Una renuncia tardía, contradictoria y con tintes electorales

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  • El 2021 es un año pre-electoral y su renuncia es una táctica necesaria para perfilar al FA como “oposición” al gobierno.
  • Se limita a cuestionar el método con que el presidente informó de su decisión de negociar con el FMI, pero no lleva esta denuncia a las últimas consecuencias, lo cual implicaría articular una estrategia de movilización para derrotar el ajuste fondomonetarista.

Por Víctor Artavia

Este martes (07 de diciembre), Patricia Mora hizo pública su renuncia como Ministra de la Condición de la Mujer, cargo que ostentó desde que asumió funciones el gobierno de Carlos Alvarado en mayo de 2018.

En su perfil de Facebook escribió una nota donde expuso la razón de esta decisión, la cual, afirma, fue “producto de la indignación y preocupación por la manera en que se han manejado en los últimos días asuntos de interés nacional”, pues mientras hacía parte de una comitiva en la Asamblea Legislativa para entregar los acuerdos logrados durante el diálogo nacional, desconocía que “don Carlos Alvarado y su equipo económico no solo ya habían tomado la importante decisión de iniciar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sino que esta ya había sido comunicada al señor Director de la Nación, quien al día siguiente a primera hora salió a anunciar al país, en primicia, la decisión tomada.” Esto, a su modo de ver, representa “un acto simbólico que da cuenta de la impertinente y vergonzosa intromisión de los grupos empresariales en el ámbito soberano del Poder Ejecutivo”.1

¿Qué valoración se desprende de la renuncia de Patricia Mora y los argumentos que esgrimió para tal motivo? En primer lugar, consideramos que es una renuncia tardía, porque durante todo el tiempo que Patricia Mora fungió como ministra (¡dos años y medio!), el gobierno no tuvo reparo en defender los intereses de las cámaras empresariales, imponiendo un fuerte ajuste contra la clase trabajadora y el conjunto de sectores explotados y oprimidos.

La lista de medidas anti-populares de la actual administración es sumamente extensa, pero podemos destacar las siguientes para ilustrar nuestro punto: a) aprobación a “golpe de tambor” del regresivo “combo fiscal” en 2018; b) cercenamiento del derecho a huelga en 2019; c) aplicación sistemática de recortes presupuestarios, en particular contra la educación superior pública; d) aumento exponencial de la represión policial, llegando a niveles extremos durante los bloqueos convocados por Rescate Nacional.

En vista de lo anterior, su justificación para renunciar también es muy contradictoria, pues tomó esta decisión a partir de un hecho de conocimiento público para cualquier militante de izquierda o activista social y que ella conocía de antemano (nos referimos al sometimiento de Alvarado al gran capital y sus medios de comunicación), pero no lo hizo anteriormente frente a sucesos de mayor peso. Por ejemplo, ¿por qué no renunció en setiembre cuando el gobierno anunció que iba a negociar con el FMI?, o ¿por qué no dejó su cargo como protesta ante la brutal represión policial contra los manifestantes en los bloqueos contra el FMI o la infiltración de provocadores en las marchas?

Más contradictorio aún, es que en su renuncia no afirme categóricamente que se opone al acuerdo con el FMI y hace un llamado a luchar contra el mismo; por el contrario, se limita a cuestionar el método con que el presidente informó de su decisión de negociar con el FMI, pero no lleva esta denuncia a las últimas consecuencias, lo cual implicaría articular una estrategia de movilización para derrotar el ajuste fondomonetarista, perspectiva a la cual el FA renunció desde que planteó buscar la mejor negociación posible con este organismo imperialista (una contradicción en los términos) y cuando llamó a levantar los bloqueos para entrar en la trampa del diálogo.

Por todo lo anterior, la evaluación más coherente sobre la renuncia de Patricia Mora está vinculada a un tema de calendario: el 2021 es un año pre-electoral y su renuncia es una táctica necesaria para perfilar al FA como “oposición” al gobierno, aunque durante dos años y medios fueron cómplices del presidente más pro-patronal y represivo de las últimas décadas. Esto, con más razón, dado el amplio desprestigio del gobierno de Carlos Alvarado, así como el notable distanciamiento de activistas de izquierda consecuentes con el FA en los últimos años por ser parte de ese gabinete.

En este sentido, la renuncia de Patricia Mora es consistente con el giro de la derecha del FA en el último período que, a cambio de cargos y sembrar ilusiones entre sectores de izquierda, hipotecó todos sus atributos de partido de oposición para sumarse a un gobierno enemigo de la clase trabajadora y los sectores explotados y oprimidos, lo cual constituye una traición a la izquierda (de la cual Villalta es parte, como cuando votó y defendió el proyecto para reducir las jornadas laborales en el sector privado). Por eso, Su salida del gobierno no implica una ruptura con la orientación desmovilizadora del FA.

La experiencia histórica del socialismo revolucionario es punto de apoyo para comprender el desastre de la orientación del FA, de la cual es preciso sacar las conclusiones para construir una verdadera alternativa de izquierda anticapitalista para la clase trabajadora, las mujeres y la juventud. Cerramos con este fragmento de Rosa Luxemburgo en debate con los socialistas franceses que ingresaron a un gobierno burgués, texto que, a pesar de ser escrito en 1900-1901, guarda una tremenda vigencia estratégica: “El hecho que divide a la política socialista de la política burguesa es que los socialistas se oponen a todo el orden existente y deben actuar en un parlamento burgués fundamentalmente en calidad de oposición. La actividad socialista en el parlamento cumple su objetivo más importante, la educación de la clase obrera, a través de la crítica sistemática del partido dominante y de su política (…) La primera consecuencia de la participación socialista en un gabinete de coalición es, por tanto, el cese de la más importante de las actividades socialistas y, sobre todo, de la actividad parlamentaria: la educación política y la clarificación de las masas.”

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