¿La hora de los extremos?

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  • Notas sobre la coyuntura internacional, Brasil y la Argentina, parte dos.

Roberto Saenz

Un sistema crecientemente disfuncional[1]

Roberto Sáenz, Buenos Aires, noviembre 2022

Presentamos a continuación la segunda parte de nuestro texto sobre la coyuntura internacional. Como la redacción nos quedó en dos partes, iremos en esta oportunidad también de los aspectos del análisis objetivos pendientes en la parte primera así como a los aspectos subjetivos también pendientes.

 

  1. Un planeta al borde del abismo

Días atrás se realizó una nueva cumbre del clima en Glasgow (COP26)[1]. Incluso los analistas de los medios de comunicación dominantes han manifestado su escepticismo sobre sus resultados: se realizan grandes eventos pero como señala la joven Greta Thunberg, todo termina en bla, bla, bla, es decir, en nada.

La cumbre fue escenario de una disputa entre los países capitalistas tradicionales (Estados Unidos y la UE y Japón) y las nuevas potencias-también capitalistas- en ascenso como China, Rusia e India, que no se comprometieron en nada sustancial[2].

En el papel, se acordó una reducción de la emisión de metano hacia el 2030 (el metano es responsable del 30% de la emisión de gases de efecto invernadero), así como también una limitación en la desforestación (Bolsonaro firmó ambas medidas pero bajo su gobierno la tala del Amazonía pasó de 7500 kilómetros cuadrados al año a los actuales 10.000 kilómetros cuadrados de desforestación anual[3]), pero no sólo está el problema que las potencias capitalistas emergentes no firmaron el compromiso sino que incluso países como Estados Unidos con Biden a la cabeza, tiene que aprobar los acuerdos en el Capitolio y se duda que esté el numero para que salgan los acuerdos firmados (¡el trumpismo está años luz de firmar acuerdos de este tipo y tiene la mitad de ambas cámaras![4]).

China es hoy en día el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero (emite el 27% de los mismos) y Estados Unidos el segundo. Pero entre unos países y los otros se achacan mutuamente la responsabilidad cuando se refieren a la emisión histórica –cuya responsabilidad mayor cabe a los países capitalistas tradicionales- o a la emisión actual –en este caso China corre en punta.

Lo concreto es que al ritmo actual para el 2030 se alcanzaría un aumento de la temperatura mundial promedio del 1.5% en relación al período previo a la Revolución Industrial –incluso podría llegarse al aumento sideral del 2 >C, lo que ya de por sí generaría consecuencias multiplicadas cuyos efectos agregados se desconocen y serían cada vez más difíciles de controlar: “El creciente número de catástrofes climáticas en todo el mundo es el resultado de un calentamiento de apenas 1,1° a 1,2° C en comparación con la era preindustrial. De la lectura del informe especial del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Clima de las Naciones Unidas) sobre 1,5°C, cualquier lector razonable concluirá que hay que hacer todo, absolutamente todo, para mantener la Tierra muy por debajo de este nivel de calentamiento. Más allá de eso, los riesgos aumentan muy rápidamente. Existe incluso la posibilidad creciente de que una cascada de retroalimentaciones positivas provoque un cambio irreversible en el planeta hacia un régimen que acabe provocando un incremento del nivel del mar en trece metros o incluso varias decenas de metros más alto que el actual. Una distopía inimaginable… ¡ciertamente incompatible con la existencia de siete mil millones de seres humanos en la Tierra!”(Daniel Tanuro, (“COP26: Basta de bla bla blá, sólo la lucha pagará”, viento sur, 28/10/21[5]).

Según el mismo Tanuro la participación de la energía verde ha crecido al 20% de la producción mundial de la energía –energía verde que constituye una nueva rama de las ganancias capitalistas- pero esto no ha impedido que en los últimos años 10 años el consumo de energía fósil se haya reducido infinitesimalmente: del 80.3% al 80.2% de la producción total de energía. Es decir, Tanuro polemiza con la idea de que se esté viviendo un reemplazo en materia de energías sucias por energías limpias. Lo que está ocurriendo es un aumento más que proporcional en la creación de nueva energía por parte de las verdes, pero de ninguna manera una reducción en la creación de gases de efecto invernadero y tampoco una reducción del complejo extractivo capitalista mundial que es una de las ramas con mayor capitalización en la economía mundial (Tanuro, ídem).

Sumando otros análisis, hay científicos que señalan que al ritmo actual para el 2100 el aumento de la temperatura de la tierra estaría en 3.4 Cº, lo que supondría modificaciones climáticas aun más inimaginables: un escenario distópico de barbarie y destrucción climática frente al cual las películas de ciencia ficción se quedan cortas. En términos comparativos si durante algunas décadas de la segunda posguerra los escenarios apocalípticos se dibujaban alrededor de la cuestión nuclear (el enfrentamiento Este-Oeste), en la actualidad las distopias más recurrentes se dibujan alrededor del deterioro climático aunque hay otras asociadas a las pandemias, le eventual automatización del control humano por parte de la inteligencia artificial, etcétera[6].

El escepticismo alrededor de los “compromisos” en las cumbres crece a pasos agigantados y muchos analistas serios señalan que la retórica “verde” de Biden es solo eso, retórica:“Biden se opone abiertamente al Green New Deal (su propuesta de gasto de dos billones de dólares en este área –de momento no aprobada, R.S.- es sólo la 1/20 parte de la propuesta del Partido Verde y la 1/8 parte propuesta por Berni Sanders (…) El Green New Deal con una ‘transición justa’ propuesta por Alexandria Ocasio-Cortez y Berni Sanders (…) podría ser importante si inspirara una revolución ecológica genuina (…) pero [esto es imposible] sin un movimiento masivo desde abajo (…)” (“The Planetary Rift”[7], John Bellamy Foster and Harris Golemis, Monthly Review, visitado el 1/10/21).

Sumado a lo anterior y paradójicamente contra lo que podría pensarse debido a la caída de la producción en 2020, no se habría verificado una disminución de los gases de efecto invernadero durante la pandemia (Tanuro afirma lo opuesto,pero no hemos podido confirmar el dato). Pasa que en este terreno como en otros se agudiza -al infinito- un problema dramático señalado por Istvan Meszaros: las relaciones destructivas del capitalismo con la naturaleza confrontan al sistema con uno de sus límites absolutos –límites absolutos en su capacidad de reproducción-[8].

Así como es impensable el capitalismo sin la explotación del trabajo, también es imposible concebirlo sin la expoliación –destrucción- de la naturaleza. Y esta tendencia expoliadora y destructiva se verifica aun más cuando la lógica del capitalismo neoliberal, la lógica de que todo se transforme en mercancía (el agua ya está cotizando en las bolsas y es un bien escaso en muchos países –ejemplos dramáticos la India, Australia y Sudáfrica, entre otros), la lógica de la ganancia y la competencia, su “racionalidad” irracional (ver El mundo que viene, en izquierdaweb), que ha llegado bajo el actual ultra-capitalismo neoliberal a su punto más alto, se da de bruces frontalmente con la necesidad inmediata de parar con esta dinámica expoliadora(dinámica expoliadora que es una de las fuerzas materiales más totalizantes que caracterizan hoy los desarrollos bajo este sistema dada la transformación de la humanidad capitalista misma en fuerza geológica[9]).

“El Antropoceno representa un período en el que la humanidad, en un punto específico de su historia, a saber, el surgimiento del capitalismo industrial avanzado después de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en la principal fuerza geológica que afectó el cambio del Sistema Terrestre (…) Las actividades humanas se han vuelto tan omnipresentes y profundas que rivalizan con las grandes fuerzas de la naturaleza y están empujando a la Tierra hacia una terra incognita planetaria. La Tierra se está moviendo rápidamente hacia un estado menos diverso biológicamente, menos boscoso, mucho más cálido y probablemente más húmedo y tormentoso (…) A medida que la economía mundial continuaba creciendo, la escala de los procesos económicos humanos comenzó a aumentar y rivalizar con los ciclos ecológicos del planeta, abriendo como nunca antes la posibilidad de un desastre ecológico a nivel planetario. Hoy en día, pocos dudan de que el sistema capitalista haya cruzado umbrales de sostenibilidad” (John Bellamy Foster, “El capitalino: la primera era geológica del Antropoceno”, izquierdaweb, consultado 1/11/21[10]).

Conviven aquí varias tendencias concomitantes: por ejemplo, la expansión geométrica de la industria automotriz –la opción por el automóvil individual creció aun más con la pandemia-, que si es verdad que está girando en determinada proporción a la producción de motores híbridos, a la utilización de energía eléctrica y baterías de litio –que a su vez también son contaminantes-, sigue promoviendo la utilización improductiva del automóvil individual, mientras se asiste en muchísimos países a una degradación sistemática del transporte público (no tenemos claridad sobre el desarrollo de este último aspecto en el centro capitalista).

Como digresión digamos que la rama automotriz es una de las ramas industriales más importantes del mundo (de mayor producto y mayor ocupación laboral). Por otra parte, es una realidad que el transporte automotor individual es improductivo y un factor enormemente contaminante. Aquí se coloca una de las aporías de la llamada “transición ecológica” porque: a) en primer lugar, solo pacientemente se puede convencer a la población de pasarse al transporte público –muchísimas personas y familias carecen de automóvil y aspiran a él como una necesidad creada y consolidada por el capitalismo-, y b) la rama automotriz concentra parte fundamental del proletariado industrial en el mundo y debería ser reorientado a otro tipo de producción industrial[11]. Como se aprecia, el tema de la “transición ecológica” es un quebradero de cabezas en primer lugar por la lógica capitalista de la ganancia, pero también porque los alegatos a la reducción la producción y propuestas de igual tenor, no son tan sencillas por fuera de los países del centro imperialista donde el nivel de consumo es años luz menor (atención que de todas maneras en una perspectiva anticapitalista, hay que producir otras cosas y de otra manera, es decir, satisfacer verdaderas necesidades por así decirlo y, por lo demás, también acabar con el crimen antieconómico de la obsolescencia programada de los productos[12]).

Como contracara, el dato positivo es que está creciendo la conciencia de que el capitalismo destruye el planeta. Es una conciencia anticapitalista difusa, es verdad. Incluso la pandemia generada por una zoonosis y por la mercantilización sin límites de la frontera humano- natural que trae nuevas enfermedades desde especies animales recónditas,ha sido presentada como una “catástrofe natural” en la que nada tiene que ver el sistema…

Sin embargo, la afectación capitalista al planeta está siendo reconocida por sectores crecientes y los sectores negacionistas parecen tener, en este terreno, el sentido común en contra,lo que no niega, por otra parte, la paradoja de que algo tan sistémico y destructivo aparezca al mismo tiempo como algo “abstracto” para amplios sectores; de plazo lejano (es sabido que la conciencia mínima es reivindicativa. Pero al ser el cambio climático algo tan general y que no aparece en la experiencia inmediata de las personas, la conciencia popular –es decir, de masas bien amplias- sobre su significado destructivo,no es tan simple[13]).

Y aun así el cambio climático alimenta una conciencia anticapitalista que si bien es, repetimos, difusa y marcada por todo tipo de debates estratégicos no resueltos (el supuesto “especismo” y “productivismo” del marxismo, la desconexión de las reivindicaciones ecológicas con las estratégicas de la clase obrera, la ilusión en las vías reformistas o verdes), es una de las problemáticas por donde está emergiendo una conciencia anticapitalista creciente que no estaba presente en las últimas décadas:“(…) hay una conciencia anticapitalista de masas como no hemos visto en las últimas tres décadas (…) La gran potencia del neoliberalismo estuvo en su capacidad de establecer un nuevo modelo antropológico, que es el modelo del individuo posesivo, de la competencia como forma de vida, de la precariedad social como manera natural de existir en el mundo. Pero este modelo antropológico no aparece más como algo natural. Empieza a ser contestado” (Enzo Traverso, “No hay futuro sin elaboración del pasado”, Jacobin América Latina, visitado 1/11/21)[14].

De cualquier manera, claro está, el problema es gravísimo porque más allá de las nuevas ramas de la producción “verdes” que están emergiendo y ofrecen jugosos dividendos a los sectores capitalistas que se están introduciendo en ellos (la producción de paneles solares, la energía eólica, el pasaje a la producción automotriz “híbrida”, el aumento en la construcción de centrales atómicas como en Francia –tema más polémico hasta por la polución que generan sus desechos amén del peligro de nuevos Chernóbil y cuestiones así[15]), de conjunto, globalmente, el ritmo de la producción de plantas de energía a carbón en China e India (pausado pero reiniciado en el primer país[16]) y, en general, la continuidad de la explotación y producción de combustibles fósiles[17], se perpetúa como si tal cosa y, entonces, el problema que se plantea es que acabar con la destrucción del medio ambiente entraña acabar con el capitalismo y caminar hacia una transición socialista (una tarea histórica que no es “soplar y hacer botellas”, como se ha visto largamente en el siglo pasado).

En todo caso, sobre la base del crecimiento del movimiento anticapitalista contra el cambio climático se va generando una acumulación de experiencias, una elaboración teórica y programática, una nueva generación ingresa a la vida política y es una tarea de las corrientes socialistas revolucionarias vincularla a las perspectivas más generales de la clase obrera y el socialismo; una dinámica que es la mejor promesa para generar un cambio desde abajo, que como parte del relanzamiento de la revolución socialista en este nuevo siglo,permita poner en pie una lógica alternativa a la irracionalidad destructiva del sistema[18].

  1. EE UU. y China en el centro de la disputa hegemónica

La creciente pelea hegemónica entre Estados Unidos y China confronta al mundo capitalista con otro de sus límites absolutos. Vista la experiencia histórica,la resolución de las peleas interestatales por la hegemoníajamás ha sido incruenta.

Las primera y segunda guerras mundiales tuvieron como trasfondo precisamente eso: una pelea por la hegemonía internacional que traducía, a su vez, una pelea por los mercados mundiales que se dirimió de manera sangrienta. Si la Segunda Guerra Mundial tuvo especificidades en relación a la Primera, el dato básico interimperialista no dejó de estar presente: la Primera Guerra Mundial no logró resolver la lucha hegemónica e hizo falta una segunda para que los Estados Unidos emergiera como potencia hegemónica (y, así y todo, con un conflicto no resuelto con la ex URSS bajo la forma de una “guerra fría” que duró algunas décadas[19]).

En este terreno pueden dejarse anotadas novedades de importancia que subrayan aspectos que son definitorios de este nuevo siglo. Primero, China ha emergido definitivamente como la segunda potencia económica mundial en términos de producto bruto interno -aunque no del producto per capita. Incorporando, además, una tendencia al desarrollo creciente de ramas de la producción cada vez más avanzadas(un programa tecnológico específico titulado algo así como “China 2025”, no recordamos ahora bien el nombre) y con una dinámica que, por el momento,no puede ser contenida por la primera potencia. Se ha cruzado un límite cualitativo y las afirmaciones que los Estados Unidos perviven como la “potencia absoluta” no se sostienen en los hechos[20].

Si per capita el producto chino sigue siendo relativamente bajo (unos 6000 dólares anuales versus 35.000 promedio en el centro imperialista tradicional), cuestión que tiene que ver, a su vez, con una productividad del trabajo comparativamente menor –cualitativamente menor en promedio hasta el momento- en el caso del gigante oriental, los elementos absolutos también cuentan[21]. Y, en ese sentido, es de esperar que en los próximos años China alcance a los Estados Unidos en materia de producción anual[22]. Su tasa de crecimiento anual se ha ido reduciendo de manera sustancial pero aun así sigue multiplicando por dos o por tres el promedio de crecimiento anual yanqui (algo en torno al 6% anual versus el 2% por año en los Estados Unidos descontando el bajón de la pandemia[23]).

Esa realidad, sumada a un comportamiento más asertivo de la dirección china bajo Xi Jinping -que sueña con “un siglo chino” como en su momento los Estados Unidos soñaban con un “nuevo siglo americano”-, tanto en su zona de influencia como con la puesta en pie de la gigantesca “ruta de la seda”, lo que se aprecia es un desafío hegemónico creciente. Y esto por no perder de vista un tercer elemento: China está progresando en su fortalecimiento militar. La reciente prueba de misiles “hipersónicos” que vuelan por encima de los 10.000 kilómetros por hora, al parecer no tienen una respuesta a la misma altura tecnológica –en lo inmediato- en los Estados Unidos, por poner ejemplo (no podemos desarrollar aquí más en profundidad este punto ni tenemos la suficiente información y estudio del tema).

De ahí que respondiendo a este desafío chino tentativamente desde Obama, con contradicciones bajo Trump, pero con mucha más claridad bajo Biden, ha quedado claro que para la clase dominante norteamericana y el Estado yanqui, China es el enemigo a vencer.(La clase dominante yanqui ya ha asumido de manera consciente al gigante oriental como su competidor principal. De ahí que no sea sorprendente que en muchos aspectos de la política exterior de Biden,haya continuidad con la de Trump[24].)

La emergencia de China, y el hecho que la lucha hegemónica haya sido asumida por los Estados y clases dominantes de ambos países, es un elemento –ya- característico de la geografía capitalista del siglo XXI; un elemento que llegó para quedarse y que plantea el convulsivo“reordenamiento” –reordenamiento traumático, claro está-

del resto de las relaciones internacionales que, a su vez, se han complejizado muchísimo y se encuentra, también, marcadas por renovadas complejidades[25].

Para que se nos entienda bien: estamos, más bien,en un período de desorden hegemónico precisamente por el declive hegemónico relativo de los Estados Unidos, y porque incluso entre sus socios atlánticos tradicionales (Gran Bretaña más la Unión Europea incluyendo Canadá y Australia), la apreciación del “peligro chino” es variable. Esto por no hablar de “factores independientes” como lo pueden ser la India (en general, aliada con Estados Unidos por una lógica de contención de China), Paquistán, Turquía, las potencias árabes de Medio Oriente, etcétera.

En todo caso, el elemento “ordenador” tiene que ver con que está claro para todo el mundo que el principal conflicto geopolítico que ya marca al mundo, es el de Estados Unidos y China. Al tiempo que, por lo demás, y no casualmente, también está claro que el centro capitalista más dinámico se ha trasladado hoy el Asía-pacífico, aunque la “zona atlántica” conformada por los Estados Unidos y Europa Occidental, sigue siendo el otro gran centro de la acumulación capitalista[26] (y tampoco se puede perder de vista la presión creciente que sobre la Unión Europea viene de la Rusia de Putin sobre todo el área de influencia de la ex URSS en Europa Oriental, un tema que no podemos abordar aquí).

Signo reciente de esta profundización conflictiva ha sido la formación de la liga militar AuKus(acrónimo en inglés de Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos), donde el último país se comprometió a proveerle al primero 3 submarinos atómicos de última generación como forma de contención del desarrollo militar chino (una cuestión que puso el grito en el cielo no solo de China sino también de Macron, porque Francia tenía cerrado un contrato anterior por 20 submarinos tradicionales).

En todo caso, lo que importa aquí –una cuestión de por sí compleja y que dejamos abierta aunque vayamos marcando algunos lineamientos tentativos- es cuál sería la naturaleza de un eventual enfrentamiento militar entre ambos países –que de ocurrir sería una catástrofe para el mundo, evidentemente-.

A priori nos parece que seríaun conflicto regresivo, interimperialista, es decir, no emancipatorio, esto en la medida que China es hoy, al menos, un imperialismo en construcción y no un país portador de condiciones liberadoras[27].

Es verdad que siguiendo a Au LoongYu, subsisten elementos de opresión nacional en China heredados de su viejo status colonial[28]. Por ejemplo, habría que ver cómo abordar la cuestión de Taiwán, cuyos movimientos nacionalistas han sido históricamente de derecha, no como en Hong Kong, donde apreciamos un legítimo derecho a la autodeterminación (colocamos estos elementos ya en la primera parte de este texto pero de todos modos tentativamente).

El caso de Taiwán no lo tenemos tan claro porque el país se fundó bajo la divisa contrarrevolucionaria del Kuomintang, porque no se aprecia movimientos progresivos en dicho país (que sepamos; nuestro desconocimiento de la cuestión es importante), aunque el propio Au LoongYu señala que pasados tantos años de su separación de China, correspondería también hoy –¡en las actuales condiciones de China!-, defender su derecho a la autodeterminación…

Se trata, en todo caso, repetimos, de un tema complejísimo que dejamos en abierto por oposición al caso de Hong Kong, cuyo reciente movimiento contra las imposiciones del PCCH parece haber terminado en una derrota –al menos transitoria.

En todo caso cerramos reiterando una cuestión metodológica: el escenario geopolítico se ha complejizado muchísimo y más allá de los análisis cualquier conflicto que se desate entre Estados habrá que apreciarlo siempre de manera concreta para fijar una posición; los grandes lineamientos esbozados sólo pueden ser aproximativos y no reemplazan el análisis concreto de la circunstancia concreta (Lenin).

  1. Crecen las tendencias a la ruptura del equilibrio capitalista

Queremos aprovechar esta segunda parte para clarificar un concepto –una caracterización-. Cuando definimos que la coyuntura internacional está en el extremo centro hay que entender que se trata de una definición dinámica. Esta definición es lo opuesto a definir que el centro burgués está fuerte como ocurrió, por ejemplo, en los años ‘90. El caso actual es el contrario: la tendencia es al debilitamiento del centro aun si, por ejemplo, Biden se impuso –pero precisamente por muy poco margen- a Trump en los Estados Unidos.

Más bien, la tendencia es la opuesta: al debilitamiento del centro y fortalecimiento de los extremos como expresión de las tendencias agregadas a la inestabilidad y a la polarización que se vive en el mundo. El capitalismo es hoy un sistema cruzado por disfuncionalidades muy marcadas, y dichas disfuncionalidades estructurales (económicas, ecológicas, geopolíticas, etcétera) son las que operan detrás de la polarización creciente.

Pero ocurre que, al mismo tiempo, también es verdad que no termina de operarse ningún desenlace. Esta claro que de país a país, y de región en región, las tendencias internacionales se expresan de manera particular; según una combinación específica.

Sin embargo, es por esta falta de desenlace general de las tendencias agregadas que la situación general termina quedando en el extremo centro; pero se trata de un extremo centro extremadamente tensionado y que remite a un equilibrio más precario que en las últimas décadas (a la posibilidad más cercana de la ruptura del equilibrio[29]).

Como señalamos en la primera parte de este texto,la polarización lo invade todo: económica, social, política e ideológicamente crecen los elementos de polarización, las tendencias hacia los extremos. Y como la definición misma de polarización lo indica, tenemos polo (reaccionario) y bipolo (progresivo). Es decir:expresiones por derecha pero por la izquierda también. Si es verdad que políticamente la derecha extrema o la extrema derecha parecen tomar la delantera –todavía no crece internacionalmente en la misma proporción la extrema izquierda, aunque atención que podríamos estar en presencia de una tendencia a su crecimiento[30]-, también es real que subsiste la tendencia a la rebelión popular, tendencia que en los últimos años, y a pesar de la mediación que ha configurado la pandemia, se ha universalizado (el solo hecho quehaya ocurrido una rebelión antirracista en la principal potencia mundial durante el 2020 es un dato demasiado grueso para ser obviado[31]).

Incluso es interesante que un importante intelectualde izquierda pero escéptico últimamente como Enzo Traverso –los intelectuales, en general, desde su torre de marfil, son escépticos-,haya salido con una nueva obra titulada Revolución (no la hemos leído) y en un reportaje citado más arribaaparezca con un talante más optimista;más abierto a los nuevos desarrollos[32].

Lo anterior no niega el crecimiento de la extrema derecha ni la tendencia al desborde de los regímenes de la democracia burguesa por la vía de manotazos bonapartistas (también suele ser desbordada en las rebeliones por la acción en las calles pero esto no llega todavía a un cuestionamiento revolucionario más global o la construcción de organismos de poder).

Incluso un interrogante lícito es en qué medidaBolsonaro podría lanzarse a algún tipo de intentona golpista de aquí a las elecciones del año próximo. Sin embargo, sin excluir que intente un 6 de enero como Trump, no parece claro que la burguesía esté dispuesta a seguirlo en dicha aventura (más bien la tendencia nos parece hoy la contraria, a ponerle límites y marcarle la cancha–volveremos sobre esto abajo).

La coyuntura en el extremo centro, las tendencias agregadas a la polarización, la polaridad hacia la derecha pero también el bipolo de la rebelión popular, además del crecimiento de movimientos sociales difusamente anticapitalistas (muchos de ellos todavía limitadamente “identitarios”[33]),son tendencias a la ruptura del equilibrio capitalista. Tendencias que sobre la base material de la polarización entre riqueza y pobreza, de la degradación ecológica del planeta, de la agudización de la lucha hegemónica entre Estados, de la tendencia al desborde de la democracia patronal y de una pandemia que no termina de irse, nos colocan frente a un set–un conjunto- de nuevos problemas del capitalismo del siglo XXI; un capitalismo cualitativamente menos estable de lo que en los últimos 40 años.

Y aunque lo hemos dicho muchas veces y aun no haya ocurrido, cada vez es más claro que están creándose las condiciones para la reapertura -más o menos inminente- de la época de grandes crisis, guerras y revoluciones comenzada un siglo atrás y que pareció quedar “suspendida en el aire” con la caída del Muro de Berlín, caída de la cual al cierre de este texto se cumple un nuevo aniversario[34].

  1. “Juego de las diferencias” y lazo estratégico que une a Brasil y la Argentina[35]

Pasemos ahora a un somero análisis comparado entre Brasil y Argentina. Brasil es la 8> economía mundial y la Argentina debe estar colocada hoy en el puesto 50… Sin embargo, un conjunto de relaciones económicas, culturales y políticas “hermanan” en cierto modo ambos países(que son la primera y segunda economía de Sudamérica; Colombia es la tercera).

La cuestión, en cierto modo lógica y en otra paradójica por las disparidades de tamaño, es que la Argentina y el Brasil se condicionan recíprocamente en muchos aspectos. La burguesía brasilera se mira en el espejo de la Argentina y, evidentemente,no quiere parecerse a ella. La salida de la dictadura militar en el gigante sudamericano fue negociada; sin traumatismos para la institución militar[36]. El golpe del ‘64 pasó por varias fases pero no fue ni tan genocida ni tan liberal como el del ‘76 en la Argentina. Por otra parte, la caída de la dictadura en la Argentina fue subproducto de la derrota en las Malvinas y de la movilización popular; en la Argentina hubo un quiebre que en Brasil no ocurrió(una transición ordenada se operó en 1984; hubo una fuerte campaña por elecciones directas que no prosperó[37]).

Este “simple” hechonos muestra una característica distintiva en la trayectoria de ambos países-más allá de las influencias recíprocas-: la burguesía brasilera es más fuerte que la Argentinaen relación al movimiento de masas.

Muy distinta fue también la explosión en el 2001 en la Argentina con relación a la maniobra preventiva en 2003 en Brasil. En 2001 la burguesía argentina no pudo evitar una crisis general: el default de la deuda y la rebelión popular se cargaron 4/5 presidentes y abrieron relaciones de fuerzas que subsisten en la Argentina todavía hoy. En el país hermano “Luliñaes paz y amor” fue la consigna de cabecera para evitar cualquier perspectiva de rebelión con su llegada a la presidencia[38]. Como se ve, los desarrollos en la Argentina al menos en los últimos años han sido más radicalizados que en Brasil.

En la bisagra de los años ‘90, paradójicamente, ambos países fueron más parecidos (a fínales de los años ’70 y comienzos de los ’80 Brasil vivió el más importante ascenso contemporáneo de la lucha de clases obrera, así como la conformación del PT y la CUT, reformistas desde el inicio pero con una pátina “clasista”). Los primeros años de la década fueron muy inestables en ambos países pero a partir de cierto momento la imposición de derrotas como la huelga ferroviaria y otras en la Argentina (1992) y la derrota de la histórica huelga de los petroleros en Brasil (1995), traición del PT y Lula mediante, fueron seguidas por un fuerte ajuste económico.

Así y todo, siguiendo un patrón ya señalado, el desenlace de esta década de ajustes fue más traumático en la Argentina que en Brasil, país, esté último, donde los “amortiguadores sociales” parecen más solidos que en el primero(en la Argentina estalló una rebelión del hambre y el desempleo; en Brasil ocurrió lo señalado: se evitó la rebelión con la asunción de un ya Lula totalmente adaptado al régimen capitalista[39]).

Veamos algunos datos estructurales que plantean dificultades diversas en ambos países. En la Argentina la ciudad capital, CABA, está en el centro del país el que es, al mismo tiempo, su centro industrial: todas las correlaciones se hacen inmediatamente políticas y más centralizadas. En el caso brasilero, Brasilia, su capital, está a miles de kilómetros de las zonas industrializadas (el triángulo industrial que conforman San Pablo, Rio de Janeiro y Belo Horizonte). Es un país continente básicamentedescentralizado[40], lo que hace las cosas más difíciles desde el punto de vista político-estratégico para la izquierda y el despliegue dela lucha de clases (¡aunque cuando se ponga en movimiento de manera revolucionaria modificará el curso entero de Latinoamérica!).

Por otra parte, las tradiciones de lucha y sindicales parecen hoy más arraigadas en la Argentina que en Brasil -amén que la vida política está más institucionalizada en el segundo país-.La izquierda, en general, es más oportunista en Brasil que en la Argentina y por las mismas razones: Brasilia está demasiado alejada del centro real del país; el país es gigante para ser abarcado por organizaciones de vanguardia; la clase trabajadora es más joven, tiene menos experiencia acumulada; la burguesía es más fuerte y habitualmente impone desde arriba una agenda política asfixiante.

El vaciamiento de la conciencia peronista es similar al vaciamiento de la conciencia petista[41]. Pero da la impresión que la clase obrera brasilera, que es gigantesca materialmente, está, sin embargo, desde el punto de vista cultural, social e ideológico,más desguarnecida que la clase obrera argentina. (De cualquier manera, atención, ninguna de las correlaciones que descriptivamente estamos señalando deben ser absolutizadas: si la clase obrera brasilera se pondría en movimiento, se movería toda la “estantería” del continente de una manera colosal mucho más que con las recurrentes crisis argentinas como señalamos arriba[42].)

El menemismo en la argentina fue echado por una rebelión popular. El kirchnerismo está “vaciando” en determinada medida pero no se podríaafirmar que campea una desmoralización general entre los trabajadores argentinos (otra cosa es el voto a Juntos como herramientaconservadora de castigo electoral y otro tipo de fenómenos de una conciencia atrasada[43]). En Brasil, al menos entre la vieja clase obrera petista y cutista,entre la nueva clase trabajadora las cosas son diferentes,parece dominar un grado de apatía política mayor que en la Argentinaincluso si el año próximo se va a votar a Lula como castigo a Bolsonaro (se verán las proporciones, las regiones, etcétera; el PT no parece recuperar fácilmente el voto obrero en el sureste industrializado del país).

Junto al giro a extrema derecha de las clases medias esta última es la razón de la entronización del ex capitán en Brasil (es decir, la decepción con el PT  de la clase obrera). En la Argentina no asoma una candidatura de extrema derecha que pueda ganar las elecciones,aunque los aires internacionales llegan y la extrema derecha de Milei, Espert y compañía condicionó parte de la agenda de esta campaña electoral. Por otra parte, no es simple la comparación entre el PSOL y el PSTU en Brasil respecto del FITU y el Nuevo MAS en la Argentina, pero podríamos decir que, en general, la izquierda en la Argentina tiene rasgos más independientes –y más peso político en el debate nacional- que en Brasil[44].

Presumimos, lógicamente, que la burguesía argentina esta celosa de la brasilera (aunque sabe que cuenta con una mano de obra de mayor nivel cultural; un diferencial a favor de la Argentina). No solo por la envergadura del país: Brasil puede hacer economías de escala, Argentina no. Y menos que menos sin el MERCOSUR), sino, también, y sobre todo, porque de momento la ofensiva capitalista en dicho país ha ido cualitativamente más en profundidad que en el nuestro(en la Argentina no está claro aún quien “le pondrá el cascabel al gato” aunque el resultado electoral del domingo 14/11 puede echar alguna luz al respecto[45]).

Argentina es un país más politizado que Brasil. Y esto se entiende por el conjunto de determinaciones que estamos señalando aquí: una burguesía proporcionalmente más débil y una clase obrera proporcionalmente más fuerte, con mayor nivel cultural, más preservada en sus relaciones de fuerzas y tradiciones de lucha, etcétera. Un país centralizado en comparación con un país-continente descentralizado, lo que hace de la política algo más ajeno a la cotidianeidad, demasiado alejado de los quehaceres cotidianos (el gigantismo les juega en contra,hoy por hoy, mañana se verá, a los explotados y oprimidos de Brasil).

En todo caso los elementos de “modernidad capitalista neoliberal” se hacen valer de manera más “pesada” en Brasil, al tiempo que la Argentina parece “atrasar” capitalistamente en muchos aspectos(¡sólo comparar el subterráneo de Buenos Aires con el de San Pablo ya es para llorar!). Pero desde otro ángulo de mira, la Argentina sigue siendo una “escuela” de lucha política para la izquierda (decimos esto por el dinamismo político del país; por la influencia que tiene la plaza sobre el palacio habitualmente).

Y así y todo existe, repetimos,un juego de influencias reciprocas que seguramente tienen que ver con las relaciones económicas y con el MERCOSUR pero que va más allá de eso (Argentina acaba de aceptar que Brasil reduzca -en su espacio económico propio- los aranceles a las importaciones en un 10%). La vecindad de ambos países es un hecho material. Pero también tienen gran vecindad Chile y la Argentina y las interrelaciones o influencias reciprocas son menores (es decir, debe haber otra razón que la pura vecindad para estas influencias recíprocas vinculada, eventualmente, a la magnitud de los países).

Bolsonaro y Brasil presionan a la Argentina; la Argentina contrapesa en cierto modo los desarrollos en Brasil (se verá la evolución en la Argentina luego de las elecciones; lo que se adelanta es una enorme crisis). Y lógicamente, por lo demás, Sudamérica tiene elementos comunes que se expresan en determinados ciclos políticos y económicos, aun si culturalmente hay muchísima diversidad entre los países andinos y el cono sur latinoamericano.

¿A cuento de qué viene esta reflexión? Nos preocupa la dinámica política de ambos países. Está por verse si Bolsonaro se sostiene más allá del 2022 y sigue marcando una agendaultracapitalista y reaccionaria, y si eso arrastra a la Argentina. O si, incluso, las trayectorias se “invierten” y Brasil gira un grado al centro político y la Argentina un grado hacia la derecha…

De cualquier manera, parece ser un hecho que las coyunturas actuales y la dinámica de conjunto no se saldarán sin grandes crisis (hay señales de crisis más o menos inminentes en ambos países). En la Argentina la crisis económica y social y de rumbo de gobierno (que va al pago de la deuda como el condenado a la guillotina) adelanta una crisis devaluatoria a la vuelta de la esquina y una crisis política. Difícilmente esta crisis se procese en frio cuando hay señales de descongelamiento pospandemico.

En Brasil Bolsonaro es una amenaza recurrente para el régimen político aunque ahora parece haberse tranquilizado un poco. Donde la burguesía calcule mal el “tiro” podría estallar una reacción popular como hace años no se ve. En síntesis: en ambos países el 2022 podría ser un año bisagra hacia la izquierda o hacia la derecha(con enormes responsabilidades para la izquierda revolucionaria).

En todo caso, el futuro de los explotados y oprimidos de ambos países está unido como por un hilo invisible. Las influencias recíprocas están llamadas a incrementarse y se verá en qué punto, a pesar de las tendencias derechistas presentes en ambos países se produce un quiebre a izquierda desde un “progresismo” liberal-social que da muestras de agotamiento.

Por esto mismo,debe estar claro que “progresismo” burgués estilo Lula o los k no tiene nada que ver con el anticapitalismo que postulamos en la izquierda revolucionaria; son dos universos políticos y mentales distintos: posibilista-“estatista” y cretino de la institucionalidad el primero, revolucionario-anticapitalistay con apertura a la acción directa el segundo. (Esta delimitación es estratégica por multitud de razones, y más aun ahora cuando las expresiones de extrema derecha se presentan como “antisistema” y desbordan el régimen político burgués[46].)

  1. La independencia de clase y la perspectiva revolucionaria como criterios de delimitación indispensables

La independencia política de clase y la perspectiva revolucionaria son los dos vectores generales que marcan hoy la política revolucionaria; que la delimitan del reformismo. La presión contra la independencia de clase se puede apreciar en Brasil, por ejemplo en el caso del PSOL, donde con la excusa de “derrotar a Bolsonaro” en su reciente congreso una mayoría exigua del 56% inhibió al partido nominar un candidato presidencial propio (un escándalo oportunista y además marcado por la estrechez de miras[47]).

Las presiones oportunistas contra la independencia de clase acechan muchas de las experiencias políticas de frente electoral de izquierda en países como Brasil, Francia, Portugal, etcétera, aunque tenemos reflejo directo sólo de los dos primeros países.

En concreto, tanto en el PSOL como en el NPA francés se trata de batallas abiertas y no resueltas por multitud de razones. Entre ellas que los sectores oportunistas de ambas agrupaciones deseosos de saltar a alguna suerte de frente populismo necesitan tener guiños de las formaciones más grandes –el PT en el caso brasilero y la FI en el caso francés- que muchas veces no llegan porque las fuerzas mayoritarias de las mismas miran hacia la derecha…

En el caso brasilero, concretamente, se está hablando de un posible acuerdo entre Lula y Alkmin, importante dirigente este último del PSDB, uno de los principales partidos burgueses de Brasil, acuerdo que de concretarse dejaría poco espacio incluso para los oportunistas del PSOL.

Sólo el rumor de este posible acuerdo –todavía puede correr mucho agua bajo el puente, falta un año para las elecciones en Brasil- dejó en cierta manera desnudo el oportunismo de la exigua mayoría del PSOL al dejar al partido sin candidato.

En el caso francés, la campaña de PhilipePoutou se encuentra bien a la izquierda como consecuencia, quizás, de que tampoco la France Insumise de Melanchon la interesa acuerdos con una formación trotskista (un frente único de tendencias trotskistas bajo la forma de partido unificado) que, electoralmente, levanta poco la puntería pero que aun así es una referencia y una conquista siempre y cuando se mantenga independiente (esto a pesar de todos sus déficits militantes y otros varios más).

En la Argentina, la trayectoria de las fuerzas fundadoras del fitu (PTS y PO sobre todo) y del Nuevo MAS en la Argentina ha sido siempre más independiente. Por su parte, el MST e IS, dos fuerzas que también integran el FITU, tienen un curso muchísimo más sinuoso (ambos apoyaron a los capitalistas del campo en el gran conflicto de 10 años atrás) aunque es más oportunista el primero que el segundo.

Sin embargo, si la línea de clase está más o menos clara, no todas son rosas. El FITU arrastra elementos crecientes de adaptación electoralista, lo que significa que la divisoria revolucionaria política no es tan clara[48]. Nuestra marginación del fitu no nos debe llevar a un relato sectario. Intentamos una redistribución de las relaciones de fuerzas en la izquierda al ser excluidos de dicho frente pero aun no lo logramos. Pero sobre todo intentamos llevar adelante un diálogo político que sin perder de vista las leyes que gobiernan todo dialogo con más amplios sectores de masas, eduque en un sentido anticapitalista.

Y ahí está el principal déficit que arrastra políticamente el fitu a lo largo de los años más allá de los éxitos electorales: tiene un discurso genérico de clase pero sobre todo es auto-referencial y su predica –oportunista- casi exclusiva de “más diputados”, contrasta con el escenario de una campaña electoral que se polarizó hacia los extremos y donde la extrema derecha tiene un discurso más claramente antisistema (extraparlamentario en cierto modo[49]).

No se trata de ser locoide ni tampoco olvidarnos que entre las fuerzas del fitu y el nuevo mas tenemos un espacio político definido no solamente electoral sino en la amplia vanguardia que nos delimita objetivamente del kirchnerismo. Los trabajadores y la juventud saben que existe un continente político llamado genéricamente izquierda que aunque no delimiten demasiado las fuerzas en su interior, configura una fuerza política independiente[50].

Pero aun así se trata de aprovechar las campañas electorales para marcar agenda por la izquierda y de manera reiterada el fitu se niega a hacerlo; sus campañas terminan siendo independientes pero oportunistas con elementos inerciales de adaptación.

El clivaje de la independencia de clase y revolucionario no debe dar lugar a derivas sectarias. Se trata de todo un esfuerzo político por hacer de la izquierda una fuerza más orgánica que pese en la lucha de clases nacional; que salga de su marginalidad orgánica relativa[51].

Lo anterior no es sencillo pero creemos que aunque los votos no nos acompañaron en las ultimas PASO, nuestro partido hizo una campaña electoral extraordinaria con rasgos distintivos a la del fitu, sin por ello ser una campaña “izquierdista” infantil.

En fin: en todo el mundo las elecciones siguen teniendo mucha importancia porque son un momento de totalización política que no se obtiene en otro terreno por las simple razón que si la totalización política se obtendría en la acción directa de continuo –aunque hay momentos de totalización de la lucha de clases que son los que marcan la inflexión en las relaciones de fuerzas y siguen siendo, lógicamente, la prueba principal para los revolucionarios- ya estaríamos en situaciones revolucionarias que todavía no están –puede ser, sí, que maduren situaciones prerrevolucionarias atento a dos factores: el desencadenamiento de una crisis objetiva y una intervención real del movimiento de masas.

En todo caso, tampoco se puede perder de vista las diferencias de país a país para trazar una raya táctica idéntica en todas partes lo que sería un pecado de leso internacionalismo y lógica de secta amén que lo que es común en todos los casos es la necesidad de construir fuertes organizaciones revolucionarias militantes; que sepan que más allá de toda cuestión táctica,lo que cuenta es la construcción cotidiana en la lucha de clases[52].


[1]Al cierre de este texto se postergó un día la declaración final buscando mayores consensos, un elemento que de por sí es signo de la crisis de la conferencia (lo que no niega que entre las potencias no haya preocupación creciente por el tema, lo que es otra cosa).

[2]A último momento entre Estados Unidos y China se firmó una compromiso genérico para hacer esfuerzos en el sentido del saneamiento climático pero que no pasa de una declaración de intenciones (ya veremos abajo que, por ejemplo, China está intentando pasos contradictorios en relación a la generación a carbón –es uno de los países más dependientes de este tipo de energía contaminante la que de continuo hace aparecer sus ciudades a oscuras o nubladas- pero de las intensiones a los hechos y la presión por la producción y las ganancias, hay mucho trecho).

[3]Ponemos este ejemplo para que se aprecie el carácter de “papel mojado” de muchos de los acuerdos que se firman en estas cumbres.

[4]La corriente de extrema derecha internacional es vanguardia en negacionismo climático en todos los países.

[5]Daniel Tanuro es un ingeniero belga y un marxista especializado en la temática del cambio climático e integrante de la corriente mandelista (o posmandelista).

[6]En otros textos señalamos que la obra La obsolescencia del hombre, de Gunther Anders, es demasiado subjetivista y unilateral en relación a la pérdida del control humano sobre la técnica pero, de todos modos, hay algo de real que tiene que ver con aquello que señalara Marx del mago –la humanidad- que pone en acción potencias –fuerzas productivas transformadas en destructivas- que no puede controlar.

Ligado a lo anterior un tema de importancia es la “virtualización” del mundo real vía las redes sociales, un cuestión que tocamos tangencialmente en la primera parte de este texto pero que requeriría un abordaje mucho mayor por ser un temática de enorme actualidad. En todo, caso lo dejamos para un próximo texto no sin antes señalar que es otro de los rasgos característicos y específicos del siglo XXI: la revolución técnico-científica-material que se vive en algunas ramas de la producción y sus potencialidades tanto progresivas como regresivas(atención que la utilización regresiva de estas potencialidades configuran peligros para la humanidad explotada y oprimida).

[7] Foster aporta elementos de análisis interesantes pero está atravesado por la debilidad de que su ángulo respecto de China es completamente a-crítico (al parecer considera dicho país como “socialista” en alguna forma).

[8] Son limites vinculados con la reproducción de la naturaleza –el sano metabolismo humano-capitalista con la misma-, así como la reproducción de la fuerza de trabajo –que también se encuentra particularmente asediada por condiciones de súper explotación y precarización en el ultracapitalismo que estamos viviendo (la idea de “capitalismo puro” del fallecido economista marxista Michel Husson, ajusta bien a la circunstancia de un capitalismo librado al solo criterio de la ganancia que domina hoy).

[9]Dado este desarrollo es que Bellamy Foster defiende la idea de que a partir de 1950 –a partir, entre otras cosas, del registro fósil dejado por las pruebas nucleares- el mundo habría entrado en una nueva era geológica llamada Antropoceno dentro de la cual la actual etapa sería la del Capitalino, a la cual podría seguirle otra asociada a la idea de comunismo o comunidad si es que lograra superarse positivamente el capitalismo frenando su dinámica destructiva.

[10] La noción de Antropocenorepresenta un cambio geológico irreversible en la relación de la humanidad con la tierra.El pasaje del Holoceno (última edad geológica cuyo comienzo se fecha a partir del 11.000 AC y que todavía está formalmente vigente) al Antropoceno se expresa físicamente en el cambio de una época ambiental altamente estable, a una en la que una serie de condiciones clave de los límites planetarios de funcionamiento “normal” principalmente asociadas con los ciclos del carbono, el nitrógeno y el fósforo, están claramente fuera del rango de variabilidad natural observado en el Holoceno (Foster, ídem), y esto como subproducto de la acción humana.

[11] En Francia, por ejemplo, que vio reducirse su entramado industrial al 10% del producto bruto interno, una parte sustancial del proletariado industrial es la que está asociada a la industria automotriz.

[12]La obsolescencia programada es un tributo a la lógica de la ganancia que significa derroches de materias primas y fuerzas de trabajo: mercancías cuya vida útil podría ser “naturalmente” mayor se las programa para morir anticipadamente.

[13]No se nos escapa que en la conciencia popular ha crecido la idea de que el clima está cambiando simplemente porque se vive, en cierto modo, de manera cotidiana. Pero aun así saltar de los sectores de vanguardia de masas de la juventud, que crecen en su sensibilidad sobre el tema, a grandes sectores de masas de los trabajadores, ya la cosa se pone más difícil. (En el norte del mundo también está el problema que a mucha gente le parece que la cuestión remite a un mero cambio en el comportamiento individual; por oposición a un problema social, global, político, sistémico por antonomasia.)

[14]Es interesante la idea de un “modelo antropológico”, es decir, de una “forma del ser humano” que comienza a ser cuestionada.

[15]Mientras que Alemania se dio un calendario para cerrar sus centrales nucleares, Francia, por el contrario, cada vez depende más de este tipo de energía (también depende de ella, y en grado sumo, Japón –Fukuyima no salió de la nada). La cuestión de la energía nuclear y de las centrales nucleares es muy compleja como para que la desarrollemos con más amplitud aquí.

[16]Aparentemente China tiene un plan para depender menos de energía a carbón razón por la cual realizó recientemente un “apagón” de algunas de sus plantas… sólo para tener que volver a encenderlas al recrudecer la demanda eléctrica por la recuperación económica pospandemia.

[17]La realidad es que en muchísimos países como China continua la producción de nuevas plantas energéticas bajo consumo de carbón. Existen compromisos de ir discontinuándolas, pero al plazo de varias décadas.

[18]Racionalidad e irracionalidad se dan de la mano en la lógica capitalista. La racionalidad formal tiene que ver con que existe una lógica que rige el sistema que es acumular ganancia sobre ganancia (la producción de valores para el cambio). Lo irracional sustantivamente es que dicha producción para la ganancia, dicha producción de valores de cambio, socavan cada vez más ambas fuentes de la riqueza (los valores de uso): el trabajo humano y la naturaleza como un todo.

[19]Varios autores señalan que esta pelea no fue tan “absoluta” como se la presentó, que se trató de unconflicto pautado en cierta medida (pero eso no podemos abordarlo aquí).

[20]Claudio Katz esbozó posiciones de este tipo años atrás aunque no estamos seguros que siga afirmándolas. Sí es un hecho que junto a Michael Roberts y otros economistas marxistas pintan a China de un “color de rosa”, como si no fuera un país capitalista, como si expresara alguna tendencia emancipadora, un análisis queerra completamente en el blanco(“Descifrar China”, un ensayo en tres partes que nos parece apologético). Siguen en esto análisis realizados en su última obra por el fallecido geógrafo marxista Giovanni Arrighi, Adam Smith en Pekín, que iba para el mismo lado (es decir, más allá de análisis instructivos y sugerentes, pintaba una China irreala nuestro modo de ver). Está claro que mantenemos cierta circunspección en nuestra opiniones porque no conocemos China, un déficit enorme que es común a la mayoría del movimiento trotskista.

[21]Es interesante la relación entre las cifras relativas y las absolutas. Claro que las relativas cuentan y mucho en materia de productividad. Pero siendo China el país continente que es y con la población inmensa que tiene, el efecto agregado de su producción multiplicada por la población, es evidente que no puede desconocerse. Lo absoluto y lo relativo mantienen relaciones dialécticas donde uno u otro término se hacen valer dependiendo de las proporciones de las cuales se está hablando (ver los capítulos respectivos de La ciencia de la lógica, tomo 1, de Hegel, complejos pero instructivos).

[22]Atención que China tiene sus propios problemas: una burbuja inmobiliaria que está explotando en estos momentos, sobreacumulación, un nivel de consumo todavía relativamente bajo promedio –aunque hay una clase media y media alta pujante y que se enriquece a pasos agigantados-, etcétera. Cuestiones que podría mediatizar hacia futuro una tasa de crecimiento que sigue siendo alta para el promedio mundial pero que está en baja. Este menor nivel de crecimiento –crecimiento que ha sido el factor legitimador del PCCH en las últimas décadas- también podría crear trastornos sociales crecientes.

[23]Estamos hablando de cifras aproximativas que habría que chequear en concreto.

[24]Esto remite a otras cuestiones de carácter reaccionario como la continuidad de una política dura de bloqueo en relación a Cuba (en este aspecto Biden no ha retomado tampoco la política aperturista esbozada en el último período de su gobierno por Obama. Una explicación de esto tiene que ver con la cuestión electoral y el enorme peso del lobby de los gusanos cubanos de Miami en el Capitolio).

[25]El concepto de “caos planetario” expresado en el último documento mundial de la corriente mandelista luce demasiado genérico: en medio del caos no se pueden discernir líneas de tendencia. Sin embargo, expresa de alguna manera una situación internacional donde se “pateó el hormiguero” del orden anterior –que subsiste en cierto modo hecho girones (subsisten el Banco Mundial, el FMI, la ONU, así como también la OTAN, etcétera)- pero donde todavía no surge un ordenamiento claro(ver texto de Roberto Ramírez sobre geopolítica de unos años atrás, que mantiene su vigencia en términos generales).

[26]Aquí hay que tener en cuenta que, de todos modos, los Estados Unidos, por su gigantismo, juega en las dos “ligas”: en la clásica liga atlántica, pero también en la del pacífico (sería inexplicable sin esto la recuperación de Japón en la segunda posguerra; una economía que tomada individualmente sigue siendo la tercera del mundo, así como países “menores” como Corea del Sur (8> o 9> economía mundial hoy, Taiwán, etc.).

[27]La mayoría de las corrientes del trotskismo latinoamericano nos da la impresión que se embanderan en la idea de que China sería aun un país no capitalista… MonthlyReview, en Estados Unidos, va por el mismo lado (es una revista de origen maoísta, no trotskista). Respecto de las corrientes europeas nos da la impresión que se inclinan para el lado de que China es un imperialismo en ascensión, como nosotros. De todos modos, los conflictos militares siempre deben ser abordados de manera concreta y sería un gravísimo error prejuzgar en estos momentos, en abstracto, una posición.

[28]Es decir, en China se combinan elementos de nacional imperialismo de gran potencia con la subsistencia de elementos de opresión nacional heredados del pasado.

[29]El concepto de equilibrio capitalista lo podemos tomar genéricamente de Trotsky que en una famosa intervención en la Internacional Comunista (segundo o tercer Congreso de la misma) señalaba las tendencias permanentes a la ruptura y la restauración de tal equilibrio de los factores dinámicos de la situación internacional: el equilibrio se restaura pero de continuo se rompe por cuenta del carácter contradictorio mismo del capitalismo.

[30]Forzar las cosas tan a la derecha habilita -con más fuerza- el discurso anticapitalista –el sentido común centrista se ve debilitado o presiona menos o tiene menos legitimidad. Otra cosa es que el discurso de la izquierda no esté a la altura de estos desarrollos o sea “llorón” o demasiado institucional, lo que es un peligro porque entonces la extrema derecha puede aparecer más fuerte o más convincente que la extrema izquierda y esto debe ser evitado a toda costa (esto no quiere decir tener un discurso o un comportamiento ultraizquierdista, pero sí un discurso, una política y una actitud firme, anticapitalista clara).

[31]La rebelión popular es hasta el momento el antídoto universal cuando las cosas llegan demasiado lejos. Todavía no se da el salto a revolución social pero como hace tiempo venimos señalando está en curso una lenta pero sistemática acumulación de experiencias.

[32]Los intelectuales es de orden que tengan elementos de escepticismo porque, en definitiva, se mueven en la superestructura: en el ámbito de la academia y los medios que son poco sensibles a los movimientos muchas veces imperceptibles en las alturas (porque ocurren en la base de la sociedad). Otra cosa son los “intelectuales orgánicos” a los que se refería Gramsci, pero estos son los marxistas militantes, una categoría distinta a los académicos incluso de izquierdas.

[33]Todos estos movimientos: el de mujeres, personas lgbt, antirracistas, ecológicos, etcétera, tiene un punto fuerte y una debilidad: tienden a transformarse en movimientos de masas o de vanguardias de masas en el punto central de sus reivindicaciones y, al mismo tiempo, aun con un tono anticapitalista, no les es fácil hacer un puente hacia la globalidad(y menos hacia la construcción partidaria).

[34]Caída que, como tal, fue progresiva, más allá que rápidamente fue reconducida hacia la restauración del capitalismo en dichos países (tal era el grado de degradación burocrática de los Estados burocráticos). Ver artículos al respecto en este suplemento semanal.

[35]Nos adelantamos acá para que quede claro porque lo que sigue es un análisis más estructural: tanto Argentina como Brasil caminan en estos momentos a cortísimo plazo o el año que viene a grandes pruebas políticas y, eventualmente, grandes crisis (en el contexto de una creciente crisis internacional tanto por razones de coyuntura como estructurales, como señalamos en estos textos).

[36]Los militares brasileros siguen siendo la institución más respetada en dicho país.

[37]Bajo el morenismo se decía que en la Argentina había triunfado una “revolución democrática” y en Brasil no. Si el concepto mismo de “revolución democrática” era confuso y desarmó política y programáticamente, desde otro punto de vista designaba un objeto real: la transición se procesó sin ruptura en Brasil a diferencia de la Argentina(los militares impusieron su manera de designar el primer presidente civil posdictadura).

[38]Todavía recuerdo como llegando al Foro Social Mundial en Porto Alegre, en enero del 2002, muchos trabajadores brasileros nos decían “en Brasil no somos como ustedes; ojalá podríamos hacer lo que ustedes hacen” (son un clásico estos comentarios de admiración cuando se ve a otro sector u otro país peleando). Para evitar que los trabajadores brasileros fueran como los argentinas, Lula llegó a la presidencia en 2003…

[39]En realidad, Lula provenía desde el inicio de un sector de la burocracia menor y, además, tenía vínculos con la Iglesia Católica. En las grandes huelgas metalúrgicas de finales de los años ’70, que lo entronizaron como gran dirigente obrero, ya había practicado el corporativismo para evitar que las mismas se radicalizaran.

[40]Brasil tiene varios centros: el nordeste fue la capital bajo la colonia, luego la misma se trasladó a Rio de Janeiro y durante el siglo veinte, sobre todo su segunda mitad, el centro industrializador fue San Pablo, luego la capital fue a parar a Brasilia, además no hay que olvidarse de Porto Alegre y Curitiva, etcétera. Es un país gigante con 220 millones de almas y que por definición tiene varios centros aunque es de suponer que el triangulo de San Pablo, Rio y Belo Horizonte es lo que marca el ritmo a lo demás.

[41]Nos referimos a la conciencia política peronista propiamente dicha, no a la conciencia sindicalista reivindicativa genérica de los trabajadores que puede adquirir variadas formas ideológicas pero es la conciencia espontanea promedio de la clase obrera (es obvio que dicha conciencia subsiste y también muchos trabajadores siguen considerándose peronista sobre todo en las generaciones más grandes).

[42]Está clarísimo que, estratégicamente, Brasil es un país muchísimo más importante que la Argentina (desde el punto de vista objetivo, de sus fuerzas productivas y del peso estructural de la clase obrera en general). Sin embargo esto no niega el elemento real que la Argentina viene siendo un país más dinámico políticamente por toda una serie de razones que estamos tratando someramente de señalar en este apartado.

[43]Atención que también es real que una franja minoritaria pero creciente de los trabajadores –sobre todo jóvenes- están votando a la izquierda.

[44]Ver “La izquierda revolucionaria en la Argentina y Brasil”, izquierdaweb.

[45]Atentos, de todos modos, que elecciones y relaciones de fuerzas no son magnitudes idénticas.

[46]Se trata de un recaudo mínimo que la campaña electoral del fitu en la Argentina no cumplió a diferencia de nuestro partido. Esto puede estar llamado a tener consecuencias concretas si se abre una gran crisis en el país como subproducto de los elementos inerciales de sutil adaptación al régimen político burgués (en todo caso, se verá el comportamiento de cada fuerza de la izquierda en la eventualidad de la apertura de una crisis).

[47]Las conversaciones de Lula con lo más granado de las fuerzas políticas burguesas no directamente bolsonarista eran obvias para cualquier observador desinteresado.

[48]Constructivamente se aprecia mucha “súperestructuralización” y un rebajamiento de los criterios constructivos militantes por ejemplo en el caso del PTS de la Argentina. El PO y el MST ya se sabe de su apuesta “piquetera” con gran vaciamiento militante en el primero e IS es una fuerza con elementos residuales.

[49]Atentos que la extrema derecha está mostrando sutiles -o no tanto- elementos extraparlamentarios que no deben ser soslayados. A varias de las fuerzas de la izquierda en la Argentina les pareció una “joda” el puch -más o menos golpista- de Trump el 6 de enero y, por lo demás, más grave aún, que la izquierda luzca demasiado adaptada puede mellar su perfil antisistema (una cuestión compleja que no se puede resolver kilómetros por delante de la experiencia real de las masas, pero que debe ser problematizada).

[50]En nuestra actividad cotidiana sabemos que entre los votantes existe muy poca delimitación entre las fuerzas de la izquierda y las figuras, además del hecho que traducir votos en influencia orgánica sigue siendo difícil. De todos modos, y paralelamente, hay muchísimo espacio para la construcción militante por abajo y, además, por abajo y por arriba va a crecer aun más el espacio constructivo dada la creciente crisis del kirchnerismo.

[51]La izquierda en general y nuestro partido en particular estamos tensionados por ir a un escalón superior en materia constructiva;por lograr una influencia orgánica mayoracorde al lugar que tenemos en el debate político nacional.

[52]Ver a este respecto “Una campaña electoral revolucionaria” izquierdaweb.

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