Argentina: Las tareas inmediatas de la izquierda

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  • La izquierda necesita barajar y dar de nuevo para encontrar una vía orgánica para abrir una nueva perspectiva anticapitalista y revolucionaria.

José Luis Rojo

“(…) el politólogo Andrés Malamud. En una charla virtual organizada esta semana por el Instituto de Energía General Mosconi, sostuvo que la Argentina no va camino a parecerse a Venezuela, ya que no sufre una catástrofe alimentaria ni depende del petróleo estatal, porque vive del campo que es privado y resiste cualquier intento de expropiación. A su juicio, el mayor riesgo sería el de protestas sociales contra dirigentes, como en Italia o Francia; o un escenario de anarquía como el de fin de 2001 con el reclamo de ‘que se vayan todos’. También coincidió con el economista Eduardo Levy Yeyati sobre la necesidad de un ‘consenso disruptivo’ de la dirigencia en torno de propuestas a futuro, para no llegar a las típicas reacciones al borde del abismo” (La Nación, domingo pasado[1]).

Con la llegada de la campaña electoral ha salido a flote el electoralismo de la izquierda, particularmente de las fuerzas fundadoras del FIT (el electoralismo del MST es demasiado conocido). Ocurre que el terreno electoral es una “duplicación” del terreno político cotidiano; en la esfera político-electoral se expresa, de manera distorsionada, la vida político real de cada día. Y, si por sí mismo, este terreno puede canalizar y/o expresar determinadas tendencias reales e, incluso, reactuar potenciándolas, lo que no puede hacer es resolver por arriba lo que no está encaminado por abajo (la falta de construcción orgánica en cada caso; los límites del FIT-U como mera cooperativa electoral que no le da canal alguno al activismo, etcétera); de ahí que el electoralismo empiece y termine por dejar todo en el terreno electoral (esa es una de las caras del electoralismo; no confundir con la necesaria participación electoral).

De ahí que al llamado a la “unidad” sin debate de Del Caño, se le haya acabado la pólvora en el minuto cero del desafío de Manuela Castañeira a discutirlo todo en un debate púbico[2].

Así las cosas, y luego del enorme impacto mediático del planteo, en las redes, en la vanguardia, siendo trending topic a lo largo de todo un día, etcétera, quedó en evidencia que el “llamado” del PTS no es más que maniobra para intentar subordinar a todo el mundo detrás de Del Caño y Bregman[3].

El carácter maniobrero de esta empresa –y también su cobardía; la respuesta del PTS: “bueno, ‘aceptamos’, pero vamos con 10 más”- se desnuda en que por un pase de magia táctico, “vayamos a unas PASO”, planteo que no se lo cree nadie, se pretende pasar por encima de todos los desaguisados del FITU: su carácter de mera cooperativa electoral que no le ha dado un canal a nadie.

Y, también, de la crisis inercial que en materia constructiva arrastran la mayoría de los integrantes del FIT-U, que han venido retrocediendo orgánicamente de manera sistemática en el último –largo- período[4]-. Un tema que también se aprecia electoralmente, no solamente por el estancamiento que exhibió el FIT-U en 2019, sino ahora en Jujuy, donde aun realizando una buena elección, perdió dos tercios de los votos en relación al 2017 (para elecciones de igual categoría[5]).

El abordaje de las elecciones por sí mismas como tabla de salvación, o como “pase de magia” para esconder eventuales retrocesos en materia orgánica, muestran la política de la izquierda reducida tacticismo. Lo que no quita, por otra parte, lógicamente, que la táctica no sea fundamental para hacer valer la política. Pero esta última queda reducida a tacticismo cuando la política es meramente electoral (ista). (Léase bien, no electoral, que es una obligación en el terreno de las elecciones, obviamente, sino electoralista, que es el abordaje oportunista –rebajado- de las mismas.)

El planteo de debate público de Manuela Castañeira se multiplicó porque el PTS cometió el error –¡u horror!- de no hacer el planteo unitario desde una perspectiva revolucionaria; es un planteo oportunista. No comienza por el escenario en el que se va a las elecciones y cuáles son las tareas de la izquierda en la actual coyuntura, sino por una maniobra electoralista a conveniencia se la secta caprichosa –que todo el mundo vaya detrás de Del Caño y Bregman.

Un planteo donde sus adláteres en el FITU (y podría ser también la tendencia de Altamira, no lo sabemos), venden su “alma política” por algún poroto; regalan la hegemonía política a cambio de cargos. Una organización que entrega su independencia política sine die, que no disputa hegemonía política, no tiene razón de existir. Y, menos que menos, cuando se trata de elecciones. ¡Por favor, que rebajamiento, cuanta cobardía![6].

Una agenda para el debate

Hagamos el ejercicio opuesto, más propicio a la manera de plantear los problemas que pretendemos expresar en el debate entre Castañeira y Del Caño.

La coyuntura nacional está cruzada por una serie de desarrollos paradójicos. La frágil estabilidad del gobierno de Alberto Fernández no se ha roto en este año y medio pandémico. Capturando el voto castigo de la mayoría de los trabajadores contra Macri, justificando los límites de su gestión en la “catástrofe natural” de la pandemia, aun al costo de 90.000 muertos (una cifra no menor), en términos generales, ha evitado hasta el momento –se verá ahora con el invierno que se está descargando-, que la coyuntura se le desborde.

No hay que olvidarse, además, dato no menor, que la coalición de gobierno controla a las direcciones del movimiento de masas (sindicatos y movimientos sociales), las que con la excusa de la pandemia, han desmovilizado aceptando lo que venga.

El proyecto de Alberto Fernández es hacer una suerte de “promedio” entre la política neoliberal del –fracasado- gobierno de Macri y lo que fueron, sobre todo, las gestiones de Cristina. Ni abiertamente reaccionario, ni tampoco progresista, el suyo es un gobierno social-liberal con grandes dificultades por las relaciones de fuerzas para hacer las transformaciones que la burguesía exige.

Un gobierno que mientras hace lo imposible por mantener el control, es decir, evitar una crisis de gobernabilidad, le ofrenda a la patronal, junto con una “estabilidad” relativa, salarios de miseria, precariedad laboral y ordenar la deuda externa[7].

Sin perder de vista el contexto internacional y regional de giro al centro, polarización política y reemergencia de rebeliones, el gobierno llega a las elecciones de medio término con el eje en la “lluvia de vacunas” aun si las segundas dosis se administran en cuentagotas.

Mientras tanto, Juntos por el Cambio aparece bastante desorientado: con una disputa interna irresuelta entre un perfil más moderado –Larreta, Vidal y Carrió- y un ala derechista medio “locoide” (aunque en su locura está la conciencia de las relaciones de fuerzas irresueltas para hacer de la Argentina un paraíso para los negocios) expresada en Macri, Pichetto y Bullrich. Por fuera, o por dentro en las PASO, se verá, están Espert y Milei. Y esto para no olvidarnos de los radicales queriendo terciar con Manes.

En todo caso, capturan el electorado de clase media pudiente urbana y rural, y no mucho más. No logran hacerse fuertes en el electorado de centro. Y de seguir siendo esto así, se verán confrontados nacionalmente –sobre todo en la provincia de Buenos Aires; en CABA y las ciudades capitales la cosa es distinta- con una derrota electoral.

El oficialismo del Frente de Todos se alimenta de las indefiniciones en el rumbo en la coalición opositora. A pesar de las dificultades, del crecimiento de la pobreza y de la crisis económica en puerta, que la economía aparece–¡y en gran medida está!- “atada con alambre”, y de que muchos analistas afirman que podría venirse una nueva devaluación en enero próximo, Alberto, Cristina, Massa y compañía, tratan de dejar esto en sordina-“el lado b” de la realidad, como lo propagandiza Castañeira- e imponerse en las elecciones.

Si por la derecha a JxC las cosas se le han puesto difíciles (no estamos en la coyuntura reaccionaria de la atrofia social pandémica y los banderazos del 2020, aunque la polarización subsiste), la nueva coyuntura nacional abierta desde marzo de este año, con más reclamos y con el retorno creciente a la actividad, coloca más presiones sobre el gobierno, un dinamismo creciente, una conflictividad de vanguardia creciente, con desbordes a pesar de la contención burocrática, así como la ampliación de un espacio político-electoral a la izquierda del gobierno (una oportunidad en estas elecciones para nuestras fuerzas[8]).

Amplias franjas populares siguen repudiando la gestión de Macri. Pero aun con las excusas y el posibilismo del gobierno, ha venido creciendo de manera sostenida una bronca popular a la izquierda del oficialismo[9].

Esta bronca popular está agenciada en el rechazo a la miseria salarial, al bastardeo del personal sanitario, a la precarización laboral que atrapa a franjas cada vez mayores de trabajadores y trabajadoras sobre todo jóvenes, al crecimiento exponencial de la pobreza, al liso y llano abandono que sufre y siente la juventud y la educación como un todo; en suma: al ajuste económico para pagar la deuda externa.

De ahí, también, la tendencia a crecientes conflictos en la vanguardia obrera y de trabajadores, como es el caso de los precarizados ferroviarios, de los precarizados eléctricos, el cierre y despido en masa en Bimbo, la lucha por la puesta en pie de un nuevo sindicato de las y los trabajadores por Aplicación, el SiTraRepA, experiencias que vienen haciendo acciones combativas de gran repercusión nacional(así como meses atrás vivimos la heroica lucha de la Salud por parte de los auto-convocados en Neuquén).

Todos estos aspectos deberán ser parte de la próxima campaña de la izquierda: pegarle al gobierno desde la izquierda; oponer al ajuste económico un programa obrero y socialista alternativo: un programa de medidas mínimas, transitorias y anticapitalistas que planteen que la crisis la paguen los capitalistas.

Precarización, juventud y perfil anticapitalista

Esto último, lo del perfil anticapitalista, es de suma importancia, porque el sentimiento contra el sistema viene creciendo mundialmente. La distribución regresiva de la riqueza, la brutal precarización del trabajo, los millones de las nuevas generaciones que no encuentran alternativa, la creciente destrucción del planeta, la opresión de género, etcétera, son cuestiones que vienen creciendo en la conciencia de las nuevas generaciones y que plantean que el perfil anticapitalista será de fundamental importancia para la próxima campaña: “Si el último kirchnerismo había interpelado a un sector de la juventud con la épica de la militancia, ese encantó se desinfló. ‘La Cámpora viene advirtiendo que perdió respaldo en los jóvenes que están frustrados por el encierro y por la falta de clases. Ellos siempre llegaron a ese sector y eso está en crisis por la pandemia’, reconoció un dirigente que dialoga con Máximo Kirchner. Hay una encuesta de Analogías que ofrece un dato contundente: ante la consulta sobre si el gobierno tiene acciones para acompañar a los jóvenes en materia laboral y educativa, el 73.5% de las personas entre 16 y 29 años respondió ‘poco y nada’” (La Nación, 21/06/21).

Junto con la presentación de un programa contra el ajuste desde los trabajadores, la juventud, las mujeres y lgbtt, y el perfil anticapitalista, también está el problema de la coordinación de las luchas (el programa antiburocrático). Es decir: sería un error pensar en una campaña con una realidad planchada[10].

La verdad es la contraria: venimos transitando una nueva coyuntura más dinámica que nada tiene que ver con el 2020. La pandemia sigue presente, y lo seguirá estando previsiblemente a lo largo de todo el año –ver las nuevas cepas del virus que están impactando en países incluso con un alto nivel de vacunación-. Sin embargo, la atrofia social que campeó el año pasado es cosa del pasado.

En los países donde la caldera social llega al límite, esto se está expresando en una retomada de la tercera ola de rebeliones populares que ya se venía expresando a lo largo de 2019. Un caso emblemático en nuestra región es, últimamente, el de Colombia, por no olvidarnos de Chile y las movilizaciones crecientes contra Bolsonaro.

Acompañando lo anterior, los procesos electorales se están expresando hacia la izquierda, como es el caso de las elecciones a Constituyente en Chile y las recientes presidenciales en Perú cuyo triunfador, Castillo, aún no ha sido reconocido (un escándalo que acaba de despertar la protesta de la Iglesia Católica por el temor que se desate una rebelión en dicho país si el desconocimiento del resultado continua). En Brasil, si las elecciones fuesen hoy, Bolsonaro las perdería en primera vuelta: encuestas recientes señalan que Lula obtendría hoy el 49% y el ex capitán el 25%[11].

Visto este panorama de conjunto, tenemos delineados-en términos generales-algunos de los ejes de una campaña electoral de la izquierda: el apoyo y aliento a las luchas y su organización independiente, un programa de transición contra el ajuste del gobierno (y la oposición patronal), y un perfil general anticapitalista (todavía no vemos consignas del tipo “fuera el gobierno” o Asamblea Constituyente, porque no está en la agenda inmediata una crisis de gobernabilidad).

Pero junto con esto, hay algo más: ¿qué previsiones políticas presentaremos en la campaña? Alguna corriente habló el año pasado de que el país estaba en una “situación prerrevolucionaria”. Nuestro partido señaló que para que se abra una situación prerrevolucionaria, hace falta un ascenso de la lucha de clases que todavía no está presente.

Sin perder de vista esto último, y a la hora de hacer previsiones políticas, la cuestión no es tan simple. El peronismo-kirchnerista sigue mostrando muñeca y capacidad de maniobra para evitar desbordes. Además, Alberto no llegó con grandes promesas de reformas ni de contrarreformas (interesante este doble significado “negativo” de su gestión), sino para frenar los desaguisados dejados por Macri en materia de gobernabilidad.

Nadie lo mira con demasiado simpatía (aunque tampoco se salta el charco a la oposición) . La patronal desconfía de su arbitraje y quisiera contrarreformas que el gobierno no parece dispuesto a encarar (su vocación es mantener los equilibrios socio-económicos, no desafiarlos en cualquier sentido). Los trabajadores esperaban que, al menos, el nuevo gobierno les permitiera llenar la heladera y volver a los asados el domingo, pero está sucediendo lo contrario: los precios aumentan sin parar y el salario se hunde sin remedio(la única gran conquista consagrada por Alberto es el derecho al aborto, pero, en todo caso, eso se conquistó desde abajo, no como concesión graciosa desde arriba).

Así las cosas, lo que se avizora es el crecimiento de elementos de crisis económica y social e, incluso, de cierto creciente descontrol. Ocurre que si el aparto de contención peronista-burocrático es fuerte, podría ser más fuerte el descontento, que puede ir creciendo si la situación económica y social se sigue deteriorando.

A mediano plazo, el gobierno está metido en la encrucijada de una burguesía y un imperialismo que van perdiendo la paciencia con una gestión sin cambios estructurales, y un movimiento de masas al cual no se le da nada, salvo engaño y ajuste… No se puede descartar que el 2022 sea un año de crisis incluso si Fernández gana las elecciones.

¿Dónde está parada la izquierda en este contexto? Ni una palabra se habla ni de política, ni de programa, ni de previsiones que conecten la campaña electoral con los desarrollos de la lucha de clases.

De todo esto nos gustaría debatir si Del Caño acepta el desafío de Castañeira de discutir como lograr una unidad de la izquierda que vaya más allá de un mero reparto de cargos.

El oportunismo de la izquierda

Volvamos entonces a la escisión entre la “vida electoral” y la “vida orgánica” de las organizaciones de la izquierda. El FIT ya no es lo que era: se ha convertido en una suerte de “aguantadero” de corrientes en crisis (salvo el PTS). Cuando se fundó, lo hizo sobre la base de un acuerdo entre las dos corrientes de la izquierda más fuertes en aquel momento: el viejo PO y el PTS. Nuestro partido fue dejado de lado porque era una suerte de “molestia” en dicho acuerdo.

El FIT inicial tuvo bastante éxito electoral para los paramentos argentinos. Sobre todo en sus primeros años, despertó expectativas entre sectores de la vanguardia además de obtener la votación de una franja minoritaria de masas, una parte valiosa de la cual correspondió en cada PASO a nuestro partido.

Sin embargo, en los últimos años se vienen acumulando cada vez mayores proceso regresivos en dicho frente (ahora incrementado con el aporte del MST, la corriente más oportunista de toda la izquierda -que ha bandeado al FITU hacia la derecha).

Por un lado, muchas de las crecientes expectativas electorales no pudieron ser satisfechas. Elecciones como las de Salta o Jujuy o, incluso, Mendoza, con guarismos del 15 o 20%, no han tenido un correlato orgánico en materia de un desarrollo militante de la izquierda.

Parte de la grave crisis del Partido Obrero –histórico-es que las agitaciones del tipo “Salta la trotska”, como ya hemos señalado, o la agitación de que “se venía la ruptura de la tranquera del peronismo”, eran afirmaciones que perdían de vista que dichos éxitos electorales, repetimos, no tenían correlato orgánico.

Si, en general, las votaciones del FIT (y de nuestro partido también, lógicamente), expresan una franja de simpatía hacia la izquierda de enorme valor(un reflejo electoral de la riqueza y el dinamismo político del país),no se trata todavía de la expresión electoral de un ascenso en la lucha de clases (aunque sí de la subsistencia de la crisis general del 2001) ni, tampoco, de un proceso de politización consistente de franjas de masas hacia la izquierda (en este sentido, el kirchnerismo ha logrado actuar de muro de contención relativo).

El electoralismo, la adaptación a vivir de los cargos, el vivir la “vida loca” de la superestructura, el codearse con las figuras del sistema, el piqueterismo por sustitución de la construcción orgánico-militante de partido, son presiones-desviaciones-adaptaciones por fuera de los criterios políticos y de construcción de partido revolucionario. Presiones político-sociales inevitables parte de la vida política de toda organización que crece, pero que hay que vigilar no lleven a desviaciones y adaptación que melle el filo revolucionario de nuestras organizaciones.

De ahí, por ejemplo, la pérdida de pólvora del PO (el oficial y la tendencia): el entregar AGR sin “disparar un tiro”, sin esbozar cualquier mínima resistencia ante el desalojo, sin pasar cualquier balance serio. Si hacemos memoria, la última lucha combativa que influenció el PO fue el Casino.

La orientación –facilista- piquetera ha sido una adaptación en materia política y constructiva tanto del PO –en sus dos versiones- como del MST. Al comienzo del movimiento piquetero, tenía rasgos combativos y era influenciado por muchos ex trabajadores, ex obreros, sobre todo en el interior del país. Podían hacerse hipótesis sobre el tipo de “vehículo” que sería hacia más amplios sectores (de ahí que en su momento nuestro partido formara el FTC[12]).

Sin embargo, con el domesticamiento estatista del movimiento de desocupados, con la reducción de su programa a planes y más planes, comedores y cooperativas de autoayuda, de movimiento piquetero se fue transformando en movimiento social (progresivo de todas maneras, pero de retaguardia –aun si moviliza decenas de miles).

Uno de los elementos centrales de la crisis del PO (además de su falta de balance estratégico del siglo XX, claro está), es su adaptación al piqueterismo, a los rentados de la FUBA, a los cargos electorales, orientación que sigue vigente en desmedro de su vaciamiento militante.

Ambos PO lucen profundamente debilitados en materia constructiva-militante. Su participación, por ejemplo, en el reciente desarrollo de luchas de vanguardia de los trabajadores del ferrocarril, de los electricistas de EMA o en la presentación en sociedad del SiTraRepA, ha sido marginal (experiencias que, en cierta manera, rememora hasta cierto punto Gestamp y Lear –son procesos menos estructurales, por cierto- por el hecho de que se trata de varias decenas de trabajadores-obreros independientes[13]); casi no estuvieron en el corte más importante del último período en el Puente Pueyrredón.

Y si bien es verdad que encabezan grandes marchas de desocupados que, insistimos, no dejan de ser progresivas, es un grave error perder de vista que este movimiento es hoy, un movimiento de retaguardia que no tiene posibilidades de arrastrar tras de sí a otros sectores.

Si hablamos del MST e IS, la historia es parecida. El MST también fugó hacia adelante con la “piqueterizacion”. E Izquierda Socialista no se sabe qué espera del futuro porque su orientación es conservadora (el rol del “Pollo” Sobrero en relación a los precarizados del ferrocarril, es lamentable –lamentable y repudiada por los propios tercerizados del ferrocarril).

Así las cosas, con un vaciamiento orgánico multiplicado por la pasividad en pandemia, está claro lo que esperan estas organizaciones de las elecciones: una tabla de salvación que permita guardar las formas un tiempo más(¡lo que no quita que las elecciones que vienen sean una oportunidad real!).

De ahí que al rechazo del PO e IS a las “PASO” del PTS, o al planteo de PASO del MST, les falte pólvora; todo el mundo sabe que van a terminar capitulando a las listas encabezadas por Del Caño y Bregman (¡hasta el periodismo lo sabe!).

Renovemos a la izquierda desde un ángulo militante

Veamos ahora la situación del PTS. Al comienzo de la pandemia tuvo una orientación de meterse para adentro y hacer redes sociales -como panacea- que algún costo parece estar facturándole en sus filas militantes. En realidad, dicha pasivización obligada por la cuarentena nos afectó a todos. Pero al PTS parece haberle afectado; por ejemplo, hasta por el hecho de que las leyes constructivas de su último período empezaban a ser demasiado laxas…

Por otra parte, hubo otros hechos significativos -¡y muy graves!- como la ausencia de Del Caño y Bregman en el aguante cuando la represión en Guernica. El compromiso –explícito- de los partidos de izquierda con las organizaciones sociales en la ocupación de Guernica era que cada fuerza llevaría sus principales figuras. Sin embargo, no fue esto lo que ocurrió: cuando a las 5 de la mañana había que encontrarse en el punto de reunión, sólo Manuela Castañeira se hizo presente (Del Caño se exculpó –posteriormente- afirmando que estaba en sesión parlamentaria nocturna y Bregman, cuyo perfil es los derechos humanos, no asomó la nariz).

Tampoco se vio a sus figuras poniendo el cuerpo en la lucha contra el golpe de Estado en Bolivia, cosa que sí hizo, con todos los recaudos, nuestra compañera Manuela Castañeira, haciéndose presente en La Paz, en plenas jornadas del golpe de Estado (una actitud valiente que no suele verse en muchas otras organizaciones de la izquierda).

El PTS cree estar inmunizado por no se sabe qué “espíritu divino” de adaptación a las presiones del régimen y conserva un dinamismo sin duda mayor que el PO. Pero se lo ve arrastrando inercias crecientes: ser revolucionario es un desafío que se renueva cada día, que no se tiene acuñado como si fuera una moneda de oro, y que tampoco resiste al palabrerío de izquierda; se trata de hechos, no de palabras (por más “izquierdistas” que se las pretenda).

La construcción de un partido con influencia en más amplios sectores no es una empresa sencilla. Sobre todo, además, cuando la situación política del país es dinámica, rica, pero no termina de haber un proceso de radicalización política (este es un déficit internacional; la radicalización propiamente política todavía cuesta).

Las tareas preparatorias se alargan en el tiempo y nuestros partidos tienen mucho espacio para crecer. Pero hay que tener cuidado en no adelgazar los criterios militantes y orgánicos, así como evitar confundir el ampliar la base de sustentación con cierta “disolución barrial” de nuestras organizaciones (varias veces el PTS ha reconocido ceder a criterios populistas[14]).

Así que, entonces, el PTS también ha encarado su campaña por la “unidad” para esconder ciertos “trapitos del sol”… A la cabeza del FIT-U, su mentiroso llamado a “unas PASO” en un bloque con todos sus adláteres detrás de él, acaba de ser desnudado con el desafío de Castañeira a debatir públicamente la unidad de la izquierda.

Lo que a todas luces parece una negativa a dicho debate público de cara a toda la sociedad, expresa cierto temor –o ubicación crecientemente defensiva- ante el desarrollo de nuestro partido, y a que Manuela Castañeira pueda tener una buena performance electoral en la provincia de Buenos Aires a pesar de que tengamos todos los aparatos (los burgueses, y los de la “izquierda” también), en contra; una buena performance que aún siendo difícil tire abajo el “castillo de naipes” que en gran medida es hoy el FIT-U.

Atar todas las perspectivas a las elecciones, es electoralismo. Las mismas son importantísimas y muy útil en el desarrollo de todo partido que se precie de tal, que intente ir hacia más amplios sectores, que esté pegando un salto constructivo como el nuestro (aun con las desigualdades que también tenemos[15]).

Pero no por lo anterior las elecciones dejan de ser una táctica subordinada a las cuestiones de política y estrategia: ¡una organización revolucionaria no puede vender su alma política[16]!

Nuestro partido aspira a consagrar representaciones parlamentarias. Repetimos que son un paso obligado para toda organización que madura. Pero no por ello una fuerza revolucionaria debe renunciar a la lucha hegemónica (sin fuerza material, no hay como hacer valer las concepciones que una fuerza política tiene; su programa estratégico[17]).

Es evidente que si las primeras figuras en todo el país son las del PTS, como parece ser la discusión en el FIT-U, lo que se hace es cederle in eternum la hegemonía a dicha fuerza: ¡cambiar estratégica política por porotos es la forma acabada del oportunismo en la izquierda!

Y resulta que nuestro partido se ha mantenido fuera del FIT estos diez años; nos hemos aguantado que dicha fuerza utilice las leyes proscriptivas del régimen burgués en contra nuestro; un gravísimo problema de principios que carga sobre sus integrantes. En el 2011 se negaron en bloque a que tengamos un vocero para presentar nuestra política de manera independiente, en lo que era y es un frente que sus mismos integrantes principales, PO y PTS, presentan como “oportunista” o “técnico”.

Es decir, un mero frente único electoral de independencia de clase, lícito, desde ya, nunca lo hemos negado, pero lo opuesto a algo estratégico.

Y no queremos escuchar respuestas cínicas que nieguen lo que estamos afirmando: las leyes objetivas de toda lucha de tendencias. Por nuestra parte, aun con estos desarrollos en contra, estamos fortaleciéndonos cada vez más; nuestro partido está en ascenso.

Hemos construido una figura nacional de entre las primeras con nuestra compañera Manuela Castañeira (además de otras figuras en casi todos los distritos), tenemos una juventud de las más dinámicas de la izquierda (el Ya Basta y la AEA), y una agrupación del movimiento de mujeres de las más prestigiadas (Las Rojas), estamos avanzando en trabajadores desde la Corriente Sindical 18 de Diciembre y el SiTraRepA entre trabajadores precarizados, y nos hemos extendido nacionalmente conquistando 14 legalidades federales y provinciales, etcétera.

Es decir, nuestro “aislamiento” electoral relativo que significó aún así muy buenas elecciones, no nos ha impedido construirnos. Todo lo contrario: nuestro radio de acción, aun con desigualdades, se amplia cada vez más; comenzamos a cumplir un rol organizador en muchos lugares y, por lo demás, también a sumar de a “conjuntos” y no solamente por unidades; militancia socialista revolucionaria aun muy joven pero valiosísima, estratégica, que es expresión del futuro que viene(y nuestra corriente internacional en desarrollo, tiene una composición similar en todos lados).

Somos claros: no se puede seguir tapando el sol con la mano. Opinamos el armado del FITU se ha reducido, cada vez más, a una cooperativa electoral que si mantiene cargos y representaciones, y si va a querer ser utilizado contra nuestro partido en las próximas elecciones, salvo que logremos debate publico y unidad, se encuentra cada vez más vaciado (¡sus “acciones comunes” son de una formalidad espantosa!).

La izquierda necesita barajar y dar de nuevo para encontrar una vía orgánica para abrir una nueva perspectiva anticapitalista y revolucionaria. Nuestra pelea está encaminada para ese lado en las luchas y en las elecciones. Y nos encantaría poder debatir todo esto entre Castañeira y Del Caño de cara a la sociedad en la previa del cierre de las alianzas para explorar todas las posibilidades de una unidad[18].

 


 

[1]Como desarrollaremos en este texto, no vemos en lo inmediato una crisis de gobernabilidad. Sin embargo, es significativo cómo La Nación comience a alertar acerca de una estabilidad social y política -que podría estar más “atada con alambre” de lo que parece a primera vista; volveremos sobre esto.

[2]Atentos que para el cierre de alianzas faltan todavía dos semanas, un tiempo suficiente para cambiar de posición y aceptar el debate público en pos de la unidad.

[3]Lo más factible es que las demás fuerzas del FITU, todas ellas en crisis e incluso parece que también la tendencia Altamira, acepten entrar bajo la hegemonía del PTS por algún poroto. Nuestro partido –en pleno ascenso político y constructivo- ni en sueños aceptaría tal chantaje. Volveremos sobre esto.

[4]El caso del PO es significativo; lo termina dividiendo un traspié electoral. No puede tener otro calificativo que electoralismo cuando una organización se divide por cuestiones de táctica electoral (por más importancia que, v.g., dichas tácticas puedan tener –tienen).

A veces los errores tácticos cuestan demasiado caro, y por eso hay que tener todos los cuidados en dicho terreno que, para colmo, repetimos, es táctico.

[5]Una elección del 7 u 8% no está mal para la izquierda. El problema es cuando se compran “globos de ensayo” como “Salta la troska” o, en el caso del PTS, “Jujuy la troska”: elecciones del 20% que no se pueden sostener porque no expresan una construcción orgánica que las sustente.

[6]Lógicamente, otra cosa es cuando enfrentamos a nuestros enemigos de clase en el terreno de la acción directa o cuando se trata de una revolución: ahí sí la unidad es obligatoria.

[7]Decimos que se trata de una ofrenda porque aunque la patronal de la ciudad y el campo patalee día y noche, los salarios en término dólar son los más bajos en 18 años, y las retenciones se mantienen, también, en niveles módicos, mientras que el precio de la soja y todas las commodities vuelan en el mercado internacional.

[8]Se pueden hacer aquí varias especulaciones pero el hecho es que si en las PASO la cantidad de votantes es algo menor que habitualmente, el porcentaje electoral de las fuerzas de la izquierda podría ser mayor; habrá que verlo.

[9]Si en 2020 la bronca parecía canalizarse por la derecha, hoy parece canalizarse más por la izquierda (sin perder de vista, repetimos, el contexto de polarización).

[10]Salvo entre los movimientos sociales, el PO oficial, el MST y la Tendencia vienen estando ausentes de la coordinación de las luchas obreras y sus acciones.

[11]El oportunismo de la mayoría del PSOL en Brasil es un escándalo porque para ganar las elecciones a Bolsonaro, incluso en primera vuelta, el PT se las arreglara solo (bah, con todos sus armados de conciliación de clases). Pero con la excusa de “derrotar a Bolsonaro”, al parecer la lógica va derechito a capitularle a Lula para obtener –de manera non sancta– diputados nacionales… amén de una participación en un gobierno burgués.

[12]El PTS tuvo entonces una posición sectaria que parece ahora querer revertir con la “hipótesis Guernica”, es decir, la hipótesis de una toma de tierras generalizada que de momento no se ha verificado (aunque tiene variadas expresiones en el país que hay que seguir de cerca).

[13]Es significativo que, nuevamente, seamos el Nuevo MAS y el PTS los que estemos disputando estos procesos de lucha desde abajo.

[14]Atentos que las cooperativas que se arrastran por demasiados años sin lograr trabajar de manera coherente se ven sometidas a presiones de lumpenización. Esto no es nada raro: nuestra clase se descompone cuando quedar marginalizada; sin trabajar.

[15]Está claro que un logro electoral nos permitiría un salto de conjunto. De ahí que el FITU comandado por el PTS sea, también, un frente único contra nuestro partido para bloquear nuestro desarrollo.

[16]A comienzos de siglo pasado un sociólogo burgués muy agudo, Robert Michels, ya había señalado como la socialdemocracia había perdido su alma política en la retina del día a día: la administración de los cargos parlamentarios y sindicales.

[17]“Los medios y los fines o las leyes de toda política” en izquierda web, suplemento semanal.

[18]Un planteo realizado por el PTS de explorar todas las posibilidades pero con al cual no parece ser consecuente.

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