El mundo de Mandelshtam

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  • Ósip Mandelshtam fue un poeta ruso de origen judío-polaco denunciado por la censura y arrestado en mayo de 1934 por escribir un poema contra Stalin, en el que alude satíricamente a él como el «montañés del Kremlin».

Odile Hunoult

Artículo publicado el 30 julio de 2021 en el sitio de En attendantNadeau. A propósito del libro de Ósip Mandelshtam, “Viaje a Armenia”. Traducción del ruso y prólogo de Jean-Claude Schneider. Postfacio de Serena Vitale. Le Bruit de temps. 

Traducido del francés por Luz Licht

En 1930, en el peor momento del escándalo orquestado en torno a él luego de una acusación de plagio, Ósip Mandelshtam logra, gracias a su amigo y protector Nikolai Bujarin, luego de ser eyectado del Politburó aunque aún influyente, un viaje a Armenia. Él sacó un texto de notas y de recuerdos, que se extraen de las magistrales “Obras completas” traducidas por Jean-Claude Schneider en 2018.

Mandelshtam soñaba con ese viaje desde su regreso del Cáucaso en 1921. Un milagro. Él parte de abril a noviembre de 1930, primero fueron tres semanas en Abjasia, luego en Sujumi, para sanar una miocarditis, después vino Armenia. Se trató de una «misión artística», como lo fue también el viaje a América de Mayakovsky, en 1928. «Provisto solo de algunos papeles sin gran consciencia de lo que sería yo no podía tener otra cosa que ilusiones, partí con mi valija de mimbre en mayo de 1930 hacia Ereván.»

Una «misión artística», entonces. «Donde quiera que estuviese he encontrado una voluntad tenaz y la mano del partido bolchevique. La edificación del socialismo devino para Armenia como un hábito»- es esto en efecto lo que se le demandaba, y lo que hemos leído en uno de sus borradores. Finalmente, nada de ello quedará, más que algunas alusiones burlonas. Ya que seguía allí, en el mismo borrador: «Pero mi ojo, ávido de todo lo que sea extraño, efímero y lábil, captó en ese viaje el solo estremecimiento luminoso, de las coincidencias de la hermosa vegetación, de la realidad del dibujo anecdótico.» Imposible describir mejor lo que es “Viaje a Armenia”. Al igual que es imposible resumir lo que contiene este pequeño texto (sesenta páginas en esta edición): todo un mundo de registros, de reflexiones, de sensaciones, de recuerdos y, «a fin de cuentas lector, poco importa si tu confundes todo, no me corresponde a mi instruirte».

Un motor de camión en cuidados intensivos, un nadador imprudente aplaudido por no haberse ahogado, los niños saltando sobre las colinas o devastados por una epidemia, en las cercanías del Río Moscova, fue el barrio donde escribió el Viaje en 1931, hasta de naturalismo y recolectado sobre seres vivos, o de la colección Mozorov (que estará disponible en París de septiembre de 2021 hasta febrero de 2022, en la Fundación Louis Vuitton) -él admiraba el Café de noche de Van Gogh (hecho en Arlés), «las láminas del suelo caen, se hunden como los canales bajo la furia eléctrica. Y las terrazas tan estrechas de los cafés recuerdan a una tumba». El cuadro – lo que podría permitir conocer la fecha de su visita – fue vendido en 1930 por la URSS a la Yale University Art Gallery. Mandelshtam ama con locura a los pintores franceses… pero no a Matisse; en pintura, cada ojo tiene sus razones.

Y, por supuesto, imbuido en ese laberinto, Armenia, el placer de los paisajes de montaña, las iglesias en ruinas, los encuentros, la gente, el idioma, «lengua heredada de la cuenca del Ararat»,es todo lo que alimentará también el ciclo de poemas “Armenia: una celebración deslumbrante”. Todo esto con una maestría que prevalece, deja un legado fértil, que pone en movimiento el pensamiento de su lector, estimulante como el viento de la montaña que hace sonar el aire con una vibración de una hoja mojada. Como «una bocanada de aire fresco», como decía André Breton a propósito de Aimé Cásaire.

Paisajes dibujados en una metáfora, fragmentos de teorías lanzadas al viento, sentencias («nadie va a escribirlo que no refleje de una forma u otra la naturaleza profunda de tu alma») y todos los matices del humor mandelshtaniano, con sus zarpazos y una sensibilidad inextricable, cambiantes como una línea de Chopin. Sin contar la cantidad de imágenes delineadas en dos frases y tres incisos. Mandelshtam es un caricaturista excepcional, por la originalidad de sus puntos de vista, por la precisión de sus líneas, por su incorregible gusto por las humoradas y, es sabido que la mofa puede ser un pasaporte al más allá. Él también lo sabía, y a lo que se arriesgaba cuando, tres años más tarde murmuró a otros su epigrama contra Stalin.

Este libro, una «edición especial» como hace siglos no se publicaba en la revista Argile, es tres partes que forman un verdadero todo, el Viaje mismo, los borradores del Viaje y, «Segundo nacimiento» el largo Postfacio (inédito) de Serena Vitale traducido del italiano por Jean-Charles Vegliante.

Los borradores, en espejo del texto, capitulo tras capitulo, todos ellos también censurados, son abiertamente más satíricos. Y figuran muchas anotaciones en las cuales se comprende bien porque Mandelshtam no las incluyo. Se comprende también muy bien porque el régimen (la dictadura), armado con su gigantesca trampa para insectos había puesto los ojos sobre ese mosquito exasperante. «Un pícaro cuyas manos agitan un espejo para dirigirlo allá hacia donde no iluminan los rayos del sol.» Cuando se conoce la noticia del suicidio de Mayakovski (30 de abril de 1930) lo atraviesa a Mandelshtam, y lo deja como cayendo de una escalera, en palabras de Bezymenski, poeta al cual no estimaban un poco – «pasé tres semanas sentado frente a B. y no logré encontrar de qué conversar con él». Como un rayo que lo atraviesa profundamente y va «a perderse en alguna parte bajo los peldaños»: ya que nadie protege a Mandelshtam del mundo, y puede que esta sea la clave de la agudeza de su percepción, que él transfunde a su lector.

En cuanto al postfacio, es como una larga meditación, paciente, amorosa, hecha de relaciones circulantes entre las obras (en el sentido de la circulación vital de la sangre), entre las obras y los hechos, la nebulosa de los hechos donde se condensa Viaje a Armenia, con la amistad tan fecunda con el biólogo Kouzine. Este detalla también la acogida de Viaje por la crítica soviética de 1933, demasiado cómica en realidad. Ya que la censura, finalmente, había leído y comprendido bien al Viaje. Simplemente, esta no se encontró lo que esperaba, la verdad del momento, «cruel y prístina, la Verdad-del-Partido» (en la cuarta prosa). Desconfiemos nosotros de no ser arrastrados por la vorágine de la Verdad-del-Momento.

El postfacio hecha luz sobre una ausencia enorme: la visita a Shusha, en Nagorno-Karabaj, había impresionado totalmente a Mandelshtam. En 1920, diez años antes de su periplo, miles de armenios habían sido masacrados, en el trágico episodio del conflicto todavía activo entre armenios y azeríes. Mandelshtam había podido ver las ruinas y escombros de las casas («Allí, cuarenta mil ventanas nos miran con sus ojos muertos»), que aun se pueden ver. ¿Por qué Shusha no aparece ni en Viaje ni en sus borradores, sino únicamente en un poema del ciclo Armenia? Puede ser para que nada empañe el júbilo del Viaje.

La prosa de Mandelshtam es de una naturaleza tan ardiente que ella se pregunta sobre las relaciones entre la prosa y la poesía y, además, como una cosa lleva a la otra, sobre las relaciones entre la poesía y la realidad. En Mandelshtam, desde el comienzo, escribir es sumergirse en la vertiginosa realidad: este es el sentido de su adhesión al acmeísmo: «un libro de manos de la realidad, lo recibimos, no lo olvidamos». Resta interrogarse por la relación entre la realidad y la verdad, entre la verdad y la belleza, ya que estas tres no podrían existir sin que alguien en alguna parte trate por su cuenta y a su manera de reunirlas.

El Viaje, sueña despierto, sueña de alegría, esta tan lejos de las pesadillas, según «las leyes ambivalentes del onirismo», ¿cómo lo nota Serena Vitale? Este se cierra sobre el sueño del narrador, en un final un poco enigmático, a lo Mandelshtam. «El sueño te atrapa entre muros, te encierra entre muros… Una última idea: habrá que saltar esa cadena montañosa…» Mandelshtam es (como los soviéticos cuando estaban acorralados) un as del contorsionismo. ¿Se trata de esa Armenia aun, tierra de montañas, tierra de montañeses? ¿O se puede ver una alusión a un montañés cuya penumbra es todavía más gravosa que la Noche a la sombra del Matterhorn devorando el valle de Zermatt? Justo antes de hundirse en el sueño, el Viaje evoca un episodio histórico de la antigua Armenia[1], una alusión en forma de parábola de la desgracia -peligrosa desde 1929, letal en 1938- de Bujarin.

 

[1]Traducción de una “Histoire de l’Arménie” (Historia de Armenia) de Ve siècle. Pasaje suprimido por la censura, publicado pese a todo en la revista L’Étoile en 1933.


Epigrama contra Stalin

Poema traducido por José Manuel Prieto de Letras Libres

Ver análisis de la traducción y el poema

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,

nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.

La más breve de las pláticas

gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.

Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,

y sus palabras como pesados martillos, certeras.

Sus bigotes de cucaracha parecen reír

y relumbran las cañas de sus botas.

 

Entre una chusma de caciques de cuello extrafino

él juega con los favores de estas cuasipersonas.

Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;

sólo él campea tonante y los tutea.

Como herraduras forja un decreto tras otro:

A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja,
[al cuarto en el ojo.

Toda ejecución es para él un festejo

que alegra su amplio pecho de oseta.

Noviembre de 1933

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