Argentina: Milei y los ‘vouchers’ educativos, la educación como privilegio para ricos

La propuesta de Milei es tan reaccionaria que hasta cuestiona uno de los aspectos progresivos y modernizadores del capitalismo.

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Protestas estudiantiles en Chile, país donde rige el sistema de vouchers.

En la última semana una nueva «propuesta» del economista ultraliberal y candidato Javier Milei despertó polémica y, sobre todo, rechazos entre sectores muy amplios. Se trata de la vieja propuesta de establecer un sistema de «vouchers» para el sistema educativo y eliminar la obligatoriedad de la educación.

La lógica no es demasiado compleja, y para nada original, como prácticamente todas las propuestas que salen de la boca de los «liberales».

No es compleja porque se trata lisa y llanamente de la aplicación de la ley de la oferta y la demanda a la educación, integrándola al ámbito del «mercado» y sacándola del ámbito de un derecho. La «brillante» idea no es más (ni menos) que esto: el Estado debe dejar de financiar la oferta educativa (es decir, a las escuelas y al sistema educativo como un todo) para pasar a financiar la demanda (en este caso, los padres de los alumnos que buscan una escuela para sus hijos e hijas).

Según la teoría liberal, también aquí las maravillas a la que conduce la armonía universal preestablecida de la oferta y la demanda conducirían a una mejora en la calidad de la educación, ya que, cual empresas en el mercado, las escuelas que ofrezcan «mejores» contenidos serían las más demandadas y por lo tanto más financiadas. Las «peores» escuelas deberán esforzarse por mejorar para poder atraer más «clientes».

Como decíamos, la idea tampoco es nueva. De hecho, surge alrededor de la década del ’50 a través del economista liberal Milton Friedman, cuyas ideas fueron la inspiración para las políticas económicas y sociales de la dictadura de Pinochet en Chile, de la cual él mismo fue un ferviente defensor.

De hecho, Chile es el único país del mundo que aplicó en 1980 un sistema de ‘vouchers’ parecido al que propone Milei. Con modificaciones, en lo fundamental ese sistema subsiste hasta hoy.

Los resultados han estado a la vista. En 2004, más de dos décadas después de aplicado el plan, la OCDE calificó al sistema educativo chileno como el más desigual del mundo. El financiamiento estatal a la educación pública se desplomó, y menos de la mitad de los chilenos podían acceder a educación gratuita. Bajo la lógica de financiar la mejor «calidad» que ofrecía supuestamente la educación privada.

A lo que llevó el sistema de vouchers que supuestamente premia la calidad educativa fue a una especie de profecía autocumplida: el Estado entonces priorizó subvencionar a las escuelas más ricas (que obtenían mejores resultados en las pruebas estandarizadas) quitándole el financiamiento a las públicas. Esto producía un círculo vicioso en el que la calidad de la educación pública se veía deteriorada por el desfinanciamiento del propio Estado.

Cualquier política educativa más o menos coherente buscaría lo contrario: que el Estado mejore la calidad de la educación gratuita para que aquellos sectores con menores recursos también puedan tener acceso a una educación de calidad.

A la inversa, el sistema de vouchers chileno logró hacer realidad un contrasentido: que el sistema educativo promueva la desigualdad.

El resultado fue una brutal segregación entre escuelas de ricos -de buena calidad según los estándares- y escuelas de pobres. Ese crecimiento de la desigualdad se registró en todos los órdenes de la sociedad durante la época pinochetista.

El sistema se fue haciendo insostenible, y por lo menos desde 2006 en adelante fueron desatándose en el país trasandino una serie de protestas estudiantiles masivas que cuestionaron la educación pinochetista y exigían el acceso al derecho a la educación. La cúspide de este proceso fue la histórica rebelión de octubre de 2019.

Premodernidad

Pero más allá de los resultados del modelo chileno, la propuesta de Milei es reaccionaria desde un aspecto todavía más básico, cuestiona uno de los pilares más elementales de la sociedad moderna: que la educación es un derecho y debe ser de acceso universal. Por lo tanto, no puede ser una mercancía.

En este aspecto el surgimiento del Estado moderno en los inicios del capitalismo jugó un papel muy progresivo frente al retrógrado sistema de estamentos sociales del feudalismo, en el que la educación era un privilegio de la nobleza y del clero.

En este tema, Milei, que es un defensor a ultranza del capitalismo, es tan reaccionario que hasta cuestiona los aspectos progresivos que tuvo el capitalismo con respecto a las formas de sociedad anteriores. Mientras que Milei quiere educación de calidad sólo para quien pueda pagarla, transformándola en un privilegio, fueron algunos de los fundadores de la Argentina como país burgués -al menos aquellos que tuvieron una mirada modernizadora- quienes establecieron la educación pública y gratuita.

Por supuesto, fueron los propios gobiernos capitalistas los que históricamente la socavaron y la deterioraron luego de décadas de desfinanciamiento y ajuste.

No casualmente, el salto en calidad en el desfinanciamiento educativo se dio en los años ’90, justamente durante el gobierno de Menem, reivindicado por Milei. Fue durante la gestión del riojano que se aprobó la reforma que descentralizó el sistema educativo a las provincias, afectando fuertemente su financiamiento y atomizando el sistema, allanando el camino para que se multipliquen las desigualdades.

Los sucesivos gobiernos -inclusive los más «progresistas»- no cambiaron esta nefasta reforma heredada del menemismo. Luego de años de crisis económica, la educación ha sido una de las variables de ajuste del «gasto» preferidas de los distintos gobiernos.

Si hubo un deterioro educativo no es por la absurda razón de estar «subsidiando la oferta», como afirman Milei y los liberales, confesando ser unos absolutos ignorantes en lo que respecta a la cuestión educativa. El deterioro se debe a la razón diametralmente opuesta: el Estado no está garantizando lo que debería ser un derecho universal, y no lo hace precisamente bajo la lógica «de mercado» de ajustar el financiamiento y/o de priorizar los negocios de la educación privada.

Como todas sus ideas, la propuesta educativa de Milei refleja su modelo de país: un capitalismo tercermundista brutalmente desigual basado en los privilegios para los ricos y la superexplotación al nivel de cuasi esclavitud para los trabajadores, todo en nombre de la «libertad».

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