Arde Portland entre la rebelión y la militarización

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  • En la que es la principal ciudad del Estado de Oregon, en la costa oeste de EE UU, la rebelión se sostiene en pie de lucha mientras las tropas federales enviadas por Trump siembran el terror.

Federico Dertaube

La ciudad es la única en la que las movilizaciones de la rebelión iniciada con el asesinato de George Floyd no han cejado ni un solo día. A punto de cumplirse los dos meses de iniciadas, no hay un sólo indicio de que las marchas se estén enfriando ni su participación disminuyendo. Al contrario: la polarización parece crecer a cada momento.

En el resto del país la movilización ha disminuido, pero la rebelión como tal ha dejado marcada con una candente cicatriz el rostro del país. La situación política nacional está cruzada ahora por las reivindicaciones y perspectivas abiertas luego de esos días de fines de mayo, que vieron por primera vez en muchos años a grandes masas en lucha desafiar la represión del régimen yanqui y hacer suyas las calles.

La ocupación de las calles se ha calmado por una combinación compleja de circunstancias. En primer lugar, la rebelión – huérfana de organización propia – no pudo formular un objetivo común claro que le de continuidad hasta ganar. Esto es así por la inmensa tradición de la democracia capitalista de Estados Unidos: para la inmensa mayoría no hay superación posible a ese régimen ni manera de que sus reinvindicaciones alcancen un lugar en el poder sin los tapiales de las elecciones y el bipartidismo. Así, el odio a Trump y lo más descarado del racismo en el régimen se estaría procesando electoralmente, a través del crecimiento de la candidatura de Biden. Finalmente, el crecimiento de los golpes de la pandemia no podía no desalentar la continuidad en las calles.

Las tropas federales enviadas por Trump. Foto: New York Times

Eso está lejos de significar que la rebelión haya terminado: se encuentra en un evidente impasse luego de no triunfar ni ser derrotada. El hecho de que la estabilidad del gobierno de Trump y su continuidad al frente del gobierno casi asegurada parecieron hacerse añicos en apenas unos días no ha sido olvidado. La lucha de clases es algo más complejo que la simple permanencia constante en la calle, la rebelión le ha propinado a Trump derrotas en otros escenarios, como su reciente renuncia a continuar con sus actos públicos de campaña.

Los focos que se sostienen de la movilización, de hecho, siguen acaparando la atención del país. Hoy, las tensiones crecen con millones mirando hacia Portland. Allí, Trump ha atizado las llamas de la bronca popular con una avanzada represiva que no pudo usar a escala nacional en el pico de la rebelión e intenta usar para aterrorizar a los manifestantes y así exorcizar definitivamente el fantasma que lo acosa en el sueño y la vigilia desde el incendio de la comisaría de Minneapolis.

Proliferan de manera diaria las denuncias de la acción irregular de las tropas federales en la represión. Los videos en redes sociales denuncian que la gente está siendo detenida por las fuerzas enviadas por Trump de manera ilegal y clandestina, con minivan y transportes sin identificar y oficiales también sin identificación alguna. La intervención de las fuerzas federales (que responden directamente a Washington DC) es una lisa y llana ocupación militar de Oregon, pues se realizó sin el permiso ni el aval político del mayor de la ciudad ni el gobernador del Estado. En muchos sentidos, Trump está sobrepasando sus atribuciones legales e institucionales, haciendo de cuenta que los canales normales de la democracia capitalista no existen. A través del gobierno federal, el régimen político está violando sus propias reglas.

 

Esta manera de actuar ha sido demasiado hasta para otros representantes del establishment: «Se está sacando literalmente a la gente de la calle en minivans sin marcar, autos de alquiler, aparentemente. Se les niega causa probable, y se les niega el debido proceso. Ni siquiera saben quién los está metiendo en las minivans. Los agentes no se identifican. Y, por lo que puedo ver, esto es completamente inconstitucional» denunció el mayor de la ciudad, miembro del partido demócrata. Sin preocuparse por guardar las formas democráticas y constitucionales, en Portland Trump apela a la violencia estatal desnuda.

A su pesar, esa manera de actuar no ha logrado otra cosa que atizar el fuego de la rebelión, echando petróleo en vez de agua.

Envueltos en humaredas de gases lacrimógenos, grupos de manifestantes gritan «¿De quién son las calles?» a los que otros responden «Nuestras». Y luego en coro: «¿De quién son las vidas que importan? Las vidas negras importan». Aún sin una organización común, la rebelión en Portland ha avanzado en tácticas de movilización que han burlado as las fuerzas represivas, haciendo efectivamente suyas las calles incluso a pesar de la militarización y la represión ilegal.

En puntos diversos de la ciudad, grupos heterogéneos de manifestantes, jóvenes y viejos, blancos y negros hacen lo suyo. El principal punto de concentración son los tribunales de justicia federales. El día de ayer (21 de julio), mientras algunos cientos de manifestantes armaban barricadas en los alrededores acaparando la atención de buena parte de los represores y dispersando sus fuerzas, otros cientos rodeaban el palacio de justicia y lentamente movieron los tapiales de madera para poder ingresar. Mientras tanto, usaron lásers y luces para dificultar la visión de las tropas que disparaban desde las ventanas.

Cuando fue el primer intento de ingreso, las tropas avanzaron y los manifestantes retrocedieron en orden, recuperando lugar luego de que los agentes federales retrocedieron hacia el edificio tiempo después. Según cuenta el New York Times, miles de personas enfrentaron a los perros guardianes de Trump con paraguas y máscaras de gas, así como diversos objetos caseros usados improvisadamente como escudos y proyectiles.

El uso de las tácticas de evasión y enfrentamiento con las tropas, la existencia de una «primera línea» de defensores de las marchas, el uso de luces, son un evidente eco de la experiencia hecha en las calles por la rebelión en Hong Kong; emulada y repetida por estadounidenses en el otro costado del Océano Pacífico. Así, las movilizaciones pro democracia en China y la rebelión antirracista en Estados Unidos, conscientemente o no, se identifican como una misma cosa, hermanados en el enfrentamiento a sus respectivos opresores.

La rebelión en Portland, una escena que recuerda a Hong Kong.

Se trata de unos primeros indicios de «universalización» de las rebeliones, que a largo plazo podrían dar lugar al enorme paso de identificar sus causas dentro de las fronteras de las principales potencias del mundo y afuera también. De maneras muy distintas y a ritmos muy diversos, los oprimidos del mundo evidentemente están haciendo una experiencia común. Esta realidad palpable debería desmentir de manera suficientemente clara a quienes quieren oponer ambas rebeliones de manera artificial, defendiendo a la burocracia capitalista china con una fachada «izquierdista».

La evolución de las cosas en Portland es particularmente sensible para Trump. Allí se dieron algunos de los primeros antecedentes de la rebelión, particularmente en agosto del año pasado. En esa fecha, un grupo neo fascista llamado los Proud Boys intentó realizar una manifestación explícitamente racista. Llamando a aplastar por la fuerza a las organizaciones de izquierda y los movimientos sociales, reclamaban contra el «genocidio de la raza blanca» y por los «valores occidentales». Fueron sobrepasados entonces por una contramanifestación «Antifa», que logró frenar su marcha. Entonces, la policía intervino para proteger al grupo fascistoide. En esa ocasión fue que Trump por primera vez amenazó con declarar organización terrorista a los Antifa, en un gesto perfectamente claro de que había tomado partido: los grupos supremacistas y neo fascistas, considerados legalmente como «organizaciones de odio» contaban con la protección de Washington DC.

El grupo neofascista Proud Boyd en una manifestación en Portland, en 2019. Foto: Noah Berger/AP/Shutterstock

El curso de los próximos meses estará marcado por la continuidad de la rebelión y las elecciones presidenciales: mientras la voluntad de lucha de millones y la calle sigue su marcha, en una tangente y en otra dirección se dirige el régimen político e incluso la conciencia de los movilizados, que no ha superado las ilusiones de la «democracia» imperialista.Los grupos de alt right de extrema derecha tienen un fiel representante en Trump, la movilización para castigarlo en las urnas (por los límites impuestos por el régimen político) no tiene otra cosa de Joe Biden, cuyo mayor aporte a la rebelión fue pedir que la policía no dispare a la cabeza de los manifestantes sino a las piernas.La música de la rebelión y la democracia capitalista suenan al unísono, pero a un compás y con melodías completamente diferentes. Naturalmente, no logran otra cosa que desafinar.

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