Sobre la incorporación del “trabajo sexual” como rama de la economía popular

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  • El gobierno que se niega a dar una renta universal que cubra la canasta a las personas desocupadas es el mismo que invita a ser “trabajadora sexual” para recibir una asistencia mínima.

Marina Hidalgo Robles

Hace algunos años en una charla, Lohana Berkins contó que antes de la crisis del 2001 muchas compañeras vendían cosas usadas en Plaza Flores. Durante esa misma crisis, cuando ya nadie compraba nada, estas compañeras iban a la misma plaza, pero entonces para prostituirse.

Esto es lo que pasa en la realidad de miles de mujeres y trans en épocas de crisis económica. La changa deja de ser la venta ambulante, el trabajo por día en alguna casa, la reventa: la changa se convierte en explotación sexual.

No hacen falta muchas estadísticas para saber lo obvio, lo que se ve en la calle, cuanta más hambre hay, cuanta mayor es la desocupación, más son las mujeres y trans parando en las zonas de explotación; en el interior de las provincias son las “ruteras”; y las provincias petroleras se llenan los prostíbulos. A falta de empleo o changa, hay una opción que siempre está disponible para las mujeres y trans, la explotación sexual de sus cuerpos.

Muchas veces, el ingreso económico que surge de la explotación, es el único sostén de un grupo familiar. Pero también para aquellas personas que están en situaciones mucho más vulnerables, puede significar conseguir un plato de comida por la noche o un lugar donde dormir. De ahí el cinismo de las discusiones sobre la elección o la autodeterminación, que esconde la ‘necesidad’ que es lo que en verdad está detrás de estas supuestas libres decisiones.

Hoy estamos atravesando una crisis económica muy profunda y los índices de pobreza y desocupación han crecido notablemente. Desde el inicio de la pandemia y la cuarentena obligatoria la situación económica del conjunto de la población trabajadora y los sectores populares se agravó infinitamente. La imposibilidad de trabajar dejó a familias enteras sin ingresos. Los comedores se llenaron, las ollas populares rebrotaron en las esquinas de los barrios.

En este contexto no es difícil imaginar que muchas mujeres y trans no hayan encontrado otra alternativa más que la explotación sexual como forma de supervivencia. No poder darle de comer a les hijes, amenazas de desalojo y la posibilidad certera de conseguir dinero de algún prostituyente: de ahí surge el aumento de la prostitución en tiempos de crisis.

Esto es lo que está ocurriendo ahora. De todas las medidas anunciadas por el gobierno de Fernández no se escuchó casi nada para las y les de abajo: sólo el IFE de unos miserables diez mil pesos ¡que dejó a 4 millones de personas afuera! Hubo despidos, suspensiones, rebajas salariales.

Y también hubo subsidios a las empresas, hubo pago al FMI, hubo acuerdos con la burocracia sindical para rebajar los sueldos. Hubo inflación y desalojos.

¡Todas las condiciones necesarias para la explotación sexual están garantizadas!

¿Por qué las mujeres y trans no irían a terminar en las redes de explotación sexual? ¿O a merced de cualquier prostituyente que le de unos mangos? ¿Qué hace el gobierno nacional, el Ministerio de la Mujer y Diversidad, para evitarlo? ¡Nada!

Hay que decirlo bien clarito, el estado, el gobierno ¡empujan a las mujeres y trans a la prostitución!

Las Rojas denunciamos al Estado Proxeneta, denunciamos que este Estado, no sólo hace la vista gorda frente a las redes de trata y explotación sexual, si no que genera las condiciones necesarias para que funcionen. Incluso, muchos estados lucran con el dinero que circula (mundialmente) de los circuitos de prostitución y trata.

Deja por fuera del mercado laboral formal a miles y miles de personas, mayoritariamente mujeres y trans. Y sostiene una estructura social donde los cuerpos de las mujeres y trans, no son de pertenencia propia: son cuerpos que están para el consumo y el placer ajeno.

Hoy podemos ver eso bien claro en el accionar del gobierno nacional. El domingo hubo un paso sobre este camino: el Ministerio de Desarrollo Social Nacional habilitó la posibilidad del registro del “trabajo sexual” como actividad dentro de la denominada Economía popular, para la asignación de derechos laborales como obra social, jubilación ¿ART?, etc…

No te dan trabajo, no te dan subsidio, pero te dan la posibilidad de registrarte como Trabajadora Sexual. O sea, si querés recibir algún tipo de ingreso, de cobertura social, ¡podés “explotarte” sexualmente y listo!

¡El gobierno que se niega a dar una renta universal que cubra la canasta a todos, todas y todes les desocupudes, te invita a ser “trabajadora sexual” para recibir una asistencia mínima! Cinismo puro.

Y no es que rechacemos que cualquier persona o colectivo reciba asistencia económica por parte del estado (aunque siempre seguimos exigiendo medidas de fondo), el problema es atar esa asistencia a la promoción de la explotación sexual. ¿Por qué hay que inscribirse como “trabajadora sexual” para recibir una obra social? ¡Y justo en medio de una pandemia, donde se hace urgente la cobertura médica!

Decimos que es cinismo puro porque no abre posibilidades, no garantiza condiciones de vida sobre las cuales se pueda “elegir”. Porque ¿cuál es la contracara de este formulario?: Las compañeras de AMADH (organización de sobrevivientes de la explotación sexual y la prostitución) organizando una campaña de solidaridad para juntar alimentos para bancar a sus familias. Cientos de adolescentes en situación de calle de la CABA sometidas a la explotación sexual para conseguir un lugar donde dormir, porque los programas de atención a la adolescencia están colapsados por la pandemia.

Y si hay algo más cínico que empujar a miles y miles de personas a la prostitución para la supervivencia, ¡es hacerlo durante la pandemia! ¡¿Aislamiento social preventivo para quienes tienen que encontrarse con prostituyentes todos los días?!

Denunciamos incontable cantidad de veces que el estado no da respuestas a las demandas de quienes exigen salir del circuito de la explotación sexual. Pero esto se agravó con la crisis sanitaria y económica.

El formulario circuló por redes y duró algunas horas. El escándalo que se armó fue suficiente para que lo bajen, pero dejó planteado un problema: si no se enfrenta la crisis con medidas económicas para las y los de abajo otro de los sectores empresarios beneficiados va a ser el empresariado proxeneta.

Las Rojas, como feministas socialistas, levantamos las banderas del abolicionismo. Peleamos por reventar todas las formas de opresión y explotación, por eso nos oponemos al lucro con los cuerpos y la sexualidad de mujeres, trans y niñes. Sabemos que es una pelea de años y que es profunda porque significa tirar abajo al capitalismo, que sume en la pobreza a millones en todo el mundo, y al patriarcado, que sostiene la venta de los cuerpos de mujeres y trans. Estamos dispuestas a dar esa pelea. Y sabemos también que hoy hay que pelear para que la crisis no recaiga sobre los y las de abajo, que no sea otro empujoncito para miles hacia los brazos proxenetas. Hay que pelear por una renta universal para todos/as/es les desocupades; por programas de de vivienda y refugios, por trabajo genuino que garantice el sostenimiento económico.

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