Partos sin dolor ¿para cuándo?

¿Por qué las mujeres siguen sufriendo partos dolorosos si hay proyectos desde 2017 para que no sea así?

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Entre 2017 y 2018 la CCSS lanzó un plan piloto de partos sin dolor en el Hospital México, este consistió en aplicar una técnica de analgesia mediante la aplicación de una epidural, lo cual permite que las contracciones, pujar y parir no sea un proceso doloroso. Resultado de ese trabajo se creó el Protocolo de atención de la analgesia para el trabajo de parto institucional que se encuentra actualmente en análisis con la intención de comenzar a ensayarlo a mediados del año en los hospitales de clase A (México, San Juan de Dios, Calderón Guardia y Nacional de Mujeres).

Este proyecto implicaría la creación de Unidades de Analgesia para el Trabajo de Parto en cada una de las 24 maternidad públicas del país para que funcionen las 24 horas del día y los 7 días de la semana. La aplicación de la técnica será opcional y las personas gestantes tendrán que firmar un consentimiento, además, se les tendrá que explicar todo el proceso y los posibles riesgos que conlleva, como dolores de cabeza y de espalda, dificultades para orinar o la posibilidad de requerir el uso de instrumentos para facilitar la salida del bebe.

Esta labor es una de las experiencias más dolorosas que puede experimentar una persona. El 60% de las mujeres primerizas y el 36% de las que ya han pasado por más de un parto, lo describen como un dolor severo, muy severo e intolerable. Las dolencias de parto aumentan la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el consumo de oxígeno, además, produce hiperventilación, vasoconstricción generalizada y la liberación de hormonas como la epinefrina y la norepinefrina que producen un estado fetal no tranquilizador. A contramano, estudios científicos determinan que la aplicación de analgesia disminuye la incidencia de cesáreas (son el 25% de todos los partos), con los consecuentes beneficios del parto vaginal.

Datos del Fondo de Población de la ONU (Unfpa) señala que entre 2016 y 2018 el 57,7% de las mujeres reportó sufrir violencia obstétrica en el país. En años recientes esta problemática se ha hecho más visible y publica e incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) cuestionó al gobierno por estos maltratos. Este tipo de violencia no solo es relativa a la prolongación innecesaria del sufrimiento o a no poder elegir la forma del parto, sino, también, a la falta de privacidad, la carencia de información, no permitir el ingreso de algún acompañante o la insensibilidad ante el duelo en los casos de perdidas.

Además, hay un claro componente de clase. Mientras que en los hospitales públicos apenas se están dando los primeros pasos para aplicar el protocolo, en el sector privado es una opción generalizada desde hace mucho tiempo. De esta situación da cuentas Unfpa: “se concluye que los niveles de riqueza de las mujeres tienen asociación estadística significativa con la violencia obstétrica en Costa Rica”. Esto hay que dimensionarlo teniendo en consideración que el sector público atiende el 94% de todos los nacimientos.

A estas alturas del siglo, con todos los avances científicos, técnicos y médicos, el hecho de que uno de los procesos humanos más trascendentales y dolorosos aun sea abordado desde una posición de que “hay que sufrir”, solo puede tener la misma explicación que el hecho de que la anticoncepción masculina sea prácticamente inexistente: el patriarcado. El embarazo y la labor de parto son socialmente tratados desde una perspectiva religiosa de la necesidad del sufrimiento para la redención (en este caso el nacimiento). Una posición retrograda y un problema al que la ciencia le tiene respuesta.

Desde el gobierno (a través de la presidencia ejecutiva de la CCSS) se planteará (muy probablemente) que poner en marcha este plan requiere recursos económicos de los cuales no se disponen, colocando, una vez más, los derechos en función de las políticas recortistas y desde posiciones políticas e ideológicas conservadoras. Los derechos de las mujeres son históricamente colocados en último lugar de la agenda (sino completamente relegados), por lo que ante cualquier ataque o retroceso hay que plantarse en las calles para pararlo. Además, las contrarreformas y el plan de ajuste tienen una incidencia directa en las condiciones de vida de las mujeres y la clase trabajadora por lo que es una necesidad salir a luchar contra las políticas neoliberales.

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