Subjetivismo y política

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  • Este artículo fue escrito en 1965. Raya Dunayevskaya fue una militante revolucionaria que trabajó como secretaria para León Trotski. Luedo de su asesinato, continuaría su actividad política en Estados Unidos.

Por Raya Dunayevskaya

Por el heroísmo del antiguo comisario ruso de la guerra, los rigores de su exilio cuando Stalin ganó la lucha por el poder y la tragedia de su asesinato a manos de un asesino del GPU, muchas de las cosas escritas sobre los últimos años de León Trotsky están impregnadas de subjetividad. Sus últimos años parecen haber suministrado materia a aproximaciones psicológicas, incluso por parte de analistas políticos. Se ha publicado recientemente una novela, usada para una emisión “especial” de la televisión, que atribuye a Trotsky un cambio de posición política que éste no habría querido admitir. Únicamente gentes que no tienen pensamiento propio pueden deformar semejantemente los pensamientos de otros.

León Trotsky nunca dejó entrar el factor subjetivo en ninguno de sus análisis de situaciones objetivas. Muy al contrario. Recuerdo un momento durante los procesos de Moscú, cuando el “Estado Mayor General de la Revolución” [todos los exdirigentes de la revolución] era masacrado por Stalin, y el mismo Trotsky acusado de los crímenes más odiosos. La burocracia rusa tenía el poder del estado, la Lubianka [la siniestra prisión del GPU], el dinero, la brutalidad, el total menosprecio hacia la historia y, sobretodo, el tiempo, toda una década entera para fabricar la más gran mentira de la historia.

La prensa mejicana reservaba cada día dos columnas a Trotsky para que éste pudiese responder a las acusaciones lanzadas contra él en los procesos de Moscú de 1937-1938. Solo disponía de dos horas para redactar sus respuestas, y ello gracias al presidente Cárdenas [presidente de Méjico de 1934 a 1940, fallecido en 1970] que había
intervenido en su favor entre los editores y les había pedido que informasen a Trotsky
de las acusaciones que llegaban a sus teletipos. Trotsky nunca sabía qué acusaciones iban a ser ni en qué año se suponía que había cometido tal o tal otro crimen. Por otra parte, los procesos se producían en el momento del mayor dolor personal de la familia Trotsky pues el largo brazo del GPU acababa de asesinar a su único hijo soperviviente, León Sedov. Era el golpe premeditado de una maestro de la intriga [Stalin], insidiosamente planificado, calculado para inflingirle a Trotsky el golpe definitivo, esperaba Stalin incapacitarlo para responder a las acusaciones lanzadas contra él, que sabía que se iban a formular dos semanas justas más tarde.

Efectivamente, la muerte de León Sedov inflingió la más profunda herida y en el lugar más vulnerable. Lev Davidovich y Natalia Ivanovna se encerraron en su habitación y se negaron a ver a nadie. Durante toda una semana, no salieron de su habitación y solo persona podía entrar a llevarle el correo y la comida, de la que comían
muy poco.

Fueron días horribles para todos los miembros del secretariado. Nunca habíamos visto así ni a LD ni a Natalia. No sabíamos cómo estaban y temíamos las consecuencias sobre ellos de esta tragedia. Cambiamos las máquinas de escribir, el teléfono e incluso los timbres de las puertas en la garita de la guardia para que no lo escuchasen desde su habitación. Su rincón de la casa se hundió en un mortal silencio. El aire era pesado, como si toda la cadena de montaje de México pesase de lleno únicamente sobre esta casa.

El golpe era mucho más duro teniendo en cuenta que León Sedov era no solamente su hijo superviviente sino también el más próximo colaborador literario y político de Trotsky. Cuando Trotsky estaba internado en Noruega, amordazado, impedido de poder responder a las acusaciones lanzadas contra él durante el primer proceso de Moscú (agosto de 1936), Sedov publicó el Libro Rojo, que, desenmascarando brillantemente las falsedades de Moscú, había descargado un irreparable golpe al prestigio del GPU.

Durante esos sombríos días, después que nos llegó la trágica noticia, cuando Lev Davidovich y Natalia Ivanovna estaban encerrados en su habitación, él escribió la historia de la corta vida de sus hijos. Era la primera vez desde antes de la Revolución que Trotsky escribía a mano.

El octavo día, León Trotsky salió de la habitación. Quedé petrificada al verlo. Siempre tan aseado y meticuloso, no se había afeitado en una semana. Su mirada estaba profundamente marcada. Sus ojos hinchados de llorar mucho. Sin pronunciar ni una sola palabra me tendió el manuscrito León Sedov, hijo, amigo y combatiente, que contenía pasajes de los más punzantes de sus escritos. Un párrafo decía: “He informado a Natalia de la muerte de nuestro hijo, en ese mismo mes de febrero en que hacía 32 años que ella había venido a la cárcel a informarme de su nacimiento. Así se acababa ese día del 16 de febrero, el más negro en nuestras vidas personales… Con nuestro hijo murió todo aquello que todavía quedaba joven en nosotros…” Pero ni incluso este terrible duelo disminuyó el ardor de Trotsky por la causa revolucionaria. El folleto fue dedicado a “la juventud proletaria”. Si el GPU había contado con este golpe para abatirlo se había equivocado de hombre. Al día siguiente los diarios informaban de la apertura del tercer proceso de Moscú (mazo de 1938). Trotsky trabajaba hasta tarde por la noche. Un día estaba levantado desde las 7 y escribía hasta medianoche. Al día siguiente se levantaba a las 8 para trabajar sin parar hasta las 3 de la madrugada. El último día de la semana no se acostó hasta las 5 horas de la mañana. Se exigía a sí mismo más que a sus colaboradores.

El “Viejo”, como le llamábamos afectuosamente, escribía una media de 2.000 palabras por día. Entregó sus tomas de posición a United Press, a la Associated Press, a la agencia Havas (France Presse), al London Daily Express y a los diarios mejicanos. Sus declaraciones también se publicaban en lengua alemana y rusa. Dictaba en ruso. Mientras yo transcribía el dictado los otros secretarios verificaban cada fecha, cada nombre y cada lugar evocados en los procesos. Trotsky exigía un trabajo de búsqueda meticulosa y objetiva; transformaba a los acusadores en acusados. Pero este revolucionario estaba tan poco habituado al subjetivismo que se indignó profundamente cuando los diarios publicaron “rumores” según los cuales Stalin nunca había sido un revolucionario, sino que había sido siempre un “agente del zar” y ahora “cobraba venganza”. Cuando le entregué los diarios que contenían esta explicación de la sangrante purga de los procesos de Moscú, Trotsky exclamó: “¡Stalin fue un revolucionario!”.

Cuando salía de la habitación me llamó “Esperad un momento, vamos a añadir un post-scriptum al artículo de hoy.” He aquí lo que me dictó: “La prensa ha informado ampliamente de la noticia que Stalin habría sido un agente provocador bajo el zarismo y que ahora se venga de sus antiguos enemigos. No concedo ningún crédito a este rumor. Desde su juventud Stalin ha sido un revolucionario. Todos los hechos de su vida rinden testimonio de ello. Reconstruir su biografía significa remedar a la actual burocracia reaccionaria.” Y de nuevo, cuando la Comisión Dewey [John Dewey, filósofo estadounidense que presidió los trabajos de la comisión que llevaba su nombre en 1938] de investigación de las acusaciones lanzadas contra León Trotsky pronunció su veredicto de no culpabilidad y se convocó una conferencia de prensa, a Trotsky: le preguntaron: “Los procesos de Moscú y el veredicto de la Comisión ¿sugieren conclusiones pesimistas a propósito del socialismo?” Y Trotsky respondió: “No veo fundamento para el pesimismo. Hay que tomar la historia como es. La humanidad avanza como lo hacen algunos peregrinos: dos pasos adelante y uno atrás.}

Durante el movimiento hacia atrás todo parece perdido para los escépticos y pesimistas. Pero es un error de visión histórica. Nada está perdido. La humanidad se ha desarrollado del mono a la KOMINTERN. Avanzará de la KOMINTERN al verdadero socialismo. El juicio de la Comisión demuestra una vez más que la idea correcta es más fuerte que la más potente policía. La base inquebrantable del optimismo revolucionario descansa en esta convicción.”

Desgraciadamente el optimismo menos que el subjetivismo no están en la raíz de las posiciones políticas. Lo que es decisivo, lo que es su fundamento filosófico, es la teoría.
Yo rompí con Trotsky porque esta teoría (que Rusia seguía siendo a pesar de todo un estado obrero, “aunque degenerado” y tenía que ser “defendida” en el momento en que estallaba la Segunda Guerra Mundial, justo tras la firma del pacto Hitler-Stalin) me parecía desmentida a la vez por la realidad del capitalismo de estado en Rusia y por la total perversión del humanismo del marxismo como teoría de la emancipación.

Pero mi ruptura con la política de Trotsky no modificó en absoluto mi actitud hacia él como uno de los más grandes revolucionarios de nuestra época, uno que, con Lenin, dirigió la gran Revolución de Octubre. Continúa siendo “el hombre de Octubre”.

 

(DE LA NOTA DEL MIA: “RAYA DUNAYEVSKAYA, EN VISITA EN JAPÓN, ESCRIBIÓ ESTE ARTÍCULO SOBRE TROTSKY EN 1965 PARA EL DIARIO ASAHI SHIMBUM EN EL QUE SE PUBLICÓ EL 15 DE DICIEMBRE DE 1965.” VERSIÓN CASTELLANA DESDE:  HTTPS://WWW.MARXISTS.ORG/FRANCAIS/DUNAYEVSKAYA/WORKS/1965/12/RAYA.HTM)

ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO PREVIAMENTE EN LA WEB SIN PERMISO

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