Conflicto por el agua en Cipreses: cuidan las ganancias capitalistas, no la salud ni la vida

Mientras la gente de las comunidades afectadas se organiza para defender el consumo de agua sin venenos, el AyA entorpece los procesos y no toma las acciones necesarias para suministrar agua de calidad y sin contaminantes.

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Bajo el sistema capitalistas las ganancias siempre están por encima de todo, incluso de la salud de las poblaciones y el ambiente natural que nos da la vida. En semanas recientes ha salido a la luz pública un nuevo conflicto por la contaminación del agua en Cipreses de Oreamuno en Cartago (población de 2.500 personas), con el agroquímico clorotalonil (segundo fungicida más importado en el país), y considerado altamente tóxico, probablemente cancerígeno en humanos, contaminante de las aguas subterráneas y prohibido en 32 países por estas razones.

Mientras la gente de las comunidades afectadas se organiza para defender el consumo de agua sin venenos en el Frente Ecologista EcoCipreses, el Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) entorpece los procesos, niega la evidencia científica y se declara incapaz de hacer los análisis de laboratorio respectivos para detectar el agroquímico cuestionado, por lo que no toman las acciones necesarias para suministrar agua de calidad y sin contaminantes.

Resumen del conflicto

Hace más de 2 años vecinos y vecinas de las comunidades de Cipreses se preocuparon por la cercanía de las plantaciones agrícolas a 15 metros de las nacientes, cuando la Ley de Aguas (276) establece que la distancia protegida alrededor de las nacientes para consumo humano es de 200 metros. Además, empezaron a notar malos olores en el agua que consumen. (1)

El 8 de junio pasado el Ministerio de Salud -con la presión, gestiones, cartas, actividades públicas, foros y comunicados de la gente organizada-, solicita al Laboratorio Nacional de Aguas del AyA a tomar las medidas necesarias para reconocer al clorotalonil y sus metabolitos en este laboratorio, y en lo inmediato para hacer las mediciones en las nacientes de Cipreses en el menor tiempo posible. (2)

Hay evidencia científica realizada por el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas de la Universidad Nacional (IRET-UNA) de la presencia del fungicida en las nacientes a solicitud de la comunidad organizada, y los resultados además fueron enviados a corroborar a un laboratorio en Suiza “EAWAG (Swiss Federal Institute of Aquatic Science and Technology) que dieron con la presencia de trece productos de la degradación del clorotalonil” (3).

“Con la evidencia científica que a continuación aportamos sobran elementos para aplicar el Principio de Precaución, el In Dubio Pro-Salud, el In Dubio Pro Aqua, el In Dubio Pro Vida, o mejor dicho el sentido común. Principios que incluso deberían estar siendo aplicados para proteger nuestra salud, pero que lamentablemente son diezmados por el oscurantismo burocrático de instituciones que se tiran la pelota una a otra desprotegiendo la salud de quienes recibimos agua con productos de la degradación de clorotalonil en nuestras casas” planteó como respuesta pública el Frente EcoCipreses al presidente del AyA a una de sus declaraciones (4).

¿Para quienes trabaja el AyA?

A pesar de la evidencia científica el AyA prefiere dejar que la gente siga consumiendo agua contaminada sin brindar otra solución para el consumo y la salud pública. Esperarán tener resultados de “laboratorios certificados” por organismos internacionales, que probablemente son controlados por las mismas transnacionales de los agro-insumo industriales.

De esta manera el mando de una institución que debería velar por la garantía del acceso a agua de calidad y sin agro-venenos -protegiendo y vigilando las fuentes de agua y contribuyendo a la regulación del uso de los agroquímicos para la agricultura-, prefiere mantener a las comunidades consumiendo de fuentes contaminadas ya demostrado por dos laboratorios con mejores capacidades instaladas que el mismo AyA.

Es así como se cuidan las ganancias empresariales y capitalistas por encima de la salud de las poblaciones, la vida y nuestro ambiente natural. Interrumpir el ciclo de ganancias de las grandes empresas que nos venden montones de agroquímicos, y a los agricultores que los consumen para producir la mayoría de los alimentos en este país porque “no hay otra opción”, no es una alternativa para el AyA. Eso sería tocar las ganancias de las transnacionales, reforestar las zonas que deberían estar protegidas es quitarles tierra a fincas cultivadas, regular el uso de los químicos sintéticos en el agro es reducir las ventas de las grandes empresas.

Evidentemente todo esto no es solamente tarea del AyA sino de un conjunto de actores sociales para hacerlo en armonía con el ambiente, garantizando las necesidades humanas y de forma democrática.

¿Desde la perspectiva anticapitalista que podemos proponer?

Hay que tomar medidas que afecten las ganancias de las grandes empresas. El modelo de producción de alimentos industrializado genera muchísimas problemáticas socio-ambientales como lo son el desgaste de los suelos, la tendencia a la baja de la productividad de los cultivos, la dependencia a los agro-insumos y a los precios internacionales de estos, la desaparición de la diversidad genética de los cultivos y con ello a la resistencia a plagas y enfermedades en los cultivos, el control de las semillas en manos de grandes empresas, la pérdida de la cultura local y del control de los alimentos básicos, entre muchos otros.

Hay que hacer todo lo contrario a lo que dicta el modelo de producción de alimentos capitalista con el fin de satisfacer las necesidades alimentarias de la población, no de las ganancias capitalistas. Hay que promover la diversidad genética en los cultivos, repartir la tierra para el campesinado pobre, capacitar con métodos de agricultura ecológica, orgánica y otros métodos alternativos al campesinado. Hay que regular y disminuir drásticamente el uso de sustancias agroquímicas, reducir la dependencia hacia estos insumos y aprovechar los conocimientos que existen tanto en la agricultura tradicional como en el desarrollo de la ciencia para el correcto aprovechamiento del ciclo de nutrientes de la tierra, produciendo de manera colectiva, organizada y democrática.

Además, hay que fortalecer el IRET y el Laboratorio Nacional de Aguas con recursos para la detección precautoria de sustancias agroquímicas tóxicas en las fuentes de agua para consumo humano, pero también hay que democratizarlos, que sea la clase trabajadora, las comunidades organizadas y las personas profesionales del gremio los que tomen las decisiones de estos laboratorios y no estos altos mandos doblegados a los intereses de los capitalistas.

También, los hallazgos científicos del IRET deben ser legítimos para la toma de decisiones en el AyA, aplicando el principio de in dubio pro natura que privilegia la precaución ante dudas de contaminación donde se ponga en juego la salud humana y del ambiente natural, esto con participación democrática de las comunidades y sus organizaciones independientes del estado y las empresas.


Referencias:

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