Obreros y burócratas

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  • El bloque soviético y la problemática de los modos de producción y los modos de explotación.

Zbigniew Marcin Kowalewski

Capítulo VI de «Cómo se formaron y funcionaron las relaciones de explotación en el bloque soviético». Publicado originalmente en Inprecor N°685-686 mayo-junio 2021. Traducción del francés por Luz Licht


Toda «sociedad concreta» contemporánea, por lo tanto, de clase, es, desde un punto de vista teórico, una formación social –formada de tal manera- que articula entre sí o combina diferentes modos de explotación, que pueden ser y son a veces, pero no tienen que serlo necesariamente, modos de producción. Existe siempre una articulación o una combinación dominante: un modo de explotación domina necesariamente sobre los otros. En casi todas las sociedades contemporáneas domina el modo de explotación capitalista, que es también un modo de producción por excelencia. Pero,todavía hace algunas décadas, en un cierto número de sociedades que abarcaban una gran parte del globo dominaba un modo de explotación que no era un modo de producción.

Marx explicó en “El Capital” que los modos de producción antagónicos difieren los unos de los otros por las formas sociales que toma el plustrabajo en cada uno de ellos y, por lo tanto, por los modos de explotación. «Solo la forma bajo la cual el plustrabajo es extraído al productor inmediato, el obrero, distingue a las formaciones sociales económicas, por ejemplo, la sociedad esclavista de la del trabajo asalariado» (145). En su obra antropológica sobre la comunidad primitiva en tanto que modo de producción, Alain Testart completó esta tesis de Marx agregando que, en los modos de producción no antagónicos, es decir sin clases, no hay explotación y que en esto ellos se distinguen de los modos antagónicos, es decir de clases. Mientras que,allí donde una clase o una capa de la sociedad vive del trabajo de otra clase, el trabajo está necesariamente divido en necesario (para la reproducción de la fuerza de trabajo de los productores inmediatos) y en plustrabajo, en las sociedades sin clases no está divido así. El plustrabajo debe ser comprendido aquí, siguiendo a Testart y, de hecho, siguiendo a Marx cuyo concepto de plustrabajo ha sido utilizado por Testart, exclusivamente en el marco de las relaciones de explotación (146).

«En las sociedades sin explotación, la relación social de producción es una relación de no-explotación: esta proposición bien puede aparecer como tautológica. Sin embargo, ella no lo es más que aquella que dice que en una sociedad donde existe la explotación la relación de producción [fundamental] es una relación de explotación. Estas dos proposiciones,más allá de su superficialidad aparente, expresan dos cosas, a saber: 1° la relación de producción es la relación social fundamental que une a los hombres entre sí en la producción; 2° lo que es fundamental en una sociedad, es la presencia o la ausencia de la explotación. Que la relación social de producción fundamental sea una relación de explotación en la sociedad capitalista, es lo que Marx muestra a lo largo del Capital: la relación de producción [fundamental] capitalista no es otra que la obtención de la plusvalía, forma específica que toma el plustrabajo en el modo de producción capitalista. Hacer pasar [en el capitalismo] cualquier otra relación por la relación fundamental, es no comprender en absoluto al Capital», explicaba Testart (147). En un modo de producción antagónico – no solamente en el capitalismo – la relación de explotación es la relación de producción fundamental. Esta es «vertical» y determina otras dos relaciones de producción, a las cuales está inseparablemente ligada: «las relaciones horizontales entre los explotadores mismos y entre los productores inmediatos mismos» (148).

La tesis según la cual en todo modo de producción (antagónico) la relación de producción fundamental es de explotación, es inseparable de la tesis de la primacía de las relaciones de producción sobre las fuerzas productivas. La tesis contraria, es decir, aquella que enuncia la primacía de las fuerzas productivas, elimina inevitablemente el concepto de relaciones de producción para reemplazarlo por el de formas jurídicas de propiedad y, hace del marxismo «una suerte de evolucionismo en su versión materialista teñido de determinismo tecnológico» (149). Louis Althusser exageró al sostener que, salvo algunas frases desafortunadas (notablemente en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política de 1858), que la aplastante mayoría de los marxistas tomaron por una revelación, «Marx jamás sostuvo la primacía de las fuerzas productivas sobre las relaciones de producción» (150). Hay muchas otras afirmaciones o sugerencias de este tipo en Marx, como lo demuestra Rigby, quien las sometió a una crítica profunda, perspicaz y convincente a la luz de los conocimientos históricos contemporáneos (151).

Sin embargo, Marx progresivamente y de manera cada vez consecuente se alejó de tal manera de pensar, y es por esto que Althusser tuvo razón en subrayar que él «sostenía, al mismo tiempo, la idea de la unidad de las relaciones de producción y de las fuerzas productivas y, [aquella de la] primacía de las relaciones de producción (es decir,al mismo tiempo de las relaciones de explotación) sobre las fuerzas productivas» (152). Queda demasiado claro que escribiendo en “El Capital”, Marx pensaba que las relaciones de producción no están del todo determinadas por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, pero que, por citar a Althusser, «en la unidad específica de las Fuerzas Productivas y de las Relaciones de Producción que constituye a un Modo de Producción, son, sobre la base yen los límites objetivos fijados por las Fuerzas Productivas existentes, las Relaciones de Producción las que juegan el rol determinante» (153).

Resumamos. Tenemos tres tesis claves entrelazadas: primeramente, en todo modo de producción la relación de producción fundamental es la relación de explotación (o de no-explotación); en segundo lugar, todo modo de producción es una unidad de las relaciones de producción y de las fuerzas productivas; y, en tercer lugar, en esta unidad la primacía corresponde a las relaciones de producción: ellas determinan el desarrollo de las fuerzas productivas. Estas tesis exigen, sin embargo, tres precisiones, desarrollos y complementos muy importantes.

En primer lugar, aun los historiadores que reconocen explícitamente la primacía de las relaciones de producción sobre las fuerzas productivas tienden a ignorar la tesis fundamental de Marx, ya citada, según la cual los modos de producción antagónicos difieren los unos de los otros por la forma bajo la cual el plustrabajo es extraído y, por lo tanto, por el modo de explotación y, ubican por la fuerza a modos de explotación distintos en un solo y mismo modo de producción. Es el caso, por ejemplo, de Chris Wickham que, haciendo la distinción entre la renta extraída a los campesinos por los señores feudales en las sociedades precapitalistas y el impuesto exigido a los campesinos por una burocracia estatal tributaria, estima que en los dos casos estamos frente al mismo modo de producción (154). Wickham anteriormente pensó y demostró que se trataba de dos modos de producción diferentes (155) pero, bajo la influencia de la crítica de Halil Berktay y de John Haldon (156), él abandonó esta distinción. Calificó en adelante a ese modo de producción de precapitalista, asumido como único, mientras que Haldon lo calificó de tributario. Wickham hace, sin embargo,remarcar que se trata de una diferencia puramente terminológica, y no teórica.

En segundo lugar, en las prácticas de investigación y las prácticas teóricas, comúnmente se hace abstracción (o simplemente se olvida) que el modo de producción es una unidad entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Esta unidad no es problematizada, sino simplemente asumida, ya sea explícita o implícitamente, como dada. En consecuencia, diversos modos de explotación, que no están caracterizados por tal unidad, son percibidos como modos de producción (antagónicos), mientras que, al mismo tiempo, la existencia de modos de explotación que no son considerados como modos de producción, o que no lo son efectivamente, son ignorados, sino negados. Pues, el hecho es que, todos los modos de producción (antagónicos) son modos de explotación, mientras que todos los modos de explotación no son modos de producción – solamente algunos. Un modo de explotación determinado no es igualmente un modo de producción más que cuando las relaciones de explotación y las fuerzas productivas correspondientes constituyen una unidad. Es decir, cuando los procesos de trabajo y, con ellos las fuerzas productivas (la capacidad productiva del trabajo social), incluyendo las fuerzas de trabajo de los productores inmediatos (sus capacidades de trabajo), están formalmente y realmente sometidas a las relaciones de explotación (157).

Las nuevas relaciones de explotación, sometiendo formalmente a los procesos de trabajo y las fuerzas productivas existentes (es decir heredadas de los modos de producción que las precedieron), transforman profundamente su carácter social, dándoles una forma social específica (por ejemplo, por linajes, tributaria, capitalista), pero no los transforman substancialmente en términos materiales. A este respecto, los transforman principalmente en el plano cuantitativo, y no cualitativo. Si la cantidad de trabajo necesario permanece constante, la sumisión formal no permite obtener la ventaja del plustrabajo más que al precio de una extensión de la jornada de trabajo o de una intensificación del trabajo, no permitiendo, por lo tanto,más que una explotación absoluta. Por el contrario,sometiendo realmente a los procesos de trabajo y las fuerzas productivas existentes, las relaciones de explotación las transforman substancialmente también en términos materiales. Ellos lo hacen no solamente cuantitativamente, sino sobre todo cualitativamente. Marx también escribió que, en este caso, las relaciones de explotación «revolucionan» los procesos de trabajo y las fuerzas productivas, y también las generan de nuevo y se materializan en las dos. Esto permite extraer más plustrabajo aumentando la productividad del trabajo.También crea la posibilidad de producir en el mismo tiempo de trabajo un número mucho mayor de medios de consumo indispensables para la reproducción de la fuerza de trabajo. Para obtenerlos, el productor inmediato trabaja menos tiempo, es decir que el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de su fuerza de trabajo se reduce, y, por lo tanto, el tiempo de plustrabajo se amplía y la explotación relativa aumenta. La sumisión formal y la sumisión real son inseparables; no existen la una sin la otra. Ellas existen siempre juntas, con la predominancia de una o de la otra (158).

Interrogándose sobre la medida en la cual el feudalismo europeo desarrolló las fuerzas productivas, Wickham centró la atención sobre un hecho histórico de una importancia capital: la «difusión de la irrigación en el sur de Europa, en particular en las tierras que estaban bajo la dominación árabe – el sur de España del siglo VIII al XIII y Sicilia del siglo IX a XI». Él escribió: «Esto debió se relavance productivo más espectacular de toda la historia agraria del Medioevo [europeo], ya que las tierras irrigadas tenían un rendimiento al menos dos veces superior al delas tierras no irrigadas y no tenían necesidad de ser dejadas periódicamente en barbecho; ellas podían igualmente incorporar nuevos productos importados de Oriente, como la caña de azúcar y los cítricos; la irrigación tuvo igualmente un impacto directo sobre el proceso de trabajo, ya que pueblos enteros debían trabajar juntos para construir y mantener a los sistemas de irrigación. Querría demostrar que esto ocurrió en el contexto del establecimiento de un sistema de recolección de impuestos». Parece – escribe además Wickham,precisando que esto no puede ser confirmado por falta de fuentes – que «el nuevo sistema de tributación exigía la producción de un excedente suplementario» – «de allí la intensificación de la producción por la irrigación» (159).

Se conoce desde mediados de los años 1970 que, en la España islámica (en Al-Ándalus), como en la Sicilia islámica, una verdadera revolución agrícola (160) en el desarrollo de las fuerzas productivas tuvo lugar. Ella implicó un aumento múltiple de la productividad agrícola y, por lo tanto, un aumento múltiple del plusproducto relativo apropiado. Existe un lazo estrecho entre esta revolución, que desarrolló fuertemente y transformó las fuerzas productivas, y el hecho de que el plustrabajo de los campesinos no fuera extraído bajo la forma de renta por los señores feudales, sino bajo la forma de impuesto por medio del poder del Estado (la burocracia). Algunos historiadores, arqueólogos y antropólogos consideran ajusto título que el modo de producción tributario era fundamentalmente diferente del feudalismo (161). Este difería no solamente por su modo de explotación, sino también por el hecho de que la relación de explotación que le era propio era capaz de someter a las fuerzas productivas – de desarrollarlas, de transformarlas, de «revolucionarlas». Es por esto que se puede hablar y hablamos de una revolución agrícola.

Se trataba, por lo tanto, no solamente de un modo de explotación, sino también de un modo de producción – no solo de nombre, sino en substancia. Parecía, sin embargo, que el feudalismo, con el que históricamente coexistió, era incapaz de someter, de desarrollar y de transformar las fuerzas productivas y, debemos, por lo tanto, preguntarnos si se trataba de un modo de producción o simplemente de un modo de explotación. Reduciendo la renta, arrancada al campesinado por los señores feudales, y el impuesto, exigido al campesinado por el Estado, a una sola y misma forma de explotación, la diferencia colosal entre las dos se desvanece completamente. Ella aparece cuando se distingue claramente a los dos modos de explotación y cuando se examina cómo cada uno de ellos se relaciona con las fuerzas productivas. Sino, como en el caso de Wickham, la diferencia entre estos que es arrojada por la puerta, vuelve necesariamente a entrar por la ventana.

En tercer lugar, finalmente, en un modo de producción determinado, no es solamente la relación de explotación, o no necesariamente solo ella, la que somete realmente a las fuerzas productivas, sino que con ella sus otras relaciones de producción las someten igualmente. En el caso del modo de producción capitalista, el desarrollo continuo de las fuerzas productivas que le son propios no es impulsado únicamente por la relación «vertical» de explotación (por la explotación y la resistencia a la explotación y, por lo tanto, por la lucha de clases), sino también, sobre todo, por otra relación de producción: la relación «horizontal» de la competencia entre los capitales (162).

El modo de explotación introducido en la Unión Soviética por el régimen estalinista, luego en los Estados periféricos del Bloque Soviético, no era un modo de producción. Este no sometió a las fuerzas productivas, ni formal ni realmente. En esos países, la revolución industrial, históricamente tardía y, con su retraso creciente, cada vez más difícil de realizarse bajo el capitalismo, no tuvo lugar a gran escala más que después de su transformación – y abajo la dominación de la burocracia. Las fuerzas productivas que se desarrollaron en el curso y luego de esta revolución y de los procesos ulteriores de modernización y de desarrollo social y económico han sido enteramente realizados por el modo de producción capitalista. Ellas han sido en parte heredadas y multiplicadas en estos procesos, y en parte obtenidas por medio de la importación de los países capitalistas, de la imitación o del préstamo. La transferencia a la URSS, después de la guerra, des equipamientos, de aparatos y de tecnologías industriales de las más modernas, así como de millares de científicos y de especialistas, desde la zona de ocupación soviética de Alemania, altamente industrializada, también contribuyó enormemente (163). En todas estas fuerzas productivas, lo que se materializaba, era el capital – ellas lo encarnaban, pero al mismo tiempo, ellas se encontraban en ese momento despojadas de su forma social capitalista. La burocracia dominante no las transformó materialmente, de suerte que ellas permanecieron siendo tal cual lo que eran al ser expropiadas de los capitalistas – la materialización del capital. Y así, la burocracia no las sometió realmente. Ella no solo no les dio una nueva forma social y, por lo tanto, formalmente no las sometió. «La materialización del capital ha sido liberada de la forma del capital que la controlaba, pero, ella no ha sido puesta bajo el control de otro sistema orgánico de metabolismo social que estuviera enraizado en la base material de la economía y que la transformara más o menos rápidamente, más o menos radicalmente». En resumen, «el socialismo ha sido proclamado sin superar radicalmente a la encarnación material del capital» (164).

En la fábrica ha sido preservada la herencia del capitalismo: «la división jerárquica del trabajo, comenzando por los de abajo, que ejecutan las ordenes de los otros, hasta los de arriba, que están involucrados en los procesos de los planes quinquenales. Toda la configuración humana/material de la técnica del capital ha sido replicada» (165). Pero, la fábrica no estaba ya sometida a la ley del valor, tampoco al principio de planificación. Ella no funcionaba en una economía planificada, ya que solo los burócratas pensaban que estaban planificando y, aún más, que su planificación no solamente regulaba la economía, sino que la hacía incomparablemente mejor que la ley del valor que regía en la economía capitalista. Ya sea porque no entendían, o no lo querían entender, es imposible planificar sin la participación colectiva de los productores inmediatos, más aún cuando estaban en una relación de explotación antagonista con ellos. La economía y la sociedad modernas se rigen sea por la ley del valor, sea por el principio de la planificación. No hay otras posibilidades.

En una economía dirigida por la burocracia, la materialización del capital, que había perdido su forma social propia del capital pero que no había adquirido una nueva, iba a la deriva. Era posible explotarla sin ningún regulador, reemplazándolo por un sucedáneo: la coerción burocrática extraeconómica. Pero, evidentemente, esto no era posible más que dentro de un relativo corto término. «Este no era del todo un modo de producción (y a fortiori no fue ni un “capitalismo de Estado” ni un “colectivismo burocrático”). Las directivas impuestas políticamente no podían permitir controlar las fábricas de manera de favorecer de forma estable y permanente el desarrollo de las fuerzas productivas» (166).

Las fuerzas productivas, creadas por el modo de producción capitalista y transferidas del capitalismo a la economía dirigida, donde ellas han sido despojadas de su forma social, perdieron su dinámica de desarrollo. Bajo el capitalismo, la fuente de esta dinámica es la explotación relativa de la fuerza de trabajo (la producción de la plusvalía relativa). Como ya lo sabemos, su crecimiento está ligado no solamente a la relación «vertical» de explotación, que tiene lugar entre el capital y el trabajo, sino también a otra relación capitalista de producción – a la relación «horizontal» de competencia entre los capitales. Es esta última la que obliga a cada capital a acumular, a innovar, a mejorar los equipamientos técnicos del trabajo y, por consecuencia, a aumentar continuamente su productividad – la base de la explotación relativa. En una economía dirigida, bajo la dominación burocrática, esta relación de competencia entre los capitales desapareció y nada la reemplazó. Por la coerción extraeconómica a la cual están sometidos los productores inmediatos, no es posible extraerles más que casi exclusivamente plustrabajo absoluto, ya sea aumentando su número manteniendo la misma tasa de explotación, o no aumentando su número sino aumentando solo la tasa de explotación, así como, obviamente, aumentando los dos.

De allí viene, bajo la dominación burocrática, la tendencia permanente ala explotación absoluta, igualmente llamada explotación excesiva, superexplotación – que consume la fuerza de trabajo al punto de impedir su plena reproducción – y una tendencia inherente a la resistencia a la superexplotación. Por supuesto, bajo el capitalismo también, existe una tendencia permanente a la explotación absoluta, pero, ella se produce en una relación inseparable con la explotación relativa. Bajo la dominación de la burocracia, ese lazo se rompió y, a raíz de las posibilidades limitadas y escasas de explotación relativa, la tendencia en cuestión fue mucho más fuerte, pero, la tendencia que le era opuesta – la resistencia de los trabajadores – era igualmente muy fuerte.

A la burocracia le parecía que esta contradicción sería resuelta por «la organización científica del trabajo» taylorista, que Lenin había imprudentemente valorizado poco después de la revolución de Octubre. Pero, ella «no podía ser aplicada en la URSS» ni en ninguna parteen el Bloque Soviético, «porque ella estaba trazada a la medida por el capitalismo; esta no era, como Lenin parece haberlo imaginado, un cuerpo de conocimientos socialmente neutro. Aun más, Taylor se revolcaría en su tumba si alguien osara asociarlo al vasto sobre empleo característico de la industria soviética. Fiat había construido una fábrica para la URSS: ella empleaba cuatro veces más trabajadores que la misma fábrica en Italia» (167). A pesar de ello, en la fábrica italiana se extraía más plustrabajo a los trabajadores que al cuatro veces más grande número de trabajadores de la Fábrica de Automóviles del Volga (VAZ). La razón de ambas – el tamaño más grande del personal soviético y la cantidad más débil de plustrabajo que podía ser extraído – era muy simple: la explotación relativa no era posible en la URSS más que en una débil medida, suponiendo que lo fuera.

A la luz de todo esto, está claro que la burocracia no era una clase dominante histórica. Ella no era reproducida a partir de ningún modo de producción histórico, sino solamente por un modo de explotación transitorio y, puesto que ella se reproducía por un modo de explotación transitorio, ella debe, por lo tanto, ser considerada como una clase dominante transitoria. Esto está más que justificado en el marco del trabajo teórico que Geoffrey de Ste. Croix que realizó reeditando su obra “The Class Struggle in the Ancient Greek World” (“La lucha de clases en el antiguo mundo griego”), él definió toda clase social tan brevemente, y al mismo tiempo tan rigurosamente de lo que se pueda imaginar: «la clase es una relación de explotación» (168). Esta definición se aplica tanto a una clase que se reproduce por un modo de producción como a una clase que no se reproduce más que por un modo de explotación que no es un modo de producción.

Se llamó «clases» a otras capas sociales conocidas en la historia, que dominaron solo por medio de una coerción extraeconómica y que no lograron imponer modos de producción sino solamente modos de explotación. Sin embargo, hay que ver bien que ellas se distinguían de la burocracia estalinista (y post-estalinista) por un aspecto muy importante: ellas dominaban a clases que, como ellas, no eran históricamente autónomas – eran incapaces de establecer su propio modo de producción. En el bloque soviético, en cambio, la burocracia dominaba a una clase históricamente independiente. Esta diferencia cualitativa entre la burocracia y la clase obrera hace que no se pueda tratar a las dos de «clase» amenos de explicitar precisa e inmediatamente que la una era una clase transitoria y la otra una clase histórica. Por consiguiente, afín de evitar cualquier malentendido, la primera puede ser designada con el término «capa dominante».


Notas

  1. K. Marx, Le Capital (Livre I), PUF, Paris 1993, p. 243.
  2. A. Testart, Le Communismeprimitif vol. I, Ediciones de la Maison des sciences de l’homme, Paris 1985, pp. 28-32, 44-48.
  3. Ibidem, pp. 53-54.
  4. R. Brenner, «Property and Progress: Where Adam Smith WentWrong», en Ch. Wickham (bajo la dir. de), MarxistHistory-WritingfortheTwenty-First Century, Oxford UniversityPressforthe British Academy, Oxford-New York 2007, p. 58.
  5. A. Testart, op. cit., p. 26.
  6. L. Althusser, «Marx dansses limites (1978)», en idem, Écritsphilosophiques et politiques vol. I, STOCK/IMEC, Paris 1994, p. 425.
  7. S.H. Rigby, op. cit., pp. 5-142.
  8. L. Althusser, op. cit., p. 426.
  9. L. Althusser, Sur la reproduction, Pressesuniversitaires de France, Paris 1995, p. 244.
  10. C. Wickham, «Productive Forces and theEconomicLogicofthe Feudal ModeofProduction», HistoricalMaterialism. Research in CriticalMarxistTheory vol. 16 n° 2, 2008, pp. 3-22.
  11. C. Wickham, «TheOtherTransition: FromtheAncientWorldtoFeudalism», Past&Presentn° 103, 1984, pp. 3-36; ídem, «TheUniquenessofthe East», TheJournalofthePeasantStudies vol. 12 n° 2/3, 1985, pp. 166-196.
  12. H. Berktay, «TheFeudalism Debate: TheTurkishEnd – Is «Tax vs. Rent» NecessarilytheProduct and Signof a Modal Difference?», TheJournalofPeasantStudies vol. 14 n° 3, 1987, pp. 291-333; J. Haldon, «TheFeudalism Debate Once More: The Case ofByzantium», TheJournalofPeasantStudies vol. 17 n° 1, 1989, pp. 5-40; ídem, TheState and theTributaryModeofProduction, Verso, London-New York 1993, pp. 63-139; C. Wickham, FramingtheEarlyMiddleAges. Europe and theMediterranean, 400-800, Oxford UniversityPress, Oxford-New York 2005, pp. 56-61.
  13. Los conceptos de sumisión formal y real de las fuerzas productivas a las relaciones de producción han sido desarrolladas en relación al capitalismo (es decir en relación a la sumisión del trabajo al capital) y sobre su ejemplo por K. Marx, Un chapitreinédit du Capital, Uniongénéraled’éditions, Paris 1971, pp. 191-223. En las investigaciones sobre los modos de producción precapitalistas, en particular el modo de producción por linajesdescubierto por los antropólogos – queha hecho pasar a la humanidad de la recoleccióny de la cazaa la agricultura – estos conceptos hansido aplicados por P.-Ph. Rey, «Contradictions de classedans les sociétéslignagères», Dialectiquesn° 21, 1977, pp. 116-133. En al estudio de la comunidad primitivay del modo de producción por linajes, lo queha hechoigualmente A. Testart, op. cit., pp. 157-187. Parece que en este último – este fue un modo de producción antagónico (de clase) precoz – ya habíaya una relación de explotación, peroesta no eraaún la relación de producción fundamental. Ver A. Marie, «Rapports de parenté et rapports de productiondans les sociétéslignagères», en F. Pouillon (bajo la dir. de), L’anthropologieéconomique: Courants et problèmes, Maspero, Paris 1976, pp. 86-116.
  14. Ver P. Murray, «The Social and Material TransformationofProductionby Capital: Formal and Real Subsumption in Capital, Volume I», en R. Bellofiore, N. Taylor (bajo la dir. de), TheConstitutionof Capital: EssaysonVolume I ofMarx’s Capital, Palgrave Macmillan, Houndmills, Basingstoke-New York 2004, pp. 243-273; C.J. Arthur, «ThePossessiveSpiritof Capital: Subsumption/Inversion/Contradiction», en R. Bellofiore, R. Fineschi (bajo la dir. de), Re-reading Marx: New Perspectives after theCriticalEdition, Palgrave Macmillan, Houndmills, Basingstoke-New York 2009, pp. 148-162.
  15. Ch. Wickham, «Productive Forces and theEconomicLogicofthe Feudal ModeofProduction», pp. 15-16.
  16. A.M. Watson, «TheArabAgriculturalRevolution and ItsDiffusion, 700-1100», TheJournalofEconomicHistory vol. 34 n° 1, 1974, pp. 8-35.
  17. Son muy explícitos sobreestacuestión: M. Barceló, H. Kirchner, C. Navarro, El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueología hidráulica andalusí, El Legado Andalusí, Granada 1996, asícomo J.M. Martín Civanos, «Working in LanscapeArchaeology: The Social and Territorial SignificanceoftheAgriculturalRevolution in Al-Andalus», Early Medieval Europe vol. 19 n° 4, 2011, pp. 385-410. El debate entre los historiadores alrededor de la dominación del modo de producción tributarioen la España islámica es presentado por A. García Sanjuán, «El concepto tributario y la caracterización de la sociedad andalusí: Treinta años de debate historiográfico», en A. García Sanjuán (bajo la dir. de), Saber y sociedad en Al-Andalus, Universidad de Huelva, Huelva 2006, pp. 81-152. No es el feudalismo, sino el modo de producción tributario distinto delo queera el modo de producción antagonistamás extendidoen el mundo en la época precapitalista. El trabajo teóricomás riguroso hasta el momento sobreeste modo de producción hasido realizado por Pierre Briant, quien estudió la historia de los imperios aquéménidoy helénico. Éldemostró que, bajo su dominación, un «desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas» tuvo lugaren esosimperios. P. Briant, Rois, tributs et paysans. Études sur les formationstributaires du Moyen-Orientancien, Université de Franche-Comté, Les Belles Lettres, Besançon-Paris 1982. Lo que es sorprendente, es que los otros teóricos del modo de producción tributario diversamente concebido no confrontancon la obra de Briant porqueellos ¡no la conocían! Ver J. Haldon, TheState and theTributaryModeofProduction; S. Amin, Eurocentrism. Modernity, Religion, and Democracy. A Critique ofEurocentrism and Culturalism, MonthlyReviewPress, New York 2009; J. Banaji, Theory as History. EssaysonModesofProduction and Exploitation, Brill, Leiden-Boston 2010; L. da Graca, A. Zingarelli (bajo la dir. de), Studieson Pre-CapitalistModesofProduction, Brill, Leiden-Boston 2015; R.M. Rosenswig, J.J. Cunningham (bajo la dir. de), ModesofProduction and Archaeology, UniversityPressof Florida, Gainesville 2017.
  18. Lo que explican Robert Brenner y Ellen Meiksins Wood, aunque ellos utilicen una terminología diferente – ellos nohablan de relaciones de producción, sino de «relaciones sociales de propiedad». Ver R. Brenner, M. Glick, «TheRegulationApproach: Theory and History», New LeftReviewn° 188, 1991, pp. 45-119; E. Meiksins Wood, «ThePoliticsofCapitalism», MonthlyReview vol. 51 n° 4, 1999, pp. 12-26; R. Brenner, «Competition and Class: A Replyto Foster and McNally», MonthlyReview vol. 51 n° 7, 1999, pp. 24-44; E. Meiksins Wood, «Horizontal Relations: A Note onBrenner’sHeresy», HistoricalMaterialism. Research in CriticalMarxistTheory vol. 4 n° 1, 1999, pp. 171-179; idem, «TheQuestionofMarketDependence», JournalofAgrarian Change vol. 2 n° 1, 2002, pp. 50-87.
  19. Estetrasaldo, llamado, por el eufemismo, «traslados compensatorios», estáeneloriginen de la enorme modernización de la economía soviéticadespués de la guerra. En el curso de la puesta en marcha delcuartoPlan Quinquenal (1946-1950), los «traslados compensatorios garantizaron cerca del 50 % de los equipamientos para las construcciones de capitales. En numerosas ramas de la industria, la importancia de esostrasladoseraaúnmás grande, y es sobre todo graciasa ellas que esta ha sido posible, en el curso delcuartoplan quinquenal, de comenzar una producción a un nivelmuchísimas veces superior al de la pre-guerra (óptica, radiotécnica, producción de motores diessel, material de comunicación, productos electrotécnicos, material de forge et de presses, fibras artificiales et plásticas, caucho sintético, petroquímica, etc.). Los traslados compensatorios permitieron suprimir o reducir considerablemente los déficits de la estructura sectorial de la industria soviéticay, en particular, de aumentar las capacidades de ingeniería de máquinas pesadas, lo que, alprincipio del quinto quinquenato, permitió asegurar no solamente gigantescas construcciones capitales en el país mismo, perotambién de satisfacer los deseos de esas construcciones en los otros países socialistas de Europayde Asiay, a partir del sexto quinquenato, en países no socialistas en desarrollo» (Г.И. Ханин, op. cit. note 84, pp. 186-187). De Alemania delEste «se construyó líneas tecnológicas más modernas einstalaciones industriales enteras, ligadas a ramas en las cuales el desarrollo en la URSS difería antesde la guerra del nivel mundial o se encontraba en un estadio inicial (óptica, ingeniería radial, ingenieríaeléctrica, etc.). Conel equipamiento se importaba la documentación técnica. Con esta documentación, fue posible organizar la producción en numerosas ramas de la industria en la Unión Soviétique. Se tomómuchomás de lo que la economía soviéticaera capaz de “digerir”. Secarecía de instalaciones de almacenado, sealmacenaban los equipamientos en elexterior, estos se corroíany devenían inutilizables» (Е.Ю. Зубкова, «Послевоеннаяэкономика: Основныепроблемы и тенденцииразвития», dans В.П. Дмитриенко (sous la dir. de), ИсторияРоссии. ХХ век [E.Y. Zoubkova, «L’Économie de l’aprèsguerre: principauxproblèmes et tendances du développement», dans V.P. Dimitrienko, Histoire de la Russie. XXesiècle], АСТ, Москва 2000, p. 478).
  20. C.J. Arthur, The New Dialectic and Marx’s Capital, Brill, Leiden-Boston 2004, pp. 208-209.
  21. Ibidem, p. 208.
  22. Ibidem, p. 209.
  23. Ibidem, p. 208.

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