones e imponga un giro autoritario del régimen se coloca la necesidad táctica de votar críticamente por Lula. Eso en hipótesis alguna puede significar participar de una alianza con el PT o participar de sus gobiernos en cualquier ámbito. Pero, como hacemos política a partir de la coyuntura presente, no tener una precandidatura significa apartarse de presentar una alternativa de izquierda independiente en el proceso político abierto hoy. Pero el debate político en el PSOL sigue vivo y abierto, el 44% de la base partidaria entiende la importancia de una precandidatura hoy y seguirá luchando por su posición con aún más fuerza a través del nombre del diputado Glauber Braga.

Golpe en la representación de la base del partido

Como si no bastase con el hecho de que el séptimo Congreso fue realizado durante la pandemia, causando la exclusión y despolitización del proceso y la utilización de métodos de aparato para llevar afiliados a votar sus tesis, la mayoría en la resolución sobre la organización partidaria, en vez de tratar los problemas más sentidos en términos de organización y funcionamiento aprobó un ítem que antes no había sido discutido en lugar alguno.

Después de toda la habladuría sobre nueva izquierda contra el sistema, que la base del partido debe participar más activamente, que el PSOL debe ser un partido más inserto en la realidad, sin que ninguna propuesta concreta fuese hecha para que la dirección en todos los niveles de hecho garantice el nucleamiento, diálogo entre las varias instancias partidarias, la sujeción de los mandatos de la dirección y base del partido, formación teórica permanente de la militancia y apertura de sus sitios nacionales, estaduales y municipales para las posiciones políticas del partido, la resolución nacional afirma que necesitamos una «revolución democrática».

Esa «revolución» se manifiesta en la fase nacional del séptimo Congreso a través de una alteración de la composición del ejecutivo Nacional sin que antes haya aparecido en tesis o discusión alguna en todo el pre congreso partidario. El Ejecutivo, que tenía 18 miembros, pasa a tener ahora en la «gestión 2021-2023, un Ejecutivo Nacional de 19 miembros y un DN de 61 miembros, respectivamente, alterando para ese período la disposición estatutaria sobre el tema». O sea, ese es un cambio en el órgano cotidiano de dirección del partido que no fue discutida con la base en ningún momento, que distorsiona la representación del Congreso que apenas favorece la representación de los sectores mayoritarios del partido. La mayoría trabajó con métodos ilegítimos para tener 2/3 del partido, pero aún así no consiguió tener tal resultado. Para crear una desproporción en el final del proceso, cambiando las reglas al fin del juego, fue dado ese golpe que distorsiona la voluntad de la base del partido.

Impulsar ya con frente de izquierda socialista para las luchas y las elecciones

Aún con las distorsiones provocadas por la realización del Congreso en plena pandemia, los métodos de aparato de la mayoría y una construcción política que desarma al partido para las tareas centrales de la lucha de clases y que da un paso rumbo a la capitulación al lulismo, el séptimo Congreso demostró a través de la votación de importantes temas, como que la candidatura propia contara con la votación del 44% de los delegados, que el debate al interior del PSOL sigue vivo. El camino al frentepopulismo no está todavía pavimentado y la izquierda tiene un amplio campo para luchar por la independencia política del partido.

La vanguardia luchadora y sectores del movimiento de masas esperan de la izquierda del partido, del Movimiento de Izquierda Radical y de las corrientes socialistas revolucionarias que la componen que apuesten a fondo en la lucha independiente para derrotar a Bolsonaro y todos los ataques en curso. Queremos oir de la izquierda del partido que luchará hasta el final contra la liquidación del PSOL como alternativa de izquierda, que no irá hacia una alianza electoral de conciliación de clases, y mucho menos será parte de un gobierno de ese tipo.

En ese sentido, para oponerse a la política de conciliación de clases que la mayoría del PSOL está articulando con el PT y compañía, es preciso abrir inmediatamente la discusión en toda la izquierda. Hay que dar pasos inmediatos para la construcción de un frente de izquierda socialista en las luchas y las elecciones. Ese frente ya tiene en la realidad importantes elementos (la articulación de Povo na Rua, la izquierda del partido y la precandidatura de Glauber Braga), que deben ser combinados y potenciados con el objetivo de organizar al conjunto de los socialistas, cristalizar un punto de inflexión que nos permita ampliar la construcción junto a la base de nuestra clase permanentemente. Ese polo de luchadores socialistas no se rendirá a la capitulación al lulismo dentro o fuera del PSOL y continuará construyendo una salida anticapitalista en las luchas y las próximas elecciones.

Sumate a la discusión dejando un comentario:

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí