Trotsky: el encanto de «La Pluma»

A propósito de "La fuga de Siberia en un trineo de renos" de León Trotsky.

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“… su publicación, por primera vez en lengua española, puede resultar un homenaje a la memoria de un pensador, escritor y luchador asesinado hace más de ochenta años que, en este mundo tan descreído de hoy, todavía hace pensar a algunos que la utopía es posible. O, cuando menos, necesaria”. (Del prólogo de Leonardo Padura)

Somos trotskistas no por Trotski en sísino por sus ideas y sus acciones revolucionarias. Ideas y escritos que intentamos no repetir como loros, sino que conforman una apoyatura inmensa de la cual partimos y que, en muchos casos, debemos actualizar. Nuestra corriente, hace una petición de principios de dicha metodología.

Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que la personalidad de Trotsky (y no sólo la de él) es realmente seductora y su prosa verdaderamente encantadora. Digamos al pasar, que el encanto era una de las mayores virtudes de todo gran escritor, según sostenía Stevenson. No es casual entonces que a temprana edad lo apodaran “La Pluma”.

El texto breve que nos ocupa narra los avatares vividos por el revolucionario nacido en Ucrania, cuando iba hacia una prisión en Siberia de donde finalmente huirá, cárcel a la cual luego de un juicio, había sido destinado de por vida, junto a catorce procesados más. ¿El motivo? Haber presidido el Soviet de diputados obreros en la revolución de 1905, el “ensayo general” de la de 1917 como señalará Lenin. Dice el editor de la edición argentina, Horacio Tarcus:

Con su traje gris de presidiario, el 5 de enero de 1907 Trotsky era enviado con los otros detenidos rumbo a Obdorsk, una ciudad situada sobre el Círculo Polar Ártico, a más de 1600 km de la estación de ferrocarril más cercana. El grupo emprendió el viaje en tren desde San Petersburgo hasta Tiumén, en Siberia Occidental, atravesando los Urales. Desde allí, escoltado por cincuenta y dos soldados, los catorce detenidos fueron trasladados en cuarenta trineos tirados por caballos hasta la ciudad de Tobolsk, donde fueron alojados en la cárcel local. Días después, el convoy retomó su ruta e hizo dos paradas en otras tantas ciudades siberianas: Somarovo y Beriózov. Hasta entonces, llevaban treinta y tres días de viaje.

La narración semeja un cuento de sus admirados Chejov o Jack London. Las peripecias reales: estado de los caminos, frío, escasez de comida por momentos y aquellas “inventadas”: aducir falta de sueño, dolor del ciático a sugerencia del médico aliado; todas atrapan nuestra atención y no la sueltan. En muchas de sus paradas (estamos hablando de la ida de San Petersburgo a Siberia) los militantes revolucionarios son saludados con banderas rojas y vivas a la revolución. Personas que tendrán asimismo un ligero pero fresco retrato. El estilo narrativo es epistolar y se supone que la destinataria era su segunda esposa Natalia Sedova (se transcribe al final el reencuentro con ésta, que Trotsky testimonia en su autobiografía “Mi Vida”).

Breves pinceladas de las ciudades por las cuales pasa son ilustrativas y poderosas y es sugerente también las observaciones sobre los trineos, y sus respectivos renos, en donde el futuro bolchevique demuestra una sensibilidad muy particular para con esos animalitos que luego, le permitirán la huida. Y para que ésta se lleve a cabo necesitará (¡un par bien literario!) de un cochero que pasa la mayor del tiempo ebrio pero que finalmente, cumplirá debidamente el objetivo trazado.

Librito pues que resulta una pequeña curiosidad y que nos presenta al Trotsky escritor (no tan ácido ni filoso como en muchas de sus obras polémicas) más siempre literariamente encantador. Pero como la militancia política es inescindible de aquello (¿en definitiva no es la fuga la necesidad no sólo de salvar su vida sino la de continuar con su “destino” revolucionario?) escribirá a modo de conclusión, palabras que resuenan hoy y que conservan plena y fresca vigencia:

… cuando la clandestinidad se ciñe como una lóbrega e implacable soga a nuestros cuellos. ¡No nos va a asfixiar, de esto no cabe la menor duda! ¡Sobreviviremos a todos ellos! Cuando las cenizas de aquellas  gestas que hoy en día acometen los príncipes de este  mundo, sus secuaces y los secuaces de sus secuaces, se hayan desvanecido, cuando no haya forma de encontrar los sepulcros donde yazgan muchos de los partidos actuales con sus consignas, entonces, la causa a la cual nos consagramos se apoderará del universo; entonces, nuestro partido, actualmente sofocado por la clandestinidad, se disolverá en la humanidad entera, que por primera vez será dueña de su propio destino.

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