Argentina: FITU, peleas electoralistas y división

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  • A horas del cierre de listas se confirma que los partidos del FITU no han logrado un acuerdo y competirán divididos en las PASO. Lejos de cualquier debate estratégico para poner en pie una alternativa política socialista, sus integrantes se enredan en peleas por cargos. Hay que renovar a la izquierda.

Renzo Fabb

Cuando faltan unas pocas horas para el cierre de listas, el FITU no ha logrado un acuerdo y competirán en las PASO entre sí.

Tanto en PBA como en CABA, una de las listas agrupará al PTS, PO e IS. Por el otro estará la del MST. Pero la división es incluso mayor en otro distritos como en Córdoba, donde habrá tres listas del FITU: Una del PTS e IS por un lado, otra del PO, y otra del MST. Toda la falsa perorata sobre la «unidad» se ha venido abajo de un día para el otro.

Se trata de la consumación de una crisis que viene arrastrando el FITU hace años. Desde el Nuevo MAS venimos advirtiendo que dicho Frente no sólo nunca superó su estadio de mera cooperativa electoral, sino que la adaptación al régimen parlamentario ha hecho que las únicas discusiones acerca de la unidad de la izquierda sean disputas internas de carácter estrechamente electoral, limitada a los cargos y sus rotaciones.

Hace pocos días, con motivo de la presentación de alianzas, señalábamos que el FITU era un frente «atado con alambre». Ahora se confirma que esos alambres están oxidados y viejos. Es que un frente que se apoya meramente en acuerdos de aparato tiende a acumular inercias que lo alejan cada vez más de los debates políticos reales y de la influencia e intervención concreta de cada organización en la lucha de clases. Repasemos brevemente qué fue lo que desató esta crisis que los lleva a hoy ir separados, y luego analicemos las razones por las que más que nunca es necesaria una renovación de la izquierda.

Rebelión en la granja (del PTS)

El PTS, desde 2015 a la cabeza del FITU, insistió tanto con su campaña de «unidad» entendida como discutir cargos que logró convencer a sus aliados de efectivamente hacerlo.

El MST le tomó la palabra, aseguraron que es «malo» que se «consoliden tendencias hegemonistas y personalistas en el frente». Para que nadie se confunda y crea que proponen algún tipo de discusión de fondo sobre el carácter del FITU, los compañeros se encargaron de dejar en claro la chatura de su inquietud: «nos parece completamente equivocado que uno o dos partidos de un frente que actualmente agrupa a cuatro y aspira a muchos más acapare todas las cabezas de listas con cargos expectables.»

El anterior es un muy buen pasaje para ilustrar las «discusiones unitarias» que se tienen en el FITU. Todo empieza y termina en esto: cómo repartir lo que hay, que por cierto viene siendo cada vez menos, lo que hace a las discusiones cada vez más furibundas. Pero ahora las discusiones pasaron a los hechos y el MST presentará su propia lista.

El problema no es que haya una «tendencia hegemonista». La hegemonía es un concepto que es parte de la política, y expresa una cierta relación de fuerzas dominante a favor de un actor u otro. El problema está en que, en el caso del FITU, la hegemonía es de aparato. La relaciones de fuerzas para lograr la unidad no se establecen a partir de que se procesen debates políticos y estratégicos que incumben a nuestra intervención en la lucha de clases entendida de manera integral. Por la misma razón, la unidad, por otra parte, no es un problema técnico de cómo lograr un acuerdo en donde «todos estemos contentos con lo que nos tocó», como parece plantearlo de manera naif el MST, reduciendo todo al reparto de cargos.

El PO, por su parte, se limita a tratar de mantener lo que tiene. Se trata de un partido que atraviesa una crisis profunda, luego de expulsar a su dirigente histórico junto a toda una parte de su militancia que formó la «Tendencia». En los hechos, esto significó una ruptura del FITU que incluyó a varios de sus principales miembros fundadores como Altamira y Ramal.

Limitado a esta especie de TEG electoralista, el PO no ha tenido pruritos en manifestarse públicamente en contra (!) de la unidad de la izquierda con otros sectores, haciendo referencia de manera explícita a nuestro partido. Su acuerdo inercial de ser la segunda fuerza después del PTS ya no refleja la realidad de la intervención cotidiana de su partido, cada vez más relegada en lo que a militancia política se refiere. Por eso, cualquier redistribución de fuerzas al interior de la izquierda lo perjudicaría, lo que se expresaría en la nómina electoral, que es el único idioma que parecen saber hablar los partidos del FITU. Su carácter de fuerza en declive lo ha empujado a un conservadurismo bastante penoso.

Observando atónito todo este panorama, el PTS enfrenta la rebelión de los que hasta ahora habían sido sus socios en su «proyecto» de conseguir «20 diputados de izquierda».

Luego de meses de una campaña mediática llamando a una unidad sin ningún contenido real ni intención alguna de concretarlo, el PTS ha logrado que el tiro le salga por la culata. Su principal socio no tiene problemas en decir abiertamente que no quiere la unidad. Su otro «pollo» se le rebela y, entendida en esos términos, exige más «unidad» de la que el propio PTS está dispuesto a dar. Ante la negativa del partido de Del Caño, el MST confirma que apostará a competirle en las PASO. Una verdadera rebelión en la granja electoralista del PTS.

Más que nunca, hay que renovar a la izquierda

Esta división del FITU confirma que toda la campaña de «unidad» de la que se llenaron la boca sus integrantes, en particular el PTS, implicaba el reforzamiento de todas estas tendencias electoralistas. La única unidad que se proponía era la de subordinación de toda la izquierda a sus candidatos sin debate alguno de perspectivas. Manteniéndose apegados a ese criterio, por fuera de toda discusión política real, de estrategias y orientaciones de intervención en la crisis que atraviesa el país, el FITU se ha dejado llevar por una dinámica de «guerra de todos contra todos» donde cada uno intenta sacar la mejor tajada.

El país atraviesa una crisis profunda. El impacto de la pandemia sumado a las políticas de ajuste han llevado a una situación social crítica: números récords de pobreza, precarización laboral, caída de los salarios, crisis ambiental. Además, hay un creciente descontento con los representantes políticos del sistema. Todos estos factores obligan a la izquierda a proponer una intervención en las próximas elecciones que tenga un contenido estratégico: poder canalizar la bronca y el descontento de amplios sectores de la clase trabajadora en un sentido anticapitalista y socialista. Ajenos a esta necesidad política imperiosa, el FITU continúa con sus anteojeras electoralistas discutiendo meramente a quien le toca tal o cual cargo «expectable».

Esta crisis del FITU confirma que la única propuesta unitaria real, por fuera de los discursos abstractos de «unir a toda la izquierda», fue la del Nuevo MAS y Manuela Castañeira. Nuestra candidata le propuso un debate público a Nicolás del Caño, referente del FIT, para que la discusión de la unidad de la izquierda comience por donde debe: con qué intervención y ejes políticos la izquierda debe participar de las próximas elecciones en un sentido revolucionario. Sólo a partir de dar estos debates de fondo es que podía avanzarse en la discusión sobre cómo conformar listas comunes. Pero el PTS y Del Caño rechazaron la propuesta de Castañeira. La única «unidad» que les interesaba era alinear a todo el mundo detrás de sus propias candidaturas, sin ningún debate político real.

Como vimos, esta misma lógica se le vuelve ahora en contra al propio PTS y al FITU en general. El caso de Córdoba, donde el FITU irá partido en tres pedazos, muestra que no es sólo el MST sino el frente como un todo el que está enredado en una serie de peleas de aparato que lo alejan cada vez más de ser una alternativa que logre representar los intereses de la clase trabajadora, la juventud, el movimiento de mujeres y personas LGBT.

Así como está, el FITU es una experiencia agotada. La izquierda necesita una renovación. Esto no significa un simple cambio de caras, sino una nueva perspectiva que ponga por delante el proyecto estratégico de que la izquierda pueda ofrecer una salida de fondo a la crisis. Sólo la candidatura de Manuela Castañeira le ha propuesto a los partidos del FITU discutir esto oportunamente, y ante su negativa, en estas elecciones la candidata del Nuevo MAS es la única que representará la oportunidad de avanzar en esta necesaria renovación.

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