¿Qué es el centrismo?

Capítulo 3 del folleto de Trotsky "La crisis del bloque centro-derecha", de noviembre de 1928.

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Capítulo 3 del folleto de Trotsky «La crisis del bloque centro-derecha», de noviembre de 1928. Traducción de GrupGerminal

La cuestión de la base social de los agrupamientos en el partido comunista de la URSS inquieta con motivos a todos los camaradas que pueden reflexionar y estudiar, es decir ante todo a los bolchevique-leninistas. Sin embargo, esta cuestión no se debe abordar mecánica y esquemáticamente, con la intención de reservarle a cada fracción un sector social bien determinado. Necesitamos recordar que estamos en presencia de formas transitorias, de procesos de crisis inacabados.

La reserva social esencial del oportunismo internacional, es decir del colaboracionismo de clases, es la pequeña burguesía, en tanto que clase amplia, amorfa, o más exactamente como acumulación estratificada de numerosas subclases, residuos de la producción precapitalista o nuevamente creados por los capitalistas y que forman una serie de escalones intermedios entre el proletariado y la burguesía capitalista. En la época del ascenso de la sociedad burguesa, esta clase era la protagonista de la democracia burguesa. En el presente, esta época hace mucho tiempo que pasó, no solamente en los países capitalistas avanzados de Occidente sino también en China, India, etc. El declive completo de la pequeña burguesía, la pérdida de su importancia económica independiente, le han privado para siempre de toda posibilidad para elaborar una representación política independiente que pudiese dirigir el movimiento revolucionario de las masas trabajadoras. En nuestra época, la pequeña burguesía oscila entre los polos extremos de la ideología contemporánea: fascismo y comunismo. Son precisamente esas oscilaciones las que le confieren a la política de la época imperialista el aspecto de una curva de temperatura de la malaria.

La colaboración de clases en el movimiento obrero tiene un carácter más estable, precisamente porque no son los partidos pequeño burgueses “independientes” quienes la proponen sino la burocracia obrera, que por mediación de la aristocracia obrera hunde sus raíces en el proletariado. Gracias a su origen y a las fuentes que las alimentan, las ideas del colaboracionismo han sufrido un cambio histórico por mediación de la burocracia obrera: esas ideas han pasado de sus antiguos defensores a unos nuevos, coloreándose con matices socialistas y adquiriendo una nueva vitalidad sobre una nueva base de clases a causa de la desagregación y de la putrefacción de los viejos partidos democráticos[1].

La burocracia obrera, por sus condiciones incluso de existencia, está más próxima a la pequeña burguesía (funcionarios, profesiones liberales y así el resto) que al proletariado. Pero constituye, sin embargo, un producto específico del movimiento obrero; se recluta en sus filas. Bajo su aspecto primitivo, las tendencias y el estado de ánimo colaboracionistas han sido elaborados por la pequeña burguesía toda entera; pero su transformación, su adaptación a las particularidades, necesidades y, sobre todo, las debilidades de la clase obrera, es la misión específica de la burocracia obrera. El oportunismo es su ideología, y se la inocula e impone al proletariado aprovechando la potente presión de las ideas e instituciones de la burguesía, explotando la debilidad y la falta de madurez de las masas obreras. Las formas del oportunismo al que recorre la clase obrera (colaboracionismo abierto o centrismo, o la combinación de ambos) dependen de las tradiciones políticas del país, de las relaciones de las clases en el momento determinado, de la capacidad ofensiva del comunismo, etc.

Igualmente que, bajo determinadas circunstancias, la lucha entre partidos burgueses puede revestir un carácter de los más violentos, incluso sangriento, mientras que, de una parte y otra, los intereses de la propiedad siguen siendo el objetivo, igualmente la lucha entre el colaboracionismo declarado y el centrismo puede adquirir, en determinados momentos, un carácter extremadamente violento e incluso encarnizado, manteniéndose en los límites de tendencias pequeño burguesas, adaptadas de forma diferente por la burocracia obrera, para mantener su posición dirigente en la clase obrera.

Hasta el 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana tuvo un carácter esencialmente centrista. Los derechistas estaban en la oposición a la dirección, como el ala izquierda radical, que, por cierto, no estaba netamente formada. La guerra mostró que el centrismo era incapaz de dirigir al partido. La derecha tomó la delantera sin encontrar resistencia. El centrismo sólo triunfó más tarde bajo la forma de una oposición. La situación es la misma en el presente en la III Internacional y en la de Ámsterdam. La fuerza esencial de la burocracia obrera internacional es su ala colaboracionista estable: el centrismo sólo es un resorte auxiliar de su mecanismo. Las excepciones que existen en determinados partidos, como en Austria por ejemplo, sólo son en el fondo virtuales y sólo confirman la regla[2].

Hay que añadir que, desde la guerra, la derecha, así como el centro, ha devenido más próxima al estado burgués que los derechistas de antes de la guerra (sobre todo en Alemania). Así ha quedado libre una plaza para el centrismo más radical, menos comprometido, más de “izquierda” que la llamada izquierda socialdemócrata. La política del centrismo de izquierda de posguerra apareció en una amplia medida bajo el nombre de comunismo (en Alemania, Checoslovaquia, Inglaterra, etc.). Inevitablemente, grandes pruebas históricas pondrán al desnudo esta situación y puede que de manera catastrófica.

¿En qué punto están las cosas en el estado obrero, que evidentemente no puede concebirse sin burocracia obrera, por otra parte, más numerosa, más ramificada, infinitamente más potente que la de los países capitalistas? ¿Qué ocurre con la línea de la dirección del PC de la URSS que durante estos últimos años ha refluido de la clase al aparato, es decir a la burocracia?

El mejor y más simple medio de verificar la política del comité central del partido comunista de la URSS se encuentra en el dominio internacional, pues en él no existen las particularidades debidas a la situación del partido dirigente en el país de la dictadura del proletariado. El carácter nuevo de la situación no puede ocultar las tendencias de clase, y se puede juzgar la línea política sobre la base de criterios marxistas sólidamente establecidos. En China, la política del comité central no era centrista sino menchevique, más bien menchevique de derechas, es decir más próximo al menchevismo de 1917 que al de 1905 (sumisión directa a la dirección de la burguesía y esfuerzos declarados para frenar la ofensiva revolucionaria de las masas)[3]. En Inglaterra, la política del comité central tuvo un carácter centro-derecha durante el período decisivo de la lucha (apoyo acordado a los oportunistas y a los traidores, política que se detenía a mitad de camino en su propia casa)[4]. En Alemania, en Checoslovaquia, en Francia, etc., fue más bien de centro-izquierda, repitiendo bajo nuevas condiciones la de la socialdemocracia de antes de la guerra. En Polonia, en el momento del golpe de estado de Pilsudski[5], la línea de la dirección estuvo entre el caso de Inglaterra y el de China, es decir entre el centrismo de derecha y el menchevismo franco. En general se puede decir que el centrismo de la dirección del partido comunista de la URSS marchaba mucho más resueltamente por los carriles mencheviques cuando la situación era revolucionaria y exigía más perspicacia y audacia políticas. Sólo puede engalanarse de “izquierdismo” en el bullicioso trajín de la política cotidiana. Así se ha podido hacer una verificación suprema, incontestable, a nivel internacional, de toda la línea de la dirección después de Lenin.

En el presente se han acumulado, sin embargo, suficientes experiencias en el interior del país para que se pueda reconocer y desenmascarar al centrismo sin recurrir incluso ni a los criterios internacionales.

La burocracia obrera, que se ha desarrollado en nuestro país en proporciones monstruosas, ha elaborado durante los últimos años una teoría enteramente nueva para abordar todas las cuestiones esenciales y, ante todo, la de su propia afirmación. El sentido general de esta aproximación es el siguiente: puesto que la dictadura del proletariado existe en nuestro país, el carácter proletario de todos los procesos sociales está garantizado a priori y para siempre. ¿Puesto que tenemos un estado obrero, el inefable Molotov nos lo ha enseñado, cómo acercarle aún más obreros? Puesto que en nuestro país tenemos una dictadura del proletariado, nuestro kulak es, también él, proletario que, por naturaleza, se transforma en el socialismo. Puesto que tenemos la revolución socialista ¿cómo podríamos estar amenazados por el peligro del Termidor, es decir de la restauración burguesa? Puesto que tenemos el poder de los soviets, el crecimiento ininterrumpido del socialismo está asegurado, independientemente de la mejora o agravación de la situación de la clase obrera en este período. Por fin, puesto que tenemos un partido leninista ¿cómo el comité central “leninista” podría equivocarse? ¿Toda crítica dirigida contra éste no está condenada de antemano a ejercer el papel de “desviación” de derecha o de izquierda según de qué lado se vea criticado el secretariado del Comité Central? La dialéctica materialista, como medio para evaluar las fuerzas dirigentes de la dictadura del proletariado, ha comenzado a ser reemplazada en todos los puntos por un idealismo inmanente que ha devenido la filosofía específica de la burocracia del partido y de los soviets en lucha por la estabilidad e inamovilidad de sus posiciones, por el poder absoluto y la independencia de todo control de las masas obreras. El fetichismo del aparato y de sus funcionarios, autónomo y autosuficiente, cuya existencia se ha convertido en objetivo en sí mismo, que no puede ser destituido por una decisión del partido sino “solamente por la guerra civil” (Stalin): he ahí el eje de la filosofía inmanentista que santifica los procesos prácticos de usurpación y abre la vía al verdadero bonapartismo.

El cambio radical de los medios fundamentales para evaluar los fenómenos sociales testifica el nuevo papel social de la burocracia obrera y, en general, de la burocracia soviética, tanto de cara al proletariado como a las otras clases. Paralelamente a su independencia del proletariado, esta burocracia deviene cada vez más dependiente de la burguesía. La fetichización del estado obrero “en tanto que tal” es la máscara de esta dependencia. Se deduce de aquí con una lógica de bronce la predilección orgánica de nuestra burocracia hacia los dirigentes de la pequeña burguesía, hacia los burócratas sindicales “sólidos” del mundo entero (China, Inglaterra, Polonia, orientación de Tomsky, Kaganovich y consortes hacia la Internacional de Ámsterdam[6], etc.). Esta afinidad internacional entre todos los burócratas obreros, que nace de forma orgánica, no puede ser ni suprimida ni eliminada ni incluso por los zigzags más izquierdistas del centrismo.

Evidentemente, en Occidente la burocracia obrera desarrolla su actividad basándose en la propiedad capitalista. En nuestro país, ha crecido sobre los fundamentos de la dictadura del proletariado. Pero de esta profunda contradicción no se puede deducir en absoluto, como lo testifican la teoría y la experiencia, que existe un antagonismo inmanente, es decir inherente y garantizado, entre nuestra burocracia obrera y la de los países capitalistas. La nueva base social que, considerada en sí misma, no está madura y no tiene ninguna garantía de duración absoluta, no puede garantizar el carácter nuevo de la superestructura cuya degeneración, por el contrario, puede devenir un factor importante de la degeneración de la misma base. En esas cuestiones fundamentales la escolástica de Bujarin sólo sirve para camuflar los procesos de degeneración. Los jacobinos también se consideraban como los antagonistas naturales de la monarquía y del cesarismo monárquico. Sin embargo, más tarde, Napoleón reclutó a sus mejores ministros, prefectos y policías entre los viejos jacobinos, de los que él mismo había formado parte en su juventud.

El origen social e histórico de nuestra burocracia, sin protegerla contra la degeneración, como ya ha sido dicho más arriba, le confiere no obstante a las vías y formas que toma ese proceso una singularidad poco común; asegura en la situación dada a los elementos centristas una predominancia evidente e indiscutible sobre la derecha; dándole al centrismo mismo una carácter especial, extremadamente complicado, que refleja las diversas etapas del retroceso, los diferentes estados de ánimo y los diferentes métodos de pensamiento. Por ello los discursos y artículos de los dirigentes centristas hacen pensar muy a mundo en un manuscrito que estaría escrito con caracteres rusos, latinos y árabes. Ello explica el escalofriante analfabetismo, no solamente teórico sino también literario, de la mayor parte de los autores centristas. Es suficiente con leer el Pravda de ahora. Al haber recibido la gracia del secretariado, los apóstoles del centrismo comienzan muy pronto a hablar lenguas que ignoraban. Ello rinde testimonio, evidentemente, de la potencia de la gracia, pero no impide que sea casi imposible comprenderles.

Se nos podrá objetar que, si la tendencia actualmente dirigente en el PC de la URSS es el centrismo, ¿cómo explicar la actitud hostil de esta tendencia hacia la socialdemocracia de izquierda que no es, sin embargo, otra cosa también que centrismo? Este no es un argumento serio. Nuestros derechistas, que siguen la vía de la restauración del capitalismo según confesión de los mismos centristas, se proclaman ellos también enemigos irreconciliables de la socialdemocracia. Cuando las circunstancias así lo exigen, el oportunismo siempre está dispuesto a basar su reputación en un radicalismo chillón al uso de otros países. Por supuesto que ese radicalismo de exportación consiste esencialmente en palabras.

Pero la hostilidad de nuestros centristas y de nuestros derechistas hacia la socialdemocracia europea no tiene exclusivamente ese carácter. No hay que perder de vista el conjunto de la situación internacional, ni sobre todo las inmensas contradicciones objetivas entre los países capitalistas y los estados obreros. La socialdemocracia internacional apoya al régimen capitalista existente actualmente. Nuestro oportunismo del interior, que ha crecido sobre la base de la dictadura del proletariado, sólo evoluciona en el sentido de las relaciones capitalistas. A pesar de los elementos de dualidad de poder en el país y de las tendencias termidorianas en el partido comunista de la URSS, el antagonismo entre la Unión Soviética y el mundo burgués sigue siendo un hecho de la mayor importancia, que sólo puede ser negado o ignorado por sectarios de “izquierda”, anarquistas o anarquizantes. La socialdemocracia internacional está condenada por toda su política a apoyar los proyectos de la burguesía contra la URSS. Esto por sí solo ya crea la base de una hostilidad real y no solamente verbal a pesar del acercamiento de las líneas políticas.

El centrismo es la línea oficial del aparato. El vehículo del centrismo es el partido oficial. Pero los funcionarios no son una clase. Sirven a las clases. ¿Qué línea de clase representa pues el centrismo? Los propietarios que levanta cabeza, buscan expresarse, aunque tímidamente hasta ahora, en la fracción de derecha. La línea proletaria está representada por la Oposición. ¿Qué queda del centrismo? Procediendo mediante eliminación tenemos al seredniak, el campesino medio. En realidad, el centrismo en nuestro país se ha desembarazado de su cáscara de bolchevismo acercándose a la idea de ganar al campesinado medio. La consigna de Lenin de la alianza del proletariado dirigente con el campesinado medio ha sido reemplazada por el fetiche del campesino medio como criterio supremo de la política proletaria. Hasta el presente, los centristas no querían dejar en paz a Ivan Nikitich Smirnov: éste defendió en el otoño de 1927 la idea justa de que la alianza del proletariado con el campesinado medio presupone que el partido esté dispuesto a admitir si es necesario un desacuerdo momentáneo con este último para defender una política proletaria justa y preparar, así, las condiciones nuevas para una alianza más sólida y duradera con los campesinos medios. Tal alianza es en efecto posible no sobre la base de una línea de clase para todos sino solamente sobre la base de la línea proletaria. Las concesiones parciales al campesinado medio sólo pueden tener un carácter auxiliar. La tentativa de encontrar una línea mediana no puede más que llevar a una orientación cada vez más neta hacia los kulaks y hacia la burguesía en general. El campesinado medio no puede tener una línea independiente ni, tampoco, partido independiente. Un partido campesino “independiente” siempre es en realidad un partido kulak burgués. Nuestro centrismo, afectado de pobreza teórica y cuya memoria es corta, no ha entendido esto. Por ello ha generalizado a partir de la esencia de su propia identidad mal definida, pues no es ni esto ni aquello, para crear el ideal reaccionario, la caricatura de un partido de dos clases, obreros y campesinos (Stalin). En efecto, el partido de dos clases significa el Kuomintang, es decir la servidumbre política de los obreros y campesinos frente a la burguesía.

La concepción estalinista de un partido obrero y campesino es el pensamiento principal en la inspiración del ala derecha. Durante los últimos tiempos se ha hablado mucho, en medios burocráticos muy amplios, en particular en Ucrania, de una solución que el partido podría tener todavía en reserva: volver de la dictadura del proletariado a la fórmula de 1905 de dictadura democrática del proletariado y el campesinado. El partido, al integrar a la derecha, ha devenido realmente un partido de dos clases. Batirse en retirada hacia la posición de la dictadura del proletariado y el campesinado sólo puede significar la restauración del capitalismo y nada más.

En la medida en que el campesino se ha convertido en el criterio supremo en lugar de la línea estratégica proletaria, los derechistas tienen toda la base para extraer conclusiones prokulak del principio independiente de la política de los campesinos medios. En la medida en que estos últimos se oponen al proletariado ni tienen ni pueden tener otra vía que la del kulak. Durante numerosos años los centristas, para no ver esas conclusiones, rellenaron sus cabezas de los desechos estadísticos especialmente acumulados para ellos por Yakolev[7] y compañía[8]. Pero el kulak ha logrado escapar de esos desechos durante la crisis de acaparamiento de cereales. Ahora nuestros centristas oscilan entre el artículo 107 y el alza de precios de los cereales. Al mismo tiempo continúan erigiendo en principio fundamental que los separa de la Oposición la simple idea del campesinado medio. No hacen más que mostrar así que ni tienen sostén social ni tampoco política de clase independiente. La línea del centrismo es la línea zigzagueante de la burocracia entre el proletariado y la burguesía, mientas que el descontento de las dos clases aumenta irresistiblemente. La política híbrida del centrismo prepara lentamente, pero con seguridad, su liquidación que puede producirse en dos direcciones, es decir llevando a la vía proletaria o a la vía burguesa.


[1]  Trotsky hace aquí un análisis de la forma en que los partidos obreros han ocupado el lugar que anteriormente ocupaban los partidos demócratas pequeño burgueses que se aplica a la época contemporánea entera.

[2]  En el seno del partido socialdemócrata austríaco era la oposición de los tiempos de guerra, la de Otto Bauer como la de Friedrich Adler, muy parecida a la del USPD alemán que había triunfado en el partido contra la derecha de Renner.

[3]  Por ejemplo, durante el período en el que los comunistas entraron en el “gobierno de Wuhan”, el del “Kuomintang de izquierda” de Wang Tin-wei, y asumieron en él las carteras de agricultura y de trabajo y utilizaron su autoridad para impedir la toma de tierras y las huelgas. [Ver por ejemplo en estas EIS el texto de Trotsky “Hang Keu y Moscú”: http://grupgerminal.org/?q=node/894 NdT]

[4]  Trotsky alude aquí a la política del CC del PCGB que durante la huelga general de 1926 no cesó de apoyar a lo que consideraba, junto a la IC, como al “ala izquierda” de las Trade-Unions, alrededor de A. Purcell, Pugh,

[5]  J. Pilsudski se retiró en 1922. La gravedad de la crisis económica y la creciente impopularidad del gobierno de derechas dirigido por el líder campesino Witos, le decidieron al golpe de estado militar del 12 de mayo que cogió de imprevisto al PC polaco. El 13 de mayo, lanzó junto al PPS una orden de huelga general que no impidió el transporte de tropas y, el 14, llamaba al “frente único contra el gobierno fascista de Witos”, al “armamento de los obreros y campesinos” y a la “liberación de los prisioneros políticos”. En definitiva, había apoyado a Pilsudski. Es lo que en su historia se llama “el error de mayo”, del que la IC compartía entre bambalinas la entera responsabilidad.

[6]  La Internacional de Ámsterdam es la Federación Sindical Internacional animada por elementos socialistas. La ilustración más clara de esta orientación fue el mantenimiento, contra viento y marea, de la política del “comité sindical anglo-ruso” al que le llegó finalmente la ruptura… a iniciativa de los británicos.

[7]  A. Y. Yakolev (1900-¿?), empleado, miembro del partido desde 1917 estaba empleado en el comisariado de abastecimientos y después en la Inspección Obrera y Campesina.

[8]  Ello no le impide ahora al mismo a Yakovlev, en una polémica velada contra Bujarin, copiar con aplicación argumentos cogidos en los viejos cuadernos de la Oposición haciéndolos pasar por la hoja de la Inspección Obrera y Campesina (cf. Pravda), A. Yakovlev, “Sobre las tareas económicas del próximo año (extractos de la hoja de la Inspección Obrera y Campesina)”. Aunque Yakolev sólo utiliza aquí “briznas” y “fragmentos” de la Plataforma de la Oposición esto le basta con ello para triunfar contra las “Notas de un economista” de Bujarin. Sólo cuestan los primeros pasos. Nota de Trotsky.

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