Apuntes sobre el sistema de salud estadounidense

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  • Algo que debe ser un derecho, como la vida de los seres humanos, se convierte en mercancía.

Por Luca Antonin

Mientras Estados Unidos se convertía en el país con más infectados de Coronavirus, una noticia sacudía California, EE. UU., y el mundo. Un joven de 17 años fallecía a causa de un paro cardíaco. En un estudio posterior, se detectó que estaba infectado con Coronavirus. Había ido a un hospital, porque tenía los síntomas. No lo quisieron atender por no tener seguro médico.

La historia de muertes e injusticias causadas por el sistema de salud estadounidense no es nueva. Algo que debe ser un derecho, como la vida de los seres humanos, se convierte en mercancía, cuando el capitalismo tiene plenas facultades para disponer de ella, y obtener jugosos márgenes de ganancia.

La crisis que desata el Coronavirus a nivel mundial es realmente preocupante. Expone los deficientes sistemas de salud en el mundo, víctimas de la baja  inversión y sistemáticos recortes de los diferentes estados. Pero claro, los más perjudicados son aquellos que no tienen dinero para pagar la atención médica. Como siempre, esta es una cuestión de clase.

Aproximadamente 50 millones de personas, en Estados Unidos, no tienen cobertura médica. ¿Qué quiere decir? Que si te enfermas, como el joven de 17 años de California, y no estás cubierto, te morís.

La pregunta es, ¿Cómo se accede un seguro médico en EEUU? Bueno, hay dos opciones. Existen los seguros privados y los públicos. En el sistema de salud estadounidense, los primeros tienen presencia mayoritaria y el control del mercado de salud. La salud pública, da cobertura esencialmente a través de dos planes Medicare y Medicaid. Estos fueron creados durante la presidencia del demócrata Lyndon Jonhson a partir de la Ley de Seguridad Social de 1965, y se financia mediante impuestos establecidos por la Ley de Contribuciones de Seguro y la Ley de Contribuciones de Empleo por Cuenta Propia de 1954.

Medicare cubre a personas mayores de 65 años y a personas jóvenes con discapacidades que necesiten tratamiento debido a patologías graves como el cáncer o la insuficiencia renal. La mayoría de la población adulta mayor de los Estados Unidos goza de este servicio, cuyas prestaciones son sumamente restrictivas.

Medicaid cubre a las familias de bajos recursos económicos. Están protegidos bajo ley federal las mujeres embarazadas, niños/as, adultos/as mayores, personas con discapacidad y padres/madres de familia que califican bajo los estándares de pobreza del país. Las condiciones impuestas para para poder presentar este “certificado de pobreza” son tales que miles de personas que cuentan con sus necesidades básicas insatisfechas no clasifican para este seguro.

Existe también el programa S-CHIP que ofrece ayuda financiera para aquellas familias que ganan más del límite para calificar a la ayuda de Medicaid pero no lo suficiente para obtener un seguro médico privado

Sin embargo, estos programas no son suficientes para asegurar el acceso universal a la salud y la cobertura de todos los servicios. Medicare no cubre medicina preventiva, como por ejemplo odontología u oftalmología. Medicaid y S-CHIP son constantemente rechazados por los proveedores privados de salud porque su tasa de reembolso o recupero financiero es muy baja.

Por el lado del sector privado, hay dos formas de obtener un seguro: por medio del empleador o contratarlo de manera individual. La primera es la más común. La segunda presenta grandes dificultades ya que las empresas pueden negar la cobertura basándose en el estado de salud de la persona y sus condiciones preexistentes.

Se calcula que, en promedio, cada trabajador/a gasta aproximadamente 8 mil dólares al año, solo para tener la bendita cobertura, que les permita poder vivir relativamente tranquilos, sabiendo que frente a cualquier problema de salud, estarán cubiertos.

¿Totalmente cubiertos? No, para nada. El primer paso para que un hospital te acepte, es tener un seguro médico. Pero después, vienen los co-pagos y deducibles. Gastos de atención y varios etcéteras, como por ejemplo, en caso de que un seguro no se haga cargo de tal medicación o tratamiento. Ahí viene el desembolso de más dinero, a veces muy costoso para un trabajador (hay precios de medicamentos que arrancan en 200 dólares, operaciones arriba de los 40mil dólares).

Son comunes los casos en donde pacientes se enteran, después de ser internados, por ejemplo, por un accidente de autos, que tienen que pagar considerables sumas por el tiempo que estuvieron en cama, y así son miles los ejemplos. Y estamos hablando, repito, de los que tienen cobertura.

Las compañías de seguro son multimillonarias, amparadas por el Estado. Tanto republicanos como demócratas les han dado impunidad para que absorban casi toda la demanda de salud que el pueblo estadounidense necesita. Si a esto sumamos los requisitos sumamente restrictivos impuestos para clasificar a un plan estatal, se puede explicar por qué existen millones de personas sin cobertura de salud en la principal potencia mundial.

Y como la regla fundamental del capitalismo, en donde lo que prima es la ganancia y no la necesidad, la profundización de este sistema tan desigual, sobre todo desde la gestión de Nixon, y la aparición del neoliberalismo como cara más salvaje del capitalismo, empeoro dramáticamente la situación del pueblo trabajador.

“Trabajar hasta morir, para pagar medicinas” es una de las frases que lanza un señor de 70 años, en el documental Sicko (2007) de Michael Moore, en donde se expone la crueldad y la máquina de hacer billetes que resulta ser la “industria de la salud”, conjuntamente con la industria farmacéutica.

Las compañías de seguros llegan a pagarle a los doctores jugosos bonos por ahorrarle millones de dólares a estas, al costo de negarle tratamiento y medicamentos a pacientes, inventando errores en los formularios de solicitud o enfermedades preexistentes.

Como para argumentar esto último, está el dramático testimonio que la Dra. Linda Peeno ofreció en 1996 en el Congreso de los EE. UU. Linda, era una revisora médica, que afirmaba haber causado la muerte de un paciente al negarle cobertura médica por motivos económicos. “(…) Hoy estoy aquí para hacer una confesión pública. En la primavera de 1987, en calidad de médica, denegué a un hombre una operación que necesitaba y que le hubiera salvado la vida. Eso causó su muerte. Ninguna persona o entidad me exigió una responsabilidad por ello porque, en realidad, lo que hice fue ahorrarle a mi compañía medio millón de dólares”.

Por otro lado, hay cantidad de personas que quedan en bancarrota luego de hacer frente a los costosos tratamientos. Un gran porcentaje de trabajadores pierden posesiones y entran en riesgo de insolvencia, ya que las sumas que los seguros y hospitales les reclaman son enormes.

 

Obama – Care: La cura del cáncer con aspirinas

En 2010, se aprobó la Ley de Protección del Paciente y Cuidado Asequible de la Salud, popularmente conocida como Obamacare duramente resistida en el Congreso por legisladores del Partido Republicano que la acusaban de ser una “medida socialista”. Esta ley no afectó casi en nada la estructura del sistema de salud estadounidense. La ley obligaba a la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses a contratar un seguro médico bajo pena de multa fiscal, aportando subsidios para pagarlo, prohibiendo negar la cobertura a personas con una “condición médica preexistente” y buscando ampliar los mínimos que debe cubrir el seguro médico ofrecido por las empresas.

Pero esto no modificó en nada la cantidad de requisitos que deben cumplir las personas que quieran acceder al sistema de salud público. Ni hablar de los privados, sumado al creciente desempleo que hubo en los Estados Unidos. Este dato no es menor, ya que recordemos que una gran parte del pueblo tiene cobertura médica privada a través de tener un empleo (en blanco y de tiempo completo, obviamente).

El que la salud no esté en manos de sus trabajadores y de las grandes mayorías explotas y oprimidas deja abierta las puertas para que los capitalistas hagan lo que mejor saben hacer: tomar lo que sea, incluso derechos elementales para la vida en este planeta, y convertirlo en industria que genere grandes márgenes de ganancia.

El problema, para ellos, es cuando ocurren “situaciones de excepción” como la pandemia del Coronavirus Covid 19. Explotan la naturaleza y al ser humano hasta límites inimaginables, y una vez hecho el desastre.

Pero nosotros empezamos a ver las fisuras cada vez más grandes del sistema capitalista. Debemos tomar en nuestras manos la lucha contra la pandemia, exigiendo medidas drásticas orientadas a cuidar la vida de las grandes mayorías.

Debemos romper la lógica capitalista, de la ganancia, para convertirla en la lógica socialista, de las mayorías, en donde primen las necesidades de las grandes mayorías. No podemos permitir que sigan haciendo lo que quieran con nuestras vidas. Porque si no, ocurren estas tragedias, como que un joven con 17 años y toda una vida por delante, pierda todo, por no tener el “privilegio de la cobertura médica”.

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