A propósito del 12 de octubre

El programa anti-colonial en la actualidad pasa por luchar para que América Latina rompa sus lazos de sumisión con el imperialismo, empezando por NO pagar la deuda externa y rechazar la intromisión del FMI de nuestros países.

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“Igual que toda la etapa de la acumulación capitalista (…), la conquista y colonización de América derraman sangre y lodo por todos sus poros (…) En las colonias españolas cristalizó bien pronto un sistema de explotación capitalista colonial en gran escala, basado en el trabajo del indio o del blanco proletariazado, con destino al mercado mundial. Desde su hora inicial, América Latina vive fundamentalmente en función del mercado, y cuanto más crece, más se acentúa esta característica, que en rasgos generales la independencia de España logró acelerar.” (Milcíades Peña, Historia del pueblo argentino).

En relación a la cita anterior, agrego lo siguiente:

1. La conquista y colonización fue un acto atroz que, desde todo punto de vista, califica como genocidio. Pero, además, constituyó un plan premeditado para destruir civilizaciones milenarias de una enorme riqueza cultural. A propósito de esto, en la Ciudad de México es impactante observar que los conquistadores españoles destruyeron el “Templo Superior” -epicentro del poder azteca- y, sobre sus ruinas, edificaron la catedral y casas de las nuevas autoridades coloniales; no sólo se trató de explotar a los pueblos originarios, también pasó por destruir todas sus referencias simbólicas y culturales, algo fundamental para someterles al poder colonial (algo similar aconteció en las regiones incas en el actual Perú).

2. Lo anterior no significa “romantizar” el mundo prehispánico, pues, aunque contuvo elementos progresivos para su época, también era un mundo marcado por la opresión. Es conocido que las huestes de Hernán Cortés aglutinaron en torno suyo a varios grupos indígenas hartos del dominio azteca, sustentado sobre la opresión militar y la continua extracción de riquezas (el cálculo les salió mal, pues la colonización no tardó en someterlos de igual manera). Asimismo, a lo interno de muchas sociedades originarias prevalecieron formas de opresión y desigualdad social que, aunque no alcanzaron el grado de brutalidad que impuso la colonización, no se pueden mistificar como sociedades de libertad y emancipación humana (ahí también estuvieron los de arriba y los de abajo).

3. La exigencia actual contra las otrora potencias colonizadoras, no puede limitarse a pedir una “disculpa”, al estilo de lo que promueve López Obrador en México (bastante hipócrita, pues con su tren maya va afectar a muchísimas comunidades indígenas del sur de México). El programa anti-colonial en la actualidad pasa por luchar para que América Latina rompa sus lazos de sumisión con el imperialismo, empezando por NO pagar la deuda externa -mecanismo de expoliación contra los pueblos de la región- y rechazar la intromisión del FMI de nuestros países. Claro que, un programa de este tipo, no lo va llevar a cabo ninguna burguesía “progresista” latinoamericana o el reformismo (ver el caso del FA en Costa Rica, incapaz de rechazar el acuerdo con el FMI y, por el contrario, llamó a desmovilizar la lucha); para eso, será necesaria la lucha de la clase obrera y el conjunto de los sectores explotados y oprimidos, para refundar nuestra América Latina sobre nuevas bases sociales, a saber, anti-capitalistas, anti-imperialistas, pluriculturales y socialistas.

Asimismo, no es progresivo “responsabilizar” a la juventud o la clase trabajadora española, catalana o vasca del siglo XXI, de los crímenes cometidos por la corona española hace 500 años. Los herederos de la barbarie colonizadora son la monarquía y la burguesía española, no los sectores explotados y oprimidos al otro lado del Atlántico. A monarcas y burgueses hay que exigirles disculpas y que devuelvan las riquezas robadas (además de luchar por destronarlos y expropiarlos, respectivamente).

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