Lohana Berkins | Un feminismo abolicionista que abrazó la lucha contra toda opresión

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  • Una vida de militancia feminista, comunista y abolicionista.

César Rojas

Referente ineludible de la lucha trans en toda Latinoamérica, fue una figura política desbordante, de cuyo paso por el activismo aún hoy no se ha tomado la suficiente dimensión; y  cuyo “legado”, por decirlo así, es motivo de disputa política,  como no podía ser de otra manera. Ese legado es rescatado muchas veces desde el  simple afecto o admiración  por alguien entrañable y único, pero sin ir más allá. O, por el contrario, es sesgado en sus fibras más medulares, cuando  por ejemplo se elige omitir que Lohana fue furibundamente abolicionista,  mientras  se usa su nombre para militar en el reglamentarismo; o cuando se esconde desde sectores “anti-partido” que Lohana fue orgánica a un partido hasta el final. De este legado rico y complejo como pocos y su experiencia, que es parte de toda  una etapa del feminismo, el activismo LGBTI, los movimientos sociales, de DDHH y la izquierda argentina en general, queremos resaltar algunos aspectos.

 

De «hacer la calle» a «a las calles contra las calles contra la represión y por trabajo genuino»

Conocidos por todos son los comienzos de Lohana en su Salta natal, las dificultades y la segregación como niña travesti, que llegará luego a Buenos Aires con 13 años, comenzando a vivir en situación de prostitución. Allí se dará más adelante su primer contacto con el feminismo que “la salvó”, ” le abrió la cabeza” y le ayudó a “comprender cómo era oprimida por un sistema patriarcal y capitalista que avasallaba a muchos y muchas”; y le permitió encontrar su sentido y su proyecto vital en el activismo que abrazó con todas sus fuerzas. Vendrían luego acercamientos a distintas organizaciones de diversidad sexual, hasta conformar ALITT, la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual con la que llevaría adelante, entre otros, el proyecto más ambicioso: la Escuela y Cooperativa Textil “Nadia Echazú”, que dará capacitación y trabajo y que permitía a travestis y trans salir de la situación de prostitución. Paralelamente, muchas serían las luchas y batallas personales que daría; como la Campaña contra los Códigos Contravencionales represivos y numerosos intercambios y relevamientos pioneros de la comunidad trans con otras activistas e investigadores, parte de cuyas conclusiones y registros serán consignados básicamente en  los libros “La gesta del nombre propio”(2005) y “Cumbia, copeteo y lágrimas”(2007). Estos trabajos conjuntos permitieron por primera vez arrojar luz sobre la situación de la comunidad travesti, transexual y transgénero y visibilizar la problemática social y las condiciones de vida, que por ejemplo aún hoy condena socialmente a las travestis a la “situación de prostitución” y determina un promedio de vida de 35 años.

Junto con todo esto, una batalla personal-política no muy conocida es la que dio a comienzos de 2001, cuando Lohana decidió estudiar magisterio y tuvo que dar una larga pelea hasta ganar para que en las listas del profesorado pudiese ser llamada y reconocida con su nombre e identidad autopercibida, y no como la institución educativa pretendía por el nombre biológico masculino que figuraba entonces en su DNI (todavía estaba muy lejos de la Ley de Identidad de Género).  Por esa época era entrevistada por un diario que le preguntaba: -“ ¿Cómo imagina su futuro docente? “. A lo que respondió: ” –…Los diferentes no sólo no somos contagiosos, sino que hasta podemos reafirmar la propia sexualidad del otro. A mí, conocer el machismo me reafirma en mi feminismo. Si soy maestra, ¿qué puede pasar? Que una niña o un niño diga: Mi señorita es esto y yo soy lo otro. Pero no creo que los niños hagan muchas preguntas acerca de mi identidad. Y si lo hacen, es el momento de responder desde otro lugar, no desde ése de monstruos en el que se nos ha puesto. Por eso nuestras demandas no forman parte de un marco egocéntrico, sino que aportan de manera concreta al embellecimiento de la diversidad y a la formación de la bandera del arco iris. La diferencia no es relevante todo el tiempo.”(L.Berkins:”Señorita maestra”, Pagina 12 3/11/2002)

 

Esta etapa, que tiene como trasfondo el proceso de rebelión popular del “Argentinazo” de 2001 y su posterior reabsorción e institucionalización, tendrá a Lohana y a otras muchas organizaciones LGBTI independientes, discutiendo en las calles y en cada Marcha del Orgullo LGBTI la “representatividad” del movimiento de las organizaciones tradicionales como la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) o “La Fulana”, la llamada “burocracia rosa” y asimilada del movimiento LGBTI. A la par tendría que hacer denodados esfuerzos para  debatir con el feminismo tercamente biologicista, que quería impedir la participación de las  trans y travestis en los ENM (Encuentros Nacionales de Mujeres). Como no podía ser de otra manera, tanto el matrimonio igualitario como la Ley de identidad de Género, la tuvo entre sus principales impulsoras y referentes.

Por un feminismo con unidad estratégica para luchar contra el patriarcado capitalista

Pero todos estos desafíos que enumeramos someramente, Lohana y el resto de sus compañeras no los enfrentaron sin tener que dar grandes batallas también dentro del feminismo. Así, Lohana Berkins mencionaba en una nota que, cuando muy joven, se acercó al feminismo le explicaron “la máxima reveladora que la biología no era destino. Pero como vos naciste hombre, no podés ser feminista… y ahí borraron a Simone de Beauvoir de un plumazo”(Suplemento Soy 3/2/17). Como contrapartida queremos destacar que el feminismo que Lohana construyó fue todo lo contrario no sólo al biologicismo, sino a cualquier tipo de sectarismo o corporativismo y fue capaz, a su vez, de tejer alianzas con todo el mundo (personalidades, organizaciones sectores sociales, etcétera) para lograr que la lucha avanzara. Así, fue una de las primeras travestis en levantar temparanamente la bandera del aborto legal seguro y gratuito, siendo integrante de la Campaña Nacional o también poniéndose al frente de la libertad por Romina Tejerina, o participando activamente en la campaña por los presos políticos de la Legislatura Porteña en 2004.

Actualmente en 2019, que el movimiento de mujeres y la lucha de género en general vive un importante ola de ascenso, creemos humildemente que se debiera tener presente el ejemplo unitario de lucha de Lohana. Sobretodo, cuando voces sectarias de las compañeras enroladas en el “radfem” impulsan que “los varones no participen de las marchas o movilizaciones de mujeres”, dejando afuera por ejemplo a hombres (padres, amigos, hermanos) que luchan por justicia por los femicidios y contra la violencia de género, pero al mismo tiempo le abren la puerta a mujeres que encarnan los valores patriarcales más retrógados. Para el caso baste el ejemplo de la provincia de Tucumán, donde se impediría participar a Alberto Lebbos, quien hace años batalla por justicia por Paulina, pero recibiría sin problemas a las senadoras antiderechos que impidieron el debate y el avance del aborto en el senado, como son Silvia Elías de Pérez, por el sólo hecho de ser mujeres ¡Un despropósito completo!

También, como mencionábamos al comienzo de estas líneas, otro aspecto importante del legado de Lohana es la convicción abolicionista que animó siempre su lucha; posicionamiento que era compartido con la agrupación de mujeres Las Rojas, cuyas luchas y elaboraciones ella respetaba. Para Lohana, la prostitución nunca podía ser trabajo ni “negociación libre entre prostituta y cliente”, porque “partía de una asimetría de poder espantosa”. Entendió siempre el abolicionismo como acto de “recuperación del cuerpo, que es uno de los actos más fuertes de libertad” de mujeres y trans, bajo esta sociedad capitalista y patriarcal. Este abolicionismo la llevó no sólo a buscar fuente de trabajo genuino para las trans y reclamar su lugar con plenos derechos dentro de la sociedad defendiendo orgullosamente su identidad travesti, sino a luchar contra todo el sistema prostituyente, el Estado proxeneta y la trata de personas. En ese sentido es una grosera contradicción y una falta de respeto a la trayectoria de Lohana y a sus principales banderas, que algunas organizaciones de la comunidad LGBTI que se reclaman “reglamentaristas” usen de forma oportunista su nombre para identificarse.

 

Quedan por supuesto muchísimos aspectos para destacar, para reflexionar críticamente y rescatar de la trayectoria de Lohana. Quienes tuvimos la suerte de conocerla y confluir en numerosísimas luchas en las calles, las aulas, los ENM, las columnas de la “contra-marcha” en las Marcha del Orgullo…  Atesoramos esos momentos compartidos,  pero no para quedarnos ahí ni convertirlos en “citas de autoridad” ni propiedad (nada más lejos de una trava comunista), sino para que sigan siendo parte del debate: para poder ir más allá y seguir alimentando la lucha. Porque la vida de Lohana, además de su alegría irreverente, fue un afirmarse en su diferencia que no dejó ni un minuto de ser política (esto es una vida preocupada, volcada gozosa y amorosamente sobre los otros, consciente siempre del conjunto y de quienes venían atrás o más allá). Y esto era así  en la cotidianeidad, la intimidad o en la ocupación del espacio público. Pese a  nuestras peleas fraternales y diferencias políticas, Las Rojas y el Nuevo MAS reconocíamos que siempre sabía de qué lado estar y dónde poner el cuerpo rápidamente con entereza, sin sectarismos ni divisionismos: siempre del lado de los oprimidos, las mujeres, el pueblo trabajador, con toda tu furia comunista vuelta contra los explotadores y sus instituciones, su Estado y sus Iglesias.

Compañera Lohana Berkins, sigamos pues “del lado de afuera y con la piedra en la mano”, como dijiste una vez. Que viva la bandera amplia de tu feminismo abolicionista, donde a nadie se le pide “carnet” ni ADN para luchar, pero entran todas y todos los que queremos luchar para tirar abajo el capitalismo patriarcal. Compañera Lohana Berkins: ¡Presente!

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