Marx: El joven hegeliano y la alienación

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Por Miguel Angel Forte

El término alienación, en sentido general, denota el apartamiento de los individuos de sí mismos y de los demás. En su origen se trataba de un término con connotaciones filosóficas y religiosas, pero Marx, a partir de sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844, lo transformó en un concepto «sociológico», al considerar que tal apartamiento humano, tenía sus raíces en unas estructuras sociales que negaban a la persona su naturaleza humana esencial que se realizaba en el trabajo. En tanto esta se tratara de una actividad creativa y llevada a cabo en cooperación. Por lo tanto, el proceso de producción es un proceso de «objetivación» por medio del cual los hombres hacen objetos materiales que encarnan la creatividad humana y sin embargo, quedan como entidades separadas de sus creadores.

La alienación ocurre entonces, cuando el hombre no se reconoce ya en su producto, una vez objetivado, se ha convertido en ajeno a él, «no es ya suyo» y «queda opuesto a él como un poder autónomo». La objetivación, sin embargo, sólo se convierte en alienación en las circunstancias históricas específicas del capitalismo. En esta sociedad, son los capitalistas quienes se apropian de los productos creados por otros. Ésta es en síntesis el origen de la alienación. Se puede afirmar en este punto que Marx vio la alienación como un estado subjetivo, como una categoría estructural que describía las disposiciones sociales y económicas del capitalismo.

Marx, distingue entonces, cuatro manifestaciones particulares de alienación. Ellas son:

1. La alienación del trabajador del producto de su trabajo.

2. La alienación del trabajador de su trabajo, que se convierte entonces en una mercancía que se vende y el único valor para el trabajador es su calidad de vendible.

3. Auto alienación del hombre en el trabajo asalariado.

4. La alienación respecto a los demás hombres, dado que el capitalismo transforma las relaciones sociales en relaciones de mercado, y las personas son juzgadas según su posición allí, más que por sus cualidades humanas. Las personas llegan a verse unas a otras como reificaciones –como trabajador o como capitalista- en vez de como individuos. En palabras de Marx, la enajenación del trabajo consiste: «En primer lugar, en que el trabajo es externo al obrero, es decir, algo que no forma parte de su esencia, en que, por tanto, el obrero no se afirma, sino que se niega en su trabajo, no se siente bien, sino a disgusto, no desarrolla sus libres energías físicas y espirituales, sino que mortifica y arruina su espíritu.Por tanto, el obrero solo se siente en sí fuera del trabajo y en éste se siente fuera de sí. Cuando trabaja no es él, y solo recobra su personalidad cuando deja de trabajar. No trabaja, por tanto,voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado. No representa, por tanto, la satisfacción de una necesidad, sino que es simplemente, un medio de satisfacer necesidades extrañas a él. El carácter extraño del trabajo que realiza se manifiesta en toda su pureza en el hecho de que el trabajador huye del trabajo como de la peste, en cuanto cesa la coacción física, o cualquiera otra que constriñe a realizarlo (…) En definitiva, la exterioridad del trabajo para el obrero se revela en el hecho deque no es algo propio suyo sino de otro, de que no le pertenece a él y de que él mismo, en el trabajo,no se pertenece a sí mismo sino que pertenece a otro».

Dentro de una economía capitalista desarrollada, el propio capital es la fuente de una mayor alienación. Esto se debe a que la acumulación de capital genera «necesidades» propias, que reducen a las personas al nivel de mercancías. Los trabajadores se convierten por lo tanto, en factores en la operación del capital y sus actividades están dominadas por las exigencias de la rentabilidad en lugar de por sus propias necesidades. Dentro de una economía de mercado, las reglas que gobiernan la acumulación son las del mercado. Estas reglas constituyen un conjunto de mecanismos impersonales que dominan a todos los factores económicos, tanto capitalistas como obreros, y el mercado tiene una fuerza coercitiva. Marx hizo notar que, aunque las necesidades del beneficio y de la acumulación de capital parecen adquirir vida propia, esos mecanismos impersonales ocultan los orígenes humanos del capital y de la explotación que permite que una clase se apropie de lo que produce otra.

Desde Marx, el concepto ha perdido su sentido sociológico original y se ha usado para describir una amplia variedad de fenómenos. Estos incluyen: cualquier sentimiento de separación o descontento con respecto a la sociedad; los sentimientos de que hay un derrumbamiento moral de la sociedad; los sentimientos de impotencia frente a la solidez de las instituciones sociales; la naturaleza impersonal,deshumanizada de las grandes organizaciones y de las organizaciones burocráticas; en el registro de Durkheim con su concepto de anomia y de los análisis de Weber acerca de la burocratización de la sociedad moderna, respectivamente.

Recordemos que Marx tomó el concepto de Hegel (1770-1831) y más precisamente de los llamados «hegelianos de izquierda». Para Hegel la alienación no es un estado meramente finito, sino que al ser ontológica y metafísica, está arraigada en la misma naturaleza del hombre. Por eso, es probable que la libertad absoluta para Hegel sea inalcanzable. Siempre habrá por lo tanto algún grado de disociación del yo, manifiesto en el pensamiento y en la vida. Lo que había sido ontológico en Hegel, por obra de los «hegelianos de izquierda» se hizo cada vez más sociológico.

Así Feuerbach (1804-1872), a quien Marx reconocía la prioridad de haber llevado el concepto de alienación al mundo empírico, lo trató como condición esencialmente religiosa, como proveniente de la pérdida del yo por la tiranía de la religión. En Feuerbach se combinan la ontología hegeliana con la embestida iluminista contra la religión institucional, en especial el catolicismo. La causa primaria de la alienación del hombre reside, según él, en su sujeción a las formas y supersticiones de la religión tradicional. Feuerbach no se limitó a las formas: el propio concepto de Dios debía ser extirpado para devolver al ser humano su identidad, para restituir su yo alienado a la totalidad.

Marx juzgaba, empero, que con esto se pasaba por alto la verdadera cuestión porque, según pensaba, lo económico era anterior a lo religioso en la delimitación del contexto de la alienación. Marx, entonces, utiliza la idea de alienación en su específico análisis económico de las relaciones de propiedad en el capitalismo y, a pesar del sentido histórico que él le otorga a las organizaciones sociales y a las cambiantes manifestaciones de los tipos humanos -esclavo, siervo, proletario, etc.-, permanece en sus reflexiones la aceptación de la estabilidad y la realidad del ser humano que lo acerca a Rousseau (1671-1741). Hay similitud entre las opiniones de ambos acerca de la sumisión del hombre al capitalismo en un caso y a las instituciones de la sociedad tradicional, en el otro. Tales concepciones se caracterizan por dar por supuesta la bondad natural, aunque alienada, del hombre, y la indestructibilidad básica de su razón.

Ambos autores parten de un estadío transparente, en el que los hombres están en plena posesión de sus facultades y potencias. Para Rousseau, éste es el estado de naturaleza; para Marx, el comunismo primitivo. En ambos casos la subordinación del hombre se debe al auge de la propiedad privada y de las instituciones creadas para su servicio y en la desigualdad de clases, que los oprime. Uno y otro creen que la pérdida de libertad del hombre reside en la transferencia de autonomía que alguna vez tuvo, a otros individuos, por el desarrollo de la sociedad civil al establecer la propiedad privada y el desarrollo consiguiente de las instituciones políticas, sociales y religiosas.

El hombre es tiranizado por las fuerzas que antes dominó y que ahora se objetivan en instituciones externas que lo subyugan piensa Rousseau, mientras que Marx expone la larga evolución de la sociedad a partir del comunismo primitivo hasta el comunismo, «…el momento necesario de la emancipación y la recuperación humanas». En relación con lo anterior, se puede agregar que Marx, desde sus escritos de juventud, le otorga al proletariado una misión histórica que, al tomar conciencia, lucha por la toma del poder a los efectos de anular la desigualdad y salvar a la humanidad del dolor, la miseria, el sufrimiento y la alienación, como dice en 1843:»En la constitución de una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa, de un estamento que es la disolución de todos los estamentos, de un sector al que el sufrimiento le confiere carácter universal; que no reclama un derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece sino la injusticia a secas; que ya no puede invocar ningún título histórico sino su título humano; que, en vez de oponerse parcialmente a las consecuencias, se halla en completa oposición con todos los presupuestos del estado alemán. Es un ámbito, por último, que no puede emanciparse sin emanciparse de todos los otros ámbitos de la sociedad, emancipando así a todos ellos. En una palabra, es la pérdida total del hombre y por tanto sólo recuperándolo totalmente puede ganarse a sí misma. Esta disolución de la sociedad, en la forma de un estamento especial, es el proletariado».

Si bien este texto es un escrito de juventud, momento en el que el autor está ocupado en cuestiones éticas y filosóficas, son el punto de partida de la teoría marxista. En tal sentido, el descubrimiento del proletariado, su rol revolucionario es lo que, en la línea de Engels, hará al marxismo científico y dividirá las aguas en socialismo utópico y socialismo científico. Por otra parte, el marxismo se autodefine como el punto de vista del proletariado y la única posibilidad de interpretación científica de la sociedad y de la historia.

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