Bolivia: A prepararse para salir a las calles contra el fraude electoral del bloque golpista

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  • Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie. Llamamos a un voto crítico anti-golpista por Arce.

(…) El Estado boliviano no es solamente un Estado capitalista como cualquier otro –capitalista semicolonial, claro está- sino que, además, es un Estado opresor de la mayoría originaria por parte de la minoría blanca privilegiada que destila odio de clase y nacional sobre la población explotada y oprimida mayormente indígena y trabajadora”

“Ahora sí, guerra civil”, izquierdaweb, 14/11/19

Bolivia se prepara el domingo 18/10 para unas elecciones infartantes. Organizadas por el régimen golpista encabezado por Jeaninne Añez, los resultados sin inciertos como quizás nunca antes en las últimas décadas. Luís Arce, candidato del MAS y ex Ministro de Economía con fuertes lazos con el empresariado, aparece en el primer lugar con un posible resultado -proyectado- del orden del 42% de los votos. Por su parte el segundo, Carlos Mesa, ex vicepresidente de Gonzales Sánchez de Losada y presidente por un corto tiempo cuando cayó por la rebelión del Octubre boliviano del 2003, alcanzaría en esta primera vuelta el 34%. En tercer lugar estaría la figura abiertamente golpista y fascista del cruceñista el “macho” Camacho, que con el 18% se niega a bajar su candidatura.

Si el primer candidato supera el 40% de los votos y tiene una diferencia del 10% sobre el segundo, quedaría consagrado presidente en la primera vuelta. Pero si no se logra esa diferencia del 10%, se tendría que ir a una segunda vuelta. Y es en torno a estos potenciales resultados que gira la incertidumbre de la elección: el MAS de Arce tanto podría ganar en primera vuelta como Mesa pasar a la segunda vuelta y el golpismo llevarse la elección. De ahí las presiones que crecen a estas horas sobre Camacho para que baje su candidatura, algo que éste estaría negándose a hacer debido a que, sea cual sea el resultado final, podría consagrar una presencia parlamentaria fascistoide con pocos antecedentes en el país andino.

Aún cuando Morales y Linera entregaron abiertamente la lucha antigolpista, aún cuando haciendo concesiones mínimas mantuvieron el capitalismo en Bolivia durante sus 14 años de gestión, aún cuando el propio Arce fue durante su gestión al frente del Ministerio de Economía uno de los principales lazos del MAS con el empresariado y aun cuanto volvieron a traicionar en agosto último cuando 200 cortes de ruta en el país pedían “Fuera Añez ya”, el MAS mantiene una amplia franja del voto popular; sobre todo entre el campesinado que es muy nutrido en Bolivia (la primacía de Arce sobre Mesa en este segmento de la población es de 20 puntos). Mientras tanto, Mesa se impondría en el voto de las clases medias urbanas, segmento social en el cual el partido de Morales y Arce no logró hacer pie duraderamente durante su gestión y está cooptado para el discurso racista de los golpistas y la oligarquía cruceñista.

En cualquier caso, un triunfo electoral del MAS configuraría un cachetazo para el bloque golpista que, precisamente, dio el golpe de Estado a fines de octubre del año pasado para sacarse de encima un gobierno burgués pero que, de una u otra manera, tradujo y administró determinadas presiones populares, concesiones que se pretenden desbaratar con la consolidación del bloque golpista (se busca reinstalar el neoliberalismo rampante así como un racismo extremo, entre otras medidas).

Dado lo que está en juego, ni más ni menos que la consolidación del golpismo en Bolivia y su influencia como factor de extrema derecha sobre la región, lo que pase el 18 de octubre y en los días subsiguientes no es de menor importancia, además de que será mirado con muchísima atención por parte del imperialismo yanqui que en sus dos versiones, Trump y Biden, Republicanos y Demócratas, han sido y permanecen siendo cómplices del golpismo boliviano.

Desde el vamos el bloque golpista de Añez, Mesa, Camacho y compañía ha intentando amañar y condicionar las elecciones postergándolas una y otra vez, intentando sacar de la contienda al propio Luís Arce, inhibiendo la candidatura a senador nacional por Cochabamba de Evo Morales, que a su vez fue inhabilitado para ser candidato presidencial, etcétera.

Lo más probable, entonces, es que el domingo se abra una crisis política de proporciones en el caso que Arce se imponga por una ajustada cifra en la primera vuelta o, lo que es otro escenario muy probable, que se desconozca un eventual triunfo suyo por parte de Añez, la justicia electoral y la campaña de Mesa.

Aún así no hay que esperar que el MAS salga a encabezar ninguna rebelión contra un eventual fraude electoral en la medida que lo suyo ha sido capitular una y otra vez y otra vez más; un comportamiento vergonzoso. Sin embargo, de producirse el fraude, no es para nada descartable que dadas las inmensas tradiciones de lucha en Bolivia el movimiento de masas desborde, y más si está en juego una cuestión democrática sentida como es esta elección presidencial.

A estas horas las presiones se ciernen sobre Camacho para que baje su candidatura y, de esta manera, asegurar un eventual pasaje a segunda vuelta que le daría el triunfo casi seguro a Mesa por la suma de los votos. Sin embargo, no está claro que Camacho vaya a aceptar esto –como señalamos arriba- y, por lo demás, tampoco esta del todo claro a ciencia cierta cuál será la distorsionada traducción electoral de unas relaciones de fuerzas que se inclinaron claramente para el lado del golpismo y una coyuntura reaccionaria durante el último año pero que no han terminado de saldar el pleito de clases en el país andino (ahí están en este sentido las jornadas de agosto pasado que obligaron a que se fijaran definitivamente las elecciones para este próximo domingo 18 de octubre).

Un nuevo gobierno del MAS sería una versión aún más edulcorada y descolorida que su larga gestión anterior. Una gestión que, por lo demás, fue degradándose y creciendo en sus rasgos bonapartistas, en su ataque a los movimientos de masas y la vanguardia que lo cuestionaron por la izquierda, etcétera; pero que, de todos modos, aun con todo su carácter burgués y sistemáticamente capitulador, no estaría sometido a las mismas presiones que un triunfo político-electoral del golpismo (aún si este se encarnara en una expresión pretendidamente “moderada” como Carlos Mesa).

¿El contexto de la elección? Una crisis pandémica tremenda, donde los muertos reales serían el triple de los declarados oficialmente según el mismísimo New York Times (20.000 fallecidos en vez de 8000), el bárbaro espectáculo de más de 400 fallecidos abandonados en las calles dado el colapso hospitalario, el haber negado el gobierno golpista de Añez cualquier asistencia a los trabajadores informales ( librándolos lisa y llanamente a su suerte, a diferencia de lo que ocurrió en muchísimos países del mundo), una región crecientemente polarizada donde como señal política no sería igual si el golpismo logra reafirmarse –sea por la vía electoral o física, nada puede descartarse- que si esto no ocurre, etcétera.

Por lo demás, al parecer la crisis económica es creciente y apunta eventualmente a una crisis similar a las dramáticas de comienzos de los años ’80, lo que sumado a la pandemia sin duda alguna agudizará todas las contradicciones sociales y de clases en el país además de poner al rojo vivo las “líneas de falla” de un Estado con acentuados rasgos racistas. De ahí que sólo pueda esperarse un escenario más polarizado a consecuencia de los comicios. En particular, si el golpismo es derrotado en la arena electoral y busca sostenerse mediante el fraude dando lugar a choques sociales en las calles.

Si las masas populares se han desplazado una y otra vez hacia la izquierda, el MAS así como la COB (Central Obrera Boliviana) y otras organizaciones de masas, lo han hecho invariablemente hacia la derecha. El comportamiento de Evo Morales y García Linera durante su gobierno y en la lucha –o, más bien, en la no lucha antigolpista y nuevamente en agosto pasado- ha sido el de los archi-traidores. Sin embargo, esta experiencia que vienen haciendo sectores de la amplia vanguardia y que apreciamos desde la izquierda revolucionaria, no está apreciada de igual manera por las masas explotadas y oprimidas. Por lo demás, estamos hablando de una coyuntura reaccionaria marcada por el golpismo asesino de Senkata y Sacaba, dos masacres que siguen impunes, así como de una gestión brutalmente neoliberal, racista y antipopular; un bloque golpista que debe ser derrotado y para el cuál no da igual el resultado electoral (atentos que las elecciones son una parte distorsionada de las relaciones de fuerzas).

En estas condiciones, nuestra corriente internacional Socialismo o Barbarie opina que llamar a la abstención o al voto en blanco dificultaría luchar contra el fraude, contra el voto golpista, hacer la experiencia con las masas que salgan eventualmente a las calles desbordando el derrotismo traidor del propio MAS y Arce.

En caso de una elección disputada podrían volver los tambores de una guerra civil que en Bolivia siempre esta latente aunque también es tradición que las palabras exceden muchas veces los hechos sobre todo cuando se trata de los dirigentes así como también es común el “cambio de camiseta político” más vergonzoso (un día defienden una posición y al otro la opuesta sin ninguna explicación que no sean los favores económicos y de todo tipo).

No tenemos nada que ver con los architraidores reformistas del MAS pero no podemos permanecer neutrales frente al golpismo fascistoide encabezado por Mesa, Añez y Camacho y que cuenta con la complicidad directa del gobierno de Trump. De ahí que llamemos a rechazar el voto a los golpistas y a un voto ultra-crítico a Arce al que acompañamos con un programa independiente, de clase, anticapitalista y por la formación de un Instrumento Político de los Trabajadores tantas veces postergado en Bolivia. Llamamos también a prepararse para salir a las calles en caso de fraude y también a la conformación de comités de autodefensa antifascistas contra personajes como Camacho, la eventual represión de la policía y las fuerzas armadas golpistas, la Unión Juvenil Cruceñista y otras instituciones racistas por el estilo. Porque, en definitiva, será solamente en las calles donde se podría resolver el pleito con el golpismo.

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