Las nuevas relaciones de trabajo y la centralidad de los repartidores en la lucha de clases

La precarización laboral, la nueva clase trabajadora y los rostros del capitalismo del siglo XXI.

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El punto de partida esencial es comprender que las contradicciones del capitalismo son irreductibles e insolubles sin el derrocamiento de este régimen. Comprended que las masas se lanzan periódicamente a combates en gran escala contra las manifestaciones concretas de estas contradicciones, que son necesariamente diferentes en diferentes países y diferentes períodos.
(…) Insertar organizaciones revolucionarias en estos combates para poder transformarlos en asaltos victoriosos contra el capitalismo. Todo lo demás es táctica y análisis de situaciones particulares.

Mandel, Ernesto. 1972.

 

Una breve reseña histórica del recomienzo de las experiencias  de la lucha

A finales del siglo pasado, en la década de 1980 y principios de la de 1990, el mundo atravesaba un proceso de transformación política, social y económica. Esta etapa histórica, que combinó al final de la Segunda Guerra Mundial la caída del nazi-fascismo en Europa y, posteriormente, la caída de los experimentos anticapitalistas llevados a cabo por el estalinismo con la completa degeneración de la URSS, junto con el fin de la sanguinarias dictaduras militares en América Latina financiadas por el imperialismo yanqui (que se consolida como potencia hegemónica en esta segunda mitad del siglo), sirvieron de palanca al célebre texto del economista y politólogo Francis Fukuyama titulado “El fin de la historia y el último hombre».

El nombre escogido para titular el texto elaborado por Fukuyama, quien también fue asesor intelectual de Ronald Reagan, se basó en el supuesto de que para él “el modelo capitalista, la democracia y el liberalismo económico aparecen como la mejor alternativa de supervivencia para los países recién democratizados”. Afirmó que para el futuro “el liberalismo económico sería la cúspide de la evolución económica de la sociedad contemporánea. Esto iría acompañado de democracia e igualdad de oportunidades. Todos serían libres y capaces de lograr sus fines”.

El liberalismo y la democracia burguesa, en plena ofensiva ideológica en ese momento, aparecieron entonces como una solución definitiva, capaz de equilibrar las contradicciones sociales, políticas y económicas de nuestro mundo y entraron en escena, acompañadas de nuevas innovaciones tecnológicas, para poner en marcha el camino para la inevitable prosperidad internacional. Con la financiarización del capital y el desarrollo tecnológico de la segunda mitad del siglo pasado, el capitalismo “democrático” [2], a pesar de parecer una solución, no postulaba más que la construcción de cambios complejos que intensificarían las contradicciones capital-trabajo. El sistema donde una minoría se apropia materialmente de lo que produce la mayoría se ha convertido en hegemónico a escala internacional.

Evidentemente, este supuesto ha sido superado hace mucho tiempo por el curso de los acontecimientos históricos -por la concreción de la realidad-, por lo que no tenemos aquí la intención de rescatar este debate que ya ha sido superado. Sin embargo, la época en que se escribió tal estupidez nos revela que la globalización del capitalismo y las nuevas democracias liberales, bajo leyes iguales para sujetos antagónicos, pasó rápidamente de la condición de la supuesta etapa más avanzada de la humanidad a la transición de un mundo en múltiples crisis y un capitalismo más agresivo, característica que hemos desarrollado en una serie de artículos de nuestra corriente internacional, Socialismo o Barbarie.

La llegada del siglo XXI estuvo marcada por el inicio de un ciclo de rebeliones populares en la periferia del capitalismo –una reanudación en gran parte espontánea de experiencias en la lucha de los trabajadores– contra la prometida prosperidad liberal bajo el régimen político de las democracias burguesas. En otras palabras, la experiencia “pacífica” de las masas frente al neoliberalismo y sus representantes políticos fue efímera por razones objetivas. Poco después, con el estallido de la crisis de 2008 en el centro del capitalismo (EE.UU.), las rebeliones llegaron a Europa –el caso de Grecia nos trae lecciones fundamentales– y a los países árabes del continente africano. Este ciclo de rebeliones -limitado, sin embargo, estratégicamente por la crisis de dirección y alternativa socialista- se extiende hasta nuestros días con sus reflujos y reflujos, en los más variados puntos cardinales del globo y con las más variadas particularidades, no obstante, vinculadas a las contradicciones del modelo capitalista de sociedad y su contradictorio proceso histórico.

La nueva morfología del trabajo

Con el desarrollo del capitalismo contemporáneo, nos encontramos hoy ante un nuevo marco internacional que expresa todo un nuevo mundo del trabajo y, por tanto, de las relaciones sociales de producción que condicionan directamente las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Se evidencia, como punto de partida, una tendencia mundial de descarte masivo de mano de obra y de reversión del trabajo contratado y regulado, de origen taylorista-fordista, que dominó el siglo pasado (ANTUNES, 2020). Es decir, “el trabajo en las TIC [Tecnologías de la Información y la Comunicación] se guía por un proceso contradictorio, ya que articula tecnologías del siglo XXI con condiciones de trabajo heredadas del siglo XX. Asimismo, combina estrategias de intensa emulación e implicación, al estilo de la flexibilidad toyotizada, con técnicas de gestión taylorista-fordista de control del trabajo” (ANTUNES, 2020, p. 97). Es decir, hay una profunda transformación en el mundo productivo que recae sobre los hombros de los trabajadores, bajo la propia dinámica de realización del capital mediante la obtención de plusvalía para la valorización del valor, dotada de una expansión destructiva de las condiciones de trabajo al ritmo de tecnologías de innovación.

La cuarta revolución industrial, la llamada Industria 4.0, que para Ricardo Antunes (2018) “trata de una expansión exponencial de las tecnologías digitales [TIC], con el surgimiento del ‘internet de las cosas’ y sus profundas consecuencias en el espacio microcósmico del trabajo” , trae consigo un nuevo modelo productivo del capitalismo contemporáneo que ha puesto en marcha toda una nueva morfología del trabajo (ANTUNES, 2018). Una vez más, el nuevo modelo productivo denominado economía colaborativa gig -economy economía de plataforma, crowdsourcing, economía bajo demanda, uberización, crowdwork , trabajo digital, etc. socioeconómico, aún en proceso de expansión y consolidación, este nuevo modelo de industria no tardó en mostrar su carácter contradictorio, que, a través de la acentuación de las tendencias informatizadoras, bajo una nueva era digital, precarizó exponencialmente a aquellos que Marx había llamado personas “que sólo tienen su fuerza de trabajo”: el proletariado.

Es difícil imaginar hoy alguna modalidad de venta de fuerza de trabajo que no esté mediada de alguna manera por las innovaciones tecnológicas, por alguna forma de interacción y dependencia de los modernos celulares y computadoras (ANTUNES y FIGUEIRAS, 2020). En este sentido, podemos decir que hay sobre la mesa un nuevo fenómeno que contribuye a una sociedad cada vez más desigual constituida en el capitalismo moderno y que impone todo un nuevo desafío de enorme complejidad a retomar y relanzar, teniendo a la clase trabajadora como protagonista social (la nueva clase obrera), la lucha estratégica por la emancipación social. Esto necesariamente debe pasar por comprender las particularidades de esta nueva morfología del trabajo donde nos encontramos en una “nueva era de precariedad estructural del trabajo” (ANTUNES, 2018).

Esto significa que hay un proceso en curso de transformación de la clase obrera, el surgimiento de un nuevo proletariado aún en formación en el siglo XXI, producto de nuevas relaciones sociales de trabajo mediadas por las innovaciones tecnológicas y por las crisis y contradicciones permanentes del capitalismo. Una nueva clase obrera intrínsecamente ligada a nuevas formas de extraer trabajo extra de otros (ANTUNES, 2018) “donde las relaciones de trabajo se individualizan [atomizan] cada vez más (siempre que esto es posible) y se invisibilizan, hasta asumir la apariencia de prestación de servicio (ANTUNES y FILGUEIRAS, 2020.)

Insistimos, el nuevo mundo del trabajo digital constituye el inicio de una nueva etapa histórica de explotación y expolio del trabajo a partir del uso de las TIC y, por tanto, construye desde las nuevas relaciones sociales de producción una nueva e inédita porción del proletariado internacional, un nuevo tipo de vendedores desposeídos -más heterogéneos- de su fuerza de trabajo. La burguesía contemporánea y sus nuevas empresas están produciendo así lo mismo que en siglos pasados tras su consolidación como clase dominante y el desarrollo de las fuerzas productivas: “sus propios sepultureros” (ENGELS y MARX, 1848). Nos queda entonces comprender quiénes son estos nuevos sepultureros y qué papel juegan en la lucha de clases a partir de esta nueva morfología laboral.

La explosión de la entrega por aplicaciones

La pandemia de la COVID-19, además de poner de manifiesto el carácter destructivo de las fuerzas productivas del capitalismo contemporáneo, que en las últimas décadas ha provocado la aparición de nuevos y mortíferos patógenos según el biólogo evolutivo Rob Wallace, también ha hecho visibles las contradicciones y desigualdades y acentuado, más velado de la antigua normalidad social. Según el informe de Oxfam “Lucrando con el dolor” de mayo de 2022, en ese mismo año cada 30 horas surgía un nuevo multimillonario -573 más que en 2020- mientras que cada 33 horas 1 millón de personas se hundían en condiciones extremas de pobreza [3].

Las ganancias en detrimento del dolor llevaron a los trabajadores de plataformas al centro de una nueva vida cotidiana, especialmente a las personas de entrega por aplicaciones. Ante la necesidad sanitaria internacional de realizar el aislamiento social como medida para prevenir la pandemia, motos y motociclistas salieron a las calles vacías de los grandes centros urbanos del mundo y de Brasil, entregando una serie de bienes y mostrando las nuevas relaciones sociales de trabajo.

Bajo la perversa y disfrazada narrativa empresarial de que los trabajadores de plataforma eran autónomos y/o emprendedores (una forma velada de trabajo asalariado) surgida en la última década de este siglo, y que en los años de la pandemia se incorporó en una parte importante -si no en la mayoría de los correos (basado principalmente en lo que escuché de mis compañeros y se podía leer en los grupos regionales y nacionales de correos de WhatsApp)-, la categoría que se convirtió en un símbolo de la uberización del trabajo multiplicó su contingente debido al aumento del paro provocado por la pandemia y estaba en curso de colisión con las condiciones objetivas de trabajo y con este falso relato, aunque de manera intuitiva e incipiente. Por tanto, el crecimiento de la categoría, con una oferta de mano de obra poco calificada, fue, entre otras razones, la base para un aumento abrupto de la precariedad de las condiciones de trabajo.

A esto se suma la dinámica de inserción de nuevas empresas en nuevos campos de la economía: cuando ingresan a un nuevo mercado, ofrecen precios por debajo del mercado y salarios por encima del promedio. Hace años, la empresa de transporte Loggi ofrecía una tarifa de 22 reales por cada kilómetro recorrido, hoy las tarifas de las empresas de transporte y entrega promedian entre 1 y 1,50 reales por kilómetro recorrido. Esto se debe a que cuando se alcanza cierto equilibrio entre la demanda de los consumidores y la oferta de mano de obra, las empresas reducen arbitrariamente los valores repercutidos a los trabajadores para aumentar el margen de utilidad, como bien recordó el investigador de la Unicamp Marco Gonsales en conversación personal. La libertad que tienen hoy para arbitrar los montos pagados a los trabajadores, dada la inexistente regulación del trabajo por plataformas, es inédita y sumamente poderosa.

Con jornadas laborales que oscilan entre las 8 y las 14 horas diarias, sin ningún tipo de derechos ni garantías -cada vez que sales a trabajar la relación horas/valor es una incógnita- y asumiendo los riesgos que antes corrían las empresas, como la compra o alquiler de motos y bicicletas (capital constante) -y en su mantenimiento- los mensajeros se convirtieron en una de las categorías más esenciales y notorias en la pandemia y con ellos se hicieron cada vez más notorias, además de la precariedad, las condiciones arbitrarias impuestas por la grandes empresas de plataforma que se asumen solo como una herramienta intermediaria entre la oferta y la demanda para eludir la legislación laboral, pero que ocultan sus poderosos mecanismos de coerción y control de la fuerza laboral social.

Frente a un contingente actualmente de aproximadamente 730 mil mensajeros en Brasil [4], expresando un crecimiento del 39,2% entre 2016 y el primer trimestre de 2020 (KREIN y MANZANO), solo pasaron 4 meses desde el inicio de la pandemia para el primer y mayor Breque dos Apps estalló el 1 de julio de 2020. Con total independencia de clase y una desconfianza construida por su propia experiencia colectiva con la burocracia sindical, la categoría presentó reclamos contra el bajo valor de las tarifas por kilómetro recorrido, contra bloqueos indebidos, contra la falta de estructuras para el descanso, frente a la falta de transparencia y acceso a apoyos en caso de problemas con las entregas y exigiendo «respeto» a la categoría, repartidores y repartidoras rescataron métodos históricos de lucha del movimiento obrero y salieron a las calles de las principales ciudades del país, donde realizaron paros y paros con piquetes, obligando a las plataformas a cerrar su servicio en algunos de los centros comerciales más importantes gs. El daño a las empresas no se puede calcular con precisión, pero por su prisa, en especial Ifood, que tiene el monopolio del mercado de delivery en Brasil, al tratar de establecer negociaciones con los trabajadores, se imagina que el impacto sería de una magnitud contundente. . Así, se generó un primer esbozo del potencial y centralidad que hoy tienen los trabajadores de plataforma en la lucha de clases. En el mismo mes de ese año se convocó a un nuevo parón y el día 25, una vez más, los correos demostraron todo su poderío que ganó el apoyo y la solidaridad de la vanguardia, pero también de otros sectores de la sociedad.

Desde entonces, son casi tres años de ascensos y descensos en la lucha de los mensajeros, y el pasado 25 de enero de este año, nuevamente, los mensajeros protagonizaron frenos y manifestaciones en São Paulo, Americana, Indaiatuba y Río de Janeiro. . Con un salto cualitativo que transita hacia la construcción de una identidad, bajo un ejercicio continuo de subjetividad entrelazada con condiciones objetivas, de una categoría que pertenece al espectro general de la clase trabajadora, de quienes tienen su fuerza de trabajo como única mercancía, ingresa Entra en escena, bajo una nueva coyuntura política y el nuevo gobierno burgués de conciliación de clases, el debate sobre el reconocimiento y regulación de la categoría de correos. Esto trae a los marxistas revolucionarios otro gran desafío: contribuir orgánicamente a la batalla para consolidar esta identidad de clase en la categoría, hacer germinar la concepción de una clase en sí misma para una clase para sí misma. Así como recuperar métodos y espacios capaces de insertar la democracia obrera para que los trabajadores puedan autodeterminarse y presentar un programa radical e independiente.

Los derechos laborales convertidos en leyes y reglamentos son producto de años y décadas de lucha de los trabajadores. Una vez reconocidas, se consolidan en ramas de trabajo y producción existentes, con un proceso histórico de movilización y organización detrás de ellas. El surgimiento de nuevas formas de producción y nuevas ramas de la economía, ligadas a la industria 4.0, implica en ocasiones partir de cero, como dijo en una entrevista una de nuestras compañeras –Belén– de la cadena Socialismo ou Barbarie, repartidora integral para el portal IzquierdaWeb, fundadora del Sindicato de Trabajadores de Trabajadores de Reparto por Aplicación (Sitrarepa) en Argentina. Este (re)inicio implica necesariamente, dado el fracaso del sindicalismo de resultado y el completo abandono de la burocracia sindical a nuevas categorías de trabajadores como los mensajeros, que las corrientes socialistas promuevan y contribuyan a la organización de lo que puede estar surgiendo como una nueva especie de sindicalismo- con una organización de base y con un programa radical e independiente como lo están haciendo nuestros compañeros con Sitrarepa, que ya cuenta con 2.000 afiliados (por mucho que estén en la batalla por el reconocimiento de su sindicato en el país vecino).

El trabajo social -humano- está en la historia y sigue siendo, predominantemente, un espacio de sujeción, sufrimiento, deshumanización y precariedad. Pero contradictoriamente, el trabajo trae consigo coágulos de sociabilidad, solidaridad, cooperación y ofrece todas las condiciones para el levantamiento rebelde de las masas explotadas y el horizonte de emancipación (ANTUNES, 2020). Por tanto, de una nueva interacción entre trabajo vivo y trabajo muerto emerge una nueva clase obrera extremadamente más amplia, heterogénea, compleja y fragmentada que el proletariado fabril del siglo XIX y del siglo pasado (ANTUNES, 2020) y que comienza a retomar las experiencias históricas de lucha. Comprender y asimilar la complejidad de la nueva morfología del trabajo y la centralidad que tienen los trabajadores como plataforma en la lucha de clases es un deber central de los marxistas revolucionarios en la guerra estratégica por el fin de toda explotación y opresión, ¡por el derrocamiento del capitalismo!


Referencias:

ANTUNES, R. El privilegio de la servidumbre: el nuevo proletariado de servicios en la era digital. 2 ed. São Paulo: Boitempo, 2020.

ANTUNES, Ricardo; FILGUEIRAS, Víctor. Plataformas digitales, uberización del trabajo y regulación en el capitalismo contemporáneo. Contracampo, Niteroi, v. 39, núm. 1, pág. 27-43, abril/julio. 2020.

ANTÚNES, Ricardo. Las industrias 4.0 conducirán a la esclavitud digital. Portal TRT 3ª Región, 2018. Disponible en: <https://portal.trt3.jus.br/internet/conheca-o-trt/comunicacao/noticias-juridicas/ricardo-antunes-industrias-4-0-levarao-a -esclavitud-digital>. Consultado el: 1 de febrero. a partir de 2023.

CAÑUMIL, Juan. Perú: Rebelión popular resiste al gobierno golpista de Boluarte. Traducción de Antonio Soler. Izquierda Web, 2023. Disponible en: <https://esquerdaweb.com/peru-a-rebeliao-popular-resiste-ao-governo-golpista-de-boluarte/>. Consultado el: 4 de febrero. a partir de 2023.

MANZANO, Marcelo; KREIN, Andrés. La pandemia y el trabajo de los conductores y mensajeros que utilizan aplicaciones en Brasil. Trabajo REMIR, 2020. Disponible en: <https://www.eco.unicamp.br/remir/index.php/condicoes-de-trabalho/186-a-pandemia-eo-trabalho-de-motoristas-e-de -entregas-por-aplicaciones-en-brasil>. Consultado el: 10 de febrero. a partir de 2023.

OXFAM. Aprovechando el dolor: sobre la urgencia de gravar a los ricos en medio de un aumento de la riqueza multimillonaria y una crisis global del costo de vida. OXFAM – Informe para los medios, 2022. Disponible en: <www.oxfam.org>. Consultado el 10 de diciembre. a partir de 2022.

SCHLIESS, G. «Todavía tengo razón», dice Francis Fukuyama, filósofo del «fin de la historia». Deutsche Welle. Sección “Mundo”. 29.06.2014. Consultado el 02/02/2022.

WALACE, R. Pandemia y agronegocios: enfermedades infecciosas, capitalismo y ciencia. São Paulo: Editora Elefante, 2020. 605 p.


[1]Este es el primer artículo de carácter introductorio, sobre el tema de los repartidores de aplicaciones como parte del cuerpo social de una nueva clase trabajadora que emerge con nuevas relaciones sociales de trabajo, que seguiremos desarrollando para el próximo período.

[2]No podemos dejar de señalar que el neoliberalismo en muchos países fue impuesto por dictaduras emergentes en la década de 1990, como en Perú con Fujimori, gobierno que dejó una estela de violencia desmedida con aproximadamente 90.000 muertos y desaparecidos y que hoy aún mantiene en su constitución elaborada en 1993 la regulación de una economía neoliberal que impone al 78% de su población el trabajo informal/precario.

[3]Hay 2668 multimillonarios en el mundo hoy que juntos suman $ 12,7 billones en riqueza, mostrando un crecimiento de $ 3,78 billones desde marzo de 2020.

[4]Actualmente existe una gran dificultad para precisar el número real de repartidores y repartidoras en el país y en sus distintas regiones y ciudades debido a la falta de transparencia de las empresas de aplicación que no brindan el número real de trabajadores vinculados a las plataformas y también por la alta rotación en la categoría.

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