Alemania cierra sus tres últimas centrales nucleares: ¿transición energética o más dependencia al carbón?

Este sábado Alemania dio por concluido su objetivo de abandonar totalmente la energía nuclear y cerró las últimas tres centrales que continuaban funcionando en el país.

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Bajo el precepto de avanzar hacia energías renovables, el país europeo cumple con el objetivo de abandonar la energía nuclear, meta que se había planteado a principios de siglo, pero que fue tomada más seriamente bajo el gobierno de Ángela Merkel luego del accidente nuclear de Fukushima en 2011.

Las centrales de Isar 2, Neckarwestheim y Emsland fueron desconectadas de la red eléctrica antes de la medianoche, dando por finalizada la era de la energía nuclear en Alemania.

El hecho fue celebrado por grupos ambientalistas del país, que vienen peleando hace años porque se haga efectiva la medida, debido a los riesgos ambientales que acarrea la energía atómica.

Sin embargo, a pesar de que los gobiernos alemanes han venido avanzando firmemente al respecto, la decisión ha desatado una serie de polémicas, tanto desde la derecha como desde la izquierda.

En el caso de la derecha la cuestión es bastante simple: no les importa el cambio climático ni el medio ambiente, sino sólo abaratar costos para maximizar las ganancias empresariales. Los sectores más radicalizados de la ultraderecha directamente son negacionistas del cambio climático, mientras que la derecha «moderada» sigue priorizando el cálculo económico por sobre la política ambiental, más allá de que tolere ciertas regulaciones.

Pero la cuestión no es tan sencilla, porque el abandono de la energía nuclear por parte de Alemania producirá, en el corto plazo, una mayor dependencia al carbón y al gas natural, dos fuentes fósiles y altamente contaminantes.

Esta paradoja ha sido admitida por el propio gobierno alemán, que se excusa diciendo que tiene planeado cerrar por completo sus centrales de carbón para 2038.

Alemania, que es la principal economía de Europa y el mayor emisor de gases de carbono del continente, de hecho tuvo que aumentar un 8% su producción de energía basada en carbón el año pasado, debido a la escasez del gas proveniente de Rusia.

Como resultado, por lo menos un tercio de la producción de energía eléctrica en Alemania está basada en carbón, un recurso no renovable y altamente contaminante. Teniendo en cuenta estos datos, la decisión de cerrar por completo sus centrales nucleares se vuelve por lo menos discutible.

El estallido de la guerra en Ucrania ha empeorado el panorama energético europeo y ha sido uno de los principales factores que impulsó el reactivamiento del uso de carbón para producir energía, más allá de los discursos bonitos y políticamente correctos de los gobiernos sobre el cambio climático.

En este contexto geopolítico de fuerte inestabilidad, signado por la guerra en Europa y las tensiones entre EE.UU. y China, un nuevo cimbronazo a los mercados energéticos internacionales podría hacer que Alemania tenga que recurrir aún más al carbón y al gas por lo menos en lo inmediato, como ocurrió con la invasión de Rusia a Ucrania.

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