
Este texto forma parte de una declaración mas amplia de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie titulada Socialismo o barbarie ecológica.
Criterios generales para un programa socialista ecológico
¿Cómo construir un programa marxista y revolucionario, socialista, para las relaciones de la humanidad con la naturaleza? La palabra ecología nos remite a ese problema: la forma en que se da el vínculo entre la sociedad humana y la naturaleza.
El movimiento de lucha en defensa del medio ambiente y su crecimiento nos impone una respuesta desde el marxismo revolucionario, ecologista y socialista. Como lo hacemos, por ejemplo, en el movimiento de mujeres con nuestro programa feminista socialista, debemos tener una base estratégica ecologista socialista para plantear al movimiento ecologista, base que creemos tiene fundamentos sólidos en nuestros clásicos, Marx y Engels.
Como digresión señalemos que estamos al lado de investigadores marxistas como John Bellamy Foster. Éste demuestra con mucha consistencia que las intuiciones ecologistas de nuestros clásicos son un punto de apoyo fundamental para desarrollar nuestra elaboración.
Disentimos así con autores como Michel Husson, Michael Lowy o Daniel Tanuro que critican supuestos criterios “prometeicos” y/o “productivistas” en Marx y Engels, recayendo a veces en posiciones románticas y/o posmodernas.
Tanuro critica a Trotsky por “excesos productivistas” (¡lo acusa de una visión “machista” respecto de la naturaleza!) por referencia a artículos contenidos Literatura y revolución, una acusación que más allá de alguna unilateralidad, nos parece poco convincente atendiendo, por lo demás, a las preocupaciones del mismo Trotsky por las justas proporciones entre ramas económicas en materia de la planificación (El fracaso del plan quinquenal, 1932)[14].
Volviendo a nuestro argumento, nuestro abordaje programático supone una pelea política en el terreno del movimiento ecológico, tanto contra corrientes burguesas, como puramente románticas y tiene dos parámetros generales.
El primero remite a la incapacidad congénita del capitalismo de resolver el problema. Amén de lo que ya señalamos sobre la sed ciega de ganancias, sumándole la completa falta de planificación económica internacional; si el capitalismo tiene planificación en el seno de las empresas y una “política macroeconómica” nacional e incluso internacional, su carácter irreductiblemente competitivo, la supervivencia de los Estados nacionales, hace casi imposible la puesta en pie de iniciativas de carácter verdaderamente universal, internacionales.
Así como el sistema capitalista tiene una lógica de reproducción de la fuerza de trabajo asalariada en un umbral mínimo, distinta de la esclavitud lisa y llana, que significaba utilizar el trabajador esclavo hasta destruirlo no garantizando su mínima reproducción, apelando, simplemente, a su agotamiento final, en relación a la naturaleza la lógica capitalista –y, también, la de los Estados burocráticos del siglo pasado[15]-,es esclavizante[16].
Si en relación a la fuerza de trabajo asalariada se mantiene, a priori, un piso mínimo de reproducción del trabajo humano, en relación a la naturaleza el capitalismo tiene una lógica, insistimos, de esclavitud:no permite su justa reproducción; la usa hasta dejarla exhausta. La expolia;“esclaviza” la naturaleza. Por el contrario, los marxistas estamos por una sana “explotación” de la naturaleza para desarrollar las fuerzas productivas; fuerzas productivas que, por lo demás, suponen tanto un determinado desarrollo material, “científico”, como la “camisa de fuerza” de las relaciones sociales bajo las cuales se desarrollan.
Es que el concepto de técnica supone ambos ángulos de entrada: ni las fuerzas productivas son algo meramente “técnico”, científico, no-social, ni tampoco, y por oposición, algo dependiente meramente del régimen social bajo el cual se desarrollan; algo que no pueda trascender el sistema bajo el cual hicieron aparición[17].
En cualquier caso, bajo un régimen de planificación socialista, se producirá, en muchos casos, otras cosas y de otra manera.
Así las cosas, nos oponemos a una idea romántica que vea la naturaleza como un “ídolo” que no se pueda tocar (tipo las vacas sagradas de la India) o que pretenda el retroceso a formas anteriores de producción ya perimidas (¡y que no pueden sustentar una civilización próxima a alcanzar los 10.000 millones de almas!)[18].
Pero también nos oponemos a la idea capitalista, productivista, expoliadora, de que la ganancia está por encima de todo: “vivo hoy y no me importa el mañana”. Nuestro criterio es opuesto: cuidar un sano metabolismo con la naturaleza; cuidar su sana reproducción:una “explotación” de la naturaleza que defienda una sana reproducción de su metabolismo natural.
El segundo parámetro es saber diferenciar nuestro abordaje de la perspectiva “idealista”. Nuestra perspectiva no puede dejar de ser, en cierto punto, “antropocéntrica”. No en el sentido de un maltrato de la naturaleza y su justa relación metabólica, no de desestimarla expoliación de la naturaleza o un “antropocentrismo religioso” que coloque al planeta y al hombre abstracto en el centro (¡junto con Dios!), estableciendo fronteras rígidas con el mundo animal no humano y el resto de la naturaleza, posiciones criticadas tempranamente por Marx y Engels siguiendo las intuiciones de Hermann Samuel Raimarus (estudioso del mundo animal de comienzos del siglo XIX, Foster).
Pero, por otra parte, criticamos la “igualación abstracta” entre la humanidad y la naturaleza en el sentido de perder de vista que el sujeto para desarrollar todo eso, estas justas relaciones metabólicas, es la humanidad, el hombre mismo, la mujer misma.
No podemos caer en un relato naturalista reaccionario que pierda de vista que es la humanidad el centro de referencia del marxismo para abordar todos los problemas, incluso los de la naturaleza[19].
Una humanidad que se hace verdaderamente sujeto no alienado estableciendo relaciones justas entre sí, sociales, y con la naturaleza; una naturaleza humanizada y no deshumanizada por la barbarie capitalista (o burocrática).
Y esto nos lleva a que la única manera de poner fin a la depredación sobre la naturaleza, es con la acción consciente humana:con la clase trabajadora al frente del conjunto de las reivindicaciones de los explotados y oprimidos.
Insistimos: no podemos caer en un relato estrechamente “naturalista”. Para el marxismo, la humanidad y los trabajadores y trabajadoras mismas, son el punto de referencia para abordar todos los problemas, lo que no quiere decir concebirla a la humanidad como portadora de no se sabe cuál “superioridad”, que es algo muy distinto.
Esto tiene importancia porque hay corrientes que al igualar los animales humanos con los no humanos (y toda la naturaleza inorgánica), terminan en posiciones reaccionarias, abstractas, que pierden de vista la centralidad humana; pierden de vista que es necesario no retroceder a formas románticas de producción que socaven la base material necesaria de las fuerzas productivas para emancipar a la humanidad del terreno de la necesidad; ala guerra de todos contra todos.
Y esto aunque, simultáneamente, recuperemos algunas de esas relaciones cooperativas más justas entre los trabajadores y con la naturaleza propias de estadios socioeconómicos anteriores, sin clases sociales, sin Estado ni explotación del hombre por el hombre, como el “comunismo primitivo”, pero sobre una base superior: el desarrollo de las fuerzas productivas conquistado hasta el día de hoy por la humanidad(un desarrollo que, claro está, no destruya el medio ambiente natural).
Parte de esto mismo es que hay corrientes que definen al marxismo como “especista”, en el sentido que no defendería los intereses del mundo animal no humano.
No compartimos esta posición. Una cosa es que los animales no humanos necesiten de un tratamiento humanitario como los humanos mismos, en lo que coincidimos completamente, y otra distinta es perder de vista que en la relaciones entre humanos y no humanos existen interrelaciones metabólicas; que es imposible concebir hoy la alimentación humana general –más allá de opciones individuales, que respetamos- de millones de trabajadoras y trabajadores que no han salido de la pobreza, sin tener en cuenta una determinada relación metabólica con el consumo animal, que, insistimos, no necesariamente tiene que ser inhumana, ni forzar una situación de sufrimiento animal (más allá de lo mínimamente necesario): “Marx, siguiendo a Epicuro, reconoció la solidaridad entre el sufrimiento animal y el sufrimiento humano. Incluso subrayó, en oposición a Plutarco, la ‘base corporal de los seres humanos, vinculándolo a los otros animales (…) pero subrayando el potencial de la humanidad de elevarse a sí misma mediante una razón práctica, es decir, una existencia material autoconsciente”. (Foster, Marx and Alienated Speciesism).
Nuestro desarrollo nos lleva a un último punto: al retorno del debate sobre la planificación económica socialista como alternativa frente a la anarquía capitalista y el socavamiento del planeta por parte de este sistema capitalista. Sistema capitalista cuya sed insaciable de ganancias sólo puede“carcomer”el planeta más y más.
La respuesta a la destrucción del medio ambiente, como hemos dicho, no puede significar un retroceso de las fuerzas productivas[20]. La única respuesta históricamente progresista es que con el desarrollo de las fuerzas productivas y la transformación de las relaciones sociales acabando con la explotación del hombre por el hombre, se imponga un plan económico racional, socialista.
Un plan económico mediante el cual se puedan tanto satisfacerlas necesidades humanas como frenar la destrucción capitalista del medio ambiente; es decir,tender a establecer relaciones metabólicas justas con la naturaleza. Lo que, en la transición socialista, sólo puede resultar de una justa correlación entre planificación económica, mercado y democracia socialista[21].
[14]Hay que apreciar que Nicolai Bujarin, jefe de la derecha partidaria expresaría, a su manera, preocupaciones semejantes: “Sería absurdo decir que el ser humano es el amo de la creación y que todo en ella está para satisfacer sus necesidades (…) El hombre nunca podrá escapar de la naturaleza, y aun cuando la controla, está sólo haciendo uso de las leyes de la naturaleza para sus propios fines. Es, pues, comprensible la importancia que tiene la naturaleza en el desarrollo total de la sociedad humana”. (La teoría del materialismo histórico, citado por Husson en “¿Inventó Marx el eco-socialismo?”)
[15]Este no fue el caso del poder bolchevique, el gobierno de Lenin y Trotsky, bajo el cual hubo un importante desarrollo de la corriente “ecologista socialista” (con representantes de nota como Oparin y Verdansky, entre otros).
[16]“(…) es una máxima de esta economía esclavista que la economía más eficaz consiste en arrancar de ese ganado humano la mayor cantidad de rendimiento posible en el tiempo más breve posible […] además de la alimentación más grosera de la clase esclava y las vejaciones más agotadoras y constantes, vemos destruir directamente cada año una gran parte [de la misma] mediante la tortura lenta del exceso de trabajo excesivo y la falta de sueño y de descanso”. (Marx citado por Françoise Chesnais, “Capitalismo y cambio climático”)
[17]Esto es en lo que parece creer Tanuro, que trasmite unilateral mente un concepto de técnica puramente sesgado desde el punto de vista de clase.
[18]Por romanticismo nos referimos tanto la exaltación del trabajo en pequeña escala, como la renuncia a ciertas técnicas productivas que no es lo mismo si están en manos de una sociedad de productores asociados a si lo están en manos del capitalismo. La escala alcanzada por la humanidad le ponen límites muy estrechos a estas visiones si es que se quieren satisfacer las crecientes necesidades humanas. Aunque, claro está, es posible satisfacerlas de otra manera: una manera que abandone la expoliación de la naturaleza y que no exige, necesariamente, destruir puestos de trabajo y/o hacer retroceder las fuerzas productivas.
[19]Husson acusa a Marx y Engels, a nuestro modo de ver de manera equivocada, de una concepción “prometeica” (en realidad dice que en Marx conviven una posición prometeica, otra productivista y, finalmente, una metabólica): “Esta simbiosis no está sin embargo desprovista de una voluntad prometeica de afirmar una forma de dominio humano ejercido sobre la naturaleza” (“¿Inventó Marx el eco-socialismo?”), lo que nos remite a lo que venimos señalando: una cosa es defender justas relaciones metabólicas entre la humanidad y la naturaleza, saber que sólo la podamos “dominar” partiendo de sus propias leyes, y otra distinta es poner en pie de igualdad abstracta a la naturaleza y a la humanidad perdiendo de vista cualquier prioridad, desalojando a la humanidad de su lugar de sujeto potencial de la auto-emancipación.
[20]Tanuro critica la siguiente cita de Trotsky: “(…) La máquina estrangula al esclavo asalariado. Pero el esclavo asalariado sólo puede ser liberado por la máquina. Ahí reside la raíz de toda la cuestión’. ¡Ahí reside, al contrario, la raíz del error!” afirma él (La pesada herencia de León Trotsky). Podría ser que en sus textos, Trotsky tuviera exageraciones Polémicas dependiendo del contexto; no lo negamos. Pero la afirmación de Tanuro es de un romanticismo completo. No solamente Trotsky, sino Marx y Engels, siempre vieron en el desarrollo de las fuerzas productivas, en este caso en el sistema de máquinas e, incluso, en un sistema de máquinas automatizado (Grundrisse), la condición material para la emancipación de la explotación del trabajo.
[21] Ver La dialéctica de la transición. Plan, mercado y democracia obrera del mismo autor de esta nota. Agreguemos de paso que el establecimiento de estas justas relaciones metabólicas entre la sociedad y la naturaleza sólo puede ser un proceso progresivo a ser desarrollado durante la transición socialista y no algo a ser conquistado de un día para el otro.