‘Elisa y Marcela’: el primer matrimonio de dos mujeres en España

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Tras su paso por la Sección Oficial de la pasada Berlinale, ‘Elisa y Marcela’ llega en un momento en el que necesitamos historias de mujeres valientes que lucharon por su derecho a amar libres. Y aunque no sea perfecta, la última película de Coixet es un canto al respeto, a la empatía y, perdonad la redundancia, a la libertad.

Basada en una historia real

Marcela y Elisa existieron. Marcela Gracia Ibeas (excelente Greta Fernández) y Elisa Sánchez Loriga (Natalia de Molina). Se conocieron de adolescentes en la escuela de A Coruña donde ambas estudiaban para convertirse en maestras. Se gustaron desde el primer momento que se vieron. A pesar de que el padre de Marcela intentó separarlas, cuando terminaron sus estudios, hicieron para trabajar en aldeas lo más cercanas posible: durante dos años, todos los días, Elisa recorría 12 km a pie para volver a la casa que compartía con Marcela.

Pero pronto las descubrieron y no soportando la idea de separarse, decidieron que Elisa se haría pasar por su primo Mario y se casaría con Marcela. Y así, un 8 de junio de 1901, Marcela y Elisa (bueno, Mario) se casaban por la Iglesia convirtiéndose en las primeras mujeres en contraer matrimonio. Pero pronto tuvieron que volver a huir. Por suerte, y a pesar de todo lo que pasaron y no contaré para que veáis la película, un pequeño gran triunfo: su matrimonio es todavía válido a día de hoy.

Coixet plasma esta bellísima y valiente historia de amor con delicadeza y sencillez, prácticamente, como todo lo que hace. Y aunque la historia y sus detalles no me venían de nuevas (hace unos meses vi una divertida y arriesgada obra de teatro basada en la historia de estas mujeres de la compañía gallega A Panadaria), la directora ofrece su propia visión sobre la historia que se conoce, basada en cartas, noticias de prensa y textos de la época, algunos de ellos firmado por Emilia Pardo Bazán, reconocida escritora gallega.

La estilización del amor

Para contar la historia de Elisa y Marcela, Isabel Coixet no se que sólo con los hechos y juega con las posibilidades creativas que pueden derivarse de la época y la localización en la Galicia de principios del siglo XX. Y es que la directora elige el blanco y negro -con fotografía de Jennifer Cox- para alejarse del realismo y acercarse a la época.

Con unos blancos a veces demasiado quemados, la falta de color de ‘Elisa y Marcela’ otorga a la película ese toque de melancolía y crudeza necesario para plasmar las dificultades que tienen que afrontar las protagonistas para vivir su historia de amor. Sin embargo, esa crudeza se contrarresta con momentos casi oníricos y encuadres bellísimos cargados de poesía visual.

Así, la Coixet se aleja del realismo, el exceso y la fealdad para brindarnos la estilización del amor y la belleza visual de todos y cada uno de los momentos en los que Elisa y Marcela comparten plano. Algo que, ya le han tachado de excesivo y no ha gustado a todo el mundo, y es que quizá se exceda en algún momento -el pulpo-.

‘Elisa y Marcela’: ser mujer y lesbiana a principios del siglo XX

Ser mujer a principios del siglo XX. Pleno proceso de cambio de la sociedad en la que a las mujeres se les permitía formarse para determinados puestos de trabajo peros sin esforzarse demasiado, ya que el objetivo principal seguía siendo casarse, tener hijos y cuidar de ellos y del marido.

Elisa y Marcela estudiaban para ser maestras, con el deseo loco de ser independientes y libres y no estar atadas. “No te esfuerces demasiado en la escuela, los libros no traen nada bueno”, dice el padre de Marcela a su hija. Su madre (breve y estupenda María Pujalte), en cambio, le anima a ello: lee a escondidas porque los libros le dan la libertad que no tiene en su vida real.

Ser mujer y lesbiana a principios del siglo XX. Quizá sea aquí donde más cojea el último trabajo de Isabel Coixet, aunque este defecto se entiende como una decisión consciente en el rumbo del guion. Y es que la directora relata con total naturalidad el descubrimiento sexual de estas dos mujeres, que se lanzan sin pudor y sin dudas, a su sexualidad. ¿Realmente sucedería así conociendo la sociedad de la época?

Aunque nunca sabremos si Elisa y Marcela fueron tan libres a la hora de confirmar su amor, en una película que narra las adversidades que tuvieron que afrontar para estar juntas, quizá también nos habría gustado que se ahondara un poco más en el contexto social del momento y el lugar, e incluso en las dudas y miedos que pudieron surgirles a ellas mismas al descubrir lo que estaban sintiendo.

Necesitamos conocer su historia

Elisa y Marcela se casaron justo hace 118 años y seguimos necesitando que nos recuerden de qué va eso del amor. El matrimonio entre dos personas del mismo sexo es legal en España desde 2005. España se convertía entonces, en uno de los países pioneros en legalizar este derecho: el derecho al matrimonio que debería darse por universal. Pero no lo es. Tan sólo en 25 países del mundo, el matrimonio homosexual es legal y en 72 países, la homosexualidad está penalizada. Y sí, en 13 países está condenada con la pena de muerte. Leéis bien.

Y es que los casos que conté en la introducción están, lamentablemente, a la orden del día. La homosexualidad es vista como una enfermedad, un “fenómeno de feria” -en palabras de la propia Marcela en la película– y aquellos que miran hacia otro lado, hacen burlas homófobas aunque aseguran que no tienen nada en contra, no hacen más promover y reforzar el odio hacia el amor.

Con ‘Elisa y Marcela’, ya disponible en Netflix en todo el mundo, Isabel Coixet filma una intimista y cercana película que da voz a los olvidados y a aquellas cientos de historias similares que nunca podrán ser contadas. A pesar de sus pequeños defectos, películas como esta y su defensa de la libertad, siempre serán más que bienvenidas.

 

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