Astor Piazzolla: el Gato que se transformó en tigre

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  • Este 11 de marzo se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los músicos más importantes de la pasada centuria: Astor Piazzolla. Amado por unos, odiado por otros, su música no pasó desapercibida y la misma da muestras de un proceso creador realmente innovador y magnífico.

Guillermo Pessoa

Un cachorro felino en Nueva York

Astor Piazzolla había nacido en Mar del Plata en 1921, unos años después su familia se mudó a Nueva York, con lo cual vivió gran parte de su niñez en aquella ciudad y aprendió su tercera lengua el inglés, ya que sabía español e italiano. Recuerda él y cuentan sus mejores biógrafos que al ser marginado de los deportes como consecuencia de una malformación en una de sus piernas, en 1927, sintiendo nostalgia por su Argentina natal, su padre que tocaba el acordeón le compró un bandoneón usado en una casa de empeños por apenas 18 dólares. Décadas más tarde Piazzolla señalaría:

De algún modo, lo que soy se lo debo a esos primeros años en New York. Aquello era el mundo que se vio en Los Intocables: la pobreza, la solidaridad entre paisanos, la ley seca, Eliot Ness, la mafia… En fin, yo era muy atorrante  no me gustaba mucho la escuela, me rajaron de varias,  y andaba mucho por la calle. Ese ambiente me hizo muy agresivo, me dio la dureza y la resistencia necesarias para enfrentarme al mundo y, sobre todo, a las bataholas que veinticinco años después iba a levantar mi música. ​

​En aquella ciudad conoció a Gardel quien se encontraba difundiendo su música a través del recién creado cine sonoro. Se cuenta también que Piazzolla le llevó al “mudo” un presente realizado por su padre. A Gardel le cayó muy bien el joven y le resultó útil para realizar sus compras en la ciudad, ya que conocía perfectamente la ciudad, además que dominaba el inglés, idioma que Gardel desconocía totalmente. Al año siguiente el cantor lo invitó a participar en la película que rodaba en esos días “El día que me quieras” como un chiquillo vendedor de diarios, convite que el marplatense aceptó encantado.

La década del cuarenta fue la más fructífera en cuanto al marco creativo y de difusión amplia para el tango. Música ecléctica por excelencia, muestrario perfecto de ese híbrido que es el ámbito rioplatense, había ya tenido transformaciones que provocaban ácidas polémicas entre sus cultores. La denominada “vieja guardia” hacia fines de siglo XIX y principios del XX, el “tango canción” (1917 Gardel estrena “Mi noche triste”) y la “nueva guardia” en donde Julio De Caro (seamos justos: no sólo él) trastoca algunos elementos armónicos y deja ver su impronta de músico de conservatorio pero con una fina y gran sensibilidad.

Hacia esos años el regresado Astor tomará clases, recomendado por el pianista Rubinstein que se hallaba en Buenos Aires (el “atorrante” de Piazzolla le acercó el borrador de un concierto de piano de su autoría, que lo fascinó), con Alberto Ginastera: músico ya consagrado que será su “tutor” entre 1940 y 1945.

 

El Gato y la goma del Gordo

No sólo en los cafés sino en los viejos cabarés porteños (clima de época si los hay), hacia la madrugada irrumpían las primeras orquestas que tocaban hasta el amanecer. En uno de esos bares, el Germinal, Piazzolla conocerá a alguien que lo marcará fuertemente: Aníbal Troilo. Lo recordará así: «Yo lo miraba como si fuese Dios”. Cierto día el violinista de la orquesta Hugo Baralis ante la ausencia de un bandeonista le ofreció al joven Astor reemplazarlo, éste no podía creerlo y Troilo le dijo: «Ese traje no va, pibe. Conseguite uno azul que debutás esta noche».​

El Gordo lo apodó el «Gato» (en el lunfardo de esa época se refería a una persona que vivía de la noche) aunque éste estaba muy lejos de ser una persona que vivía de la noche. «Deseaba vivir otro tipo de vida. No aceptaba que esa, la de los tangueros, fuera mi destino. Quería salir de todo eso” seguirá recordando luego.

El virtuosismo de Astor era manifiesto y hasta empezó a animarse con la realización de arreglos para las composiciones troileanas. Una anécdota famosa del mundo tanguero dice que de mil arreglos del marplatense, Troilo con su goma borraba setecientos. Como todo buen discípulo (algo que vale para el mundo del arte como el de la ciencia, cualquiera ésta sea) se nutrió de su maestro pero poco a poco fue intentando superarlo. Conservando lo que creía necesario e ideando lo nuevo. Actitudes radicales que no siempre son bien comprendidas (extrañamente o no, Troilo reivindicó y ejecutó la música del Gato), no así muchos “troileanos”.

En 1944 abandona la orquesta junto a quien había sido su primer cantante: Francisco Fiorentino, lo que le permitió crear “su” propia formación. Lalo Schifrin que lo conoció de cerca y lo trató en ese tiempo rememora: Estábamos comiendo y él me dijo que estaba triste e indignado con los tangueros que no le reconocían  su mérito y siguió insistiendo con el tema. Ástor, no te debe importar lo que digan ellos. Que si lo que hacés es tango o no. No es tu problema: lo que vos estás haciendo es Piazzolla.

Con el peronismo ya gobernando tuvo una relación tensa. No obstante, llegó a ganar un concurso estatal y (al menos él señalaba) ese dinero le permitió hacer el viaje a Europa, más precisamente Paris en donde tomará clases con una gran artista como era Nadia Boulanger, una experiencia que será fundamental. Así la define: Ella me enseñó a creer en Astor Piazzolla, en que mi música no era tan mala como yo creía. Yo pensaba que era una basura porque tocaba tangos en un cabaré, y resulta que yo tenía una cosa que se llama estilo(…) Toqué «Triunfal» y antes de terminarlo ella me tomó las manos y me dijo: «No abandone jamás esto. Ésta es su música. Aquí está Piazzolla».​ El Gato estaba creciendo.

 

El paso del Gato a la belleza policroma del Tigre

Tras retornar de París, en 1955 Piazzolla formó el Octeto de Buenos Aires dispuesto «a encender le mecha de un escándalo nacional» y «romper con todos lo esquemas musicales que regían en la Argentina».​ Allí empleó todos los conocimientos que había adquirido y los que ya poseía. Tras ver al conjunto de Gerry Mulligan, decidió incluir en su nueva agrupación algunos fraseos y manejos instrumentales que eran típicos del jazz, además de introducir el concepto del swing y el contrapunto, este último más de la música clásica.​ Un elemento discordante fue la inclusión de la guitarra eléctrica dentro de su Octeto, un instrumento no muy usual en ese momento. El grupo estaba integrado por el mismo Piazzolla y Leopoldo Federico en bandoneones, Francini y Baralis en violines Atilio Stampone en piano, Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, José Bragato en violoncello y Hamlet Greco en contrabajo, (quien luego sería remplazado por Juan Vasallo). ​

Recordaría de aquella primera formación post-París: Éramos ocho tanques de guerra […] Parecíamos salidos del ERP… ¡ocho guerrilleros subidos al escenario!… cada uno, en lugar de un instrumento, parecía que tenía una bazuca. ​ Hubo cierta controversia en torno al Octeto al punto de que algunos conciertos terminaron con grescas hacia los músicos, por parte de los tangueros más tradicionalistas que repudiaban los cambios de la nueva agrupación. A Piazzolla se le acusó de ser «el asesino del tango».​

Él contraatacaba así: Sí es cierto soy un enemigo del tango; pero del tango como ellos lo entienden. Ellos siguen creyendo en el compadrito, yo no. Creen en el farolito, yo no. Si todo ha cambiado, también debe cambiar la música de Buenos Aires (…) Realizar el difícil equilibrio sonoro del Octeto llevó dos años y aún queda mucho por descubrir. En cada arreglo se aprende más sobre esta formación orquestal. Tengamos en cuenta que existe un desequilibrio tremendo por falta de cuerdas, ya que para dos bandoneones, piano, guitarra y bajo, se necesitarían por lo menos seis violines, viola y cello, pero ajustándome a los dos violines y cello, es necesario escribirle a estos en tesituras no acostumbradas.

A partir de allí todo se acelera: Quinteto Nuevo Tango, Orquesta de Música Contemporánea, mancomunión con el letrista Horacio Ferrer y la cantante Amalita Baltar como más tarde el Polaco Goyeneche; éxitos tremendos como “Balada para un loco” y “Adios Nonino”. El reconocimiento en el exterior, la música de más de cuarenta películas, sus composiciones interpretadas en casi todo el mundo, etc.

En 1965 junto al Quinteto, una orquesta formada ad hoc y con las voces de Luis Medina Castro como recitante y Edmundo Rivero como cantante, graba el disco El tango, que contiene temas con letras de Borges, incluido Hombre de la esquina rosada, suite para canto, recitado y doce instrumentos. Precisamente en el citado año, Piazzolla cobró por 754.000 pesos (una suma alta para la época) de regalías por parte de la SADAIC, los álbumes del quinteto se vendían razonablemente bien, lo que le permitió negociar con los sello condiciones que no fueran abusivas para él. ​Hacia 1969 compondría una “operita” como la llamaba: “María de Buenos Aires” con letras del citado Ferrer.

Referencia importante e ineludible es su “período italiano” entre 1974 y 1979. Obras como “Libertango”, “Reunión Cumbre” con su admirado Mulligan, el emotivo homenaje a su maestro en “Suite troileana” y los llamados “Piazzolla 77” y “Piazzolla 78”. La cortina de “Los simuladores” es un tema del primero de estas últimas mencionadas. En 1990 durante una entrevista declaró que: El tango número uno es ‘Adiós Nonino’. Me propuse mil veces hacer uno superior y no pude.​

Ya que nombramos a Borges, recordemos que éste afirmaba que el tigre era el animal más hermoso por su policromía y su sigiloso pero permanente andar. Si se nos permite, vale la metáfora para la música y el periplo creativo de Piazzolla. No lo consideramos por cierto un elogio menor.

Gran parte de lo expresado aquí sigue lo afirmado en un libro de lectura imprescindible para “entender” a Piazzolla, nos referimos a “Piazzolla, el mal entendido” de Diego Fischerman y Albel Gilbert. Las comillas en “entender” son significativas y más en la música. ¿Qué quiso decir con esa sonata? le preguntaron a Schumann en determinada ocasión. El músico no profirió palabra alguna, sólo se sentó al piano y la volvió a interpretar.

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