Identidad nacional ucraniana y perspectivas de coexistencia pacífica entre los pueblos

Una entrevista de David Broder con Marko Bojcun.

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*Marko Bojcun es un socialista ucraniano, autor de “El movimiento de los trabajadores y la cuestión nacional en Ucrania 1897-1918” (Serie de libros de materialismo histórico vol. 229, Leiden 2021). Habló con David Broder, editor europeo de Jacobin, sobre el ascenso histórico de la identidad nacional ucraniana, su paradójico desarrollo durante el período soviético y las perspectivas de una cohabitación pacífica entre los pueblos de Europa del Este hoy. (https://www. jacobinmag.com/2022/03/ukrainian-working-class-formation-ussr-nato-war-national-identity). Traducción de la versión en francés publicada en el sitio Presse-Toi-A-Gauche (pressegauche.org) por Luz Licht. El siguiente texto es un fragmento de la entrevista que abarca el período posterior a 1921.

 

David Broder: Según usted, hubo dos procesos paralelos al final de la Guerra Civil de 1921: una centralización generalizada del estado soviético, con menos control local, pero simultáneamente un proceso de ucranización que reconocía su diferencia.

Marko Bojcun: Hubo un reconocimiento de la autonomía política, que incluía la autonomía cultural. No se podría hacer participar a la población en el proceso de gobierno sin reconocer su lengua como lengua de uso cotidiano en el lugar de trabajo, en la educación, en el gobierno. Se trata de un proceso de autoemancipación para los pueblos no rusos, para que los ucranianos sean reconocidos por lo que ellos son y utilicen la lengua que ellos quieran. No quieren vivir y trabajar con la lengua del antiguo imperio que los ha dominado.

Durante la guerra civil, el movimiento socialdemócrata ucraniano se escindió, al igual que el Bund y el Partido Laborista Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Se formaron dos partidos comunistas ucranianos que abogaban por una república socialista ucraniana independiente. Eventualmente se fusionaron con el Partido Comunista (bolcheviques) de Ucrania, que se había declarado autónomo del POSDR en 1918. El Partido Comunista de Ucrania estaba compuesto en su mayoría por ruso parlantes, pero un número cada vez mayor de hablantes de ucraniano se unió, ya sea individualmente o por grupos, o por la fusión con él sus propios partidos comunistas, que habían formado durante la guerra civil. Así, en 1921, un componente importante del partido bolchevique de Ucrania estaba compuesto de hablantes del idioma ucraniano y una parte importante de la intelligentsia ucraniana reclamaba un gobierno independiente qui se uniera a las otras repúblicas soviéticas libremente, por su propia voluntad.

Esta presión se tradujo en el apoyo de Lenin a la idea de crear una confederación, una Unión de Repúblicas, lo que significaba que los ucranianos tendrían derecho a gobernarse a sí mismos, a unirse con otras repúblicas soviéticas y a salir si así lo deseaban. Así, la URSS formada a finales de 1922 era constitucionalmente una confederación de Unión de Repúblicas. Pero en realidad, su estructura política estaba muy centralizada y los bolcheviques rusos en el poder no permitieron el desarrollo de un Estado independiente. Sin embargo, tuvieron que hacer importantes concesiones. En la década de 1920, la identidad nacional ucraniana se desarrolló dentro de la clase trabajadora, y en 1928 la mitad de los sindicatos ucranianos funcionaban hablando en ucraniano, mientras que antes de la revolución, ellos eran mayoritariamente ruso-parlantes.

 

David Broder: ¿Qué explica que la clase trabajadora se identificara cada vez más como ucraniana durante este primer período posterior al que se abrió en 1917?

Marko Bojcun: Es un resultado paradójico del desarrollo de la Unión Soviética: la industrialización, la alfabetización universal y la urbanización reforzaron la identidad nacional ucraniana. Así, los comunistas ucranianos de los años 1920 querían y exigían que hubiera, ante todo, un reconocimiento de su República Socialista Soviética en tanto que unidad económica única, mientras que los bolcheviques rusos querían desde el inicio ver a la República ucraniana dividida en dos – una zona agrícola y una zona industrial – y decidir las prioridades de esas dos regiones desde Moscú. Los comunistas ucranianos dijeron no, nosotros queremos que haya un solo plan para nuestra república que comprenda el desarrollo industrial y agrícola y, queremos decidirlo nosotros mismos. Esto tuvo graves repercusiones sobre la educación, la planificación económica y en toda suerte de cuestiones referidas al desarrollo.

Una lucha perpetua estaba en curso. José Stalin puso fin al proceso pacífico de ucranización. Su poder permitió la expresión de la identidad nacional como identidad étnica: puedes usar tu idioma, puedes cantar canciones populares, puedes bailar, pero no puedes gobernarte a ti mismo. Si quieres participar en el gobierno, tienes que ir a Moscú. Muchos ucranianos talentosos fueron a Moscú y Leningrado y ocuparon puestos importantes en el gobierno soviético: personas como Nikita Jrushchov y Leonid Brézhnev y otros antes que ellos. Hoy vemos a los descendientes de estas personas hablando en la televisión desde Moscú como representantes de la Federación Rusa.

 

David Broder: También ha demostrado que este proceso continuó a lo largo de la era soviética: partes cada vez más significativas de la clase trabajadora se identificaron como ucranianas en la década de 1970. Pero, ¿era esto necesariamente una conciencia política o incluso opositora?

Marko Bojcun: Ciertamente es una pregunta complicada y compleja. Lo que puedo decir, en primer lugar, es que la identidad ucraniana como opción de autodeterminación, que se fortaleció en la década de 1920, en condiciones que permitieron a los ucranianos entrar en política, fue socavada brutalmente en la década de 1930 y llevada a la clandestinidad con las purgas estalinistas y el terror. La gran mayoría de todos los líderes políticos y culturales de Ucrania fueron eliminados: 140 de los 142 miembros del comité central del Partido Comunista de Ucrania en 1933 terminaron en campos de concentración y prisiones o fueron directamente ejecutados. La intelectualidad fue aniquilada durante la hambruna de 1932-1933, que quebró al campesinado como fuerza política autónoma.

Al final de la guerra civil, Ucrania fue divida por cuatro estados diferentes: Polonia, Checoslovaquia, Rumania y la Unión Soviética. Adolfo Hitler y Stalin se repartieron Polonia en 1939 y dos años después, la Alemania nazi invadió la Unión Soviética. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi reclutó a unos 250.000 ucranianos en sus formaciones militares y policía auxiliar, mientras que 4,5 millones de ucranianos sirvieron en el Ejército Rojo soviético, el 40% de su fuerza total. Participaron en las grandes batallas que permitieron expulsar y luego derrotar a Alemania durante la guerra. Como resultado, la República Socialista Soviética de Ucrania sufrió la mayor pérdida de vidas humanas y daños materiales de todas las repúblicas soviéticas. En 1945, prácticamente todos los territorios de Ucrania se unieron por primera vez bajo un solo Estado. En 1954, los líderes de la Unión Soviética transfirieron la República Autónoma de Crimea de la República Soviética de Rusia a la República Soviética de Ucrania, en gran parte por razones económicas.

En el período posterior a Stalin, hubo una alternancia de períodos de liberalización de la vida política y el retorno de la represión. Sin embargo, una conciencia política por la autodeterminación siempre estuvo presente, hasta la década de 1980. Hay buenos ejemplos de esta conciencia dentro del movimiento disidente: la Unión Ucraniana de Trabajadores y Campesinos, creada a fines de la década de 1970, y el Grupo Ucraniano de Helsinki. Pero estas fueron expresiones muy pequeñas de una conciencia política que fue reprimida bajo la presión de la censura y la intimidación.

Trabajé en Ucrania durante veinte años, viajando por todo el país, a Odessa, Járkov, Dnipropetrovsk, Lviv. En todas partes hablé ucraniano, y casi en todas partes la gente me respondía en ruso, pero cambiaban al ucraniano. Nunca he experimentado, excepto una vez en un mercado de Kiev, ninguna expresión de chauvinismo o racismo contra mí por haber hablado ucraniano. Hoy, los hablantes de ruso y los hablantes de ucraniano se abren camino en la comunicación con fluidez y respeto mutuo. Al mismo tiempo, vi cómo el ucraniano se aceptaba y usaba cada vez más como idioma de la vida cotidiana, especialmente después de Maidan en 2014.

 

David Broder: Parece obvio que la guerra de 2014, y especialmente esta, fortaleció la identidad nacional ucraniana, incluso entre la población de habla rusa. Pero, ¿qué pasa con regiones como el Donbass?

Marko Bojcun: En primer lugar, tengo que decir que los hablantes de ruso están en todas partes en Ucrania, y no son solamente rusos. Son rusos y ucranianos, judíos y tártaros de Crimea, armenios y griegos. Por lo tanto, el idioma ruso no es en sí mismo un marcador significativo de identidad nacional o lealtad política, excepto para los nacionalistas de extrema derecha. Lo importante es si te identificas con tus conciudadanos que viven aquí, en este país, como parte de una sola nación.

Muchas personas de la izquierda internacional no entienden esto cuando dicen que existe esta población rusa descontenta porque son víctimas de discriminación. Simplemente está mal. Esta es una declaración hecha por los propagadores de la ideología del russkiy mir (mundo ruso) al que, dicen, pertenece por derecho toda Ucrania, incluido el Donbass.

Quienes denuncian discriminación contra el idioma ruso se han centrado recientemente en la ley de enero de 2021 que exige que los servicios públicos y comerciales se presten en ucraniano, mientras que, hasta ahora, seguía predominando el ruso, especialmente en los medios masivos y sociales. Se trata, de hecho, de una ley de discriminación positiva destinada a fortalecer el ucraniano, ahora lengua oficial. Tal medida se considera necesaria después de tres siglos de discriminación y prohibición del ucraniano y frente a la competencia de las corporaciones de medios que transmiten desde la vecina Rusia.

La ley cuenta con un amplio apoyo porque es lo que la mayoría de la gente quiere y elige hacer por sí misma. Pero se introdujo sin prestar mucha atención a las medidas necesarias para facilitar la transición del ruso para los hablantes monolingües de ruso. Los mayores detractores son los medios de comunicación y las editoriales que ahora tienen que producir servicios paralelos en ucraniano, si continúan brindándolos en ruso.

Así que veamos cómo van realmente las cosas en el Donbass. Era la parte más desarrollada industrialmente de Ucrania; la región también se extiende más allá de la frontera rusa. Tenía un nivel de vida muy alto, estaba estrechamente relacionado económicamente con la economía de la Federación Rusa, históricamente estaba conectado con Moscú y Leningrado por el ferrocarril y otros medios de transporte. A partir de la década de 1970 esta región experimentó un declive económico, y más aún después del colapso de la Unión Soviética, cuando los nuevos capitalistas saquearon y privatizaron los bienes nacionalizados. La clase trabajadora ha experimentado lo que han experimentado los trabajadores en las zonas del “cinturón oxidado” de Estados Unidos y Gran Bretaña: ser marginados, estar desempleados, verse obligados a emigrar en busca de trabajo. Su entorno ha sido envenenado y contaminado por la producción industrial. Lo padecen de muchas maneras, incluso en términos de salud y oportunidades en la vida.

Entonces existe este resentimiento del que se han apoderado los nacionalistas rusos: la extrema derecha del Donbass y Rusia. Afirman que la gente del Donbass ha sido privada de sus derechos políticos y por lo tanto deben tener su propio gobierno, o más bien deben unirse a la Federación Rusa. Así es como comenzó este proceso, y si miras de cerca, las repúblicas separatistas fueron iniciadas en 2014 por nacionalistas rusos de extrema derecha. Lo que, a su vez, generó una fuerte reacción nacionalista ucraniana, incluyendo a la extrema derecha. Estos dos nacionalismos se retroalimentan, incidiendo en partes importantes del proceso político y la situación militar.

La mayoría del electorado de Donbass apoyó la independencia de Ucrania en el referéndum de diciembre de 1991. Pero la independencia no estuvo acompañada de una ruptura radical con el pasado, o una retirada de la vieja clase dominante soviética de los cargos públicos o de su control sobre la economía. Más que en ningún otro lugar de Ucrania, quienes gobernaron Donbass mantuvieron una relación autoritaria y paternalista con la población trabajadora y alentaron su identidad regional distinta en lugar de una identidad cívica y nacional. Pero se identifican con otros habitantes de Ucrania como ciudadanos del mismo país. Esta era la situación antes de 2014, pero obviamente se vio polarizada e inflamada por los conflictos que estallaron.

Cuando Víktor Yanukóvich fue elegido en 2010, trajo consigo al gobierno de Kiev una facción de oligarcas del Donbass. Se pusieron del lado de él porque controlaba el acceso a las licencias para el comercio exterior, por ejemplo, petróleo, gas y productos químicos procesados ​​en Ucrania. Sus ministros procedían principalmente de la región del Donbass. Cuando el Maidan lo expulsó en 2014, huyó a Rusia, pero su partido se estableció como una fuerza en el Donbass. Intentaron organizar una respuesta desde allí y mantener un punto de apoyo en Ucrania. La Federación Rusa, bajo el liderazgo de Putin, intervino y los apoyó militarmente. Rusia se apoderó de Crimea por primera vez en febrero de 2014, luego las personas detrás de esta anexión se mudaron al Donbass y crearon, junto a los partidos nacionalistas rusos locales y los restos del partido de Yanukóvich, las repúblicas populares de Donetsk et de Lugansk.

 

David Broder: Algunos apuntan a las negociaciones de paz que siguieron a 2014, y en particular al acuerdo de Minsk II, como base para las conversaciones actuales. ¿Qué tipo de acuerdo de paz podría aceptar Ucrania que no equivaldría a una humillación, incluso a pesar de los éxitos actuales contra la invasión?

Marko Bojcun: Si el acuerdo de Minsk II alguna vez tuvo algún uso como base para resolver el conflicto, Putin lo destruyó. Putin ni siquiera quiso reunirse con Zelensky, pero siguió insistiendo en que el proceso estaba condicionado a que Ucrania aceptara a los líderes de las repúblicas separatistas como partes en las negociaciones. El gobierno ucraniano se negó a hacerlo. Y se convirtió en uno de los detonantes de la invasión rusa, que destruyó cualquier proceso de este tipo. Putin clavó un hacha en la mesa de negociaciones al invadir Ucrania, exigiendo su rendición y bombardeando a civiles en sus hogares, en hospitales y a través de los llamados corredores de evacuación.

El gobierno ucraniano ahora dice que no participará en negociaciones integrales a menos que Rusia se retire por completo, incluso de Crimea y el Donbass. Afirma que no puede negociar bajo la intimidación de las bombas lanzadas sobre la población civil. Pero ha enviado a sus representantes a las conversaciones donde cree que puede ayudar a proteger las vidas de los civiles.

En mi opinión, Putin esperaba librar una guerra relámpago, entrar en Ucrania y ocuparla rápidamente infligiendo un daño mínimo, para que la población ucraniana aceptara más fácilmente una dominación rusa, un gobierno instalado por Moscú. Esta fue la estrategia inicial de Putin, que fue frustrada por la feroz resistencia de los ucranianos. Existe amplia evidencia de que los soldados rusos carecen de la motivación para avanzar al ritmo deseado o para enfrentarse a sus adversarios una vez allí. Por lo tanto, es difícil que la invasión salga según lo planeado.

Las potencias occidentales no acordaron imponer una zona de exclusión aérea, ya que esto correría el riesgo de iniciar una guerra entre la OTAN y Rusia. Sin embargo, el apoyo occidental es bastante fuerte y lo sienten el Estado ruso y sus aliados comerciales. Es cada vez más conocido por la población rusa, que tampoco muestra un apoyo entusiasta a la invasión. Así que ahora son los rusos quienes han pedido negociaciones, pero en realidad no las están pidiendo, están exigiendo la rendición de Ucrania.

Ahora estamos en medio de una guerra. Los rusos llegaron para aterrorizar a la población civil y expulsarlos de sus hogares bajo fuego. Creo que nos espera una larga batalla aquí, como una situación del tipo sirio, mucho me temo.


David Broder: Entonces, ¿cómo se evita eso?

Marko Bojcun: En este momento, Rusia está buscando derrotar a los ucranianos o al menos dividir el país. Ucrania se enfrenta a dificultades casi insuperables, pero se ha atrincherado y exige la retirada completa de Rusia de toda la Ucrania anterior a 2014. Partición o reunificación y ningún compromiso, excepto por parte de aquellos que, en Occidente, piden la paz a cambio de la aceptación de Ucrania de los términos de Rusia. Estos partidarios de la paz son, creo, sinceros, pero cómodamente instalados en casa, en democracias todavía pacíficas, tienen poca autoridad moral para proponer tal solución. Creo que solo podemos avanzar hacia un alto el fuego y un acuerdo de paz si hay un movimiento masivo contra la guerra en Rusia, e incluso en Occidente, y si el poder de Putin se viera seriamente afectado. Ni uno ni otro escenario son inminentes. Pero si hay un movimiento popular más fuerte exigiendo que el gobierno ruso retire sus fuerzas de Ucrania, esto empezaría a cambiar la situación.

Debe haber una respuesta política masiva en Occidente, así como una nueva visión y una nueva estrategia para la paz en Europa. Lo compararía con el período de fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, cuando los estadounidenses instalaron misiles cruceros en Gran Bretaña y la Unión Soviética respondió instalando misiles SS-19 y SS-21 en Checoslovaquia. La respuesta fue un movimiento de masas organizado y dirigido por la Campaña por el Desarme Nuclear. EP Thompson y otros miembros del pequeño campo de desarme nuclear europeo aportaron a esta campaña importantes ideas nuevas sobre la guerra y los posibles caminos hacia la paz en nuestra era de destrucción masiva. Este fue un avance significativo en sí mismo, y creo que tuvo un gran impacto en el comportamiento de las grandes potencias a partir de entonces. Esto informó y realizó importantes propuestas, que jugaron un papel en el proceso de desarme, la limitación de misiles de cierto alcance en Europa, y en las discusiones que Mijaíl Gorbachov inició con los líderes europeos y estadounidenses que pusieron fin, al menos por unos años, a la Guerra Fría.

Por tanto, necesitamos una nueva estrategia europea para el desarme nuclear y la paz, propuesta por la propia sociedad. Los gobiernos son demasiado lentos y responden a la guerra con la guerra. Cuentan las pérdidas para su propio gran negocio que resultan de la interconexión entre el capital ruso y el capital occidental a través de la inversión, el comercio, la deuda, los oleoductos, etc. Debe haber un mensaje claro de un movimiento popular, tanto en Rusia como en Occidente, que obligaría a estos gobiernos a entrar en negociaciones reales. No tenemos suficientes avances en este sentido por ahora, pero hubo un momento de reconocimiento de la gravedad de la situación y la importancia estratégica de Ucrania para la paz europea.

 

David Broder: Podemos difundir el mensaje del movimiento de paz ruso, y está claro que la resistencia militar ucraniana puede provocar cierta disidencia entre las tropas rusas. Pero, ¿cómo se construye un movimiento por la paz que no solo presione por un nuevo acuerdo entre Washington y Moscú a cuya cabeza estén el pueblo ucraniano y otros estados más pequeños o más débiles? La invasión de Putin aparentemente impulsó el apoyo a la OTAN, no solo en Europa del Este sino también en Finlandia, por ejemplo.

Marko Bojcun: No podemos lograr una paz duradera reformando los bloques. El derecho a la autodeterminación nacional debe estar en el centro de la paz mundial. Asumir que la crisis puede resolverse mediante una nueva relación entre Rusia y Occidente no es la forma correcta de abordar el problema. Hay muchos países entre Occidente y Rusia. Rusia tiene veintiuna bases e instalaciones militares fuera de sus propias fronteras, dieciocho de ellas en Estados exsoviéticos independientes. Son instrumentos del Kremlin que actúa como gendarme de toda la región.

Ucrania se encuentra atrapada entre dos potencias militares regionales que protegen sus respectivos proyectos de integración regional. Está la Unión Económica Euroasiática de Rusia y su Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una alianza militar que entró en acción más recientemente en Kazajstán. También están los acuerdos bilaterales que Rusia ha concluido con toda una serie de otros países, incluida China. La alianza de la OTAN, encabezada por Estados Unidos, garantiza la seguridad militar de la Unión Europea y participa en guerras al este y sur de la Federación Rusa. Estos dos proyectos de integración regional se vienen expandiendo desde hace mucho tiempo; ahora están en confrontación. Es aquí, en Ucrania, donde se encuentra el corazón de esta confrontación, porque para las multinacionales rusas y el estado ruso el camino hacia el estatus y el poder transnacional es a través de Ucrania en términos de inversión, comercio, deuda, transporte, comunicaciones, etc. Rusia busca establecer un vínculo fuerte y cooperativo con el capital alemán. Eso asusta a Estados Unidos, que es una potencia en declive, ciertamente en Europa, una potencia que ha perdido la iniciativa. Entonces, existen estas dos ruedas de importantes proyectos de integración regional que están desgarrando a Ucrania.

No quiero ser un asesor de política exterior de los gobiernos. Más bien, quiero mostrar que hay otra forma de abordar la situación que a través de los gobiernos. Debemos comenzar con los principios fundamentales. Esto significa primero que cada país tiene derecho a defenderse, pero que debe retirar todas sus fuerzas militares que estén fuera de su propio país si las ha colocado allí. Segundo, significa que debemos desarmar, reducir y eliminar los armamentos ofensivos. Estos misiles masivos están volando hacia el centro de las ciudades en este momento. Necesitamos hablar sobre la creación de un entorno cooperativo y la conexión de personas, es decir, movimientos cívicos, sociales y de derechos humanos, colectivos productivos y organizaciones laborales a través de las fronteras, para generar confianza y apoyo mutuos en lugar de depender completamente de los gobiernos. Si comenzamos a construir tal concepción, podemos mostrar que hay otra forma de abordar el problema en lugar de mirar el equilibrio de poder entre los Estados. Esto no impide que presionemos a los Estados y exijamos cambios en las políticas públicas.

Por ahora, sin embargo, los ucranianos no pueden participar en las conversaciones sobre una paz futura duradera. Eso vendrá más tarde, al final de la guerra. Exigen el cese inmediato de las agresiones en su contra, pidiendo desesperadamente ayuda a quienes dicen estar de su lado. Están cada vez más frustrados con la incapacidad de los Estados occidentales para acudir en su ayuda, pero no se hacen ilusiones sobre la OTAN o los intereses a los que finalmente servirá este acuerdo. Están muy conscientes y agradecidos por la ayuda práctica que reciben de organizaciones cívicas, sindicatos, organizaciones de derechos humanos y organizaciones benéficas. Esta ayuda contribuye a salvar vidas. Nuestra tarea es permanecer con ellos, crear y mantener lazos con ellos, y exigir que el régimen de Putin ponga fin a las masacres. Los lazos que forjemos con ellos sentarán las bases para discusiones profundas y decisiones posteriores sobre una paz a largo plazo.

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