Observaciones sobre el Capítulo V de la Fenomenología del Espíritu de Hegel

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  • La grandeza de la Fenomenología hegeliana (la dialéctica de la negatividad como principio motor y generador) reside, pues, en primer lugar, en que Hegel concibe la autogeneración del hombre como un proceso. Marx

Por Guillermo Pessoa

En un pueblo libre se realiza en verdad la razón (I)1

Ésta es la primera de dos notas que intentan divulgar (no confundir con vulgarizar) algunos aspectos y temáticas de la dialéctica hegeliana. En medio de un mundo sacudido por la pandemia pero también por rebeliones que recomienzan y que tienen en los EEUU su centro gravitatorio ¿sirve para algo “bucear” en fragmentos de textos de Hegel? Pensamos que sí.

Precisamente donde Hegel parece más abstracto, donde parece cerrar totalmente las puertas al movimiento general de la historia, allí deja entrar la savia de la dialéctica: la negatividad absoluta La dialéctica hegeliana, superada por Marx, tiene dos grandes ámbitos (en verdad son más, pero ahora quedémonos con estos dos) que son la totalidad y la negatividad. En el siglo XX algunos estudiosos priorizaron el primer ámbito y otros el segundo. Como se observa en la cita, la autora, gran hermeneuta del autor de la Fenomenología subraya más la segunda (incluso, cosa que no haremos ahora, habría que volver sobre si ésta es absoluta como ella señala).

Y es aquí donde despunta la utilidad de la dialéctica hegeliana. El momento de la negación en el conocimiento y en la acción (par indisociable) es aquel, valga la redundancia, que niega lo “positivo” de lo que existe. Lo cuestiona. El individuo, el nosotros, la clase, se afirman negando. Las rebeliones niegan un estado de cosas, abandonan aquello en lo que creían o depositaban confianza y lo repudian. Esa “novela histórica filosófica” que es la Fenomenología del Espíritu de Hegel, obra de 1807, es la narración de dicha odisea. Trayecto que hace el individuo y lleva a cabo también la humanidad. 3 Con Hegel, la historia se vuelve a meter en la filosofía, algo que a Marx y Engels los fascinaba. El hombre haciéndose a sí mismo. Y para hacerse hay que negar.

Brevísima observación: como el propio Hegel decía “la filosofía es hija de su tiempo” y los comienzos del siglo XIX en Europa muestran a la revolución francesa como proceso (des) ordenador: todo parece resquebrajarse y hacerse trizas (delirio báquico, dirá el alemán con su particular prosa). No es casual esta obra entonces. Sin ahondar, el término “Espíritu” en su título, palabra polisémica si las hay, equivale a Sujeto. En Hegel el sujeto (un hombre genéricamente dicho, una clase social) debe ponerse como tal, nunca es desde el comienzo. Primero es sólo conciencia o espíritu subjetivo. El “final” de la odisea es descubrirse como sujeto/objeto, el yo que es un nosotros, y arribar (rimbombantemente dicho) al saber absoluto. Como agudamente señala Dri: Para Hegel todo es un silogismo, la figura lógica en la que los extremos – el universal abstracto y el particular – encuentran su verdad en el término medio – el universal concreto -. 4

Entonces la conciencia (el hombre, la clase) que aún no se puso como sujeto, fue atravesando distintas “certezas” a las cuales le descubrió su “unilateralidad” y por eso se vio obligada a superarlas, negándolas. Y la práctica cumple un rol clave en dicho “descubrimiento” . Las distintas figuras que va recorriendo la conciencia son diversas. Quizás uno de los momentos más famosos sea aquel en el que en la lucha por el reconocimiento se llega a la autoconciencia, pero al costo de situarse como esclavo debido a la angustia ante la muerte. Y el siervo, mediante el trabajo (otra vez el epígrafe de Marx de esta nota) “ve” que puede obtener la libertad. El problema es que ésta es sólo teórica, mental, si pudiésemos decirlo así. Y eso no basta. Hay que concretizarla. En la calle, si se nos permite la analogía.

Para decirlo muy sucinta y hasta groseramente: pasará por distintos momentos, reflejados en la historia como ya sabemos: el del estoicismo, del escepticismo, del placer, de la virtud o ley del corazón (que él ubicará en el terror jacobino o en toda dictadura que sustituya a los sujetos, ejerciéndola en su nombre), en la experiencia religiosa hasta llegar a la Razón. Tercer momento entonces de esta primera macro dialéctica. Repasemos: conciencia, autoconciencia y razón. En ese desplegarse se halla hasta convertirse en Sujeto/Objeto: en Espíritu.

Nuevamente Dri: En este silogismo, los extremos que aparecían absolutamente disociados eran la conciencia inmutable y la singular. Aparece ahora el término medio que hasta ahora era el sacerdote o la iglesia y que de ahora en adelante será la razón (…) Es la razón – Vernunft – en su primera manifestación que se expresó en las ciencias del Renacimiento. El silogismo ha presentado una superación en su término medio. Antes estaba constituido por el sacerdote o la iglesia, y ahora es la razón. 4

Detengámonos por un momento en dos términos mencionados allí: “conciencia inmutable” y “la conciencia singular”. En Hegel (“y en la vida” como decía Lenin cuando estudiaba la Lógica de éste) hay una tensión entre el particular y el universal. Al universal se llega por el particular, de lo contrario aquel sería una abstracción. Cuando la humanidad (o al menos Occidente) entra a la Edad Media se encuentra dentro de un universal como es la iglesia; sin embargo “descubrirá”, “hará la experiencia” que en verdad es un universal que “ahoga” al particular, por ende, la tensión recrudece. Es la razón en negativo, como dirá Hegel. Y “singular” allí es el hombre meramente natural, biológico, la clase incluso, dentro de la sociedad civil, burguesa, que está surgiendo. Leemos en el Capítulo V de la Fenomenología, el capítulo eje de nuestras notas:

El obrar y afanarse puramente singulares del individuo se refieren a las necesidades que éste tiene como esencia natural, es decir, como singularidad que esEl trabajo del individuo para satisfacer sus necesidades es tanto una satisfacción de las necesidades de los otros como de las suyas propias, y sólo alcanza la satisfacción de sus propias necesidades por el trabajo de los otros. Así como el individuo lleva ya a cabo en su trabajo singular inconscientemente, un trabajo universal, lleva a cabo, a su vez, el trabajo universal como un objeto consciente; el todo se convierte en obra suya como totalidad, obra a la que se sacrifica y precisamente así se recobra a sí mismo desde esta totalidad.

Aquí Hegel, algo que un Marx temprano le criticará con razón, sólo ve la “objetivación” del trabajo del obrero (en la mesa que hizo está él) además de comprobar que su trabajo es con otros, es autoconciencia; pero no da cuenta de éste como trabajo alienado en la sociedad capitalista. Como ya adelantamos, la libertad real (ser Sujeto) aún es un proyecto, una tarea. Y para ello es necesario arribar a la razón, que en la Fenomenología sólo será posible en un pueblo libre. Nuestro tema del próximo y último artículo.

Desde Irak, pasando por el Líbano y Hong Kong, hasta nada menos que los EEUU, Chile y Brasil, el proceso de negación de lo que existe es harto evidente. Impulsarlo y alentarlo es nuestro objetivo. Pero ello no bastará para la libertad y la emancipación humanas, para la Razón, en términos hegelianos.

Y ésa en definitiva es la tarea de la clase trabajadora mundial y de la izquierda revolucionaria en particular. La actualidad lo reclama y lo pone a la orden del día: “el hecho es, antes de que exista” decía el propio Hegel y un marxista contemporáneo lo expresó aún mejor: “el futuro está en el presente” 5


Notas

1 Hegel GW “Capítulo V Razón: La realización de la autoconciencia racional por sí misma” en Fenomenología del Espíritu. FCE, pp. 208/211

2: Raya Dunayevskaya citado en Anderson K: Resistencia vs Emancipación. Viento Sur digital, 30/5/20

3 El epistemólogo Jean Piaget tomó este arsenal metodológico filosófico en sus estudios sobre el desarrollo cognitivo del niño. Cfr entre otros su Seis estudios de psicología.

4 Dri, R. Razón y libertad. Hermenéutica del capítulo V de la Fenomenología del Espíritu. Editorial Biblos, 1994

5 C.L. R James, ver nota 2.

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