La burla de la historia: el Acuerdo de Ochomogo 2.0

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  • Hay que sacar las lecciones de lo acontecido hace 70 años y tener claro que las y los de abajo no pueden confiar en la burguesía y sus representantes, y José María Figueres lo es.

Johan Madriz

El martes pasado recordamos la famosa frase de Marx sobre la historia que se repite dos veces, una como tragedia y otra como farsa. Esto a propósito del anuncio de la firma del “Acuerdo Ochomogo 2.0” entre José María Figueres Olsen y Manuel Mora Salas. El documento es un compromiso del candidato presidencial con cuatro ejes para combatir la desigualdad estructural, resguardar el medio ambiente, los derechos humanos y la paz social.

En el acto Figueres comentó: “Nuestros padres fueron a una Guerra Civil en este país defendiendo la patria y con puntos de vista diferentes, pero con la voluntad y amor por Costa Rica. Hoy, nosotros conformamos este acuerdo para el impulso nacional en torno al Bienvivir por medio de varios ejes principales como combatir la pobreza y el desempleo, mejorar la eficacia y eficiencia en la Administración Pública, la defensa de los Derechos Humanos de todas las personas, erradicar la violencia contra las mujeres y luchar contra la corrupción”.

¿Qué fue el Pacto de Ochomogo? En marzo de 1948 estalla la guerra civil con dos bandos los figueristas y los calderonistas y comunistas, las batallas se prolongan por poco más de un mes. Hacia finales de abril José Figueres Ferrer se reúne con Manuel Mora Valverde (dirigente de Vanguardia Popular) en el Alto de Ochomogo para acordar los términos del fin del conflicto. Mora plantea una serie de condiciones incluido el compromiso de mantener las garantías sociales, recientemente conquistadas, a lo que Figueres acepta. Con esto las fuerzas comunistas deponen las armas, el presidente Teodoro Picado Michalski cede el poder el 20 de abril y el 27 Figueres entra triunfal a la capital.

Posteriormente, el pacto fue incumplido. Figueres instauró una junta de gobierno que mandó por decreto durante 18 meses hasta la fundación de la Segunda República el 8 de noviembre de 1949. En ese periodo (y posteriormente con los subsiguientes gobiernos) se emprendió la persecución de los rendidos, principalmente de los comunistas, se dieron encarcelaciones, miles huyeron al exilio (como Carmen Lyra) o son asesinados (en ese contexto se da la masacre del Codo del Diablo). Además, se da una purga de empleados públicos, se disuelven sindicatos y se ilegaliza Vanguardia Popular. Asimismo, se crean sindicatos blancos afines al nuevo gobierno y se impulsa la figura del solidarismo como forma de conciliación de clases en las empresas y de debilitamiento del sindicalismo.

A lo interno de Vanguardia, la firma del acuerdo dio pie a intensos debates internos y acusaciones de traición por parte del sector liderado por Arnoldo Ferreto. Esto se sumó a otros problemas internos y finalmente desembocó en la división del partido y su debilitamiento, del que no se recuperaría más.

Ahora, asistimos a la firma de un acuerdo entre los hijos de esas figuras, en unas condiciones y un contexto que no tienen nada que ver con el del siglo pasado. Prácticamente no hay luchas, las burocracias sindicales están derrotadas (lo que no es lo mismo que lo esté la clase trabajadora), se ha profundizado la aplicación de medidas neoliberales y la representación política de los sectores luchadores recae en el Frente Amplio, un proyecto que cada vez se asume menos de izquierda. Por eso, ese documento está más vacío que el primero, es una lista de “buenas intenciones”, pero sin ninguna obligatoriedad y englobadas dentro de un Estado burgués y sus límites. Con quien se firmó no representa ningún proyecto político ni tienen respaldo social, entonces, se puede decir que fue simplemente una puesta en escena propagandística.

Cometen un gran error quienes crean que este acuerdo representa un beneficio para los sectores populares. Hay que sacar las lecciones de lo acontecido hace 70 años y tener claro que las y los de abajo no pueden confiar en la burguesía y sus representantes, y José María Figueres lo es, por lo que un eventual gobierno suyo tendrá siempre como premisa favorecer a los de arriba. Por esto señalamos que las trasformaciones que requiere este país solo pueden ser logradas mediante la organización y lucha en las calles de los sectores trabajadores, campesinado, estudiantes, movimiento de mujeres, etc. Por ese mismo criterio de clase es que, en estas elecciones, tampoco se puede confiar en Rodrigo Chaves que un tecnócrata autoritario y misógino que también continuará con el plan de ajuste del FMI.

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