¿Desgaste o lucha?

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  • Texto de Rosa Luxemburgo acerca de la estrategia y táctica de la intervención socialista en la lucha de clases.

Rosa Luxemburgo

I

Debido al trabajo de agitación oral al que tuve que dedicarme, respondo con bastante retraso al camarada Kautsky, Pero si mi artículo acerca de la huelga de masas y mi trabajo agitativo de abril no hubiesen conseguido nada más que abrir el partido a una discusión profunda sobre los problemas de táctica, y lograr también que la prohibición de la discusión sobre la huelga de masas se rompa en nuestro órgano teórico Neue Zeit, yo podría darme ampliamente por satisfecha. Pues se trataba en primer término de oponerme al incomprensible intento de suprimir la discusión pública en la prensa partidaria de problemas que conmueven en lo más profundo el interés de los más vastos sectores partidarios. En este sentido debe quedar claro que con el fundamento de que la discusión sobre la huelga de masas era indeseable en la prensa partidaria, mi artículo sobre el tema no sólo había sido rechazado por nuestro órgano central Vorwärts, sino también por la redacción de Neue Zeit, quien primero lo había aceptado y compuesto para su impresión para luego devolvérmelo.

Lo equivocado de dicho intento sólo puede apreciarse si se toma en consideración que no se trata de una discusión desencadenada arbitrariamente, de la ocurrencia de una persona aislada, tal como la presenta el camarada Kautsky al iniciar su trabajo con la frase: “La camarada Luxemburg ha puesto en discusión el tema de la huelga de masas en su artículo publicado en nuestro órgano partidario de Dortmund.”1 Antes que yo hubiese aparecido en primera línea con mi artículo, el problema de la huelga de masas estaba a la orden del día en una serie de centros y publicaciones partidarias de importancia.

Los camaradas de Halle, de la zona de agitación de Hessen-Nassau, habían planteado formalmente a la dirección del partido la necesidad de poner en discusión la huelga general. Los camaradas de Königsberg, Essen, Breslau, Bremen, habían decidido organizar conferencias y debates sobre la huelga de masas. En Kiel y Fráncfort  del Meno se habían efectuado con buen éxito huelgas de masas demostrativas de medio día de duración. El camarada Pokorny de la liga minera, había mostrado la perspectiva de la huelga de masas en una asamblea pública en Essen y expresado la esperanza de que los mineros tuvieran el papel de vanguardia en las grandes luchas políticas que se avecinaban; inclusive nuestros representantes en la cámara de representantes de Prusia habían amenazado con la huelga de masas.

El hecho de que mi artículo haya sido reproducido por casi toda la-prensa partidaria de Prusia y aun por algunas publicaciones de fuera de Prusia, muestra hasta qué punto la discusión de la huelga de masas se correspondía con el estado de ánimo y las necesidades de conjunto de los camaradas del partido. Más aún, se agrega a ello que en Kiel, en Bremen, en Fráncfort del Meno, en la zona industrial de Renania-Westfalia  y el 1º de mayo en Colonia, en las dieciséis grandes asambleas que celebré en abril en Silesia, la consigna de la huelga de masas desencadenó una entusiasta aceptación en todas partes sin excepción. En la actualidad, como lo pude comprobar, sólo hay otra consigna que produce en las masas partidarias de Alemania una aceptación tan fervorosa: es la sólida reafirmación de nuestra posición republicana, una consigna que lamentablemente tampoco puede aparecer públicamente ni en Vorwärts ni en Die Neue Zeit. Pero también en este caso una parte de nuestra prensa provincial, desde el Dortmunder Arbeiterzeitung hasta el Breslauer Volkswacht, cumplen con su deber.

Nunca como hasta ahora existió un ánimo de lucha tan fuerte en las más amplias masas del partido, una voluntad tan decidida de llevar hasta el triunfo la lucha ya iniciada por el derecho del sufragio, a través de la presión de las masas en la calle si fuera necesario, y un tenso interés por la idea de la huelga de masas. Sólo una publicación partidaria no ha sido afectada hasta el presente por esa disposición que reina en el país: nuestro órgano central, el Vorwärts, que hasta el día de hoy no ha tomado nota ni con una palabra del debate sobre la huelga de masas que se desarrolla en toda la prensa partidaria. Hay por lo tanto una masa de afiliados que ignora por completo ese debate: los camaradas de Berlín, que a través de Vorwärts deberían ser  informados sobre el estado de ánimo y la vida espiritual del partido en el país. El órgano central pone tanto entusiasmo en el estricto cumplimiento de las directivas impartidas que borra toda mención sobre la huelga de masas da las crónicas sobre las asambleas que se realizan en Berlín. Incluso, significativamente, del despacho que publicó  Vorwärts sobre el acto de masas de Fráncfort del 17 de abril, que apareció sin “correcciones” en otras publicaciones partidarias, se borró cuidadosamente la frase: “La oradora suscitó una tumultuosa adhesión de los reunidos con su propagandización de la huelga de masas.” Seguramente el camarada Kautsky también recogió del Vorwäts su información sobre los puntos de vista de los círculos del partido, dado que bajo las actuales circunstancias considera posible impedir la discusión abierta sobre la huelga de masas.

No es la primera vez por cierto que se trata de impedir la consideración pública de este problema, y creo que lo infructuoso de cada uno de esos intentos debería haber demostrado lo inútil de la empresa. El congreso de los sindicatos de Colonia ya en 1905 había prohibido la “propagandización de 1a huelga de masas” en Alemania. La conferencia preparatoria de los camaradas alemanes del partido, realizada en Austria en 1904, previa al congreso partidario de Salzburgo, había decidido igualmente que la consigna de la huelga de masas no debería ser analizada ni mencionada en ese congreso. Pero ambas decisiones fracasaron simplemente porque la socialdemocracia no es una secta constituida por un puñado de alumnos obedientes, sino un movimiento de masas en el que las cuestiones que lo agitan interiormente se hacen públicas, aunque haya quienes las quieren silenciar.

Lo que en algunos casos debe preocupamos no es el intento en sí de impedir la discusión del problema (a mi entender prohibiciones de esa índole deben ser enfrentadas, no con desencanto, sino con apacible serenidad de ánimo), sino la concepción general de la huelga de masas que está en la base de ese intento. Pues si uno escucha los argumentos con los que se fundamenta lo perjudicial que sería en este momento la discusión pública de la huelga de masas, podría creerse que han desaparecido sin dejar rastros las enseñanzas de la revolución rusa. Todo el rico tesoro de las experiencias de ese período, fundamentales para la valoración de la huelga de masas y de la táctica de lucha proletaria, parecen haber sido olvidadas. Es como si todavía nos encontráramos en los hermosos tiempos de los debates con Domela Nieuwenhuis y Cornelissen. “Si esto [la discusión de la huelga de masas, dice el camarada Kautsky] se hace públicamente, significaría comunicarle al adversario los puntos débiles de nuestra posición. Toda la discusión sería tan conveniente como realizar un consejo de guerra acerca de la oportunidad de dar una batalla el enemigo, tan cerca de él, que éste pudiera escucharnos.”

Según esto la huelga de masas sería entonces un golpe  planeado cuidadosamente, elaborado en secreto por el “consejo de guerra” de la socialdemocracia (es decir por la dirección del partido y la comisión general de los sindicatos) en un cuarto cerrado, y con el cual se pretendería sorprender al enemigo, en este caso la sociedad burguesa. Ya en 1906 dirigí contra esta concepción mi folleto sobre la huelga de masas escrito por encargo de los camaradas de Hamburgo, y aquí sólo puedo repetirlo:

“Hoy día están en el mismo terreno de una concepción abstracta, ahistórica, tanto los que próximamente quieren desencadenar en Alemania la huelga de masas a través de una decisión de la dirección tomada para un día preciso del calendario, como también aquellos, que al igual que los participantes del congreso sindical de Colonia, desean eliminar de la superficie de la tierra el problema de la huelga de masas a través de la prohibición de su propagandización. Las dos orientaciones parten de la idea común, puramente anarquista, que la huelga de masas es simplemente un medio de lucha técnico, que puede ser “decidido” o también “prohibido” a voluntad, de acuerdo con el mejor conocimiento y conciencia, una suerte de cortaplumas que se puede tener guardado en el bolsillo, “por lo que pudiera suceder”, cerrado y preparado, o que por una simple decisión se pudiera abrir y utilizar.”

A los temores del camarada Kautsky, nacidos de esta concepción, que la discusión pública de la huelga de masas revelaría “los puntos débiles” de nuestra posición al enemigo, no tengo mejor forma de contestarles que con las palabras del camarada Pannekoek, que ya ha aclarado en la Bremer Bürgerzeitung la mayoría de los puntos débiles de la posición kautskiana:

“Hasta qué punto conduce al error esta comparación con el campo de las  técnicas de guerra [escribió Pannekoek] lo demuestra el hecho de que el partido nunca procedió de otro modo que mediante la discusión en forma totalmente pública de sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No podría haber sido de otra forma, pues la socialdemocracia no es un grupo pequeño y cerrado sino un movimiento de masas. Ahí los planes secretos no valen nada. La fuerza y la debilidad no pueden ser aumentadas ni reducidas a través del secreto ya que dependen de las condiciones políticas y sociales generales, que a su vez no pueden ser encubiertas. ¿Cómo podríamos revelarle así al enemigo nuestras debilidades? Las conoce tan bien como nosotros. Y si no  las conoce, si se deja engañar sobre nuestra fuerza y la suya propia, entonces esto también se fundamenta en condiciones histórico-sociales necesarias, en las que el secreto táctico nada puede cambiar.”

Pero el camarada Kautsky señala además otros efectos perjudiciales del debate público: “[…] yo lamentaría mucho” escribe, “que el artículo de la camarada Luxemburg tuviera el efecto de encender en la prensa partidaria una discusión en la que una de las partes explicitaría sus razones para considerar a la huelga de masas como carente de perspectiva en lo inmediato. Tenga o no razón, un análisis de este tipo no estimularía para nada la acción”. Ahora bien, este es un punto de vista que me resulta totalmente incomprensible y que la socialdemocracia hasta ahora nunca mantuvo. Nunca hemos buscado “estimular la acción” por medio de ilusiones y el ocultamiento ante las masas del verdadero estado de cosas. Si los oponentes de la huelga de masas tienen razón con sus argumentos acerca de la falta de perspectivas de una acción de ese tipo, entonces es muy saludable y necesario escuchar esos fundamentos y aceptarlos. Si no tienen razón, es igualmente saludable y necesario que sus argumentos sean reconocidos públicamente como carentes de base. En estas circunstancias la evaluación más cuidadosa sólo puede ser de utilidad y aportar al propio esclarecimiento del partido, llamar nuestra atención sobre las debilidades de nuestro movimiento y descubrir las tareas prácticas más urgentes de agitación o de organización.

Pero si lo que el camarada Kautsky tenía en vista era el peligro de que, como consecuencia de mi agitación escrita y verbal, los dirigentes sindicales fuesen alertados y apuntaran sus cañones contra la idea de la huelga de masas, entonces en mi opinión en este miedo se esconde una sobrestimación del poder de los dirigentes, que a su vez sólo puede explicarse como producto de una concepción mecánica de la huelga de masas, que es vista como un plan sorpresivo y comandado por el “estado mayor”. En realidad, los dirigentes sindicales no tienen ningún poder para impedir un movimiento de huelga de masas si éste es el resultado de las condiciones, de la agudización de la lucha, del estado de ánimo de las masas proletarias. Si en situaciones de tales características los dirigentes sindicales se ponen en contra de las aspiraciones de la masa, lo que está perdido no es el estado de ánimo de la masa sino la autoridad de los dirigentes sindicales. En realidad, hoy existe en los trabajadores un ánimo de lucha tan vivaz que  la aparición pública de los estados mayores sindicales en actitud frenadora sólo tendría como resultado el despertar de la crítica y la protesta dentro de las propias filas de afiliados sindicales. Desde el punto de vista del “estímulo para la acción”, nada sería más deseable que los dirigentes sindicales aparecieran por fin públicamente con sus “cañones”, para que sus argumentos pudieran ser observados atentamente a la luz del día, lo cual permitiría comprobar hasta qué punto los líderes han quedado por detrás de las masas tanto en sus sentimientos como en sus pensamientos. Que el camarada Kautsky haya evitado a los dirigentes sindicales esta penosa labor al oponerse primero personalmente a la discusión pública para aparecer luego abiertamente en dicha discusión cuando aquello resultó inútil, tratando en cuanto teórico de la posición radical de desviar el interés por la huelga de masas hacia las próximas elecciones para el Reichstag, debe haber producido seguramente viva satisfacción en la comisión general de los sindicatos. Pero me parece dudoso que su actitud política fuera coherente con el objetivo de “estimular la acción”.

¿Qué es entonces lo que realmente impulsó al camarada Kautsky a hacer su llamado de advertencia? ¿Cuáles eran los peligros de los que se trataba de salvar al partido? ¿Hubo alguien que pensara, por ventura, dar de hoy para mañana la orden de una huelga de masas, o existía el peligro que en el partido se despertasen ilusiones infundadas sobre el efecto milagroso de la huelga de masas, llevando: irresponsablemente a las masas a una acción en la que esperaran encontrar de un golpe las soluciones para todas las cuestiones? No he podido detectar nada parecido ni en las asambleas ni en la prensa; yo, por mi parte, creo no haber dejado al respecto ningún lugar a dudas.

“Una huelga de masas “prefabricada” por una simple resolución del partido, emitida una buena mañana como un escopetazo [escribí], es simplemente una fantasía pueril, una quimera anarquista. Pero una huelga de masas que sea el producto de demostraciones de masas imponentes de trabajadores, de varios meses de duración y que va creciendo hasta colocar a un partido de tres millones ante el dilema de avanzar a cualquier precio o dejar morir a la acción de masas iniciada; una huelga de masas de tales características, nacida, de la necesidad interna y de la decisión de las masas que se han despertado; y al mismo tiempo de la situación política agudizada, lleva en sí misma su justificación y al mismo tiempo la garantía de su eficacia.

“Evidentemente, la huelga de masas no es un medio capaz de hacer milagros, que asegura el éxito bajo cualquier circunstancia. Sobre todo, la huelga de masas no debe ser contemplada como el único medio mecánico utilizable para la presión política, que puede ser empleado artificiosa y asépticamente, según una receta preestablecida. La huelga de masas no es más que la forma exterior de la acción, que tiene su desarrollo interno, su lógica, su agudización, sus consecuencias, en íntima relación con la situación política y con su desarrollo ulterior. La huelga de masas, particularmente como una corta y única huelga demostrativa, no es por cierto la última palabra de la campaña política iniciada. Pero sí es, en cambio, en el actual estado de cosas, su palabra inicial. Y si bien resulta imposible planificar con lápiz y papel el desarrollo ulterior, los éxitos inmediatos, los costos y sacrificios de dicha campaña, como si se tratase de la contabilidad de los costos de una operación de bolsa, no por ello  deja de haber situaciones en las que el deber político de un partido, dirigente de millones, es plantear con decisión aquella consigna que es la única que permite impulsar hacia adelante la lucha por él iniciada.”

Y para terminar, decía yo con absoluta claridad cuál era, a mi entender, el punto fundamental:

“Sin embargo, no debe esperarse en modo alguno que un buen día, desde la dirección superior del movimiento, desde el comité central del partido y de la comisión general de los sindicatos, emane la “orden” para la huelga de masas. Los cuerpos que tienen la responsabilidad de conducir a millones de hombres son por naturaleza reticentes en las resoluciones que otros deben llevar a la práctica. Por ello la decisión de una inminente acción de masas únicamente debe partir de la masa misma. La liberación de la clase trabajadora debe ser obra únicamente de la clase trabajadora misma (esta frase del Manifiesto Comunista, indicadora del camino, tiene también validez en lo particular; también en el interior del partido de clase del proletariado cualquier movimiento grande, decisivo, debe surgir del convencimiento y de la decisión de la masa de militantes y no de la iniciativa de un puñado de dirigentes. La decisión de  llevar al triunfo la presente lucha por los derechos electorales en Prusia, apelando según los términos del congreso partidario prusiano a todos los medios, es decir inclusive a la huelga de masas, únicamente puede realizarse con las más amplias capas del partido. A los camaradas del partido y de los sindicatos en cada ciudad y en cada distrito les corresponde tomar posición frente al problema de la situación actual y expresar su opinión y su voluntad en forma clara y abierta, para que la opinión de la masa trabajadora organizada pueda hacerse escuchar como un todo. Y si esto ocurre, entonces también nuestros dirigentes estarán a la altura de las circunstancias, como hasta ahora lo estuvieron siempre.”

Es decir, que el principal objetivo perseguido era que las masas se ocuparan del problema de la huelga de masas y tomaran posición frente a ella. Si la huelga de masas era posible, adecuada, necesaria, surgiría de la situación y de la posición de las masas. La actuación del camarada Kautsky, por el contrario, desde el punto de vista de una concepción marxista aparece como realmente peculiar. El camarada Kautsky fundamenta toda su teoría de la “estrategia de desgaste” en el hecho de que no ahora, pero después de las elecciones del Reichstag del próximo año, podríamos encontrarnos en una situación donde estemos obligados a aplicar la huelga de masas. Más adelante acepta que “por un hecho imprevisto, como una masacre después de una manifestación callejera”, puede hacerse necesaria la huelga de masas en forma totalmente espontánea. Incluso llega a escribir: “Desde la existencia del Imperio Alemán las contradicciones sociales, políticas e internacionales nunca estuvieron tan tensas como ahora […], nada más fácil que pensar en sorpresas que todavía antes de las próximas elecciones para el Reichstag lleven a grandes descargas y catástrofes en las que el proletariado se vea impelido a la utilización de todas sus fuerzas y medios de lucha. En esas condiciones una huelga de masas bien podría estar en situación de barrer con el régimen existente.”

Pero esto es así aunque sólo exista una única posibilidad de que la huelga de masas sea utilizada en Alemania en el futuro próximo, entonces va de suyo que es nuestro deber explicitar también esta eventualidad ante las masas, despertar ya ahora la simpatía por esta acción en los más amplios círculos del proletariado, para que la masa trabajadora no se vea sorprendida, para que no entre en acción ciegamente, por razones afectivas, sino con plena conciencia, bajo la segura convicción de su propia fuerza y, en lo posible, en imponentes conjuntos masivos. Se trata que la masa misma esté madura para todas las eventualidades, que ella misma determine sus acciones, y no que espere de arriba la señal de batuta “en el momento apropiado”, “confiando en su magistrado, que piadosa y amorosamente guarda al estado a través de un actuar clemente, ilustre y sabio”, mientras que a la masa partidaria lo que siempre le corresponde es “callarse la boca”. La concepción marxista consiste precisamente en la consideración de la masa y de su conciencia como factores determinantes de todas las acciones políticas de la socialdemocracia. En el espíritu de esta concepción también las huelgas de masas políticas (como toda la lucha por el derecho del sufragio) no es finalmente otra cosa que un medio de esclarecimiento de clases y la organización de las capas más amplias del proletariado. Desde el punto de vista de la doctrina marxista resulta un enigma absoluto que se pueda pensar en la posibilidad de la realización de acciones de ese tipo en un futuro próximo y que, simultáneamente, se prohíba a la masa que tome en consideración ese problema, como si se tratara de impedirle que juegue con fuego; pero tampoco la moderna o. antigua estrategia de la guerra permite explicarnos ese enigma.

II

En estrecha relación con esta idea de la huelga de masas, en cuanto acción que  se rige por las decisiones de un comando de la huelga general, también está la cuidadosa diferenciación que realiza el camarada Kautsky entre las distintas formas de huelgas: huelgas demostrativas, huelgas coercitivas, huelgas económicas, huelgas políticas. El camarada Kautsky exige que se las diferencie estrictamente, pues ante una falta de claridad de la propaganda, las masas podrían entendernos mal y en lugar de una huelga demostrativa planificada, podrían efectuar sin quererlo una “huelga coercitiva” inapropiada; la mezcla de exigencias económicas (e inclusive una movilización por la jomada de ocho horas) con el movimiento por los derechos del sufragio, sólo podría perjudicarlas.

Ahora bien, esta división estricta y esquemática de la huelga de masas, con tipos y subtipos, pueden tener sentido en el papel y bastar también para la vida parlamentaria. Pero apenas comienzan las grandes acciones de masa y los períodos políticos tormentosos, la clasificación es descompaginada totalmente por la vida misma, por ejemplo, este fue el caso de Rusia, donde las huelgas demostrativas y las huelgas combativas se alternaban continuamente, y donde el incesante y multifacético efecto de la acción económica y política constituía justamente lo característico de esa lucha revolucionaria y la fuente de su fuerza interna. El camarada Kautsky descarta ciertamente el ejemplo de Rusia porque “allí entonces reinaba la revolución”. Dado que los acontecimientos rusos caen bajo el rubro “revolución”, las enseñanzas de las luchas rusas no pueden tener validez para otros países. Pero a medida que también en  Alemania nos acercamos a épocas de tormentosos enfrentamientos del proletariado con la reacción dominante, tanto más válidas resultan para nuestras condiciones las manifestaciones de una situación revolucionaria.

Pero nosotros ni siquiera necesitamos mirar hacia Rusia para entender lo inadecuado de ese esquema tan exangüe. Pues lo mismo nos demuestra la historia de la lucha por los derechos del sufragio en Bélgica, donde no hubo ni una guerra ni una revolución. El camarada Kautsky opina que “hasta el momento la vida ha sido tan pedante” como para mantener rigurosamente diferenciadas la lucha económica y la política, que por lo menos, “en las luchas de Europa occidental por el derecho del sufragio el momento económico y el momento político hasta ahora se han mantenido estrictamente separados”. El camarada Kautsky se encuentra en un error.

El movimiento belga por el derecho del sufragio se inició en 1886, precisamente a partir de todo un torrente de luchas económicas. En su comienzo fue una elemental huelga de mineros la que dio la señal para el levantamiento. A la huelga de los mineros le siguieron otras huelgas prácticamente en todas las ciudades y ramas de la producción, en las que las exigencias salariales estaban en primer plano. De estas luchas puramente gremiales nació en Bélgica el movimiento de masas por el derecho del sufragio universal. A la exigencia salarial pronto se le acopló en todas partes la exigencia del derecho electoral, y utilizando la gran agitación por la lucha económica, la joven socialdemocracia belga pudo organizar el 15 de agosto de 1886 en Bruselas su primera demostración de masas en favor del sufragio universal. Volvió a ocurrir lo mismo más tarde. La gran huelga de masas política del año 1891, que arrancó del gobierno un proyecto sobre derechos del sufragio, se produjo en relación con la lucha por la jomada de ocho horas, en particular debido al impulso inmediato de la fiesta de mayo, y fue el efecto de una serie de acciones sindicales. Nuevamente una gran huelga salarial de los mineros, a la que siguieron huelgas en las siderurgias y acerías, y luego paros de los carpinteros de obra, trabajadores portuarios, y otros; a partir de los dirigentes partidarios belgas de esa época, se llevó a cabo la primera huelga por el derecho del sufragio, que también fue la que obtuvo el primer éxito. Después que las concesiones que hizo el gobierno permitieran la finalización de esta huelga de masas política, los mineros en Charleroi continuaron todavía su huelga para obtener una reducción de la jornada de trabajo y un aumento de salario. A todo lo largo del año 1892 se mantuvo en la industria belga una crisis larvada que generó una gran agitación en la masa trabajadora, varias huelgas para oponerse a reducciones salariales, y a fin de ese año a un importante desempleo. El 3 de noviembre de 1892, el día de la apertura de las cámaras, el partido organizó en todas las fábricas de Bruselas una huelga demostrativa de masas. Y en diciembre de ese mismo año la socialdemocracia belga hizo suyo el problema del desempleo y realizó imponentes manifestaciones de desocupados.

De esta manera, en una interacción alternada, de huelgas demostrativas  y huelgas “coercitivas”, de acción económica y acción política, se fue preparando la siguiente huelga de masas por el derecho del sufragio y el combate decisivo del año 1893. Si el camarada Kautsky trata ahora cuidadosamente de empequeñecer también este triunfo, al señalar que “hasta hoy Bélgica no posee el derecho del sufragio universal”, este hecho por todos conocido sería sólo un argumento en contra de quien recomendase la huelga de masas política como un milagroso remedio curalotodo que, por ejemplo, según la receta anarquista, permitiría la obtención de todos los triunfos de un solo golpe. Sin embargo, por ahora de lo único que se trata es de si la huelga de masas fue o no un medio excelente para permitir al proletariado belga el acceso al parlamento y para conquistar desde el vamos, en la primera elección, un quinto de todos los mandatos y de si en este movimiento por el derecho del sufragio las luchas económicas no han desempeñado un papel de primer plano, constituyendo el punto de partida y la base de la huelga de masas política.

Pero también nuestras propias experiencias pasadas contradicen la  suposición del camarada Kautsky. En estos momentos tenemos la gran lucha del gremio de la construcción. Según el esquema consignado, nosotros deberíamos separar estrictamente esta lucha económica de nuestro movimiento por el derecho del sufragio, y probablemente habría que haber evitado estad lucha por perjudicial a los intereses de dicho movimiento. En realidad esa división es imposible de realizar y sería probablemente la mayor estupidez que podríamos cometer. Por el contrario, en cada asamblea por el derecho del sufragio se llega a hablar naturalmente del lock-out en la construcción, los obreros en paro constituyen una parte de nuestro público en cada asamblea y manifestación, y por el efecto de la impresión que produce la brutalidad del capital en el gremio de la construcción, toda palabra de crítica a las condiciones imperantes despierta un eco más vivo en las masas. En una palabra, la prueba de fuerza en el gremio de la construcción ayuda a elevar el ánimo de combatividad por el derecho del sufragio, y a la inversa, la simpatía general, la agitación generalizada de las masas  en la lucha por el derecho electoral, beneficia a los obreros de la construcción.

En la práctica nosotros ya hemos cometido un pecado de este tipo contra el esquema expuesto, al unir la lucha por el derecho del voto con la fiesta del de mayo, es decir, con la lucha por la jornada de ocho horas, al convertir directamente la fiesta del 1º de mayo en una demostración por el derecho del voto. Lo cierto es que todo el mundo comprende que este nexo era una exigencia muy simple de la táctica socialdemócrata, y que nuestra lucha en Prusia por el derecho del voto adquiere su marco adecuado como lucha de clases proletaria, justamente por su unión con las consignas del 1º de mayo del socialismo internacional.

Aquí es donde reside precisamente el punto principal de la cuestión. Si nosotros queremos llevar nuestro movimiento prusiano por el derecho del sufragio sólo como  una lucha constitucional política en el sentido del liberalismo burgués y en alianza con el mismo, entonces es correcta la separación estricta de este movimiento de todas las luchas económicas contra el capitalismo. Pero entonces la huelga de  masas estrictamente política también está condenada al fracaso desde un comienzo como medida parcial, como lo muestra el destino de las huelgas de masas belgas del año 1902, que por otra parte quizás puedan explicarle al camarada Kautsky por qué, “por otra parte, hasta hoy Bélgica no posee el derecho del sufragio universal”. Si por el contrario queremos conducir la lucha por el derecho del sufragio en el sentido de una táctica proletaria, es decir, como un aspecto parcial de nuestra lucha de clases socialista general, si queremos fundamentarla en una crítica amplia de las relaciones de clase económicas y políticas generales, y basarla únicamente en la fuerza propia y en la acción de clase del proletariado, entonces resulta claro que una “separación estricta” de los intereses económicos y las luchas del proletariado se contradice con los fines, resultando inclusive imposible. Así habría que paralizar artificialmente la fuerza y el ímpetu del movimiento por el derecho del sufragio, empobrecer su contenido, si no quisiéramos incorporar al mismo todo aquello que toca los intereses vitales de las masas trabajadoras, todo lo que vive en el corazón de estas masas.

El camarada Kautsky habla justamente aquí con las palabras de aquella concepción pedante, estrecha, del movimiento por el derecho del sufragio, que ya nos ha dañado: cuando en los años 1908 y 1909 vivimos el primer huracán de manifestaciones en el movimiento por el derecho del sufragio, la masa trabajadora acababa de comenzar a sentir los horrores de la crisis económica. En Berlín reinaba un desempleo terrible que se manifestaba en agitadas asambleas de desocupados. En lugar de dirigir este movimiento de desocupados hacia el remolino de la lucha por el derecho del sufragio,  en lugar de unir el reclamo de pan y trabajo con la exigencia de un derecho del sufragio igualitario, por el contrario se separó estrictamente la cuestión de los desocupados de la cuestión del derecho del voto y el Vorwärts se tomó el máximo trabajo en alejar públicamente a los desocupados del movimiento por los derechos electorales. Según el esquema del camarada Kautsky, esto fue una sabia maniobra de estrategia de desgaste; según mi concepción fue una violación del deber más elemental de una táctica verdaderamente proletaria, y uno de los medios más eficaces para paralizar rápidamente el movimiento de manifestaciones de esa época.

Cuando el camarada Kautsky apoya nuevamente la separación estricta del movimiento por el derecho del sufragio de las grandes luchas económicas de masas sustenta a nivel teórico precisamente aquel espíritu del partido, a partir del cual se explica la inclinación de los círculos directivos a realizar en lo posible sólo demostraciones con gente organizada, aquel espíritu que considera a todo el movimiento por el derecho del sufragio como una maniobra efectuada bajo un comando severo de  las instancias superiores de acuerdo con planes y directivas exactas, en lugar de ver en el mismo un gran movimiento histórico de masas, fragmento de la gran lucha de clases que se nutre de todo aquello que constituye la actual contradicción entre el proletariado y el estado clasista dominante.

En una palabra, el camarada Kautsky fundamenta teóricamente los prejuicios y las limitaciones de la concepción de nuestros círculos dirigentes, que sin  necesidad de su aporte ya se interponen en el camino de toda acción política de masas de cierta envergadura y audacia en Alemania, y cuya superación es una exigencia de los intereses más urgentes del actual movimiento por los derechos electorales.

III

Consideremos el problema fundamental.

El camarada Kautsky trata de analizar el problema de si hoy en Alemania se puede pensar en una huelga de masas, a partir de una teoría general sobre estrategias. La estrategia del asalto directo habría sido la adecuada para las clases revolucionarias hasta la Comuna de París; pero desde ese momento habría tomado su lugar la estrategia de desgaste. A esta estrategia de desgaste la socialdemocracia alemana debería agradecer todo su crecimiento y los brillantes éxitos logrados hasta el presente, y nosotros no tendríamos ningún motivo para abandonar ahora esta estrategia triunfante con una huelga de masas, pasando así a la estrategia del asalto directo. Las consideraciones del camarada Kautsky sobre las dos estrategias y las ventajas de la estrategia de desgaste son obviamente los pilares fundamentales de su argumentación. De este modo el camarada Kautsky da a su posición la máxima autoridad al identificar directamente su estrategia de desgaste con el testamento político de Friedrich Engels. Lamentablemente toda la argumentación sólo se basa en una nueva palabra, una etiqueta nueva para cosas viejas y bien conocidas. Pero si este nombre nuevo y mistificador es dejado de lado, la discusión ya tiene poco que ver entonces con Friedrich Engels. ¿Qué es lo que hay de concreto detrás de esa supuesta “estrategia de desgaste”, que el camarada Kautsky alaba tanto y a la que la socialdemocracia alemana debe los más brillantes éxitos logrados hasta el momento? La utilización de los medios parlamentarios del estado burgués para la lucha de clases cotidiana, para el esclarecimiento, la reunión y la organización del proletariado. Pero para esta “nueva estrategia” las bases ya estaban echadas en Alemania no desde la Comuna de París, sino desde casi un decenio antes, a través de la agitación de Lassalle que, como dice Engels, no era más que un ejecutor de las directivas del Manifiesto Comunista. Esta táctica la recomienda y de hecho la fundamenta Friedrich Engels en su famosa “Introducción” a Las luchas de clases en Francia. Pero en lugar de construir esquemas generales sobre estrategias como el camarada Kautsky, Engels dice muy claramente en qué consiste la táctica que él recomienda, pero más particularmente, contra qué otra táctica está ella dirigida, “Hasta aquella fecha [1848] todas las revoluciones se habían reducido a la sustitución de una determinada dominación de clase por otra; pero todas las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas minorías, comparadas con la masa del pueblo dominada, una minoría dominante era derribada, y otra minoría empuñaba en su tugar el timón del estado y amoldaba a sus intereses las instituciones estatales.” Como todas estas transformaciones eran en realidad revoluciones de minorías, las mismas se llevaban a cabo utilizando el factor sorpresa. En 1848 se esperaba poder iniciar una transformación socialista siguiendo el mismo camino del golpe de mano a cargo de una minoría revolucionaria.

“La historia [dice Engels] nos ha dado un mentís a nosotros y a  cuantos pensaban de un modo parecido. Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estadio del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder eliminar la producción capitalista”, que era imposible, “en 1848, conquistar la transformación social simplemente por sorpresa”. Se hizo claro que sólo se podrían lograr las condiciones objetivas para la transformación socialista en el largo proceso de desarrollo de la sociedad burguesa, y la preparación del proletariado para su misión en esta transformación sería el resultado de una lucha de clases cotidiana larga y tenaz. “La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de una transformación completa de la organización social tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida. Esto nos lo ha enseñado la historia de los últimos cincuenta años. Y para que las masas comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor larga y perseverante. Esta labor es precisamente la que estamos realizando ahora, y con un éxito que sume en la desesperación a nuestros adversarios.” Y aquí Engels hace resaltar como el arma más apropiada en este sentido la utilización del derecho del sufragio universal: “Con esta exitosa utilización del derecho del sufragio universal había entrado a tener vigencia una forma de lucha del proletariado totalmente nueva que se fue desarrollando rápidamente.”

Por el otro lado, Engels muestra cómo también habían empeorado las condiciones internacionales para las posibilidades de sorpresas revolucionarias del viejo cuño. “Pues también aquí las condiciones de la lucha se habían modificado considerablemente. La rebelión de viejo estilo, la lucha de calles con barricadas, que hasta 1848 daba la definición final en todas partes, había envejecido considerablemente.” Después que Engels aclara el aspecto técnico-militar de la lucha de barricadas en las condiciones modernas, dice: “Mantener en marcha ininterrumpidamente este incremento [el ele la socialdemocracia alemana como se da gracias al aprovechamiento del derecho del sufragio universal], hasta que desborde por sí mismo el sistema de gobierno actual… Tal es nuestra tarea principal. Y sólo hay un medio para poder contener momentáneamente el crecimiento constante de las fuerzas socialistas de combate en Alemania e incluso para llevarlo a un retroceso pasajero: un choque en gran escala con las tropas, una sangría como la de 1871 en París.” De ahí que la burguesía busque desesperadamente inducirnos a ello. Pruebas: el proyecto de golpe de estado.

Este es el “testamento político” de Friedrich Engels, tal como se lo publicó hace quince años en el momento en que aparecía el proyecto carcelario. Explícita y claramente critica al socialismo utópico premarxiano, que creía posible llegar al  objetivo final por medio de una lucha de barricadas, y le contrapone la moderna lucha cotidiana socialdemócrata, que aprovecha sobre todo el parlamentarismo.

Y ahora pregunto: ¿Qué tiene que ver este “testamento” de Engels con la situación actual y con nuestro debate sobre la huelga de masas? ¿Es que por ventura alguien ha pensado en la introducción sorpresiva del socialismo a través de la huelga de masas? ¿O es que a alguien se le ha ocurrido trabajar en la dirección de una lucha de barricadas, de “un choque en gran escala con las tropas”? ¿O, finalmente, pensó quizás alguna persona en agitar en contra de la utilización del derecho del sufragio universal, o contra el aprovechamiento del parlamentarismo?

Está claro: cuando el camarada Kautsky saca a relucir el “testamento” de Engels en contra de la utilización de la consigna de la huelga de masas en la actual lucha por el derecho del sufragio universal en Prusia, nuevamente libra un combate imaginario y exitoso contra el fantasma anarquista de la huelga de masas, y son evidentemente los sonidos congelados de la trompeta de Dómela Nieuwenhuis los que bruscamente lo han espantado lanzándolo a su cruzada2. Por otra parte, en la medida en que critica la táctica envejecida de las sorpresas, el “testamento” de Engels se vuelve en todo caso contra el camarada Kautsky mismo, que considera a la huelga de masas como un golpe  sorpresivo planificado secretamente por el “consejo de guerra”.

Lo poco que la “estrategia de desgaste” defendida por el camarada Kautsky tiene que ver realmente con el “testamento político” de Engels lo demuestra una circunstancia graciosa. Simultáneamente con el camarada Kautsky, en los Sozialistischen Monatsheften, Bernstein aparece oponiéndose a la consigna de la huelga de masas en la actual situación. Con los mismos argumentos y en algunos lugares coincidiendo casi palabra con palabra con el camarada Kautsky, Bernstein quiere demostrar la estricta separación entre huelga demostrativa y “huelga coercitiva”, así como entre huelga gremial y huelga política, y se descarga contra los “jugadores” que ahora arrojan a las masas la peligrosa consigna de una “huelga coercitiva”. Una táctica de este tipo no es adecuada para “los representantes del movimiento de la clase obrera, que lleva en sí la convicción de su ascenso social, pero para la que la actividad organizada incesante ha demostrado ser, en Alemania, el medio más seguro de este ascenso”. ¿Correr el riesgo de una huelga de masas? “Para ello realmente no habría motivos dado que el movimiento obrero alemán ha avanzado, quizás lenta pero constante y seguramente, en el camino por él visualizado”. Bernstein, no Engels, defiende aquí la “estrategia de desgaste” del camarada Kautsky. Esta estrategia de desgaste representa sin embargo algo totalmente distinto del contenido del testamento de Engels.

La huelga de masas tal como se la debate actualmente en la lucha por el derecho del sufragio en Prusia, no fue pensada por nadie en contraposición al parlamentarismo, sino como su complemento, incluso como un medio de conquistar derechos parlamentarios. No como una cosa contrapuesta con la tarea cotidiana de adoctrinamiento, esclarecimiento y organización de las masas proletarias. Como el camarada Kautsky, opone la huelga de masas así concebida con nuestra vieja y probada táctica del parlamentarismo, en realidad lo único que hace es recomendar por ahora y para la situación actual nada más que parlamentarismo; se contrapone entonces no con el socialismo utópico de las barricadas, como hacía Engels, sino contra la acción de masas socialdemócratas del proletariado para la conquista y el ejercicio de sus derechos políticos.

En los hechos, el camarada Kautsky (este es el pilar fundamental de su estrategia de desgaste) nos remite con insistencia a las próximas elecciones para el Reichstag. De estas elecciones para el Reichstag deben esperarse todas las soluciones. Con toda seguridad ellas aportarán un triunfo extraordinario, crearán una situación totalmente nueva, dándonos una base más amplia para la lucha; por sí solas pueden producir las condiciones en las que podamos pensar en una “estrategia de derrota”, es decir simplemente en una acción de masas; determinarán una “catástrofe de todo el sistema gubernamental imperante”; es por ello que ahora nos ponen “en el bolsillo la llave para esa importante situación histórica” En una palabra, el cielo de las próximas elecciones para el Reichstag se presenta tan lleno de regalos que seríamos imperdonablemente irresponsables si pensáramos ahora en una huelga de masas, frente a la perspectiva de  un triunfo futuro mediante la boleta electoral, de un triunfo tan seguro que ya lo “tenemos en el bolsillo”.

Yo no creo que sea bueno y conveniente pintar al partido en tan brillantes colores nuestro próximo triunfo en las elecciones del Reichstag. Pienso más bien que sería más aconsejable prepararnos para las elecciones como siempre con todo entusiasmo y energía, pero sin crear expectativas exageradas. Si triunfamos, la medida de ese triunfo ya la iremos a experimentar. Saborear los triunfos futuros por adelantado no está en el modo de ser de los partidos revolucionarios serios, y yo comparto el punto de vista del camarada Pannekoek que sostiene que sería mejor ni mencionar siquiera perspectivas tan fantásticas como la duplicación de nuestro número de votos.

Pero ante todo; ¿qué tiene que ver nuestro futuro triunfo en las elecciones para el Reichstag con la cuestión de la lucha actual por el derecho del sufragio en Prusia? El camarada Kautsky opina que si las elecciones para el Reichstag no tienen lugar se crearía “una situación totalmente nueva”. No queda claro en qué consistiría esta nueva situación. Si no vivimos con la esperanza fantástica de que pronto tendremos la mayoría de los mandatos, si nos mantenemos con los pies en la tierra tomando incluso como perspectiva el supuesto de un crecimiento de nuestro bloque hasta unos 125 integrantes, ello no significará ningún cambio total de la situación política. En el Reichstag  seguimos siendo una minoría que se enfrenta con una cerrada mayoría reaccionaria; no creo que el camarada Kautsky piense que nuestro triunfo electoral pueda tener un efecto tan tremendo sobre la reacción prusiana que obligue a ésta a concedernos espontáneamente el derecho del sufragio igualitario en Prusia. Hay una sola cosa que puede constituir la situación “totalmente nueva”: el golpe de estado, la eliminación del derecho del sufragio para el Reichstag. Entonces, sostiene el camarada Kautsky, hemos de proceder con todos los medios, incluso con la huelga de masas. La “estrategia de desgaste”, que hoy se contrapone a una acción de las masas mayor, está enlazada con una especulación de golpe de estado que será el que nos capacite para la realización de acciones mayores. Ahora bien, este pronóstico especulativo tiene en común con todas las especulaciones de este tipo que se trata de música futurista. Si el golpe de estado no se produce sino que continúa este avance de curso zigzagueante (y el camarada Kautsky mismo debe reconocer que este es el resultado más probable de las elecciones para el Reichstag) entonces se derrumba toda la combinación, relacionada con la “situación nueva” y nuestras grandes acciones. Obviamente si no buscamos aguzar nuestra táctica en base a las elecciones para el Reichstag y el golpe de estado, si no queremos planificar en base a ciertas combinaciones futuras, entonces podrá dejarnos bastante fríos la cuestión da si conquistaremos más o menos mandatos en las próximas elecciones, y si con ello el golpe de estado se producirá o no. Si simplemente en cada momento del presente cumplimos con nuestro deber, si realizamos en cada instante la máxima agitación y esclarecimiento de las masas, poniéndonos a la altura de las circunstancias y sus exigencias, saldaremos favorablemente nuestras cuentas en cualquier desarrollo ulterior de los acontecimientos. Si, por el contrario, hacemos como el camarada Kautsky, que quiere fundamentar toda una “estrategia de desgaste” para hoy en la perspectiva de las grandes acciones de la “estrategia del asalto directo” del año próximo, dependiendo éste, además, de un eventual golpe de estado, entonces nuestra “estrategia” adquiere un cierto parecido con la de los demócratas pequeñoburgueses franceses, que Marx caracterizó tan genialmente en El dieciocho Brumario; de las cosas a medias y las derrotas del presente se solían consolar con la esperanza de grandes acciones en la próxima coyuntura. “Se consuelan del 13 de junio con la profunda exclamación: ¡Pero  si alguien se atreve a tocar el sufragio universal, entonces van a ver! Entonces demostraremos quiénes somos. Nous verrons.”

IV

Por otra parte la protesta del camarada Kautsky en nombre de la “estrategia de desgaste”, que pone todas sus esperanzas en las próximas elecciones para el Reichstag, llega bastante tarde. No debería haber dirigido su llamado de advertencia contra la actual discusión sobre la huelga de masas, sino antes todavía contra las manifestaciones callejeras, inclusive contra todo el movimiento por el derecho del sufragio en Prusia, que fue impulsado por el congreso partidario prusiano de enero. En este congreso se formuló ya con insistencia el punto de vista directriz de toda la campaña por el derecho del voto, es decir que la reforma del sistema electoral prusiano no se podría lograr por medios parlamentarios (ni a través de la actividad dentro del parlamento, ni por medio de elecciones para el parlamento), sino única y exclusivamente a través de la agudización de las acciones de masa a lo largo del país. “Se trata de convocar a una movilización del pueblo en la mayor escala posible”, declaró allí el informante, que fue aplaudido vivamente, “si no, los que han sido despojados de sus derechos se verán lamentablemente engañados y estafados. Y lo que es peor aún, nosotros mismos tendríamos que culparnos de que el pueblo fuera trampeado de ese modo.

En el congreso partidario ya habían sido presentadas cinco mociones (de Bratislava, Berlín, Spandau-Osthavelland, Fráncfort del Meno y Magderburgo) pidiendo el empleo de medidas más agudas, manifestaciones callejeras y huelgas de masas. La resolución que posteriormente tuvo aceptación unánime plantea la perspectiva de la utilización en la lucha por los derechos del sufragio de “todos los medios al alcance”, y el informante hizo sobre esto el siguiente comentario en su discurso: “Mi resolución ha tomado distancias explícitamente para no mencionar las manifestaciones callejeras o la huelga de masas política. Pero esta resolución debe representar (deseo que el congreso partidario también lo interprete así) que estamos decididos a utilizar todos los medios a nuestro alcance.” El momento en que se aplicarán estos medios depende siempre “del grado de entusiasmo desencadenado en las masas por nuestro esclarecimiento y agitación. Tenemos que poner el peso principal en la obligación de trabajar ante todo para este enardecimiento de las masas en la lucha por los derechos de sufragio”.

Es así como desde un principio las manifestaciones que se produjeron desde el congreso partidario estaban pensadas en relación con la consigna de una eventual huelga de masas, como medio para alcanzar ese grado de “enardecimiento de las masas” en el que se aplicarían los medios más agudos. Estas manifestaciones, por lo tanto, se apartaban ya bastante del marco de la “estrategia de desgaste” hacia el terreno de la “estrategia del asalto directo” y conducían rectamente hacia esta última.

Y aquí se puede agregar otro argumento: si a la “estrategia de desgaste” pertenece el evitar toda posibilidad de choque con la fuerza militar de acuerdo con el espíritu del testamento engelsiano del año 1895, entonces las manifestaciones callejeras por sí mismas, aún más que la huelga de masas, constituyen ya una ruptura con dicha “estrategia”. Tanto más extraño es entonces que el camarada Kautsky, por su parte, apruebe las demostraciones, que reconozca incluso la necesidad de “continuar con el empleo especialmente [de] las manifestaciones callejeras, no debilitar esta acción, por el contrario darle forma cada vez más poderosa”. Pero quiere manifestaciones con crecimiento, sin agudización. Las manifestaciones tienen que ser “cada vez más poderosas”, pero no deben avanzar “a cualquier precio”, no deben “debilitarse”, pero no tienen que agudizarse. En una palabra: las manifestaciones no deben avanzar ni retroceder.

Pero esto es un concepción puramente teórica de las manifestaciones, de las acciones de masas, que toma muy poco en cuenta a realidad viviente. Cuando llamamos a salir a las calles en manifestación a grandes masas proletarias, cuando les explicamos que la situación tiene características tales que la meta sólo y únicamente puede ser alcanzada por su propia acción multitudinaria y no por acciones parlamentarias, cuando las demostraciones callejeras son cada vez más poderosas y el espíritu, el ánimo de lucha crece cada vez más, así como inevitablemente se agudizan los conflictos con el poder de estado y aumentan las posibilidades de choque con la policía y el ejército, entonces en las masas mismas nace espontáneamente la pregunta: ¿y ahora qué? Pues  las manifestaciones por sí mismas no traen la solución, son el comienzo, no el final de  la acción de masas. Al mismo tiempo, por sí mismas, llevan a una agudización de la situación. Y cuando el movimiento de masas por nosotros desencadenado reclama nuevas directivas, nuevas perspectivas, entonces tenemos que enseñarle estas nuevas perspectivas, y si por una u otra razón no estamos en condiciones de hacerlo, el movimiento de manifestaciones también, a la larga o a la corta, se derrumba, tiene que derrumbarse.

El camarada Kautsky discute esto. Para ello se refiere a Austria:

“La lucha por los derechos del sufragio ha durado allí más de una docena de años; ya en 1894 los camaradas austríacos evaluaron la utilización de la huelga de masas, y sin embargo lograron mantener su excelente movimiento de masas en acción hasta 1905 sin ninguna aceleración ni agudización… Los camaradas de Austria nunca sobrepasaron en su lucha por el derecho del sufragio las demostraciones callejeras, y a pesar de ello su ímpetu no desapareció, su acción no sufrió ningún colapso.”

El camarada Kautsky se equivoca en relación con los hechos de Austria, como se equivoca con los derechos de la lucha por el derecho del sufragio en Bélgica.

Los camaradas de Austria tuvieron tan poco éxito en mantener en acción “su excelente movimiento de masas” por el término de una docena de años, que por el contrario este movimiento de masas desde 1897 hasta 1905, es decir durante unos ocho años, estuvo en total abatimiento. Sobre esto tenemos un testimonio de confianza: son la totalidad de los congresos del partido de los camaradas austríacos de dicha época. Pues desde 1898 hasta 1905 las quejas sobre el derrumbe de la acción de masas, sobre el abatimiento de la lucha por el derecho del sufragio, constituyen la nota dominante de todos los congresos partidarios. Ya en el congreso de Linz de 1898 el camarada Winarsky criticaba que en el informe sobre la táctica partidaria “no se dice casi nada sobre el derecho del sufragio universal” y expresaba: “Contra este bastión habría que emprender un nuevo ataque.” Las mismas requisitorias y quejas se hicieron escuchar en el congreso partidario de Brünn en 1899. En el congreso de Graz en el año 1900, Ernmerling comprueba: “Desde el año 1897 hemos frenado totalmente la lucha por el derecho del sufragio universal.” Skaret plantea “que hoy es nuestra responsabilidad  la de hacer del congreso del partido un movimiento por el derecho de sufragio”. Pölzer informa: “Los camaradas dicen: desde que tenemos a la quinta curia es como si los generales estuviesen hipnotizados, ya nada se mueve. Pienso entonces que en todas partes hay que realizar asambleas demostrativas por el derecho del sufragio universal.” Bartel explica: “En el manifiesto de la representación partidaria y de la Liga se lanzó un tímido llamado a la lucha electoral. Pero no pasó nada, y nosotros nos encontramos en  el mismo lugar que antes del Manifiesto.” Todos los oradores se manifestaron en el mismo sentido. Las mismas quejas se repiten en el congreso partidario de 1901 en Viena, en Aussig en 1902 y otra vez en Viena en 1903. Por fin en el congreso partidario de Salzburgo en 1904 hubo una tormenta de descontento por la parálisis del movimiento por el derecho del sufragio. Pölzer exclamó: “Me pregunto, ¿qué es lo que va a suceder? Camaradas, esto no puede continuar así. Si nosotros efectuamos amenazas tenemos que cumplirlas, se trata de actuar con toda la fuerza, pues ya hace mucho que sólo estamos amenazando.” Schuhmeier comprueba: “No puede negarse que en nuestras filas ha decaído el ánimo, que el fuego del entusiasmo por la lucha ha cedido.” Tan grande era  la depresión general, tan bajo el espíritu, que Schuhmeier en Salzburgo (apenas un año antes del triunfante huracán de noviembre de 1905) pudo decir: “Hoy estoy convencido que nos encontramos más lejos que nunca del derecho del sufragio universal.” Freundlich comprueba que “en las masas existe una desesperanza y una falta de interés frente a la vida política de dimensiones no observadas hasta entonces”. Pernerstorfer piensa que ni se podrían llevar a cabo manifestaciones callejeras: se pide “que salgamos a la calle, que llamemos a los camaradas del partido a iniciar un tipo de manifestaciones como ya se las hiciera alguna vez, pero nosotros opinamos con toda seriedad que con una acción de este tipo sufriríamos en el presente un fiasco”. Winarsky dice expresamente: “Hemos esperado siete años, y creo que finalmente es necesario terminar con este tiempo de espera en función de los intereses del partido.”

Es decir, que el cuadro del “excelente movimiento de masas” que fuera mantenido en marcha durante doce años en Austria y del espíritu que no cejó, es bastante pobre. Obviamente, la culpa no era de la dirección partidaria. La causa verdadera la demostró exhaustivamente Adler ya en Linz: “Nos exigen [que se ponga en marcha un movimiento por el derecho del sufragio] evidentemente un movimiento que se exprese con la misma decisión de los que teníamos hace varios años. Ante esto les declaro: hoy no podemos hacer esto, quizás tengamos que hacerlo mañana, no lo sé. Pero que hoy no podemos hacerlo eso está claro. Movimientos de tales características  no son puestos en marcha porque uno quiera hacerlos, un movimiento así debe darse como una necesidad interna de las condiciones reales.” Y desde ese momento hubo de repetirse lo mismo en cada congreso partidario, pues el “mañana” en el que se torna posible otra vez el movimiento de masas por el derecho del sufragio en Austria, recién se dio en el año 1905, cuando bajo la impresión inmediata de las triunfantes huelgas de masas en Rusia, que habían forzado el manifiesto constitucional del 30 de octubre, los camaradas reunidos en el congreso partidario interrumpieron las deliberaciones para salir a la calle, decididos a “hablar en ruso”, como diez años antes habían estado decididos a “hablar en belga”.

El proletariado austríaco impuso en realidad la reforma electoral a través de las dos impetuosas arremetidas del movimiento de masas, realizadas una al comienzo de los años noventa por el estímulo de la huelga de masas belga y otra en 1905 por el impulso de la huelga de masas rusa. Sin embargo el camarada Kautsky rechaza para Prusia tanto el ejemplo belga como el ruso, para indicarnos como modelo a aquel período intermedio de ocho años en Austria, en el que en realidad, como acción de masas, el movimiento por el derecho del sufragio estaba totalmente abatido. Y en ambos casos, tanto con la imposición de la curia de Taaff del derecho del sufragio universal como en la conquista de la última reforma electoral, el movimiento de masas en Austria estuvo estrechamente ligado a la decisión de una huelga de masas. Como el camarada Kautsky debe saber, en el año 1905 se habían hecho serios preparativos para la huelga de masas. En ambos casos no se llegó a concretar porque el gobierno, inclinado a la reforma electoral, hizo rápidamente concesiones. Vale la pena señalar que también en Austria apareció reiteradas veces la consigna de la huelga de masas, cuando en el triste período intermedio se buscaban medios para revitalizar el movimiento. Tanto en Graz como en Salzburgo el debate sobre el movimiento por el derecho del sufragio se transformó en  un debate sobre la huelga de masas. Pues los camaradas sentían lo que Rosel había expresado Salzburgo: “Un movimiento por el derecho electoral sólo puede ser lanzado cuando se está decidido a poner el máximo esfuerzo en su realización.” Está claro que la decisión por sí sola no basta, dado que ni una huelga de masas ni las movilizaciones pueden ser creadas artificialmente de la nada, cuando la situación política y el estado de ánimo de las masas no han sufrido un desarrollo progresivo. Pero tampoco hay que hacerse ilusiones con la situación inversa, con la idea de que un movimiento de masas, de movilizaciones, podría ser mantenido activo durante años sin que haya una progresión ni la decisión de luchar hasta el máximo.

Hasta qué grado esto es improbable lo demuestra el desarrollo que ha seguido hasta el presente nuestro propio movimiento por el derecho del sufragio en Prusia. Es un hecho conocido que hace dos años fue interrumpido el movimiento de demostraciones que había comenzado poco tiempo antes, a pesar que el espíritu de la masa proletaria no estaba decayendo de ningún modo. En ciertos aspectos este año revela rasgos semejantes. En cada movilización importante que se organizaba en Berlín se sentía con toda claridad que la misma se emprendía con el íntimo pensamiento: “¡Esta es la última!” Después de la extraordinaria manifestación del Tiergarten del 6 marzo (que frente a la del 12 de febrero significó un gran paso adelante), el estado de ánimo de las masas en Berlín estaba tan alto que, para el partido, si realmente estaba interesado en producir movilizaciones “progresivamente más poderosas”, resultaba un deber aprovechar la primera ocasión adecuada para organizar nueva demostración todavía más eficaz. Una oportunidad de este tipo, y brillante por añadidura, se presentó el 18 de marzo, o por lo menos el domingo siguiente al 18 de marzo. En lugar de ello,  y para salir del paso, el 15 de marzo se ordenaron aquellas tres docenas de reuniones en Berlín que, dado el estado de ánimo de masas y de lo ocurrido el 6 de marzo, significaron un lamentable retroceso. El. 18 de marzo de ese año, el aniversario de la revolución alemana y de la Comuna de París, fecha que para el movimiento de masas había adquirido un significado y una actualidad  mayor que en ninguno de los años anteriores y que podía ser brillantemente utilizado para sacudir a las masas, para trazar un panorama político retrospectivo y un análisis histórico, para criticar sin piedad a los partidos burgueses, en Berlín no fue ni siquiera celebrado. Ni una demostración ni una reunión masiva, ni un escrito recordatorio, sólo un opaco artículo en el Vörwarts y ni  una línea en la Neue Zeit. Esa fue la forma en que se aprovechó esa extraordinaria oportunidad y el brillante estado de ánimo de las masas para “darle forma cada vez más poderosa a las demostraciones”. En verdad, es totalmente lógico que esto ocurra si las movilizaciones no se plantean con una decisión clara de impulsar cada vez más adelante al movimiento, sin retroceder ante las consecuencias de una manifestación impetuosa.

Las reuniones del 15 de marzo en Berlín, que borraron al 18 de marzo, fueron lisa y llanamente un paso atrás, medido en términos del estado de ánimo de las masas en Berlín y de los camaradas en provincia. Allí donde los camaradas aprovecharon en la medida de las posibilidades el 18 de marzo y donde la consigna de la huelga de masas  se hacía cada vez más intensa, si el espíritu y la decisión no hubieran sido tan grandes, con seguridad no hubiéramos tenido la demostración del 10 de abril. Hasta qué punto esto es exacto lo demuestra una circunstancia más. Apenas habríamos obtenido el gran triunfo del 10 de abril en Berlín sobre la reacción al imponer el derecho a las manifestaciones callejeras, dando un nuevo paso adelante que sobrepasó el 6 de marzo, pero que sin duda fue también su resultado; Desde entonces se le planteaba al partido el nítido deber de aprovechar al máximo el derecho a la calle recién conquistado, si en alguna medida quería seguir conduciendo adelante a las movilizaciones y “darles forma cada vez más poderosa”. La siguiente oportunidad para ello fue él 1° de mayo. Pero ahí nos encontramos con un hecho extraño: mientras que en todo el país y también en los pueblos más pequeños se realizaron, de un modo u otro, demostraciones callejeras, mientras que en los centros urbanos mayores (en Dortmund, en Colonia, en Magderburgo, en Fráncfort del Meno, en Solingen, en Kiel, Stettin, Hamburgo Lübeck) las manifestaciones callejeras del 1° de mayó sobrepasaron todas las anteriores por su envergadura y su combatividad y constituían un paso adelante real, en Berlín, por el contrario, ni desde el punto de vista del movimiento por el derecho del sufragio ni en relación con la conmemoración de esa fecha, tuvo lugar manifestación alguna en las calles, ni permitida ni prohibida, ni el menor intento de manifestación. Todo lo que se hizo fue un sinnúmero de reuniones, en las que se desperdigó otra vez más el magnífico ánimo de lucha de la masa trabajadora berlinesa.

Mientras que el tratamiento parlamentario del proyecto de derecho del sufragio (las idas y vueltas entre la cámara alta y la cámara de diputados) se prolongará todavía durante un mes y dará oportunidad para la realización de movilizaciones en las que el estado de ánimo de las masas no muestra la más mínima señal de decaimiento, parecería que nosotros nos encamináramos hacia una hermosa “pausa veraniega” donde son otras las cosas que nos preocupan (el camarada Kautsky nos señala precisamente  las próximas elecciones para el Reichstag), en la que el movimiento de demostraciones es puesto a dormir tranquila pero seguramente. Esta es la inevitable lógica de las cosas. El partido es colocado ante un dilema no por mi agitación culpable, como opina el camarada Kautsky; sino por las condiciones objetivas: o se quiere desencadenar un “movimiento popular de gran estilo”, llevar a la realidad la consigna: “No nos demos reposo en Prusia”, hacer que las manifestaciones resulten cada vez más poderosas, para lo que hay que enfrentar la cosa con decisión, ir hasta el límite, no esquivar la agudización de, la situación que pueda resultar, y aprovechar todos los conflictos económicos importantes para el movimiento político. Pero también, hay que poner en el orden del día la consigna de la huelga de masas, volverla popular entre las masas, pues sólo de este modo se mantendrá a la larga la confianza de las masas, su ánimo de lucha  y valor. O se pretende realizar un par de manifestaciones como breves desfiles de acuerdo con el programa y la consigna, para luego retroceder ante una agudización de la lucha y finalmente retirarse por más de un año a la bien acreditada preparación de las elecciones para el Reichstag. Pero si de esto se trata sería mejor entonces no hablar de un “movimiento popular de gran estilo”, anunciar en el congreso del partido el empleo de “todos los medios a nuestra disposición”, escenificar en el Vörwarts de enero un ensordecedor ruido de sables y amenazar incluso en el parlamento con una huelga de masas. Entonces tampoco hay que engañarse pensando que mantendremos las movilizaciones a lo largo del tiempo, dándoles formas cada vez más poderosas. Pues así corremos el riesgo de parecernos a la descripción de la democracia francesa que hace Marx en El dieciocho Brumario: “Las amenazas revolucionarias de los pequeñoburgueses y de sus representantes democráticos no son más que intentos de intimidar al adversario. Y cuando se ven metidos en un atolladero, cuando se han comprometido ya lo bastante para verse obligados a ejecutar sus amenazas, lo hacen de un modo equívoco, evitando, sobre todo, los medios que llevan al fin propuesto y acechan todos los pretextos para sucumbir. Tan pronto como hay que romper el fuego, la estrepitosa obertura que anunció la lucha se pierde en un pusilánime refunfuñar… y la acción se derrumba lamentablemente, como un globo lleno de aire al que se pincha con una aguja.”

V

¿Cuál es el cuadro general de la situación? Por primera vez tenemos finalmente en Alemania un movimiento de masas activo, por primera vez hemos superado las formas puras de la lucha parlamentaria y hemos logrado poner en movimiento al Aqueronte. A la inversa de lo que sucedió en Austria durante casi un decenio, nosotros no tenemos que afrontar la dura tarea de generar una acción de masas en medio de la apatía general usando todas nuestras fuerzas, sino que tenemos ante nosotros la tarea satisfactoria y natural de aprovechar el exaltado estado de ánimo de las masas deseosas de lucha dando la consigna política para transformarlo en esclarecimiento político y social, para avanzar al frente de las masas indicándoles el camino del ascenso. A partir de esta situación la consigna de la huelga de masas aparece del modo más natural en primera línea, y es deber del partido discutirla abierta y claramente como un medio que tarde o temprano deberá ser utilizado como resultado del creciente movimiento de demostraciones y la tenaz resistencia de la reacción. No se trata de ordenar súbitamente, de hoy para mañana, una huelga de masas en Prusia, o “llamar” a una huelga de masas para la semana próxima, sino de aclararle a las masas histórica, económica y políticamente en relación con una crítica a todos los partidos burgueses y un esclarecimiento sobre la situación global de Prusia y Alemania, que no puede confiar en los aliados burgueses y la acción parlamentaría, sino que sólo pueden contar consigo mismas, con la propia y decidida acción de clase. La consigna de la huelga de masas aparece así, no como un medio sutilmente pensado, patentado para la obtención de triunfos, sino como la formulación, el resumen de las enseñanzas políticas e históricas  de las condiciones actuales en Alemania.

Una agitación de este tipo ofrece la posibilidad de esclarecer con nitidez toda la situación política, el agrupamiento de clases y partidos en Alemania, incrementar la madurez política de las masas, despertar su sensación de fuerza, su entusiasmo por la lucha, apelar a su idealismo, mostrar al proletariado nuevos horizontes. El debate de la huelga de masas se convierte así en un medio extraordinario para sacudir a capas indiferentes del proletariado, atraer hacia nosotros a simpatizantes proletarios de los partidos burgueses, en particular del centro, preparar a las masas para todas las eventualidades de la situación y, por fin, trabajar en forma preparatoria de la  manera más eficaz para las elecciones del Reichstag.

Si el camarada Kautsky abre una campaña contra esta agitación, declara peligrosa la discusión sobre la huelga de masas y trata de orientar todo el movimiento por el derecho del sufragio hacia las futuras elecciones para el Reichstag como única meta, entonces está tratando simplemente de reducir a los viejos y gastados carriles del parlamentarismo puro el movimiento partidario ya satisfactoriamente encaminado por nuevos caminos.

Pero el camarada Kautsky no hace más que echar agua al mar cuando nos predica en Alemania el valor de la acción parlamentaria. Hace ya decenios que hemos organizado nuestra vida partidaria con las elecciones para el Reichstag como acción principal, y nuestra táctica es influenciada más que suficientemente por la preocupación por las elecciones parlamentarias. Con una mención a las próximas elecciones para el Reichstag se censuran periódicas discusiones sobre la táctica. Por respeto a las elecciones para el Reichstag en el año 1907 se siguió la política totalmente equivocada del Vörwarts de dirigir todos los proyectiles contra el liberalismo, dejando al centro fuera del juego porque parlamentariamente estaba en la oposición. Sólo porque nuestra prensa provincial, más precisamente la de la circunscripción occidental, no siguió este ejemplo y combatió sin miramientos al centro, logramos afirmar nuestra posición. Mientras que en cada elección para el Reichstag resulta lo más natural que en todo el país se despliegue una agitación incansable, que todos los oradores sean puestos a trabajar, que en cada ciudad y en cada población se realicen numerosas asambleas, ahora, durante el movimiento por el derecho del sufragio la dirección de nuestro partido concentra su atención en las elecciones para el Reichstag y no se realiza nada de ello. La agitación desarrollada en reuniones y volantes es la menor posible. Este año,  por razones parlamentarias, no se aprovechó, entre otras cosas, la fecha del 18 de marzo: la asamblea decidida para el 15 de marzo en Berlín debía relacionarse con tercera lectura en la cámara de representantes de Prusia, en vez de vincularla con la revolución. Finalmente, la agitación republicana, por consideración hacia el parlamentarismo y por costumbre parlamentaria, es dejada de lado justamente ahora, cuando sería más urgente que nunca.

¿Pero realmente necesitábamos en Alemania, precisamente ahora, una mayor agudización de toda nuestra táctica con vistas a las elecciones del Reichstag, una fascinación aún mayor de las masas con las elecciones parlamentarias?

Yo creo que no. Ciertos “peligros” contra los que había que proceder, sólo podían existir en la imaginación de aquellos que no se pueden desprender de las ideas anarquistas sobre la huelga de masas. El verdadero efecto de la salida a escena del camarada Kautsky es, por lo tanto, el de dar una pantalla teórica para los elementos del partido y los sindicatos que se sienten incómodos frente al ascenso del movimiento de masas, que quieren mantener las masas sofrenadas y retirarse lo más pronto posible  a los viejos y conocidos carriles de la actividad cotidiana parlamentaria y sindical. Al tranquilizar la conciencia de estos elementos bajo la invocación de Engels y el marxismo, el camarada Kautsky ha dado simultáneamente los medios para quebrar el espinazo durante el próximo período del movimiento de demostraciones que quisiera fortalecer cada vez más.

Pero está claro que ahora, a la inversa, las nuevas perspectivas del movimiento electoral requieren justamente la continuación y un desarrollo más poderoso de  la acción de masas. El fracaso parlamentario del proyecto electoral significa la bancarrota del gobierno así como del bloque conservador-clerical. La acción de los adversarios se ha quedado sin argumentos, la acción del proletariado por consiguiente tiene que ser tanto más apremiante. El enemigo se encuentra en retirada, a nosotros nos corresponde la ofensiva. Lo que necesitamos no son consoladoras esperanzas de una grandiosa revancha dentro de un año y medio en la urna electoral, sino dar ahora mismo golpe tras golpe, nada de desgaste sino lucha en toda la línea. Y repito: si la masa de miembros del partido comprende esto y lo siente así, entonces también nuestros dirigentes estarán a la. altura de las circunstancias. “Es la masa la que lo hace.”

Para terminar, una pequeña reminiscencia histórica, que no deja de tener paralelos adecuados con la actualidad. El camarada Kautsky rechaza para Prusia los ejemplos de otros países, donde en los últimos tiempos se pusiera en juego la huelga de masas. Rusia no sirve de ejemplo, Bélgica tampoco, ni aún Austria. En realidad, “en relación con la situación actual en Prusia no resulta pertinente remitirse a los ejemplos de otros países”. Pero el camarada Kautsky mismo, para encontrar el modelo adecuado  a nuestra táctica, se remite a los antiguos romanos y a Aníbal. Allí encuentra el ejemplo del cual se debe nutrir el proletariado alemán, en Fabio el Indeciso con  su supuestamente triunfante “estrategia de desgaste”. No me parece conveniente recurrir a algo tan lejano como los antiguos romanos, pero dado que el camarada Kautsky lo hace, quiero ciertamente dejar constancia de que aquí tampoco los hechos se corresponden totalmente. La fábula de la estrategia necesaria y triunfante del Cunctator [el Indeciso] ya fue destruida por Mommsen, al demostrar que desde el comienzo la “utilización natural y correcta” de la fuerza de combate romana hubiera sido un ataque resuelto y  que la actitud irresoluta de Fabio, que Mommsen llama el “metódico no hacer nada”, no era la manifestación de un plan estratégico profundo y dictado por las circunstancias, sino la consecuencia de toda la política conservadora y senil del senado. “Quinto Fabio [dice Mommsen] era un hombre de edad avanzada, de una prudencia y firmeza que a no pocos parecía indecisión y testarudez; un entusiasta admirador de los viejos tiempos, de la omnipotencia política del senado y de la dirección del cónsul, esperaba la salvación del estado, oraciones y sacrificios mediante, a partir de una conducción metódica de la guerra.” En otra parte dice: “Lo que debe haber faltado es un estadista de primera línea, que dominara la relación entre las distintas situaciones; en todas partes sucedía demasiado o demasiado poco. Entonces comenzó la guerra, en la que se había dejado al enemigo elegir momento y lugar, y junto con una bien fundada y satisfactoria sensación de superioridad militar, faltaba todo criterio sobre los objetivos y el desarrollo de las próximas operaciones.” El ataque en España y África era el primer mandato de la táctica, “sólo que se dejó pasar por alto no sólo el mandato de los beneficios sino también del honor”. Que por esta hesitación los aliados españoles de Roma resultaron sacrificados por segunda vez era tan fácil de prever como el haber evitado la indecisión. “Así como del lado romano era sabio comportarse defensivamente y esperar el éxito principal en base a la interrupción de los medios de subsistencia del enemigo, fue extraño un método de defensa y hambreamiento por el cual el enemigo devastó sin obstáculos toda la Italia central, bajo los ojos de un ejército romano que lo igualaba en número, avituallándose abundantemente para el invierno a través de un aprovechamiento organizado que se realizó en gran escala.” Finalmente, en lo que respecta al ejército romano, no se podía decir que el mismo obligaba a su jefe a esta conducción; es cierto que en parte estaba compuesto por la guardia territorial llamada bajo banderas, pero su núcleo eran las legiones de Arminum acostumbradas al servicio militar, y que lejos de estar desanimadas por las últimas derrotas, se sentían resentidas por la tarea poco honrosa que les adjudicaba su jefe de campaña, el “lacayo de Aníbal”, exigiendo abiertamente ser conducidas frente al enemigo. En las asambleas de ciudadanos se llegó a las intervenciones más vehementes contra el viejo testarudo. Mommsen sigue en el mismo tono durante bastante espacio. “No fue el Indeciso quien salvó a Roma [dice claramente] sino la sólida unión de su confederación y quizás no en menor grado el odio nacionalista con que los occidentales recibieron al hombre fenicio.” Esto era tan público, que finalmente también “la mayoría del senado, a pesar que los últimos acontecimientos daban al sistema de indecisión de Fabio una cuasi legitimación, estaba decidido a alejar a esta conducción de la guerra, que llevaba al estado de desastre lenta pero seguramente.”3

Esta es la realidad de la triunfante “estrategia de desgaste» de Fabio Cunctator. En realidad es una leyenda que se recita en nuestros bachilleratos a los estudiantes para entrenarlos en el espíritu conservador y advertirlos contra la “precipitación” y los “revoltosos”, para inculcarles como sentido de la historia universal el lema bajo el cual marcha la reserva territorial: “lentamente, siempre adelante” Que esta leyenda deba servir para el proletariado revolucionario en la situación actual, sería uno de los lances más sorprendentes e inesperados del destino.

Sea como fuere, la presencia del noble Quinto Fabio, que según los sacrificios rituales y las oraciones esperaba la salvación del estado a partir de una conducción bélica metódica, esa presencia, según parece, está ampliamente representada en el más alto cenáculo de nuestro partido y los sindicatos. Hasta ahora, que yo sepa, no hemos padecido de una falta de decisión ni de juveniles desbordes y precipitaciones a nivel de la conducción partidaria. Como lo dijera el camarada Adler en el congreso partidario austroalemán de Graz: “El látigo siempre hace bien, y debo confesar que las expresiones del congreso partidario, que se quejan de que suceda demasiado poco, me son mucho más simpáticas que aquellas que aconsejan sabiduría y reflexión. De la reflexión ya nos ocupamos nosotros, quizás en medida desmesurada. Como freno no las necesitamos.”

Así, creo yo, son también las cosas entre nosotros. Que el camarada Kautsky preste su pluma y su conocimiento histórico para el apoyo a la estrategia del Cunctator es, cuando menos, un derroche. Como freno, camarada Kautsky, no lo necesitamos.

 


 

1 Ver en nuestro sello hermano, Alejandría Proletaria, “¿Y ahora qué?” en la serie de Karl Kautsky. NdE.

2 Quizás sea interesante conocer la posición de los anarquistas actuales en Alemania frente a la huelga de masas. En su última conferencia en Halle durante las fiestas dé Pascuas (parece ser que en Alemania todavía, existen algunas docenas de anarquistas de este tipo) según la crónica del Berliner Tageblatt han elucubrado la siguiente maravilla: De acuerdo con la posición predominante en el anarquismo, una huelga puramente demostrativa es absolutamente desestimable. Pero una huelga de masas política emprendida seriamente, en la que el trabajo no se debería retomar hasta haber alcanzado la meta fijada, significaría la iniciación de la gran revolución. Pero en las actuales condiciones ésta sería una desgracia para todo el proletariado, pues las clases dominantes no duermen […] De todos modos, seguramente no habría muchas posibilidades de llegar a tanto: a la socialdemocracia le falta el material humano para una huelga de masas, pues la comisión general no está de acuerdo con la huelga de masas en serio, y el partido no puede hacer nada por cambiar esta situación.

[…] La totalidad de los delegados comprendía que en el momento actual, una huelga de masas, en serio, sólo llevaría a un empeoramiento de la situación social del proletariado, mientras que una huelga demostrativa está en contradicción con los fundamentos del anarquismo.

Vemos aquí el razonamiento anarquista típico: la huelga de masas es una huelga única muy grande, la “gran revolución”; su realización depende de que la “comisión general” sea “favorable” o no a ella, y a partir de una concepción de tal tipo se llega a decir hoy que la huelga de masas constituiría “una desgracia” para el proletariado.

3 Theodor Mommsen, Romische Geschichte, tomo I, 3ª edición, 1856, páginas 551-577.

Edicions Internacionals Sedov germinal_1917@yahoo.es Valencia, julio de 2018

(“Ermattung oder Kampf?” Die Neue Zeit, año XXVIII, volumen 2, 1910)

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