Marx & Engels

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Por Roberto Sáenz

Vayamos ahora a algunos aspectos biográficos1. Marx nace el 5 de mayo de 1818 y Engels el 29 de noviembre de 1820. No casualmente, los dos nacen en una misma región, Renania, caracterizada por elementos de industrialización precoz y muy ligada a Francia; impactada por la Revolución francesa.

No me voy a detener demasiado en la parte histórica2. Sí señalar que todos estamos dialécticamente determinados por nuestro tiempo histórico.

El “tiempo histórico” nos da el contexto general de nuestra existencia y nosotros, mediante una acción colectiva, reactuamos sobre el tiempo histórico: “El hombre es producto de un medio histórico determinado. Un genio que aporte una novedad lo hará sobre la base de lo existente. No puede surgir de la nada. En consecuencia, si se quiere precisar el genio, el grado de originalidad de un hombre, ha de tenerse por lo menos una idea aproximada de lo que ya existía, del desarrollo alcanzado por el pensamiento humano y la sociedad en el momento en que aquél comenzaba a formarse, es decir, a sufrir la influencia del medio ambiente. Así, para comprender a Marx –y aplicaremos aquí prácticamente su propio método– será necesario considerar la influencia del medio histórico sobre él y Engels” (D. Riazanov, Marx y Engels, google3).

Marx nace en Treverís y Engels en Barmen, ciudades ambas de Alemania, situadas en la misma provincia, Renania, bañada por las aguas del Rhin, que marca la frontera entre Francia y Alemania. Cuando ellos nacen, la Revolución Francesa está todavía presente: “Marx y Engels empiezan a padecer la influencia del medio histórico-social. 1830 y 1831 son para Europa años revolucionarios (…) Desde que Marx y Engels han entrado en la vida más o menos consciente se encuentran, pues, en el torbellino de la revolución y reciben las impresiones de ese período convulsivo” (Riazanov, ídem4).

La revolución se inició en 1789 y su apogeo se alcanzó en 1794. Sin embargo, las convulsiones revolucionarias vuelven a sucederse en Francia y toda Europa en 1830/1 y nuevamente en 1848. En 1794 termina el período radicalizado de la Revolución Francesa cuando le cortan la cabeza a Robespierre. El gran dirigente jacobino no tiene tumba. Tiraron su cuerpo en una caverna de París, en Montparnasse, un barrio de la ciudad; ahí fue a parar junto a Saint Just y otros dirigentes jacobinos (Napoleón tiene un mausoleo enorme mientras que a Robespierre lo tiraron ahí, anónimamente, como expresión de que la burguesía lo soportó por un tiempo pero no le gustaron los métodos “plebeyos-revolucionarios” con los que pretendía resolver los asuntos, como explicaba Trotsky5. Una vez que pudieron se deshicieron de él y de sus adláteres más fieles tratando de relegarlos a la calumnia y el olvido6.)

Marx y Engels están determinados por la Revolución Francesa. Y también por la revolución industrial en Inglaterra. Fueron separados tempranamente de su suelo nacional. Luego de la derrota de la revolución en 1848, Marx terminó exilado en Londres y Engels en Manchester. Marx estaba fuertemente influenciado por su padre, Heinrich Marx, que murió relativamente joven, y el padre de Jenny, su futura esposa, Ludwing von Westphalen, como se ve de ascendencia aristocrática, ambos de ideas liberal-progresistas (el hermano de Jenny, conservador, tendría alto cargo en Prusia durante los años 1850: “Ambos tenían un visión del mundo iluminista y liberal. No responsabilizaban a los pobres por la pobreza, criticaban las relaciones políticas y sociales. Tanto Heinrich Marx como Ludwing von Westphalen se posicionaban críticamente en relación a la política autoritaria y antisocial del gobierno prusiano. No tenían ideas revolucionarias, pero eran defensores de amplias reformas políticas y sociales” (Michael Heinrich, 141).

No está demás subrayar la influencia sobre Marx de su esposa, Jenny von Westphalen, 5 años mayor que Marx, de importante bagaje intelectual e inteligencia a pesar de la prohibición machista del Estado prusiano de la época de que las mujeres asistieran a la universidad y que sacrificó su posición social para acompañar a Marx en su odisea.

Por su parte, Engels tuvo que luchar contra su familia, porque su padre, cuyo nombre era igual al suyo, Friedrich Engels, era un próspero industrial textil renano con ideas muy conservadoras próximas al calvinismo (era muy apegado a la religión).

Si les cortaron las raíces políticas y sociales a ambos, desde el punto de vista del capitalismo emergente terminaron viviendo en el país más desarrollado de la época. Podemos vincular la importancia de este suceso a una definición metodológica de Marx colocada en la Introducción a la crítica de la economía política, que permite entender su importancia. Marx afirma que “la clave de la anatomía del mono la da el hombre”, lo que quiere decir que el organismo más avanzado da la clave del menos desarrollado. Si uno observa un “desarrollo totalizado” va a poder apreciar mejor las características de la cosa, que si se observa simplemente el “embrión”.

Y si ustedes se preguntan cuál era el organismo capitalista más desarrollado promediando el siglo XIX, la respuesta es evidente: Gran Bretaña. Hoy no es Inglaterra, obvio. Y ni siquiera quizás Estados Unidos, Alemania o Japón, aunque siguen siendo los países más avanzados como totalidad. Pero para apreciar los desarrollos más de “vanguardia” del capitalismo mundial hay que irse al área del Pacífico, sobre todo a China.

A Marx y Engels les cortaron su “suelo nutricio” político pero, paradójicamente, terminaron alojados en el país más oportuno para llevar adelante la crítica del capitalismo: “El exilio desarraiga el yo, en el sentido de que lo arranca de la tierra en las que tiene todas sus fibras biológicas. Es un momento dramático, de una terrible pesadumbre, pues el exiliado no podrá echar nunca raíces en otro suelo. Sus raíces quedarán a la intemperie, al descubierto, en el vacío, y en cierto modo, podría decirse, en adelante no podrán agarrarse nada más que al cielo, a ese vacío por el que se extenderán en su intento de tocar de nuevo la tierra” (Marc Chagall, Guía didáctica, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 2012, Google, una apreciación aguda de uno de los mayores pintores del siglo pasado).

Existen jalones en la biografía de Marx y Engels. Sobre todo la primera etapa es más compleja, porque es de transición. Las etapas de transición son más complejas que las consolidadas, lógico. La juventud de Marx y Engels es más compleja. Existe una obra de Marx y Engels cuyo título expresa el contenido de esta primera etapa: “Crítica de la crítica crítica” (o “La Sagrada Familia”). Su título resume la tarea encarada por ambos hasta ese momento, mediados de la década del ‘40: la crítica de todas las posiciones existentes en la búsqueda de su propio ángulo7.

Una primera etapa con una actividad militante más intensa en el terreno de la revolución alemana desarrollada desde la Gaceta Renana (1842/3) y, sobre todo, la Nueva Gaceta Renana (1848/9), para luego terminar expatriados en Gran Bretaña (Marx nunca tramitó la ciudadanía; permaneció de por vida como un apátrida).

La revolución de 1848 se frustró porque la clase obrera todavía no estaba preparada y la burguesía ya le tenía miedo; era extremadamente conservadora. Todo lo que tenía de revolucionario la burguesía se fue “difuminando” después de la Revolución Francesa, aunque durante el siglo XIX aún hubo “revoluciones desde arriba” como la unificación alemana y otras8.

La época histórica de Marx y Engels es la época donde a la clase obrera todavía le falta madurez para protagonizar su revolución, y la burguesía ya se muestra acobardada por la emergencia del proletariado. Una etapa histórica de transición entre el “ya no más” de la revolución burguesa y el “todavía no” de la revolución proletaria.

Durante los primeros años de juventud, Marx y Engels tienen actividad política cotidiana –en general Engels como asistente de Marx–, militante, pasando de un país a otro de Europa continental: Alemania, Francia, Bélgica. Posteriormente, Engels tiene que irse a trabajar a la fábrica de su familia en Manchester y Marx recala en Londres.

Los años de exilio de Marx en Londres fueron de grandes privaciones materiales y sufrimiento moral. Marx sufría grandemente porque no podía proveer un mínimo de condiciones normales de vida a su esposa e hijos. Malos alojamientos en barrios caracterizados por el cólera como el Soho, comida y cuidados de salud insuficientes, llevaron a un deterioro crónico de la salud de su esposa y la de él mismo y a la muerte de varios de sus hijos; la muerte de su hijo mayor Edgar en 1855 le pegó especialmente duro. De sus siete hijos, solamente tres hijas sobrevivieron, Jenny, Laura y Eleonor. Las tres eran particularmente dotadas y cumplieron un rol significativo en el movimiento laborista internacional: Eleanor en Gran Bretaña, Jenny y Laura en Francia (donde se casaron con líderes socialistas como Longuet y Lafargue).

Durante este largo período de miseria material –sobre todo durante la década de 1850–, Marx sobrevivió gracias a la asistencia financiera y moral de su amigo Engels, cuya devoción hacía él se erige en unos de los mayores ejemplos de amistad en la historia de las ciencias y la política. Las cosas comenzaron a mejorar cuando Marx recibió la herencia de la madre; cuando los primeros partidos socialistas independientes se desarrollaron en Alemania, creando un mayor mercado para sus escritos; cuando la I Internacional adquirió influencia en varios países de Europa, y cuando las condiciones financieras de Engels mejoraron al punto que podía sostener a la familia de Marx de manera más regular (Ernest Mandel, Karl Marx, 1990, Google).

A comienzos de los años 1860 Marx y Engels estaban todavía relativamente aislados, aunque Marx era conocido en determinados círculos. En ese entonces ocurre la provocación de Carlos Vogt, viejo revolucionario alemán forzado a emigrar a Suiza en 1849, célebre en Europa por sus conocimientos enciclopédicos –aunque superficiales– y adscripto a una suerte de “materialismo” naturalista. La provocación ocurre a raíz de un incidente entre emigrados pero tiene su base en que, a hurtadillas, Vogt estaba apoyando políticamente a la reacción encarnada por Luis Bonaparte en su campaña de avasallamiento de la autodeterminación nacional de determinados países del Este europeo. Denunciado por círculos socialistas allegados a Marx, acusa a este último de “llevar una vida suntuosa a expensas de los obreros”9

Lo que nos interesa acá es la enseñanza que subraya Riazanov y que tiene determinada actualidad respecto de las provocaciones en regla hacia la izquierda: “Marx consideraba que la prensa tiene el derecho de atacar e injuriar a un político. Es un privilegio, escribía, de todos aquellos que se entregan a la acción pública, políticos, parlamentarios, actores, etcétera, escuchar el elogio o la desaprobación. Marx no contestaba las injurias personales, abrumado como estaba por ellas. Pero cuando los intereses de la causa, del partido, estaban en juego, respondía, y era entonces implacable” (Riazanov, ídem).

Hay una primera etapa “convulsiva”, de transición, de crítica, que se expresa en textos iniciales como la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel (1843/4, publicada sólo póstumamente10), La Introducción a la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel (publicada en 1844), La sagrada familia (publicada en 1844), Los Manuscritos del ’44 (también llamados Cuadernos de París, fueron publicados recién en 1932 con bastante disgusto para el estalinismo ascendente), etcétera, donde se va ajustando cuentas con las concepciones anteriores –se produce el distanciamiento con los jóvenes hegelianos cuyo abordaje era liberal-radical11–.

Ya en La ideología alemana (publicada recién en 1932 por David Riazanov, del cual ya hablaremos), Tesis sobre Feuerchach (escritas por Marx en 1845 y publicadas por Engels en 1888 como apéndice a su texto sobre Feuerbach)Miseria de la filosofía12 (escrita por Marx en el invierno de 1846/7 y publicada a comienzos de julio de ese último año. La base para la obra se encuentra en la importante carta metodológica de Marx a P.V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846) y el Manifiesto Comunista (publicado en febrero de 1948 y escrito por Marx tomando en cuenta una serie de borradores previos de su amigo Engels), lo que se aprecia es un nuevo abordaje del mundo: la concepción materialista de la historia.

Luego viene una etapa de ostracismo político, la década de 1850, donde Marx lleva adelante la investigación básica que dará lugar a las varias redacciones de El capital (el concepto de varias redacciones de El capital es de Enrique Dussel así como de Roman Rosdolvsky): Elementos para la crítica de la economía política Grundrisse, 1857, publicado en la ex URSS entre 1939 y 1941 y en occidente en 195313Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859, Las teorías de la plusvalía, dos tomos publicados por Kautsky en 1911, el I tomo de El capital propiamente dicho, el único publicado por Marx en vida (1867), los tomos II y III de El capital publicados por Engels en 1885 y 1894 respectivamente (luego de desarrollar un esfuerzo supremo por poner en orden los borradores de ambas obras)14.

Posteriormente se abre una tercera etapa en la vida de Marx y Engels con la emergencia de la Primera Internacional entre 1864 y 1872, donde el protagonismo es de Marx aunque hacia el final de esa experiencia llega Engels a Londres habiéndose sacado de encima su “oficio de perro” como llamaba a su empleo (se jubila en 1869 y se vuelca de lleno a la militancia): “A los historiadores ha pasado inadvertido ese trabajo de organización de Marx, a quien presentan como un pensador de gabinete, y no conociendo el papel de Marx como organizador no han conocido uno de los aspectos más interesantes de su personalidad. Si no se conoce el papel que Marx (hago notar, Marx y no Engels) tuvo en los años 1846/7, como dirigente e inspirador de todos ese trabajo de organización [se refiere a su trabajo en la Liga de los Comunistas], es imposible comprender la importancia del que tuvo luego como organizador de 1848/9 y en la época de la I Internacional” (Riazanov, ídem).

Las vidas de Marx y Engels fueron, por así decirlo, vidas “ordinarias” de personas extraordinarias –las definimos así en “Un Marx para el siglo XXI”–. Es decir, estuvieron caracterizadas por las tareas preparatorias de la revolución más que por la dirección de la revolución misma, un privilegio del que sólo gozaron los bolcheviques hasta ahora en nuestra corriente socialista revolucionaria15.

En 1867 Marx publica el primer tomo de El capital (el único que llegará a concluir en vida) yéndose orgulloso con el manuscrito bajo el brazo a Alemania donde se imprimiría la primera edición. Después en 1870 Marx empieza a sentirse agotado y Engels comienza a tomar el relevo. Marx tiende a dejar la actividad pública y se da una comedia de enredos, porque al comienzo se lo mira a Engels con desconfianza: “Cerca de 20 años transcurrieron desde que Engels partiera para Manchester y se alejara así del movimiento obrero durante todo ese tiempo. Marx quedó en Londres. Allí mantenía relaciones con los cartistas, colaboraba en sus órganos, frecuentaba los clubes obreros alemanes y compartía la vida de los emigrados. Daba conferencias, veía regularmente a los camaradas y discutía a menudo con ellos, pero las relaciones con ‘papá’ Marx eran siempre cordiales y fraternales, selladas por una gran ternura (…)” (Riazanov, ídem).

Como Engels tuvo que trabajar en la fábrica inglesa de su familia, parecía un gentleman, ¡y en cierto modo lo era!: “Otra cosa ocurría con Engels, a quien la mayor parte de los miembros del Consejo general de la Internacional no conocía ni por asomo. Sólo los alemanes lo recordaban, pero Engels tenía aún que conquistar su confianza. Para los demás, era un hombre rico, un fabricante de Manchester (…)” (Riazanov, ídem).

Paul Lafargue, dirigente socialista francés casado con una de las hijas de Marx, hace una semblanza similar: “Engels, hasta 1870, lleva adelante una suerte de doble vida. Seis días a la semana, desde las 10 a las 16 horas, era un comerciante, revisaba la correspondencia, en varios lenguajes, de su firma, e iba a la bolsa de comercio. Tenía una oficina en el centro de la ciudad donde recibía sus amigos comerciales. Pero recibía a sus amigos políticos y científicos en su pequeña casa (…) En las tardes, liberado de la esclavitud comercial, retornaba a su pequeña casa, donde era nuevamente un hombre libre. No solamente tomó parte de la vida industrial de Manchester, sino que participó también de sus placeres, participó en encuentros sociales, banquetes y deportes” (“Frederick Engels”), y Lafargue continúa el relato contando que Engels tenía sus propios caballos, que participaba en los encuentros de caza, que era muy buen jinete y que Marx siempre estaba temeroso de que se cayera de la montura y se quebrara el espinazo… ¡un personaje total!16

Engels se esforzó y tomó relevo. Y no tuvo decaimiento físico hasta su fallecimiento, desplegando una intensa actividad política entre 1870 y 1890. Una enseñanza aquí es el sube y baja en la suerte de los revolucionarios, que acompaña, dialécticamente, el desarrollo de la lucha de clases. Luego de la derrota de la Comuna de París, la situación de Marx y Engels volvió a empeorar: “Hablar de lucha entre marxistas y bakuninistas en la I Internacional, es mucho exagerar. Los segundos eran en realidad bastante numerosos, pero sus filas estaban compuestas de los elementos más heterogéneos, sólo unidos por la campaña contra el Consejo general [presidido por Marx]. La situación era mucho más mala entre los marxistas. Marx y Engels no tenían con ellos sino a un puñado de hombres (…)” (ídem).

Marx muere el 14 de marzo de 1883; Engels el 5 de agosto de 1895. Con el fallecimiento de Marx, Engels toma definitivamente el mando e inspira la fundación de la Segunda Internacional17. El compañero de Marx no dirige los asuntos prácticos de la Internacional pero sí es su inspirador. Se le tributa un gran homenaje llegando a ser una figura ampliamente conocida en todo el movimiento obrero europeo. Un tributo que a Marx siempre se le negó porque aún no se había llegado a la etapa de las grandes organizaciones socialistas de masas. En vida no gozó de gran popularidad18.

El inicio de esa sociedad política y humana entre Marx y Engels la podemos fechar en 1844. Se habían conocido en 1842, pero en aquel momento no hubo afinidad. La afinidad comenzará a partir de 1844 y durará toda la vida. A partir de ahí empezó una suerte de “sube y baja” en materia de éxitos y fracasos, de estar en grupos muy pequeños, de quedarse literalmente solos, de vincularse a organizaciones de amplia vanguardia y de masas, etcétera; un vaivén permanente con éxitos y crisis dramáticas también, con popularidad y el más grande de los aislamientos (tal cual nos ocurre a todos los revolucionarios19).

La militancia de nuestra corriente es joven; estamos en pleno desarrollo. Pero de repente somos miles y de repente somos un puñado… Así es la lucha de clases. Y por esto mismo la autoproclamación es fea. La militancia es apasionante, lo más apasionante que hay. Pero significa lucha. No hay “seguridades” ni “derechos adquiridos”. En la lucha de clases se sube y se baja, y la clave es no perder la “brújula política”: no perder de vista el ángulo crítico revolucionario.

De ahí la estupidez de los que creen tener “la vaca atada”; o la perspectiva equivocada de los que sienten que “al fin se llegó” a no se sabe qué objetivo sólo para que el “baile” vuelva a empezar… La vida revolucionaria es así: un constante sube y baja porque depende de una lógica mayor que es la lógica de la lucha de clases20.

La construcción del partido es lucha. Y el desarrollo del partido acompaña de manera dialéctica el desarrollo político de la clase obrera: “(…) cuando en 1862, como resultado de la Guerra de Secesión estadounidense, el New York Tribune despidió a todos sus colaboradores europeos, Marx –que había trabajado para ese periódico, el más importante de la época en dicho país, durante más de una década– y su familia volvieron a vivir en condiciones de terrible pobreza, las mismas que habían padecido durante los primeros años de su exilio en Londres. Sólo tenía la ayuda de Engels, a quién escribía: ‘Todos los días mi esposa me dice que preferiría yacer en la tumba con las chicas y, en verdad, no puedo culparla dadas las humillaciones y sufrimientos que estamos padeciendo, realmente indescriptibles’. Su condición era tan desesperada que en las semanas más negras faltaba comida para las hijas y papel para escribir. También buscó empleo en una oficina de los ferrocarriles ingleses. El puesto sin embargo le fue denegado debido a su mala letra (…)” (Marcello Musto, “Como nació El capital de Marx”, sin permiso, 08/09/17).

¡Paradojas si las hay, uno de los mayores pensadores de la historia humana rechazado para un gris puesto administrativo por mala letra!

Marx y Engels sufrieron todo esto. Sobre todo Marx, como se ve. Engels tenía más “espalda” por su familia y su trabajo de empresario. Y aunque Engels cuidara de Marx, la retaguardia que tenían era débil. Otro ejemplo de esta debilidad lo tenemos en la ocurrencia delirante de Engels, en 1882, de que Marx se fuera al norte de África a curarse su salud (tenía problemas respiratorios).

Resultó que Marx terminó unos meses en Argelia, solo, debilitado, un país donde, contra todos los cálculos previos… había una humedad tremenda y llovía todo el tiempo. Otro ejemplo dramático del sube y baja revolucionario. Marx, uno de los mayores revolucionarios y pensadores de la historia humana, abandonado casi a su suerte en su último año de vida, enfermo, en un país de África que no conocía (Musto, El viejo Marx).

Esta situación habla de que por esos años Marx y Engels no tenían por detrás ningún aparato que los sostuviera más allá de los ingresos de Engels. Estaban, como si dijéramos, “desguarnecidos”, aunque tenían importantes relaciones con el partido alemán, y esta es una situación clásica de los revolucionarios a los cuales les cuesta asegurar una retaguardia material sólida dada su dedicación exclusiva a los asuntos políticos y teóricos.

Claroscuros de la vida revolucionaria. La vida militante es una vida de vanguardia, vamos contra la corriente. No nos dan el “Oscar” por ser marxistas, no vi que a nadie le dieran el premio Nobel por ser “Marx”. Esa es la moraleja: la militancia significa esfuerzos y privaciones aunque el premio que se obtiene es monumental: no hay nada más apasionante que la militancia, más universal, más revolucionador de la personalidad.


1 Los aspectos biográficos propiamente dichos no son nuestro punto fuerte (títulos, fechas, ediciones, etcétera, se nos escapan con facilidad). Sin embargo, existe toda una nueva generación de marxólogos muy aplicados en los más diversos campos que están estudiando, desde este punto de vista, la obra de Marx y Engels. Marcello Musto es uno de ellos, Kohei Saito ídem aunque con otro ángulo, Michael Heinrich también, etcétera.

2 Han salido muchas biografías de Marx estos últimos años, entre ellas una muy erudita aunque algo “aburrida”, el tomo I de la biografía de Michael Heinrich, Karl Marx y el nacimiento de la sociedad moderna. También Jonathan Sperber y Garreth Stedman Jones, entre otros, han publicado biografías de Marx los últimos años, además de sinnúmero de otros escritores atento los 200 años de su nacimiento.

3 Este texto de Riazanov es un clásico en el abordaje biográfico de Marx y Engels. Un conjunto de conferencias dictadas a comienzos de los años ‘20 en Rusia, en el apogeo de la revolución, otorgadas por parte del que fuera el principal “marxólogo” del bolchevismo.

4 Riazanov coloca una definición del ejército francés revolucionario que no queremos dejar pasar: “Los soldados franceses, descalzos, desarrapados, casi sin armas, pelearon contra las tropas regulares prusianas y vencieron por su entusiasmo, su superioridad numérica y su arte de desmoralizar y disgregar al ejército enemigo bombardeándolo con proclamas antes de dirigirles las balas. También Napoleón en sus guerras recurrió a esa propaganda revolucionaria” (ídem), lo que destaca su carácter de primer “ejército político” en la historia.

5 Atentos que los métodos plebeyos no son los de la revolución proletaria. Si ambas revoluciones se vieron obligadas a apelar al terror, la Revolución Rusa lo hizo no de manera bonapartista sino como expresión de la dictadura proletaria, mientras que Robespierre pegó por derecha pero por izquierda también, derrotó a la Comuna de París, y esa fue su sentencia de muerte (nuestra interpretación sigue en general la presentada décadas atrás por Daniel Guerin, Lucha de clases en el apogeo de la Revolución Francesa, un clásico en la materia).

6 La Revolución Francesa fue una de las más grandes revoluciones en la historia junto con la Revolución Rusa (1917) y la Revolución China (1949) más allá del carácter social diferenciado de las tres: burguesa la francesa, socialista la rusa y anticapitalista la china. Como ya hemos señalado varias veces tenemos pendiente aún un examen crítico de la primera (una revolución que los bolcheviques manejaban al dedillo y sirvió para muchas analogías de la evolución de la propia dictadura proletaria).

7 Es la tarea que se le plantea a toda nueva corriente política y de pensamiento: plantarse en relación a todo el desarrollo anterior y también a las corrientes en competencia que le son contemporáneas.

8 La Revolución Meiji en Japón es de esta misma especie (aunque nunca nos dedicamos realmente a repasar el tema). La guerra civil yanqui quizás entra en esta categoría aunque, en este caso, se trató de un verdadero enfrentamiento revolucionario entre sectores burgueses bajo métodos de guerra civil.

9 Típico del mecanismo de la calumnia y la amalgama es afirmar cosas falsas, pero que producto del atraso cultural y del sentido común pueden sonar verosímiles: Marx no era de origen obrero, provenía de una familia relativamente pudiente, no tenía un trabajo oficial… “seguro que vivía explotando a los obreros”.

10 Mandel destaca esta obra como el primer texto mayor de Marx aunque a nosotros nos parece que incluso las tesis doctorales tienen enorme valor metodológico. Es decir: no hay un solo texto de Marx que no tenga importancia.

11 Remitimos para esta temática al texto de Engels de 1888 Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.

12 El nombre completo de la obra, escrita íntegramente en francés por Marx (repetiría el “operativo” de llegar directamente a los trabajadores franceses al traducir personalmente a dicho idioma el tomo I de El capital décadas después), Misère de la philosophie: réponse ala Philosophie de la misère, de M. Proudhom, completado en abril y publicado en julio 1847 (Musto).

13 La Introducción a los Grundrisse, el texto metodológico podríamos decir más ambicioso de Marx, fue publicado por Kautsky en 1903 con gran impacto.

14 Para una más precisa recopilación de las obras de Marx y Engels ver Marcello Musto, que logra hacer una clasificación muy ordenada de las mismas.

15 La tarea de la revolución socialista es una tarea histórica y, por definición, colectiva, que atañe a todo un conjunto de generaciones donde a uno a veces le toca un papel protagónico y a veces el “papel del enlace” para trasmitir nuestra tradición a la generación siguiente.

El concepto del “papel del enlace” nos fue trasmitido por algún artículo de homenaje a la labor de Ernest Mandel pero podría ser aplicada de idéntica manera a Tony Cliff, Nahuel Moreno, Hal Draper, Daniel Bensaïd, Chris Harman, etcétera, más allá de su pertenencia a corrientes diversas y en competencia del trotskismo. Hemos señalado que el estudio critico de todos ellos es fundamental porque contienen hilos de continuidad con nuestra tradición socialista revolucionaria en condiciones políticas más difíciles que las que les tocó vivir a los bolcheviques.

Desde ya que el abordaje de sus obras lo hacemos desde nuestra elaboración, desde nuestras concepciones; es por lo tanto, sin duda alguna, un abordaje crítico en todos los casos.

16 Lafargue agrega que Engels era súper leído, cero pedante y un gran anfitrión y uno puede interpretar que esta “doble vida” fue la expresión del rol que le tocó cumplir –cubriendo la retaguardia de él y Marx– y del período de transición en el que vivieron.

17 Lafargue señala lo siguiente de esta etapa de la vida de Engels: “Uno debería estar impactado por el cantidad de trabajo realizado por Engels, cuando uno considera el poco tiempo a su disposición, y fue increíble que lograra acumular semejante cantidad de conocimiento. Tenía una enorme aplicación al trabajo, y una gran habilidad para adquirir el dominio de cualquier temática. Aprendía rápido y era infatigable” (ídem). Y agrega que Engels era muy ordenado, también muy elegante para vestirse y que su oficina de estudio tenía enorme pulcritud sin ningún libro fuera de lugar. Por contraste, a Marx le costaban los asuntos “prácticos” y era menos ordenado eventualmente, aunque más penetrante.

18 Citemos una anécdota de una Rosa Luxemburgo aún muy joven. En el congreso en el que ovacionaron a Engels, este no conocía a Luxemburgo, y Rosa recién empezaba a ser quien sería. Por una discusión vinculada a la cuestión nacional, a Rosa y su grupo literalmente se los echó del congreso: “(…) el grupo de Luxemburgo quedó completamente aislado. A ella misma se le rogó que abandonase el congreso. Sufrió una afrenta ante toda la Internacional, en presencia del propio Engels. Puede ser que llorara, pero no abandonó ni a Marx, ni a Engels ni al socialismo científico; se reafirmó en su convicción y se dijo: Convenceremos a la Internacional, le probaremos la justeza de nuestra posición” (Riazanov, ídem).

19 A modo de ejemplo y como ya señalamos: “Tras la derrota de 1848, Marx había pasado toda una década de frustraciones políticas y de profundo aislamiento personal” (Musto, “Marx y la crítica de la economía política. Desde sus primeros estudios hasta los Grundrisse”).

20 El “reinicio del baile” cuando se creía haber llegado a la “cúspide” es característico de todas las corrientes, de todos los que llevamos décadas militando. Por eso transmitir una idea muy autoproclamatoria a la militancia es malo, es de secta.

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