La muerte de Karl Kautsky

Artículo de León Trotsky aparecido en febrero de 1939 en la revista New International.

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Traducido de Revolution’s Standnews. Artículo de León Trotsky aparecido en febrero de 1939 en la revista New International. 

La muerte de Karl Kautsky pasó desapercibida. A la joven generación este nombre le dice comparativamente poco. Pero hubo una época en que Kautsky fue, en el verdadero sentido de la palabra, el maestro que educó a la vanguardia proletaria internacional.

Sin duda su influencia fue menos considerable en los paí­ses anglosajones, especialmente, y en Francia, pero eso se explica por la débil difusión que tuvo en general el marxismo en esos países. Por otro lado, en Alemania, en Austria, en Rusia y en los demás países eslavos Kautsky llegó a ser una indisputable autori­dad marxista. Los intentos de la actual historiografía de la Comintern de presentar las cosas como si Lenin, casi desde su juventud, hubiera visto en Kautsky un oportunista y le hubiera declarado la guerra son radicalmente falsos. Casi hasta la guerra mundial Lenin consideró a Kautsky el genuino heredero de la causa de Marx y Engels. Esta anomalía se explica por el carácter de la época, de ascenso capitalista, de democracia, de adaptación del proletariado. El aspecto revolucionario del marxis­mo se había vuelto una indefinida, o en todo caso distante, perspectiva. La lucha por las reformas y la propaganda estaban a la orden del día. Kautsky se dedicó a comen­tar y justificar la política reformista desde una perspec­tiva revolucionaria. Se daba por hecho que cuando cambiaran las condiciones objetivas Kautsky sabría armar al partido con otros métodos. No fue el caso. La aparición de una época de grandes crisis y grandes cho­ques reveló el carácter fundamentalmente reformista de la socialdemocracia y de su teórico Kautsky. Lenin rompió resueltamente con Kautsky a comienzos de la guerra.

Después de la Revolución de Octubre publicó un libro despiadado sobre «el renegado Kautsky». Para el marxismo, Kautsky, desde el comienzo de la guerra, indiscutiblemente se comportó como un renegado. Pero respecto a sí mismo solamente renegó a medias, por así decirlo, de su pasado: cuando los problemas de la lucha de clases se plantearon con toda su agudeza, Kautsky se vio obligado a llevar hasta las últimas conclusiones su oportunismo orgánico. Kautsky indudablemente dejó numerosas obras de valor para la teoría marxista, que aplicó con éxito a los más variados dominios. Su pensamiento analítico se caracterizaba por una fuerza excepcional. Pero no tenía la inteligencia creadora versal de un Marx, de un Engels, de un Lenin; en última instancia, Kautsky fue toda su vida un comentarista de talento. A su carác­ter, igual que a su pensamiento, le faltaba envergadura y audacia, sin las cuales es imposible una política revolucionaria. Desde el tronar del primer cañonazo se ubicó en una difusa posición pacifista; luego se transformó en uno de los dirigentes del Partido Social Demócrata Independiente, que trató de crear una Internacional Dos y Media; después, cuando el Partido Independiente se hizo pedazos, volvió a cobijarse bajo el ala de la socialdemocracia. Kautsky no entendió nada de la Revolución de Octubre, sintió ante ella el terror del pequeño burgués sabihondo y le dedicó no pocos trabajos llenos de furiosa hostilidad. Sus escritos del último cuarto de siglo se caracterizan por una total decadencia teórica y política.

El fracaso de la socialdemocracia alemana y austríaca fue también el fracaso de todas las concepciones reformistas de Kautsky. Es cierto que siguió afirmando hasta el fin que tenía esperanzas en un «futuro mejor», en una «regeneración» de la democracia, etcétera; este pasivo optimismo reflejaba únicamente la inercia de una vida laboriosa y, a su modo, honesta, pero no se sustentaba en ninguna perspectiva independiente. Recordamos a Kautsky como a nuestro antiguo maes­tro, al que una vez le debimos mucho. Pero se apartó de la revolución proletaria y, en consecuencia, tuvimos que apartarnos de él.

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