Johan Madriz

El trimestre móvil abril-junio de 2021 cerró con una tasa de desempleo de 18.1% (434 mil personas), según el INEC. Esta muestra una tendencia decreciente interanualmente, tras el pico de 24.4% que alcanzó en mayo-julio 2020, sin embargo, es superior en 3 mil personas a marzo-mayo de este año.

En cuanto a su composición se mantienen las disparidades por género. Mientras para los hombres la tasa alcanza el 13.7%, las mujeres superan el promedio y se colocan en 24.6%. Por edad, las personas menores de 34 años serían unas 259 mil, es decir casi un 60% de los desempleados.

Por otro lado, el subempleo, es decir, las personas que trabajan menos de 40 horas semanales, se sitúa en un 15.4%. De esta forma, el total de personas que no trabajan formalmente o no lo hacen el tiempo completo totalizaron un 33.5%.

El desempleo es un mal crónico del modelo económico del país. Previo a la pandemia las cifras rondaban el 12.5%, una cifra ya de por sí alta. Posteriormente, la situación se agravó, tanto por el parazo de la economía como por la decisión del gobierno de permitir las suspensiones de contratos y las reducciones de jornada, medidas que afectaron a miles de personas y que aún se aplica en el sector turismo.

El FMI ha señalado que la previsión es que se alcancen las cifras pre pandemia hasta 2025, esto sin nuevos cierres. Pero, este no parece ser el panorama tras la entrada en circulación de la variante Delta, e incluso los sectores empresariales ya han reconocido que alcanzaron “mayores puntos de eficiencia” (mayor explotación laboral) por lo que mantendrán menores planillas, sin reponer el empleo perdido.

Como es usual, los empresarios le achacan la culpa del desempleo al costo de contratación en el país, una queja que en realidad es una demanda para que se eliminen o disminuyan las cargas sociales, elemento esencial para sostener algunas de las conquistas de los sectores populares y fuente primordial de financiamiento del sistema de salud y de pensiones del país.